«Incluso en la oscuridad del odio y del dolor, existe la fe que es más fuerte que la muerte»
El Nuncio en Nigeria, ante el asesinaato de un sacerdote en Minna
Tras el asalto en una iglesia de la diócesis de Minna, en el que perdió la vida el sacerdote Isaac Achi, monseñor Filippazzi expresa su pesar por todas las víctimas de la violencia
El padre Isaac Achi fue quemado vivo; su ayudante, el padre Collins Omeh, resultó herido al intentar escapar
– Los medios de comunicación internacionales se hicieron eco ampliamente del trágico ataque perpetrado ayer por unos bandidos contra la residencia parroquial de la iglesia de los Santos Pedro y Pablo, en Kafin-Koro, en la región de Paikoro. El padre Isaac Achi fue quemado vivo; su ayudante, el padre Collins Omeh, resultó herido al intentar escapar.
Tras este último asalto en el que los sacerdotes católicos son las víctimas, el Nuncio Apostólico en Nigeria, monseñor Antonio Guido Filippazzi, habló con Vatican News. La suya es también una llamada a prestar atención a la forma en que se narran e interpretan estos acontecimientos, en el contexto de una situación sociopolítica de grave preocupación.
¿Cuál es su estado de ánimo ante la brutalidad de este episodio?
Ciertamente, noticias como ésta siempre traen un gran dolor, un dolorque sienten especialmente los católicos, la Iglesia en general aquí en Nigeria porque, precisamente, un sacerdote ha sido víctima de este acto de violencia. También hay que decir que no es el primer sacerdote implicado en tales actos. En este caso, también podría haber detalles de especial atrocidad, pero puedo, si sirve de algo, relatar un aspecto edificante, y es que los dos sacerdotes, cuando ya habían sido heridos y la casa estaba a punto de ser incendiada, se confesaron el uno al otro preparándose para la muerte.
¿Conocía personalmente a estas personas?
No, no los conocía. Quizá me crucé con ellos porque visité la diócesis de Minna dos o tres veces, y cada vez, claro, vienen tantos sacerdotes, y entonces es difícil guardar un recuerdo claro de todos. Me mantuve en contacto con el obispo, especialmente con el obispo auxiliar, que se desplazó inmediatamente al lugar y recogió también los testimonios, tanto del sacerdote que se salvó como de un joven que estaba sirviendo en la casa parroquial y que, por tanto, lo vio todo.
¿Qué surgió de estos primeros testimonios?
¿Cree que hechos como éste pueden prestarse a veces a una lectura simplista o parcial?
Sí, nos ha pasado a veces. Incluso yo tuve que intervenir para rectificar. Porque hay que tener en cuenta dos aspectos: el primero es que episodios de violencia como éste están a la orden del día e implican a muchas personas que no son ni sacerdotes ni católicos. Y aunque ciertamente prestamos atención cuando las víctimas son sacerdotes o religiosos, no debemos olvidar que son muchos más y muchos otros los que sufren y pierden la vida.
¿Es cierto que se trata de acciones que atentan contra el vínculo comunitario construido en las iglesias?
No veo ninguna señal de que estas acciones sirvan para apartar a la gente de la Iglesia. En todo caso, tal vez sea lo contrario, porque entonces es la Iglesia la que aporta ayuda y consuelo en estas situaciones y en otras similares.
¿Cuál es el origen de la gran inestabilidad del país?
Además, al ser el país tan extenso, hay diversos factores que conducen a la violencia: pensemos en el terrorismo, pensemos en los enfrentamientos étnicos, pensemos en la delincuencia organizada… Todo ello, además, en un contexto económico ciertamente poco floreciente. Si reunimos todos estos aspectos, podemos ver lo grave que es realmente la situación.
¿Y quién se lleva la peor parte?
Obviamente, quienes más sufren son las personas más expuestas: tanto porque no tienen posibilidad de protegerse como porque viven en zonas más deprimidas, menos protegidas. Pero yo diría que, como la violencia es ciega, cuando estalla, a veces no mira a nadie a la cara y golpea en todos los sectores de la sociedad – como he dicho antes – también golpea en todos los ámbitos y en todos los credos.
¿Cuál es su deseo?
Creo que debemos esperar y rezar para que, en primer lugar, los nigerianos sean conscientes de que son los primeros en responder a esta situación, de que su Estado debe ser un Estado capaz de proteger los derechos y la propiedad de todos los ciudadanos, sin distinción. Este debe ser el objetivo de todos: crear un Estado así, un Estado capaz de cumplir esta misión. Y ésta es, sin duda, tarea de todos, comenzando por los responsables del gobierno y la administración.-
| Antonella Palermo/RD
(Vatican News).