Iglesia Venezolana

Exhortación Pastoral con motivo de la CXIX Asamblea Plenaria Ordinaria del Episcopado Venezolano

 

“En nombre de Jesús Nazareno, levántate y camina…y de un salto, se puso de pie y caminó.”

(Hechos, 3, 6b. 8a)

1. En cada inicio de año, con el frescor que nos deja la Navidad, los Arzobispos y Obispos de Venezuela,
reunidos en la 119 Asamblea Plenaria Ordinaria, en comunión y sintonía con nuestro pueblo, sentimos la
urgencia y el deber de compartir las alegrías y sufrimientos, esperanzas e ilusiones de los hombres y
mujeres de buena voluntad. Con la mirada puesta en el Niño Dios, le pedimos nos muestre el rostro alegre
y esperanzador de la vida expresada en la paz interior y en la convivencia familiar, y al mismo tiempo nos
inspire el claro deseo y exigencia de construir una sociedad más humana, justa y solidaria, impregnada
con los valores del Evangelio.

2. Queremos hacerles llegar un mensaje cercano y fraterno, iluminado por la Palabra de Dios, que busca
dar respuesta a esta realidad que estamos «padeciendo» junto con ustedes, pues “nosotros también somos
parte de este pueblo; fuimos elegidos como sus servidores” (Papa Francisco, Discurso a los obispos de
Tailandia, 22/11/2019). Este contacto diario con nuestro pueblo el que nos reafirma en el convencimiento
de que la «reconstrucción material, moral y espiritual, económica, política éti o-cultural es deber
primario e ineludible de todos. Ella requiere la responsabilidad de cada uno, la convocatoria de las
mejores voluntades y talentos, y que las instituciones democráticas recuperen su credibilidad y capacidad
de acción honesta y eficiente» (Conferencia Episcopal Venezolana, Declaración “Unidos en la Verdad,
la Esperanza y el Compromiso”, Caracas, 08/05/2000). Por ello, nuestra voz no sólo se dirige a los fieles
católicos, sino también a todos los hombres y mujeres de buena voluntad de nuestra patria: a los que
piensan como nosotros y a los que tienen otras visiones, porque Venezuela es nuestra casa común, los
problemas, que son comunes a todos, nos afectan y desafían por igual.

Una realidad que nos paraliza

3. Iniciando este nuevo año 2023, nuestro país continúa viviendo una crisis política, social y económica
profunda. Un escenario que pone en entredicho el modelo de gestión que por más de veinte años ha
guiado los destinos de la nación. Emergen nuevas élites económicas. Zonas de Caracas y, en menor
medida, de algunas otras ciudades, muestran lo que se ha llamado una “burbuja”, omo resultado de una
suerte de “ apitalismo so ialista salvaje”, que contrasta y resulta ofensiva para quienes, como nuestros
educadores, personal de salud, obreros, trabajadores informales y pensionados, intentan subsistir con unos
ingresos paupérrimos, y que hace que la brecha de desigualdad entre ricos y pobres sea cada vez más
escandalosa.

4. Con una de las inflaciones más altas del mundo y una moneda nacional en continua devaluación, el día
a día de los venezolanos resulta cada vez más complicado. Esta situación ha obligado ya a más de 7
millones de personas a salir del país, según cifras de la Agencia de la ONU para los refugiados, ACNUR
(cfr. https://www.acnur.org/situacion-en-venezuela), generando la corriente migratoria más grande de
América Latina y el Caribe en los últimos 50 años. Un Éxodo, sobre todo de jóvenes, que no se detiene, y
empobrece el presente y el futuro del país.

