Los colegios acusan
Suicidios, autolesiones, depresión... Se han disparado los problemas emocionales de los niños y los adolescentes. Y 114 colegios norteamericanos tienen claro quién es el responsable: acusan a cinco grandes tecnológicas de arruinar la salud mental de sus estudiantes. Su caso lo lleva uno de los despachos de abogados más importantes del país. De salir adelante la querella, las indemnizaciones dejarían en mantillas las de la industria tabaquera. Empieza el juicio del siglo
114 escuelas ponen contra las cuerdas a Facebook, Instagram, TikTok, YouTube y Snapchat.
Se cumplen 16 años desde que se lanzó el primer iPhone; 15 de Android, 13 de Instagram, 12 de Snapchat, 7 de TikTok… Este ‘boom’ de tecnologías, redes sociales y aplicaciones se ha desarrollado a la par que crecían los adolescentes
y los niños de todo el mundo, a los que literalmente han hechizado en una versión moderna del cuento de ‘El flautista de Hamelin’. La primera generación absolutamente digital se acerca a la mayoría de edad, llevando a cuestas una carga de problemas psicológicos, carencias emocionales, lagunas educativas y desórdenes de conducta que no tiene precedentes en la historia.
Una ofensiva legal también sin precedentes aspira ahora a que las grandes tecnológicas sean declaradas culpables y paguen por ello.
Miles de padres y educadores se preguntan ahora por qué estaban mirando hacia otro lado mientras sus hijos pasaban tantas horas con el móvil. Y muchos han dicho basta. Las escuelas públicas de la ciudad de Seattle y del condado de Kent (Washington, Estados Unidos) han demandado a cinco plataformas por arruinar la salud mental de los estudiantes. De acuerdo con la querella, presentada ante un tribunal federal, se aprovechan de las vulnerabilidades en el cerebro de los niños y los adolescentes para que estos se vuelvan adictos a sus aplicaciones, a sabiendas de que les pueden generar depresión, ansiedad y pensamientos suicidas. De prosperar, este proceso puede convertirse en un acontecimiento histórico. No solo llevaría a juicio a las empresas que operan Instagram y Facebook (propiedad de Meta), YouTube (Google) y TikTok (ByteDance). Lo novedoso es que cuestiona su modelo de negocio. Dicho de otro modo, son sus algoritmos, diseñados para maximizar el tiempo que pasan los usuarios en las plataformas, los que se sentarían en el banquillo.
Se avecina una batalla legal formidable que puede generar un efecto bola de nieve más allá de Estados Unidos. Aunque a primera vista se enfrentan David contra Goliat –por un lado, 114 colegios con cerca de 75.000 estudiantes y, por otro, los grandes de Silicon Valley y la china TikTok–, la lucha no es tan desigual por varias razones.
Una es que el bufete que lleva la demanda, Keller Rohrback, se ha convertido en el azote de las grandes tecnológicas. Consiguió que la matriz de Facebook acordase en diciembre pagar 725 millones de dólares para resolver una demanda colectiva por compartir información de los usuarios con Cambridge Analytica, una empresa al servicio de la campaña de Donald Trump. Y en julio denunció a Amazon por obtener datos biométricos de los residentes en Illinois a través de fotografías subidas a la nube. Keller Rohrback es una firma especializada en grandes litigios, cuyos altos honorarios están fuera del alcance de las escuelas, pero solo cobrará si gana el caso o se llega a un acuerdo fuera de los tribunales.
Las tres tácticas de manipulación
Otra razón es la propia demanda, de 92 folios, donde se detalla cómo estas compañías explotan la economía de la atención, que busca alargar al máximo el tiempo ante la pantalla. «Como su principal fuente de ingresos es la publicidad, cuanto más tiempo pasen los usuarios en sus plataformas, más anuncios pueden vender», exponen los denunciantes, que destacan tres tácticas de manipulación basadas en la psicología de la conducta.
· Primero. «Los algoritmos proporcionan contenido personalizado para que los usuarios lo consuman hasta el agotamiento. Un flujo interminable que distorsiona la percepción del tiempo de los jóvenes».
