¿Cuál es el ayuno agradable a Dios en la Cuba de hoy?
Sor Nadieska Almeida, hc, desde Cuba:
Llega la Cuaresma, tiempo privilegiado donde los creyentes católicos intentamos mirar con hondura y verdad nuestro modo de vivir el seguimiento al Crucificado que es el Resucitado, el Dios hecho hombre que le da sentido a nuestra existencia. Durante estos 40 días estaremos leyendo y confrontando nuestra vida con la Palabra de Dios, y uno de esos textos es el de Mt 9, 15. Jesús les dijo: « ¿Es que pueden guardar luto los amigos del novio, mientras el novio está con ellos? Llegarán días en que les arrebatarán al novio y entonces sí que ayunarán».
Los discípulos de San Juan Bautista, como buenos judíos, daban gran valor al ayuno como una manera de humillarse ante Dios y como una lamentación de la propia situación; un medio para una oración más profunda y para promover la entrega de la limosna. Sin embargo, la venida de Jesús nos trae un tiempo nuevo en la que son perdonados los pecados y la relación de la humanidad con Dios es diferente, semejante a una fiesta de bodas. ¡Hay una nueva alegría entre nosotros!
Ante el tiempo litúrgico que está tocando nuestra puerta, vale la pena preguntarnos sobre el ayuno. Conozco dolorosamente la respuesta de muchos, incluso la mía propia que se convierte en pregunta: ¿más ayuno en este país que lleva tantos años ayunando? Si nos quedamos con el ayuno ‟material”, por llamarlo de alguna manera, creo que no tenemos ni que pensarlo. Ojalá no se entienda esta reflexión como una negación a la propuesta que la Iglesia nos hace y, que por supuesto, es válida; pero, a un pueblo que pasa incluso hambre, ¿cómo hablarle de ayuno? Hay algo mucho más profundo que me lleva a tocar el tema respetuosamente, pero también con claridad. Creo que Cuba necesita recuperar al ‟novio″ que le han quitado, en algunos casos podría decir con dolor que nos lo hemos dejado quitar por miedos, amenazas, ganancias secundarias… Y sin hacer juicios, pues cada quien en su conciencia sabe lo que ha vivido o recibido, sabemos que Jesús poco a poco fue ocupando un lugar ‟discreto, callado, prudente”, y así fue pasando de la sala al comedor, al cuarto, al escaparate, y allí permaneció hasta que poco a poco lo hemos ido sacando a la luz. Esto que parece tan simple como lo fue mover una imagen o un cuadro, es lo que también aconteció en el interior de muchas familias, y nos volvimos tan cuidadosos que ni misa, ni rosario, ni medallas o crucifijos. Y eso ha marcado a muchas generaciones que no saben de Dios o están muy confundidas. Por supuesto que ha traído consecuencias dolorosas para nuestro país, porque hemos crecido sin Dios, y eso ha significado crecer sin un cimiento imprescindible en la vida de cualquier persona, pues sabemos por experiencia que la presencia de Dios en la vida del ser humano es vital. De ahí que haya quienes no puedan descifrar o encontrar sentido a su modo de vivir, y la búsqueda de respuestas no bien encaminadas puede generar consecuencias dolorosas.
Volviendo a lo central de la pregunta con la que inicié, me gustaría centrarme en el ayuno que le agradaría a Dios, ofrecido desde esta Cuba ayunante. Nos dice el profeta Isaías 58, 7-10: «Comparte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que va desnudo y no te desentiendas de tu hermano. Entonces brillará tu luz como la aurora, tus heridas sanarán rápidamente, tu justicia te abrirá camino, detrás irá la gloria del Señor. Entonces llamarás al Señor, y te responderá, pedirás auxilio, y te dirá: Aquí estoy. Si destierras de ti toda opresión y el señalar con el dedo, y la palabra maligna… surgirá la luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía».
Es preciso volver una y otra vez a este texto tan antiguo que nos ayuda a centrar la mirada en nuestro modo de vivir como creyentes ¿Cómo hablar de compartir si apenas alcanza para uno?, ¿cómo hablar de acogida, hospitalidad si la situación de la vivienda es y será un tema pendiente para muchas familias? Sin embargo, el regalo que recibimos de parte de Dios es superior cuando decidimos ser generosos desde la pobreza, cuando optamos por ofrecer una sonrisa a quien nos saluda, un abrazo cariñoso al amigo que se acerca a compartir su preocupación, cuando compartimos un poco de nuestro pan a la vecina que necesita merienda para su hijo, o si dedicamos tiempo para visitar a un enfermo, si somos capaces de sentarnos en el contén de una acera para escuchar a quien se acerca porque necesita ser escuchado. Desde ese modo de cercanía, las personas que comparten sienten tanto gozo interior y descubren la mano providente de Dios que no se deja vencer en generosidad, y esto es lo que tendríamos que vivir, esa confianza serena en la providencia de Dios que nos sostiene y acompaña en cada tramo del camino.
Hay ayunos que no dependen de nosotros, que nos son impuestos, y que traen consigo una carga pesada, y necesitamos la valentía de liberarnos de ellos. Qué bueno será ver y disfrutar de una Cuba que deje de ayunar de opresión y miedos, de vigilancias y colas; ayunar de violencia, muertes o feminicidios que van aumentando cada vez más. Qué agradable le será a Dios ver a esta nación ayunar de vulgaridades y supervivencias, de control para todo y de respuestas y medidas sin sentido. Qué bueno sería ayunar de emigraciones y abandonos familiares forzados. Dejar de ayunar de improvisaciones en las áreas educativas, de la salud, del arte. Qué bueno sería ayunar del temor a ser y pensar diferente, incluso dentro de nuestra misma Iglesia.
Muchas otras formas de ayunos pueden aparecer en el corazón de cada uno de nosotros. Ojalá tengamos el valor de nombrarlos internamente y de buscar la manera de hacer realidad la vivencia de una Cuaresma diferente, para que al llegar a la Pascua, podamos abrazarnos de una vez y por todas en Aquel por cuyas heridas hemos sido sanados, pues Él no quiere nuestra muerte, sino que vivamos para Él, que por nosotros murió y resucitó. Y solo en Él es posible la verdadera felicidad y la preciada libertad. Que esta Cuaresma sea el camino para ir liberándonos de todo lo que nos impida llegar hasta Dios, que no nos permite vivir a su modo. No dejemos que nos sea nuevamente arrebatado el novio, tengamos el coraje suficiente para defenderlo a Él y a su propuesta liberadora, y que esta decisión de caminar en pos del Maestro de Nazaret, en subida a Jerusalén, nos siga comprometiendo con coherencia en la búsqueda del bien de nuestros hermanos.-
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