5. Debemos agradecer una vez más la acogida y el cuidado que nuestros compatriotas migrantes han
recibido de parte de diversas instituciones eclesiales, gubernamentales y de la sociedad civil en los
diferentes países por donde han transitado. Un especial reconocimiento se merece la solidaridad y
fraternidad de las Iglesias hermanas de la región, en particular de Colombia, que hacen grandes esfuerzos
de caridad para acompañar el gran número de venezolanos que emprenden la aventura temeraria de cruzar
las fronteras. Las recientes reuniones de las presidencias de las Conferencias Episcopales de Venezuela y
Colombia en San Cristóbal, Necoclí y Apartadó, que se suman a las realizadas entre los Obispos de las
diócesis fronterizas, para apoyar y sostener a estos hermanos venezolanos, son ejemplo del camino
sinodal que el Papa Francisco nos exige como reto a la Iglesia Universal.

6. Esta lacerante realidad social es reflejada e iluminada por la escena a la que alude el texto de los
Hechos de los Apóstoles del encabezado: el paralítico, el cual no ha nacido en esta condición, sino que lo
han llevado a entumecerse, no sólo representa a millones de hombres y mujeres de este pueblo, sino al
entero tejido social venezolano, incluyendo al Estado y el conjunto de sus instituciones. Nuestra sociedad
está paralizada por la inercia y la resignación, por la desesperanza, por la experiencia acumulada de
múltiples carencias, contradicciones reiteradas, violaciones impunes de derechos fundamentales, mentiras
flagrantes, promesas incumplidas.

7. Otra causa de esta suerte de parálisis social es el permanente clima de confrontación estéril que, día tras
día, nos lleva a no querernos escuchar unos a otros, paralizado cada uno en su postura, pensando que “el
otro” no tiene la razón, o “está de mala fe”, desoyendo con ello lo que nos dice la realidad. Nuestros
problemas son estructurales y no pueden ser vistos ni abordados solamente de modo aislado por algunos
actores sociales y políticos. Pareciera que hemos olvidado qué significa el bien común.

“De un salto, se puso en pie”

8. Los Obispos venezolanos, en nuestros diferentes documentos, hemos ofrecido reiteradamente no sólo
un diagnóstico de la situación del país, con sus causas y efectos, sino también propuestas concretas de
pasos a dar para encontrar soluciones a la misma. Como pastores, una vez más, queremos renovar la
urgencia de la búsqueda de una unidad nacional mayor que logre la reinstitucionalización democrática del
país, recuperando ese terreno de encuentro común que debe ser el texto y el espíritu de la Constitución
nacional. Reiteramos lo expresado en el año 2005, «las diferentes fuerzas y partidos deben compartir su
responsabilidad con la verdad y la justicia, teniendo siempre en cuenta las exigencias del bien común. La
voluntad de no ceder, para no aparecer débil, así como la falta de escucha mutua y la pretensión de ser
solamente uno mismo la medida de la justicia, bloquean el diálogo, las soluciones y el desarrollo estable y
pacífico» (Conferencia Episcopal Venezolana, Exhortación Pastoral, “Diálogo y perdón para La
Paz”,11/01/2005).

9. Seguimos convencidos que el camino a transitar es el de las negociaciones verdaderas y sinceras para
la obtención de acuerdos entre los poderes del Estado y las fuerzas sociales democráticas acerca de las
grandes cuestiones de interés nacional, como lo son, entre otras, la ayuda humanitaria, la liberación de los
presos políticos, el funcionamiento constitucional de los poderes públicos, la rehabilitación de los partidos
políticos, la consecución de mayores y mejores garantías electorales, junto con la observación
internacional plural e imparcial de las próximas elecciones. Todo esto, con una firme voluntad compartida
de poner de lado intereses particulares o partidistas que impiden avanzar y que sólo producen
paralizaciones estériles, alargando la agonía de todo un pueblo.

10. Surge hoy la necesidad de reconstruir el país, en el espíritu de la sinodalidad, de caminar juntos. Que
todos los venezolanos escuchemos resonar hoy, unidos como pueblo, desde su realidad, las palabras de
Pedro y Juan: “en nombre de Jesucristo levántate y camina”, así, saliendo de su parálisis, pueda dar un
salto, y se ponga de pie. Un salto que los restablezca en su condición de ciudadanos, en su ser sujetos
activos de su propio desarrollo integral, al tiempo que comprometidos con los demás de manera solidaria,
con “esa determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de
todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos” (Juan Pablo II,
Encíclica Sollicitudo rei socialis, 38).

