Todo es Uno
Alfredo Gómez Bolívar: –
En el libro escrito por nuestro Beato titulado: “Elementos de Filosofía” publicado en el año de 1912 al leer su Prólogo, me llamó mucho la atención donde dice al final… “le responderé que todo es Uno” así que quise profundizar más sobre esas palabras de nuestro Beato.
Además como dato curioso cuando se imprimió el libro, se presentó luego la necesidad de una segunda impresión, ya que la primera se agotó muy rápidamente. Probablemente, puede ser el primer libro que se imprime en Venezuela dos veces en el mismo año.
“Son grandes los cambios que se produjeron en el mundo a finales del siglo XIX y principios del XX, en todos los ámbitos del quehacer humano: político, social, económico, demográfico y científico.
Los avances de las ciencias naturales y de la técnica llevaron a una visión optimista de la ilimitada capacidad humana para dominar el mundo. El ateísmo ganó fuerza con el surgimiento no solo del positivismo sino también del nihilismo.
La Iglesia Católica vivió una profunda crisis porque sintió el peligro del modernismo y fue perdiendo el poder político en este contexto se publicó la encíclica Syllabus y se celebró el Concilio Vaticano I.
José Gregorio nació en el contexto de una Venezuela golpeada por las guerras civiles, en dónde la pobreza y las condiciones de salubridad eran precarias, el atraso a todo nivel era patente; la mayoría de las personas vivían en las zonas rurales, la miseria se extendía por casi todo el territorio de la recién nacida República”.1
Su Prólogo dice así:
Ningún hombre puede vivir sin tener una filosofía. La filosofía es indispensable para el
hombre, bien se trate de la vida sensitiva, de la vida moral y en particular de la vida
intelectual.
En el niño observamos que tan luego como empieza a dar indicaciones del desarrollo intelectual, empieza a ser filósofo; le preocupa la causalidad, la modalidad, la finalidad de todo cuanto ve.
El rústico va lenta, laboriosamente consiguiendo en el transcurso de su vida, algunos poquísimos principios filosóficos que le van a servir para irse formando el pequeño caudal de ideas que han de ser el alimento de su inculta inteligencia.
El hombre de espíritu cultivado, en el principio de sus estudios clásicos, aprende la filosofía que podemos llamar obligatoria. Esos conocimientos que él adquiere entonces le sirven como de sustancia de reserva para irse formando su filosofía personal, la suya propia, la que ha de ser durante su vida la norma de su inteligencia, aquella de la cual ha de servirse para poder existir como ser pensador. En él, como en el hombre inculto, la elaboración de su filosofía ha de hacerse lentamente, casi siempre laboriosamente, dolorosamente la mayor parte de las veces.
La filosofía elaborada de esta manera viene a ser el más apreciado de todos los bienes que el hombre alcanza a poseer; se establece tal identidad, una adhesión tan firme entre ella y la inteligencia que la ha formado, que llega a parecer imposible toda separación, y solamente alguno de los cataclismos intelectuales o morales que a las veces acontecen en la vida es capaz de efectuarla.
La operación preliminar del que estudia cualquier materia científica, es la de amoldar los conocimientos que va adquiriendo, a la filosofía que se ha formado de antemano; y si ésta no ha sido todavía definitivamente constituida, los conocimientos científicos no se admiten sino bajo condición.
El alma venezolana es esencialmente apasionada por la filosofía. Las cuestiones filosóficas la conmueven hondamente, y está deseosa siempre de dar solución a los grandes problemas que en la filosofía se agitan y que ella estudia con pasión. La ciencia positiva, la que es puramente fenomenal, la deja la mayor parte de las veces fría e indiferente.
Dotado como los demás de mi Nación, de ese mismo amor, publico hoy mi filosofía, la mía, la que yo he vivido; pensando que por ser yo tan venezolano en todo, puede ser que ella sea de utilidad para mis compatriotas, como me ha sido a mí, constituyendo la guía de mi inteligencia.
También la publico por gratitud. Esta filosofía me ha hecho posible la vida. Las circunstancias que me han rodeado en casi todo el transcurso de mi existencia, han sido de tal naturaleza, que muchas veces, sin ella, la vida me habría sido imposible. Confortado por ella he vivido y seguiré viviendo apaciblemente. Más si alguno opina que esta serenidad, que esta paz interior de que disfruto a pesar de todo, antes que a la filosofía, la debo a la Religión santa que recibí de mis padres, en la cual he vivido, y en la que tengo la dulce y firme esperanza de morir: Le responderé que todo es Uno.