· Segundo. «Se explota la reciprocidad, un fenómeno por el cual las personas se sienten obligadas a responder a acciones tanto amistosas como hostiles. Por eso, Facebook y Snapchat informan al remitente automáticamente de cuándo se ha visto su mensaje».
· Tercero. «El uso de recompensas variables intermitentes que imita a las máquinas tragaperras, como “me gusta”, comentarios o emoticonos, que generan la descarga placentera de dopamina. El retraso de unos segundos en la carga del contenido, como hace Instagram, intensifica, además, la anticipación».
La demanda señala que entre 2009 y 2019 los distritos escolares mencionados vieron un aumento del 30 por ciento en el número de estudiantes que decían sentirse «tan tristes o desesperados casi todos los días que dejaron de hacer algunas actividades habituales». Y añade: «La mala conducta de los demandados ha sido un factor importante en desencadenar la actual crisis de salud mental, con porcentajes en aumento de depresión, trastornos alimentarios, soledad, pensamientos de autolesión e ideación suicida en menores de edad». De hecho, el suicidio ya es la segunda causa principal de muerte entre los jóvenes. Las plantillas de las escuelas se han tenido que reforzar con psicólogos y trabajadores sociales y, aun así, no dan abasto. Miles de alumnos pierden incontables horas de estudio y de sueño, son incapaces de concentrarse, su rendimiento académico se ha resentido, tienen la autoestima por los suelos, sufren acoso…
No es el contenido lo que atacan los abogados
Las escuelas no lo van a tener fácil. La Sección 230 de la Ley de Decencia en las Comunicaciones protege a las plataformas de la responsabilidad por el contenido publicado por terceros. «El argumento de la demanda es que la industria tecnológica es responsable del estado emocional de los adolescentes por recomendar contenidos que les causan daño. Pero sería absurdo demandar a una editorial porque un empleado recomendó un libro que hizo sentir mal a un adolescente», comenta Carl Szabo, abogado de NetChoice, una asociación que protege los intereses de las compañías digitales.
Sin embargo, el equipo de cinco letrados que ha redactado la demanda considera que la Sección 230 no protege, en este caso, a las plataformas porque no son solo los contenidos los que están en el punto de mira, sino los algoritmos que empujan a los niños a consumir ese material nocivo. «Los demandados son responsables de su propia conducta al recomendar y promover contenido perjudicial para los jóvenes; al diseñar y comercializar sus plataformas de manera que causan daño; y al distribuir material que saben o tienen razones para creer que es tóxico», explica Felicia Craick, abogada de Keller Rohrback.
Los abogados se basan en una ley que ya sirvió para que la industria tabaquera tuviera que pagar 246.000 millones en indemnizaciones
Los litigantes se basan en la ley estatal de molestias públicas, inspirada en un viejo concepto legal que se remonta a la Edad Media en Inglaterra y que puede definirse como un acto que «moleste, dañe o ponga en peligro la seguridad, la salud, el bienestar o la tranquilidad de un número considerable de personas». Aunque hay expertos que critican su vaguedad, sirvió para promover el acuerdo por el que la industria tabacalera aceptó pagar 246.000 millones de dólares en indemnizaciones desde 1998. Y está siendo usada por gobiernos federales y municipales para demandar a petroleras por el cambio climático; a la industria del armamento por la violencia en las aulas; a las farmacéuticas por la crisis de los opiáceos; y a las empresas de vapeo por promover el consumo de cigarrillos electrónicos entre los adolescentes.
Hasta qué punto las leyes federales protegen a los algoritmos se verá el próximo 21 de febrero, cuando el Tribunal Supremo de Estados Unidos anuncie su decisión en el caso González contra Google, en el que la familia de una mujer que murió en un atentado del Estado Islámico acusa a YouTube por facilitar el reclutamiento de terroristas. En Europa, el suicidio de una niña con depresión en 2017 ha llevado a que Instagram y Pinterest respondiesen ante un tribunal británico en octubre y están impulsando una legislación más restrictiva en el acceso a las redes sociales de los jóvenes. Ya hay más de un centenar de demandas por el carácter adictivo de las plataformas solo en Estados Unidos, pero algunos expertos pronostican que solo es el principio. Y que el ejemplo de las escuelas de Seattle puede animar a que haya miles en todo el mundo, con indemnizaciones que potencialmente podrían dejar en mantillas a las de la industria tabaquera.
