Opinión

Momentos confusos

 

Gloria Cuenca:

 

El fin de año en Venezuela se volvió una pesadilla. ¿Será que Dios, Nuestro Señor se cansó de resolvernos los agotadores dilemas y problemas que enfrentamos a diario? Ante la tanda de energúmenos: los que “i que” nos gobiernan y, los que pretenden gobernarnos, ¿Cuál peor? Estamos en estado de schock.

Según, creo, enseñanzas infantiles, Dios, Nuestro Padre no se cansa. A menos que así decida, para que se aprenda una lección. Deja de lado su Bondad. ¡Es por supuesto El Padre, que reprende de la mejor manera a sus hijos para que, finalmente aprendan! ¿Será eso lo que pasa con Venezuela?

El caso es que, ya van 24 años de este infame gobierno. Lo peor:  no hay fecha para cuando desaparecerá. Hay, mentiras, persecuciones, cárceles, torturas, bravatas, descontrol y ruina absoluta para la inmensa mayoría del país y  corrupción; los “enchufados,” nuevos ricos molestan y ellos gozan. Dos décadas del siglo pérdidas. El mundo avanza, se desarrolla, alcanza nuevas metas y Venezuela en el foso, sin rumbo, con una gigantesca diáspora, ya llega a 7 millones y medio, (la gente sigue partiendo) sin que haya ocurrido guerra, ni catástrofe natural. El Socialismo del Siglo XXI. ¿Qué decir? Sobre la peste que nos cayó casi sin darnos cuenta. Ahora, se observa lo peor:  he citado en crónicas, a mi querida y admirada suegra, mujer sabia y quien me decía, convencida: “Gloria, lo que se pega es lo malo, lo bueno no”. Según investigaciones cuánticas, modernas, debemos ser positivos en nuestras expresiones, lo negativo, también se expande, y produce una serie de males., que no quiero reproducir aquí. Tenia razón “ma belle mere” sin duda. (En francés suegra, odiaba la palabra)

La anécdota viene al cuento, por cuanto, en efecto, la gente, supuestamente opositora, se le pegó del régimen: su autoritarismo, su falta de transparencia, la ausencia de honestidad. Se convirtieron, ¿así eran? en mentirosos, excluyentes, soberbios y convencidos de que ellos son la “tapa del frasco”. Los “opositores”, saben a quienes me refiero.  Creen saberlas todas y pretenden lograr unidad en torno a sus menguadas figuras. Como ocurre con los apurados y precipitados: quienes no quieren al régimen se dieron cuenta. Les dijeron toda clase de improperios.

No me gusta la manera de expresar el desacuerdo que usan por las redes y menos, las otras formas que utilizan para expresar su opinión contraria. ¿Lo copian, también? Insultos, descalificaciones, acusaciones sin pruebas, toda clase de agresiones verbales. ¿Dios mío que nos pasó? Aquel “Bravo Pueblo” se transformó en miserable, mal hablado y hostigador  deshumanizado; lleno de rencores y resentimientos, incapaz de entender,  la verdadera política es la “ciencia de lo posible” y sin duda, se cometen errores, de los que si se es inteligente se aprenden, si no hay consciencia, triste y lamentablemente, se repiten. ¿Somos humanos o qué?

Me desconcierta, por decir lo menos que los analistas pasen desapercibidos. La hermosa, significativa y sincera carta de Inés de Sáez Mérida; el equilibrado planteamiento de Antonio Herrera Vaillant, el punto de vista de Orlando Ochoa T, entre los que recuerdo ahora, inducen, también a la reflexión sobre el tema: “de la condición humana” desarrollado por Hannah Arend en el siglo XX; y con el que venimos lidiando desde la antigua Grecia.

Tenemos tendencia a generalizar. Sin tener pruebas de nada, solo rumores sin confirmar. Se dicen, repiten  impropérios, sobre determinadas personas. Costumbre ocurrida por mucho tiempo y qué, de alguna manera, tratamos de sobre llevar, sin caer en cuenta, la gravedad que implica tener el insulto como práctica, hablar, sin ningún tipo de evidencia, menos pruebas para insultar a quienes asumen compromisos y no logran el éxito esperado. Me he referido al éxito en diferentes oportunidades. He hablado sobre gente que tiene poder, sin éxito. O, quien tiene éxito y no poder. El binomio perfecto es éxito y poder; mientras se llega allí hay un importante camino que transitar. Se suceden triunfos grandiosos. También fracasos y derrotas. Es un proceso, intenso. Constantemente, hay que detenerse: evaluar, debatir, ser capaz de darse cuenta de los errores que se cometen en la ruta y aprender de ellos para superarlo y seguir adelante.

En oportunidades, creo qué, a muchos venezolanos, lo único que les interesa es el final, la conclusión de un logro. No quieren tomar en cuenta ese camino transitado para alcanzar el objetivo, muchas veces lleno de piedras, abismos, grandes rocas, que al sortearlas, producen el crecimiento. “La buena vida emborracha” decía una muy querida amiga, al final creo que eso nos pasó: fuimos tan dichosos y felices, que ahora no sabemos como salir del desastre. Quienes más lo propiciaron, ahora lo repudian. Los que no hacen nada, quieren que se los quiten sin mucho esfuerzo. ¡Ah, de la vida, tan compleja y deliciosa! ¡Feliz Año! .-

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