Testimonios

Luis Beltrán Mago: un poeta ahora más que centenario

Horacio Biord Castillo:

 

Enero es un mes de clara luz, como de lunas y soles que serenos apaciguan la exaltación decembrina, un tiempo propicio para la introspección. Cumaná, cuna de poetas y héroes de la libertad, hogar de marineros y pescadores, desde muy antiguo tierra de indios, ciudad primogénita y mariscala, en el común decir emocionado, ciudad de afecto y dulzura, como la pulpa del catuche, Cumaná, que ha ofrendado la pluma de José Antonio Ramos Sucre, de Andrés Eloy Blanco y de Cruz Salmerón Acosta, dolido de azul y púrpuras, Cumaná, tierra de navíos y montañas, vio nacer también a Luis Beltrán Mago, poeta del mar, de índigos y celestes que oran sobre la espuma, del vino, de los días que pasan haciendo guiños, del amor, las caricias y los besos.

Fue un día de enero, tal vez aletargado, de un año ya remoto. Luis Beltrán Mago, poeta de vida y vocación, abogado de profesión, amigo de oficio, amante por pasión, académico por méritos propios, nació el 15 de enero de 1922 en Cumaná, la capital de la Nueva Andalucía y del Sucre leal. Allí, junto al mar, la brisa y el aire salobre de Araya, recién nacido se cubrió de palabras el poeta. No se sabe cuánta agua de mar llegó a beber en sus días marineros, pero poca o mucha fue agua bendecida que le ha dado larga vida.

101 años celebra Luis Beltrán Mago soñando proyectos a futuro como un adolescente, escribiendo aún todos los días como un disciplinado escritor que a diario vence el silencio del papel, sopesando cada hecho o vivencia como un sabio que ha visto y vivido más que cualquier otro venezolano. Ay, Luis Beltrán.

En noviembre de 2022, presentó su último libro publicado por la Editorial Diosa Blanca, edición a cargo de Edgar Vidaurre, presidente del Círculo de Escritores de Venezuela del cual Luis Beltrán Mago fue fundador y también presidente durante varios períodos, y autor del prólogo que acompaña y engalana el libro. Lleva por título Las cuatro estaciones. Memorial de ausencia. Se trata, en realidad, de dos poemarios unidos en un solo volumen, pero con dos unidades temáticas que se corresponden con las dos frases del título (“Las cuatro estaciones”, pp. 9-19, con nueve poemas, y “Memorial de ausencia”, pp. 21-58, con 32 poemas).

Como dice acertadamente Edgar Vidaurre al concluir el prólogo: “Luis Beltrán Mago, nos regala este memorial de certezas para llegar transfigurado a los umbrales de la luz a través de la simbología de las estaciones, de los cuatro elementos, y así revelarnos que, más allá de la propia luz apenas visibles con estos tenues instrumentos qué llamamos ojos -como diría Borges-, está ese quinto elemento llamado Éter, Luz, Amor, Feminidad o con un nombre preciso de mujer” (p. viii).

La primera unidad temática se refiere al tiempo, a las estaciones como evidencia y, a la vez, marcadores, de su ineluctable paso. Lo integran nueve poemas. En el octavo nos dice: “Cada una de las cuatro estaciones / cultiva el propio idioma y deja / un mensaje esencial para la vida” (p. 18). Se pregunta “¿Cómo se entrelazan las huellas / imborrables como notas / de una partitura que transforma / en arpegios los gritos del labriego, / la horizontalidad fecunda / de los campos, / el silbo de los pájaros [?].” (Ibidem). Y se responde: “Por eso [por esa transformación musical] se separan y se juntan / en los sonidos del concierto / y en las sílabas de mis poemas” (Ib.). Sobre el otoño, en otro poema, dice: “es la luz dorada de las / despedidas, la peregrinación de la / nostalgia, la exaltación de lo pródigo, / la multiplicación de uva que se desangran / en el lagar, la huella de los pasos / que se alejan con los crepúsculos” (p. 16).

