Lecturas recomendadas

«Yo he visto a esas pobres gentes ser tratadas como bestias…»

De Sor Nadieska, Cuba

Esta frase de San Vicente de Paúl está tomada de su experiencia en el acompañamiento a los presos de su época. Es muy interesante cuando uno lee la carta (IX, 740) donde narra a las Hijas de la Caridad lo que ha significado para él ser capellán de las galeras. Podemos imaginar los modos tan duros, el rostro de aquellos hombres privados de libertad. No cuenta si eran justas o no las condenas, pero sí nos habla del trato inhumano que lacera a toda persona, sea cual sea su condición o su delito.

 

Siempre es necesario y saludable separar el pecado del pecador. Esto nos ayuda a que la justicia sea realmente equilibrada, y que la decisión que se tome por parte de la autoridad competente tenga en cuenta que la persona tiene una dignidad inviolable.

 

Hoy, mientras escuchaba un canto que hacía referencia a un texto del profeta Isaías: «Por amor a tu pueblo no callaré; por amor a tu pueblo, no descansaré, hasta que rompa la aurora de tu justicia y tu salvación llamee como una antorcha» (Is 62, 1-3), sentí nuevamente la necesidad de expresarme. Es claro para mí que hay un amor entrañable a este suelo que me vio nacer, que hay un sentido de gratitud por ser parte de una isla habitada por gente resiliente, que este amor me lanza al reto de ser insistente en la expresión, en el deseo de justicia y libertad, en la franca preocupación de que nos despertemos cada día sin miedo y sin incertidumbres.

 

No sé por qué mi mente ha hecho toda esta relación, pero sí sé que habita en mí un hondo dolor por todo lo que sigue aconteciendo y que no seamos capaces como nación de alzar la voz. ¿Qué ha pasado  con la muerte de 9 niños en el hospital Materno Infantil de Diez de Octubre, más conocido por muchos como Hijas de Galicia? ¿Hasta dónde nos afectan realmente esas muertes? ¿Nos hemos preguntado por esas madres, esas familias que están sufriendo? ¿Tenemos conciencia de que esos bebés querían vivir y sus familiares los querían vivos? ¿Nos seguiremos acostumbrando al sufrimiento evitable y sin sentido?

 

Comencé con una frase de mi fundador, San Vicente de Paúl, que puede resultar incluso molesta al leerla, pero mientras más me acerco a la gente; mientras más escucho los gritos de dolor; mientras más veo la miseria, la tristeza en los rostros, la desesperación y el hambre; mientras más me adentro en el mundo de los enfermos y sus tremendas carencias; mientras más miro las bodegas sin nada, las farmacias vacías, los hospitales sin insumos, los policlínicos sin recursos, hasta para los primeros  auxilios; mientras más escucho a familiares de los presos y la terrible pesadilla de estar privados de libertad, lo que pasan para llevarles algo el día de visita, los maltratos dentro de los centros penitenciarios… Resuena, y con mucha fuerza, esa expresión (pido desde ya perdón si alguien se siente ofendido): «he visto a esas pobres gentes ser tratadas como bestias”. Sí, he visto a mi pueblo descender hasta lo más bajo, he visto a mi pueblo ser sometido a una humillación tras otra, sigo viendo a mi pueblo luchando por huir de su tierra, despojándose de todo, vendiendo todo lo que con mucho sacrificio se ha logrado tener, para ir en busca de una vida que le permita VIVIR y no sobrevivir.

 

Con profunda tristeza en el alma soy, y somos testigos, de un pueblo que “muere”, de una nación que se vuelve fantasma, con ausencia de jóvenes y llena de ancianos abandonados. Y los que hemos optado por seguir a Jesucristo liberador de toda persona, que devuelve esperanza, que da sentido a la existencia…, quienes creemos en este Dios hecho hombre que nos llama a vivir en verdad y a decir la verdad, a acompañar a los que sufren; este Dios que nos llama hacia la esperanza, que nos invita «a surcar la noche hasta encontrarnos con los destellos de la luz del alba» (CLAR, Horizonte Inspirador), para nosotros, esta nación sigue siendo una opción. Así lo veo y lo creo, así he escuchado testimonios de quienes aún en medio de tanta incertidumbre  quieren permanecer sosteniendo la esperanza y haciendo de ella un compromiso real.

 

Siento la necesidad y la responsabilidad de pedir con fuerza a todos los creyentes que no nos cansemos de levantar nuestras voces a Dios, que no nos cansemos de comprometernos con nuestro pueblo, que acompañemos, sostengamos, y sobre todo, que no dejemos de hacer el bien, de apostar por una esperanza cierta que brota de la certeza interna de un Dios que sigue invitándonos al reto de clamar por la justicia.

 

En estos días en que celebramos la semana de oración por la unidad de los cristianos, me apropio de un texto que se nos propone para rezar este día: «Cuando se cumple el derecho, el justo se alegra» (Pr 21, 13ss). Desde este pasaje bíblico, se nos regala  una reflexión que comparto: «A través de sus oráculos de sabiduría, la llamada a actuar con justicia y a buscar la justicia es un estribillo constante que todos comparten y afirman rigurosamente, siendo más agradable a Dios que cualquier sacrificio… Cuando hacemos lo que el Señor nos pide y nos atrevemos a buscar la justicia, podemos encontrarnos insertos en un torbellino de resistencia y oposición a cualquier intento de hacer las cosas bien a favor de los más vulnerables que se encuentran entre nosotros…» Es donde creo que debe surgir en cada creyente esa opción por lo justo, lo verdadero, lo que dignifica al ser humano, y aportar desde lo que como cristianos, seguidores de Aquel que nos marcó el camino, estamos llamados a entregar. Ser cristiano trae consigo la vocación de entrega, de asumir los retos del servicio. Ser cristiano es hacer nuestras las dolencias de nuestra gente y alzar la voz, no solo a Dios, sino respetuosamente hacia aquellos que tienen en sus manos el destino de nuestro pueblo.

 

Termino invitando a los que quieran, a unirnos en oración con esta súplica. Donde haya un cubano y también aquellos que llevan a Cuba en su corazón, y son conscientes de la situación que atravesamos, y saben de sufrimientos y de impotencia, de miedos y cansancios, de lágrimas y gritos que corren el riesgo de caer en el vacío…, aquellos que sientan en su corazón que Dios es siempre más, a todos les invito; unámonos en oración y compromiso: «Dios, Tú eres la fuente de nuestra sabiduría. Te pedimos sabiduría y coraje para obrar con justicia y para enderezar aquello que está errado en nuestro mundo, para crecer en la unidad de tu Hijo Jesucristo, que contigo vive y reina por los siglos de los siglos». Amén

(Plegaria conclusiva del segundo día de la semana de oración por la unidad de los cristianos, 2019)

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