Las plataformas se defienden. Un portavoz de Snapchat asegura: «La aplicación fue diseñada para ayudar a la gente a comunicarse entre amigos, sin la presión pública y la comparación social de las redes sociales tradicionales». Por su parte, Meta sostiene: «Hemos desarrollado más de 30 herramientas para apoyar a los adolescentes y a sus familias, incluida la supervisión que permite a los padres limitar la cantidad de tiempo que sus hijos pasan en Instagram y la mejora de la tecnología de verificación de edad». Un portavoz de Google afirma: «Hemos invertido mucho en crear experiencias seguras y hemos introducido fuertes protecciones para priorizar su bienestar».
«No es que las redes sociales sean malas, es que han sido corrompidas por un modelo que maximiza el tiempo de visionado», resume Tristan Harris, experto en ética digital. Y añade: «Las democracias tienen que regularlo para detener esta trampa. Es la única salida». Se prevé que las inversiones publicitarias superarán los 300.000 millones de dólares en 2024. La víctima colateral puede ser toda una generación cuyo futuro está en peligro, como recuerda Brent Jones, superintendente de las escuelas de Seattle: «Confiamos en que esta demanda sea el primer paso hacia un cambio de tendencia para nuestros alumnos».
LOS ALGORITMOS, AL BANQUILLO
SNAPCHAT | 363 millones de usuarios diarios
LOS FILTROS DE LA DISMORFIA
Snapchat (fundado en 2011) fue diseñado para que los jóvenes pudiesen ocultar contenido a sus padres, con fotos, vídeos y mensajes que desaparecen. Muchas de sus funciones van dirigidas a los adolescentes, como los filtros a los que se ha relacionado con el trastorno de dismorfia corporal, ya que los usuarios piensan obsesivamente en sus defectos al compararse con las versiones editadas de sí mismos.
YOUTUBE | 1000 millones de usuarios diarios
RECOMENDACIONES PELIGROSAS
Guillaume Chaslot participó en el diseño del algoritmo de YouTube y afirma que la prioridad fue «aumentar el tiempo de visualización porque, a medida que más personas ven más vídeos, también ven más anuncios y así aumentan los ingresos publicitarios». Una investigación de Tech Transparency Project revela que YouTube Kids puede recomendar a los niños contenido relacionado con armas, drogas, dietas y consejos de belleza.
TIK TOK | 1000 millones de usuarios diarios
LA MADRIGUERA DE CONEJO
Presuntamente, los usuarios con problemas corren el riesgo de caer en madrigueras de conejo y verse inundados con vídeos sobre autolesiones, drogas y dietas extremas si el algoritmo detecta que son vulnerables y que quedarán enganchados. La plataforma también instruye a sus moderadores para que no promocionen vídeos de «personas mayores con arrugas» por captar a una audiencia joven, de la que un alto porcentaje es menor de 13 años.
META | 3600 millones de usuarios diarios
TRASTORNOS DE PERSONALIDAD
Facebook e Instagram, ambas de Meta, no tienen protocolos efectivos de verificación de edad, según la denuncia. El 62 por ciento de los menores estadouni-denses entre 13 y 17 años usan Instagram. La exempleada Frances Haugen reveló ante el Congreso que la plataforma ocultó un estudio interno que mostraba que su uso empeoraba los trastornos alimentarios y los pensamientos suicidas de muchos jóvenes.
Recompensas intermitentesSobre los 10 años, el cerebro experimenta un cambio que hace a los preadolescentes muy sensibles a la atención y admiración de los demás. Las plataformas lo explotan mediante recompensas sociales intermitentes, como los ‘me gusta’ ante un nuevo peinado, que hacen subir los niveles de dopamina y oxitocina, las llamadas hormonas de la felicidad y el amor.
Interacciones públicasAntes de la era digital, estos cambios biológicos incentivaban a los niños y adolescentes a desarrollar habilidades sociales y conexiones saludables, pero ahora las interacciones son permanentes y públicas, por lo que causan mucha más ansiedad e inseguridad.-