 

De pie, con dignidad, caminemos juntos

11. “Venezuela, despierta y reacciona: ¡Es el momento!”. Este fue el lema de la segunda visita de San
Juan Pablo II a nuestro país en el año 1996. Hoy es el momento de despertar de nuestra postración para
despojarnos de todo vestigio de resignación, indiferencia o egoísmo. Generar conciencia de la propia
dignidad humana y responsabilidad compartida. Levantarnos y caminar juntos para sembrar esperanza,
actuar con decisión, cultivar valores y promover una forma de hacer política basada en el bien común y
no en intereses particulares o en fines ideológicos.

12. Invitamos a los creyentes y a toda persona de buena voluntad a ejercer una doble conversión: a asumir
con autenticidad el testimonio personal, con lucidez y compromiso humanizante, y el protagonismo
consciente de ciudadanía responsable. No seamos masa informe, sino pueblo organizado, políticamente
adulto, artífice de institucionalidad que asegura y construye el futuro. Para ello, hace falta formarse en la
teoría y en la práctica del ejercicio de caminar juntos, con verdad, justicia y solidaridad, en libertad y paz.
Es una exigencia a cada persona, pero sobre todo es un requerimiento esencial y urgente a todo dirigente
social y a quienes ejercen el poder.

13. “No nos dejemos robar la esperanza” (EG 86). Es fundamental que pasemos de la lamentación a la
acción liberadora. Que nos pongamos, en cada diócesis, parroquia, y comunidad, en cada liceo y
universidad, en cada empresa, oficina y comercio, de cara a la parálisis nacional, y cada uno se pregunte
qué puedo hacer yo, cuánto más puedo aportar, cuánto y en qué ámbitos puedo pasar del yo al nosotros,
elevando y multiplicando el bien que producimos.

14. Como Iglesia, junto a nuestro continuo servicio espiritual y pastoral, renovamos el compromiso de
continuar los esfuerzos sostenidos en el área de la educación, especialmente de la educación para el
trabajo y para el emprendimiento, en las áreas de alimentación y salud. Igualmente nos comprometemos a
seguir acompañando a las comunidades afectadas por fenómenos naturales, como se ha hecho en Las
Tejerías, en el Litoral, en los Andes y en otras zonas del país y a todas las personas vulnerables, a través
de diversas iniciativas, entre ellas las de Cáritas.

15. Seguiremos en nuestro empeño por contribuir a la construcción en nuestro país de una verdadera
cultura de justicia, de paz, de tolerancia y diálogo, en la misma línea de los persistentes esfuerzos del
Papa Francisco, con quien nos solidarizamos, en su búsqueda por lograr la paz en Ucrania, Sudán del Sur,
el Congo, Medio Oriente y en tantos otros escenarios de conflicto en el mundo.
16. En medio de las dramáticas circunstancias del país, nos unimos, una vez más, al clamor de nuestro
pueblo y junto al Papa Francisco, alzamos nuestras voces para exigir que no haya «ninguna familia sin
vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ningún pueblo sin soberanía,
ninguna persona sin dignidad, ningún niño sin infancia, ningún joven sin posibilidades, ningún anciano
sin una venerable vejez» (Papa Francisco, II Encuentro Mundial con los Movimientos Populares, Bolivia,
2015). Para ello, no nos quedemos inmóviles, esperando a que las cosas las arreglen otros o mejoren por
sí mismas. Tenemos que levantarnos, confiados en la ayuda de Dios, y con valentía arriesgarnos unidos a
construir un mejor país.

17. Que la protección maternal de nuestra Señora de Coromoto, patrona de Venezuela, y la cercana
intercesión de nuestros Beatos venezolanos, continúen bendiciendo y acompañando el caminar de nuestra
amada Venezuela durante este nuevo año, por caminos de verdad, justicia, solidaridad, progreso y paz.
Los Arzobispos y Obispos de Venezuela.-

Caracas, 12 de enero de 2023

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