Guayana en dos tiempos
Alfredo Infante, S.J.:
—Y ¿cómo vamos a levantar cabeza y emprender, si montas un negocito y, en vez de ganancia, tienes deudas porque no te alcanza para el alquiler y el pago de FOSPUCA —me comentó el taxista que me llevaba hacia mi destino, en una reciente visita que hice a Guayana.
—¿FOSPUCA? —pregunté.
—Sí, es la empresa recolectora de basura. Las tarifas que esta empresa pone son tan groseramente altas que es mejor cerrar el ‘negocito’ que mantenerlo de pie —respondió indignado.
—Fíjese, yo tenía un pequeño emprendimiento en Puerto Ordaz, tuve que dejarlo y ponerme a ‘taxiar’, aunque con el taxi debo pasar 2 o 3 días en la cola de la gasolina —continuó ejemplificando y concluyó analíticamente: «Aquí todo conspira contra la iniciativa privada de los pequeños comerciantes».
—Y entonces, ¿de qué vive la gente? —pregunté con la curiosidad de quien viene de la capital por pocos días y desea conocer.
—Aquí lo que la gente hace es ir a las minas a buscar pepitas de oro, y eso es muy peligroso, tanto por la salud como por la seguridad; en esos lugares, la vida no vale, muchos van y no regresan, hay mucha gente que desaparece y, los que regresan, regresan con enfermedades extrañas —describió con crudeza.
—Y si las cosas son así, ¿por qué cree usted que la gente se va para allá? —le insistí buscando razones.
—Mire, eso es como el vicio de la lotería, creo yo. Usted casi siempre pierde, pero sigue jugando porque piensa que en algún momento se puede ganar el premio gordo, aunque la verdad es que se está arruinando —argumentó.
—Y ¿quién se beneficia de este negocio? —le inquirí ya llegando a mi destino.
—Hay cosas que todos saben y nadie sabe. Es la ley de la sobrevivencia —comento sabiamente.
—¿Antes que hacía usted? —le pregunté, ya bajándome del auto y luego de estrecharle la mano.
—Trabajaba en SIDOR, la siderúrgica. Eran otros tiempos. Dicen que esos tiempos no volverán —concluyó.
Viví en Guayana los primeros años de la década de los 90, cuando se iniciaba el proceso de descentralización y las regiones, por primera vez, elegían gobernadores y alcaldes. El estado Bolívar inauguraba el Gobierno de La Causa R, liderado por Andrés Velázquez en la gobernación y por Clemente Scotto en la alcaldía de Caroní. Para entonces, la región experimentaba nuevos aires en la política, con mucha participación y una gestión que, con hechos a favor de la mejora de la calidad de vida de la población en las áreas de educación, salud e infraestructura, generaba mucha esperanza en la gente.
Recuerdo las reuniones que se hacían en los sectores populares sobre presupuesto participativo y rendición de cuentas. Políticamente, todo constituía una novedad. La Corporación Venezolana de Guayana (CVG), adscrita al Ejecutivo nacional, coordinaba con los gobiernos locales e invertía en la región como siempre lo había hecho.
Esa Guayana no volverá. El petroestado colapsó. Lo que existe ahora es un extractivismo minero que ha destruido la calidad de vida de la gente y está depredando la naturaleza, contaminando con mercurio los grandes ríos y fuentes de agua, y desplazando a los pueblos indígenas de sus territorios o convirtiéndolos en mineros, desquiciando su modo de relación con la naturaleza.
Esta región, otrora pujante, ha experimentado en las dos últimas décadas un salto atrás en desarrollo humano, mientras el sector productivo privado que queda en pie se ha venido a menos. Recientemente, la Universidad Católica Andrés Bello, extensión Guayana, presentó los resultados de dos investigaciones que confirman esta difícil situación: la I Encuesta de Bienestar del estado Bolívar y la ECOIN: Encuesta de Empresas Industriales, Comerciales y de Servicios Región Guayana.
La primera1 evidencia que la mayoría de los habitantes de la entidad están insatisfechos con sus condiciones de vida. En una escala de 0 a 1, el índice de bienestar social está en 0,485. Casi la mitad (48,81 %) no cree que sus ingresos le alcancen para cubrir sus necesidades; 62,22 % considera que la educación no le ha ayudado a conseguir oportunidades laborales, 84,78 % trabaja en un área distinta a la de su formación y 51 % realiza actividades laborales no remuneradas. Además, 81,90 % de las personas que reportaron enfermedad no acudieron a un centro de salud, 66,36 % está insatisfecha con la labor de los organismos de seguridad y 61,76 % ha tomado medidas propias para no ser víctima de un delito.
La encuesta de las empresas2 no es más alentadora. 51 % de las 400 compañías que participaron en el sondeo reportó que sus ventas cayeron durante el primer semestre de 2022 y 79,85 % dijo no haber invertido en maquinaria para mejorar su producción. Además, el salario promedio pagado a los trabajadores ronda los 50 dólares, muy por debajo del costo de la canasta alimentaria; esto, porque la mayoría indicó funcionar solo medio día.
Aun en este contexto complejo, los habitantes de Bolívar no se resignan y encuentran en sus vínculos familiares y comunitarios la fuerza para seguir adelante. La encuesta de bienestar indica que la gran mayoría (77,87 %) está satisfecha con sus relaciones sociales y 41,63 % participa en actividades políticas, religiosas, culturales o deportivas desarrolladas por la comunidad. Esto demuestra que los guayaneses de buena voluntad trabajan y esperan por un desarrollo más digno para su población y para la imponente y bella naturaleza que le abraza porque, como la Israel de Isaías, confían en que «una rama saldrá del tronco de Jesé, un brote surgirá de sus raíces» (Isaías 11:1).-
Boletín del Centro Arquidiocesano Monseñor Arias Blanco
10 al 16 de febrero de 2023/ N° 174
2 https://storymaps.arcgis.com/
*Foto: Comunicaciones UCAB Guayana