Rémi Brague: «Si ser conservador significa no ceder a las manías progresistas, Benedicto XVI lo fue»
Rémi Brague resalta la importancia de la razón en la teología espiritual de Joseph Ratzinger
El filósofo francés Rémi Brague es uno de los pensadores católicos de referencia en nuestro tiempo. Ganador del Premio Ratzinger en 2012, conocer su valoración sobre la figura de Benedicto XVI es obligado. Alexandre Devecchio le ha entrevistado en Le Figaro:
-¿Cuál será el legado de Benedicto XVI?
-En mi opinión, el legado de Benedicto XVI será tanto espiritual como intelectual. Él habría cuestionado esta división del trabajo entre estas dos dimensiones. Para él, ambos deben trabajar juntos, iluminarse mutuamente. La fe proponía a la razón fenómenos inesperados, que tantos desafíos representaban para ella; la razón, por su parte, permitía a la fe purificarse de un sentimentalismo atribulado, incluso de simples supersticiones.
»Dicho esto, el Papa emérito era originalmente un sacerdote católico, al igual que el profesor Joseph Ratzinger, formado en la exigente tradición de la universidad alemana.
»El rigor de la composición, la claridad de la exposición, la preocupación por citar las fuentes con referencia e indicar el contexto son modelos dignos de imitación. Al igual que la práctica de la disputatio, heredada de la escolástica medieval, del intercambio cortés de argumentos sólidos, como la memorable que llevó a cabo Benedicto XVI en 2004, cuando aún era solo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, con Jürgen Habermas. Este ejemplo nos vendría bien, sobre todo en Francia, donde con demasiada frecuencia oímos decir: «Yo no hablo con esa gente».
»El discurso de Ratisbona (2006), que ha sido tan malinterpretado -y a veces, me temo que deliberadamente-, era un programa, una defensa de la razón, dirigida contra el ambiente antiintelectualista que prevalece hoy en día, cuando la razón se encierra en la ciudadela de las ciencias duras y abandona el dominio práctico a la afectividad o la ideología.
»El discurso en el Colegio de los Bernardinos (París, 2008), que permanece en la memoria de los franceses -incluido yo mismo, que tuve la suerte de asistir-, nos recordó que el principio de «buscar a Dios», y por tanto la regla misma de la espiritualidad cristiana, debería poder seguir animando la vida intelectual de los hombres del siglo XXI, como había animado la de los monjes un milenio antes.
-¿Cuáles son las fechas clave de su pontificado?
-Entre muchas fechas, elegiré deliberadamente, con toda subjetividad, tres de las que han causado dolor.
»En 2005, apenas elegido Papa, dio el empujón que un Juan Pablo II envejecido no se arriesgó a dar: suspendió a personas cuya doble vida constituía un contra-testimonio, y denunció los escándalos de pederastia. Me asombra la insensatez de quienes se atrevieron a acusarle de ser responsable de hechos que él había denunciado y cuya competencia había dejado en manos de los tribunales civiles.
Una síntesis de todo lo que hizo Benedicto XVI contra los abusos desde sus inicios como Papa.
»En 2009 expresó sus reservas sobre el uso de preservativos contra la propagación del SIDA en África. Sobre este ejemplo concreto, Benedicto XVI recordó que la técnica, con todos sus triunfos, no es una solución eficaz si pretende sustituir la libertad del hombre y las decisiones que toma una vez que ha tomado plena conciencia de su propia dignidad.
»También en 2009, puso a los obispos lefebvristas ante sus responsabilidades levantándoles la excomunión. Arriesgaba mucho, pero ponía la pelota en su tejado. Les tocaba a ellos decir si realmente querían volver a la plena comunión con Roma, o si insistían en creerse los únicos que mantenían la posición ortodoxa, actitud que es el síntoma mismo que indica que uno se está deslizando hacia la heterodoxia.
-¿Podríamos calificarle de Papa conservador?
-Algunos medios de comunicación no han tenido empacho en hacerlo, tomando nociones que son válidas (y solo dentro de ciertos límites) para las instituciones políticas y aplicándolas a la Iglesia, que no es una de ellas.
»La misión de la Iglesia es recibir lo que ha venido de fuera -es decir, la Revelación– y transmitirlo sin pérdida. Los obispos, incluido el obispo de Roma, deben velar por lo que se llama el «depósito de la fe», sin añadirle nada y, sobre todo, sin quitarle nada. En este sentido, son necesariamente conservadores, en el sentido noble de la palabra cuando se llama «conservador» a la persona encargada de salvaguardar y hacer accesibles al público los tesoros de un museo.
»Pero hay una diferencia. Las colecciones de un museo, incluso de los más grandes del mundo, son finitas. Por otra parte, si la revelación procede de Dios, que es infinito, su contenido también lo es. Por tanto, nunca terminaremos de inventariar las riquezas de lo que se nos ha dado. La conservación de dicho contenido exigirá entonces una adaptación constante ya que si este contenido no cambia, los hombres que lo reciben son más o menos capaces de ver en él tal o cual elemento. Así, en sus encíclicas, Benedicto XVI ha sabido destacar aspectos nuevos en textos bíblicos que tienen dos mil años o más.
»Si, por otra parte, ser conservador significa no ceder a las manías progresistas que se suceden y esperar pacientemente a que pierdan su credibilidad -lo que inevitablemente hacen al cabo de unas décadas-, entonces, sí, también en este sentido Benedicto XVI fue conservador.
-¿Cómo explica su opción por la renuncia? ¿Es un misterio? ¿No es paradójico para un Papa apegado a la tradición?
-Cuando en otoño de 2011 vi a Benedicto XVI, demacrado y apoyado en un bastón, entrar en la sala donde iba a entregar el Premio Ratzinger, tuve la impresión de que estaba al límite de sus fuerzas.
Entrega del Premio Ratzinger a Rémi Brague en 2012.
»Si hay algún misterio, no es que haya abandonado su ministerio, sino que haya podido durar otros diez años. Creo que quería evitar lo que había presenciado impotente en los últimos años de Juan Pablo II: un Papa enfermo e incapaz de afrontar los problemas, un ambiente «fin de reinado» en el que todo iba mal, en el que cada uno hacía lo que quería. Si he entendido bien lo que significa la palabra tradición, es decir, transmisión, no inmovilidad, esto es precisamente lo que Benedicto XVI quiso respetar cuando eligió ser emérito.
-¿Es el Papa Francisco una continuación de Benedicto XVI, o representa una ruptura con él?
-Al principio, me pareció que Francisco había tomado como programa el discurso que Benedicto XVI había pronunciado ante los obispos alemanes: una Iglesia más pobre y menos arrogante. En cuanto a lo que siguió, a menudo debo confesarme perplejo. Algunas de sus decisiones coinciden con las de su predecesor inmediato y, de hecho, con las de todos los que le precedieron.
»Otras, en cambio, parecen ser las opuestas a las del Papa anterior, y en vida de este. Así, por ejemplo, ha restringido la tolerancia hacia el rito latino, mientras que Benedicto XVI había sabido hacer las paces autorizándolo. ¿Era ilusoria esta paz? ¿Permitía de hecho a ciertos círculos autodenominados «tradicionalistas» constituirse en sectas, objetivamente aisladas del resto de la Iglesia? La historia, retrospectivamente, nos lo dirá.
Traducido por Verbum Caro.