Caracas: enero 14 de 1912
“El Dr. Hernández se dio cuenta que la sola formación científica no basta, sino que hace falta formar al hombre de manera integral sobre todo desde la perspectiva filosófica ética y religiosa.
Quería hacer ver la importancia de la formación filosófica como condición previa al estudio de cualquier materia científica porque la filosofía da una visión más integral y amplia de la realidad.
En su obra filosófica expresaba que las inclinaciones superiores o ideales son aspiraciones del alma hacia lo perfecto; son el amor de lo verdadero, de lo bello, del bien, el sentimiento religioso; ellas son las que levantan la dignidad humana y ennoblecen al hombre, de quien son propiedad exclusiva.
La figura del Dr. Hernández surge como una luz que indica que es posible educar al hombre integral en donde se tomen en cuenta no sólo los conocimientos interdisciplinarios, sino también todas las dimensiones de la persona humana, para formar al excelente profesional que sea sobre todo buena persona.
José Gregorio siempre buscó conocer la verdad y procuro vivir en ella, eso al final le dio gran paz interior, ese modo de vida en la verdad lo llamó “su filosofía” y la quiso compartir con todos al escribir su libro “Elementos de Filosofía”, en el prólogo él nos dice que su filosofía es su religión, la fe católica que recibió de sus padres.
En este libro, él precisó conceptos, ordenó sus pensamientos e ideas, investigó, presentó y analizó los pensamientos filosóficos vigentes en su tiempo y finalmente derivó conclusiones. Todo con la noble intención de ayudar a los demás a superar los errores y motivar a sus lectores a buscar la verdad que es Dios.
Todas las espiritualidades que alimentaron su identidad cristiana son coherentes entre sí, porque lo dirigieron a Dios que es Uno y Trino, que es toda bondad amor y santidad”.2
En su mismo libro en la parte titulada: Libro Tercero -“La Historia de la Filosofía”- en el Capítulo Segundo nos dice nuestro Beato:
Plotino Porfirio
Neoplatónicos de Alejandría. Plotino (205-270 de la cristiana). Enseñó en Roma.
Esta Escuela se ha llamado Ecléctica y Mística. Las doctrinas neoplatónicas son las siguientes: admitían el Panteísmo, y que todo sale de Dios y todo vuelve a él. Enseñaban que en Dios hay tres personas desiguales: la Unidad de la cual sale la Inteligencia y de ésta procede el Alma. El Alma produce el mundo. Las ideas divinas vienen a ser las almas del mundo, a las cuales se une la materia. El mundo es perfecto (Optimismo). Las almas desprendidas de la materia, deben entrar en la Unidad, por la práctica de la virtud y por el socorro de los Dioses. Las almas que no entran en la Unidad están condenadas a la Metempsícosis. Para explicar la jerarquía de las ideas generales Porfirio (232-304 DC) inventó un esquema llamado Arbol de Porfirio: el Ser se divide en posible y existente; el existente, en sustancia y accidente; la sustancia en incorpórea y corpórea; los cuerpos en inorgánicos y vivos; los vivos en insensibles o vegetales y sensibles o animales; los animales en irracionales y racionales que son los hombres. (Final del comentario de nuestro Beato).
Estudio:
“Los datos que tenemos de la vida y de la personalidad de Plotino proceden fundamentalmente de la biografía que de él compuso su discípulo Porfirio. Una biografía que, por expreso deseo del maestro, esconde muchos de los datos concretos de su existencia. A Plotino no le interesaba que hablaran de él; deseaba sólo que de él se conservara su pensamiento. Y ésta fue también tarea de Porfirio, quien compiló y ordenó los escritos de su maestro en 54 tratados, divididos en seis grupos de nueve; así nacieron las Enéadas (Enéadas = grupo de nueve).
Plotino nació, según Porfirio, hacia el año 204 en Licópolis, localidad de Egipto, en una familia de elevada posición social. Su interés por la filosofía le llevó a trasladarse, a los 28 años, a Alejandría, donde es presumible que frecuentara diversas escuelas hasta encontrar a Amonio, a quien eligió por maestro y con quien permaneció durante algún tiempo. De Amonio admiró su talante intelectual y moral, y aprendió sobre todo a apreciar el platonismo, interpretado de un modo personal y distante respecto al enseñado entonces en la Academia de Atenas. Siempre en la escuela de Amonio, conoció el pensamiento del neopitagórico Numenio de Apamea, que constituye otra de las fuentes de su reflexión filosófica. Incluso, como refiere Porfirio, se difundió la voz de que plagiaba los escritos de Numenio. Voz infundada que, sin embargo, revela el conocimiento privilegiado que Plotino tuvo de este filósofo neopitagórico. Con bastante probabilidad, Plotino tuvo noticia de los escritos de Filón de Alejandría y de la doctrina gnóstica.
