Lecturas recomendadas

He estado pensando…

en el reto de ser padre… en Cuba

 

Padre Alberto Reyes Pías, sacerdote cubano:

Vivimos en un barco que se hunde. El modelo sociopolítico cubano podrá subsistir tal vez años, pero solo como un organismo parásito que intenta absorber de esta isla todo lo que puede antes de morir irremediablemente, porque ya no tiene nada que ofrecer, ni al presente ni al futuro de este pueblo. Gobernada con un espíritu de indiferencia total al sufrimiento ciudadano y al estancamiento social, Cuba zozobra, y todas sus estructuras se resquebrajan en un ambiente de supervivencia, de estampida migratoria y de sálvese quien pueda y como pueda.

 

En este ambiente están creciendo las nuevas generaciones, aquellas que terminarán emigrando y aquellas que permanecerán en esta isla. Pero tanto los niños que emigren como los que se queden, crecerán para tomar un día las riendas de este mundo, para poner sobre sus hombros la responsabilidad de guiar la historia, la personal y la de aquellos que les serán confiados.

 

Educar a un hijo es siempre un reto, pero en este momento de la historia cubana, el reto no sólo es heroico sino que es vital como nunca antes.

 

Es un reto la formación intelectual de los hijos, que en muchos lugares están asistiendo no a la escuela sino “al juego de la escuelita”, donde no se puede dejar constancia de la ausencia del estudiante en los registros de clase, y donde, por decreto, hay que aprobar a todos, buenos y malos, aplicados e irresponsables. Una escuela donde hay muchos maestros improvisados que agotan en minutos lo que tienen que decir, porque una vez dicho “lo que manda el programa”, no saben qué más decir y no tienen la pasión de educar, de formar, de sacar lo mejor del alma de sus alumnos. Cansados, hastiados, desencantados, deseosos también de emigrar y no volver nunca más a esas aulas donde se sienten frustrados, ponen a sus alumnos a hacer lo que primero se les ocurre mientras ellos se hunden en sus celulares hasta que termina el tiempo de clase.

 

Es un reto la educación de los hijos en eso que llamamos “valores”: respeto, honestidad, amabilidad, servicio, sacrificio… esas actitudes que allá por el lejano 1959, muchas familias asumieron que eran responsabilidad de la escuela mientras la escuela asumía que eran responsabilidad de las familias. Esos comportamientos vitales que generan hombres y mujeres de bien y de provecho, pero que es necesario enseñar, tanto con el ejemplo como con la palabra.

 

Es un reto enseñar a los hijos a amar a esta patria a través de la difícil tarea de separar lo que significa la tierra que los vio nacer de una ideología. Es complicado hacer entender a los hijos las palabras épicas de Monseñor Meurice cuando habló de los cubanos “que han confundido la patria con un partido, la nación con el proceso histórico que hemos vivido en las últimas décadas, y la cultura con una ideología”. Sí, es todo un reto enseñar a los hijos a amar a esta patria de la que todos quieren irse.

 

Y es un reto para los padres cubanos guiar a sus hijos hacia un camino espiritual, hacia un encuentro con Dios. En primer lugar, porque los padres de hoy pertenecen a generaciones a las cuales se les arrancó la fe y se les hundió en el adoctrinamiento ateo que sólo provoca despersonalización y vacío existencial, pero también porque, sumergidos en la supervivencia y en la lucha cotidiana por lo necesario, no es fácil para ellos llegar a ese momento sereno en el cual miras a tu familia y dices: “busquemos a Dios”.

 

 Es verdad que los vientos recios pueden torcer las plantas jóvenes, pero cuando las plantas jóvenes crecen junto a aquellos que las protegen y las enseñan no sólo a enfrentar sino a sacar lo mejor de la dureza de lo adverso, entonces los troncos se robustecen, las raíces se profundizan, y las pequeñas plantas se convierten en los mejores árboles, esos que forman, poco a poco, un bosque nuevo capaz de ofrecer a los que habiten bajo su sombra un presente y un futuro.-

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