El otro poemario que conforma el libro, “Memorial de ausencia”, es un homenaje a Nélida Valera, fallecida en 2022, cuando el poeta ya había alcanzado la edad centenaria, pero quien fue su amor durante mucho tiempo: “Hace cuarenta años mis ojos / se colgaron de su rostro, de su / risa. / Fuimos de los que cruzaron aire y / mar / para abrazar distancias / y sembrar en otros territorios, / bajo nieves, entre la neblina / semillas de amor. / No hubo tiempo para los / regresos. / El paso fue constante y / permanente / como sus besos” (p. 42).

Luis Beltrán celebra el amor, llora la partida, la sublima en la comprensión y la hace poesía en su palabra. : “Voy a rememorar lo que me / pasa / cuando escribo el nombre de / Nélida / y siento que mi sangre se / embaraza / y se encienden flores de luz / en mi balcón. / Quiero entregarle a ella / lo que soy. / Dárselo todo. Llevarla a donde / voy / con la seguridad de lo logrado” (p. 23). Y el dolor es un sentimiento muy fuerte y de gran potencia: “Estoy dolido y de dolor / cubierto. Sobre mi piel no crecerá el / arrullo / ni desde mis ojos se alumbrará el / campo. / Estoy con la aridez comprometido / en una trama de ausencias y / suspiros. / Amiga la sombra hizo lo que / pudo, más [sic] naufragaron todos mis / veleros. / Me acerco al mar y aquel / azul / de pronto pareciera tinta / oscura. / De lo que fui no queda / nada. / Mis labios callados no / sonríen y de mis ojos se apagó la / luz. / Soy apenas una sombra sin / espacio / donde declinar” (p. 31).

Comprende el paso definitivo a la otra verdadera Vida y señala “El buen Dios esperó hasta que / el domingo / fuera / Y ahora todos los domingos serán / tristes / para mí. Para mi ser. Para mis / horas. / Yo supe cuando se la llevó / el Dios de su / existencia. / Y con amor lloré” (p. 42).

Y toda esa experiencia la transforma el poeta en poesía: “Un Manantial de luz rozó la piedra que / soslayaba el río. / Huyó la sombra y un lucero se acerco [sic] a la / luna / besándole la cara. / Del pedernal brotó su faz. / Y en el huerto se elevó el concierto / de pájaros. / ¿A dónde iba rodeada de pétalos/ y de alas? / Dios se levantó del trono[,] / vio la marca rutilante de todas sus heridas / y la estrechó en sus brazos” (p. 54).

La praderas y sus amaneceres, empero, siguen y en ellas el poeta debe transitar. Por eso, ávido de la raya del crepúsculo que colorea el horizonte, Luis Beltrán, la antevíspera de su centésimo primer cumpleaños, el 13 de enero de 2022, escribió con mirada niña y pulso de sabiduría: “Cuando cumplí los cien / Gabriel –pájaro amigo- / me dijo / “has vivido”. / Vivo, le dije, y viviré. No por los / años / sino porque me construí. / Nacer no es vivir. Se nace, pero luego / hay / que hacer para seguir / viviendo. / Construirse para poder / vivir. / Luchar para no tropezarse con esa / mujer / fea y desdentada que a diario / te persigue. / Sí. Porque desde hace siglos / una mujer de negro / y despeinada / camina junto a ti. Y si no la / esquivas, / si no la vences jamás podrás vivir. / Ahora, al cumplir 101, comienza un nuevo / siglo / y creo que debo combatir a la horrible mujer que / nada / sabe de la vida y quiere que no vivamos”. Hombre o mujer, temible aparato o disfraz del humano destino, la muerte o el morir es también el deseo de no querer vivir. La vida transmutada en poesía y el saberla vivir en todas sus manifestaciones es la más hermosa flor de estos ciento un años de Luis Beltrán Mago. Que Dios bendiga esa cantera fértil que ha sido y seguirá siendo su existencia, antorcha de Cumaná, luz de Venezuela.-

Contacto y comentarios: hbiordrcl@gmail.com

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