Hacia el año 243 Plotino realizó un viaje por tierras de Siria, acompañando la expedición militar del emperador Gordiano III. En 244 se estableció en Roma donde abrió su propia escuela, que comenzó a gozar de notable prestigio a partir de 253, año en el que Plotino inició a poner por escrito su pensamiento. En 263 se puso bajo su guía Porfirio.
Plotino tuvo un extenso y profundo conocimiento de los pensadores griegos y helénicos. Su magisterio se presentaba a primera vista como una exposición de los principales filósofos, entre los que Platón constituía la autoridad indiscutida. Sin embargo, aun cuando su formación fue sobre todo platónica, Plotino no se limitó a una exposición repetitiva, sino que revisó y criticó muchos de sus principios fundamentales –sobre todo de la versión que de ellos daba la contemporánea escuela de Atenas–, hasta construir un pensamiento original y en parte independiente de la tradición platónica.
La escuela fundada por Plotino no miraba a la formación de futuros políticos, como la Academia, ni de hombres de ciencia, como el Liceo, ni tampoco a facilitar la felicidad, como la Estoa o el Jardín; Plotino quería enseñar el camino que conduce a la unión íntima con Dios.”3
El primer principio: El Uno
“Todos los entes son entes en virtud del Uno, no sólo los así llamados en sentido primero, sino también los que se dicen sus atributos. Porque… ¿qué es lo que podría existir que no fuera Uno.
De modo que nuestro razonamiento nos dice que Él se ha producido a sí mismo. Si la voluntad procede de Él como si se tratase de una obra suya y si, por otra parte, esa voluntad es idéntica a su existencia, no cabe duda de que Él se da a sí mismo la existencia. Pero ello significa que Él es lo que es no por azar, sino por designio de su voluntad”. 4
“No ha faltado quien se dé a creer que Hernández confundía los dos campos, cuando en el Prólogo de sus Elementos de Filosofía, después de decir que aquélla es la filosofía que él ha vivido, la guía de su inteligencia, la que le ha hecho posible la vida en las peregrinas circunstancias que le han rodeado, la que le conforta para seguir viviendo apaciblemente, recordando tal vez la palabra de San Agustín: non aliam esse Philosophiam… et aliam Religionem (no era otra su filosofía ni otra su religión), se plantea una objeción y allí mismo con hermoso laconismo la resuelve en el propio Prólogo de su libro”.5
“En este punto, se impone una última pregunta: la Escala, obra escrita por un monje eremita que experimentó hace mil cuatrocientos años, ¿puede decirnos algo a los hombres de hoy? El itinerario existencial de un hombre que cambiará siempre en el monte Sinaí en un tiempo tan lejano, ¿puede ser de actualidad para nosotros? En un primer momento, parecería que la respuesta debería ser «no», porque San Juan Clímaco está muy lejos de nosotros. Pero, si observamos un poco más de cerca, vemos que aquella vida monástica sólo es un gran símbolo de la vida bautismal y de la vida del cristiano. Muestra, por decirlo así, con letra grande lo que escribimos cada día con letra pequeña. Se trata de un símbolo profético que revela lo que es la vida del bautizado, en comunión con Cristo, con su muerte y con su resurrección” 6
Bibliografía Fuentes:
- Jorge Ghazal, SDB INTER/Revista Teológica /Especial JGH N°82 Pág.102
- Tulio Ramírez Padilla, Revista Teológica /Especial JGH N°82 Pág. 73.
- Yarza de la Sierra Ignacio. Prof. Catedrático de Historia de la Filosofía Antigua, Facultad de Filosofía Universitaria Pontificia de Santa Cruz Italia. Autor de: Estéticas Platón, Plotino- Porfirio y Aristóteles 2015.
- Segmentos tomados de las Enéadas de Porfirio.
- José Manuel Núñez Ponte “Dr. José Gregorio Hernández E.C.B.” 1924
- S. Benedicto XVI “Grandes escritores de la Iglesia Medieval” Prólogo. 2009