«Ya no quedan curas católicos en las 4 regiones ocupadas por Rusia»: testimonio de un cura expulsado
Oleksandr Bogomaz, de 34 años, es un sacerdote grecocatólico expulsado de Melitópol en diciembre por las fuerzas rusas. «Ya no quedan sacerdotes católicos en las cuatro regiones ocupadas por los rusos», asegura a Avvenire, el diario participado por los obispos italianos. Se refiere a las regiones de Donetsk y Lugansk (casi del todo ocupadas por tropas rusas) y a buena parte de las regiones de Jersón y Zaporiyia.
Pero no es exacto: sus vecinos, los sacerdotes de la cercana ciudad de Berdiansk, Bohdan Heleta e Ivan Levytsky, siguen en algún lugar, pero detenidos por autoridades rusas e incomunicados desde noviembre.
Bogomaz no siempre fue católico. De niño y adolescente era ortodoxo, de una parroquia ligada al Patriarcado de Moscú. Nació en un pueblo de Jersón y la parroquia ortodoxa era la única iglesia del lugar. Pero cuando se trasladó a Melitópol a estudiar pedagogía en la universidad, se hizo muchas preguntas sobre Dios y la fe. Conoció a un sacerdote católico, «maestro de oración y de cercanía con la gente. Éramos cinco estudiantes: todos nos hicimos católicos y dos de nosotros nos hicimos sacerdotes». Bogomaz fue ordenado en 2016.
Meses de acoso bajo control ruso
Al empezar la invasión, los rusos ocuparon Melitópol y la convirtieron en capital de la parte de Zaporiyia que controlan. El 5 de octubre, con un falso referéndum que nadie ha reconocido ni acepta, declararon anexionada la región a la Federación Rusa.
Durante los meses antes de ser expulsado, los rusos le investigaron y acosaron. «Cuando fui interrogado por la policía rusa, los agentes lo sabían todo sobre mí: por ejemplo, que mis padres todavía están en los territorios ocupados o que mi hermano había luchado en Donbass al comienzo de los enfrentamientos en 2014″, explica a Avvenire.
En diciembre, cuando fue expulsado al territorio bajo control ucraniano, lo recibió su superior, el arzobispo mayor Sviatoslav Shevchuk. En la catedral de la Resurrección, en Kiev, Shevchuk besó las manos del joven sacerdote ante todos los fieles presentes. «Estuvo bajo una presión especial durante el pseudo-referéndum. ¡Siete veces acudieron a él para que aceptara un pasaporte ruso!», explicó el arzobispo.
El arzobispo Shevchuk besó las manos del sacerdote de Melitópol ante todos los fieles en la catedral de Kiev; contó su perseverancia bajo las presiones de los ocupantes.
Shevchuk le había propuesto varias veces la posibilidad de salir de Melitópol. «Y él me dijo con lágrimas en los ojos: “No, hay tanta gente aquí que pide la confesión, la sagrada comunión, se casa y se bautiza. ¿Quién los servirá si yo no estoy aquí?’», narró el primado ucraniano ese día en la catedral.
La vida pastoral bajo la ocupación
Con el padre Petro Krynitsky, su maestro, Bogomaz atendía 2 parroquias en Melitópol y seis más, pequeñas, en pueblos de alrededor. «Nuestra vida era ajetreada: comunidades de niños y jóvenes, estudio bíblico con parroquianos, y grupos activos de Madres en Oración y Caballeros de Colón en todas las parroquias», detalla en la web de la Iglesia Grecocatólica. «Hasta el último minuto creí que no habría guerra».
Oración del padre Bogomaz con los niños de Melitópol antes de ser deportado.
Antes de la guerra, su parroquia tenía unos 50 feligreses en la misa del domingo. Con la invasión, aunque muchos fueron huyendo de la ciudad, observó que tenía esa cifra casi cada día, en misa de diario.
Una vez tomada la ciudad por los rusos, «nos reunimos con el Consejo Interreligioso cada día a las 11 de la mañana en la plaza de la ciudad y orábamos por Ucrania. Al mismo tiempo, había manifestaciones proucranianas. Y rezábamos. Estas oraciones duraron hasta mediados de agosto, cuando las prohibieron. Yo no estaba allí cuando sucedió, pero un pastor protestantes fue encarcelado 5 días por organizar esas oraciones», detalla.
Aparecieron muchos «parroquianos nuevos»: eran gente que quería ayudar como voluntarios. «Los invitamos a servicios de la Iglesia, leímos la Biblia juntos, les enseñamos a rezar el Rosario, les preparamos para confesarse y comulgar. Administramos muchos matrimonios y bautizos. No sé exactamente cuántos, unos diez. No recuerdo cuánta gente se confesó por primera vez».
Detalla que los ocupantes, en los puntos de control, «nos humillaban». «Una vez pensé que me dispararían. Siete veces me visitaron los servicios especiales. Me hablaban como si yo fuera lo peor del mundo y ellos los anfitriones en mi casa, en la parroquia», añade. Además, los rusos robaron la furgoneta de la parroquia, «en la que íbamos con los niños y parroquianos a distintos eventos».
El padre Bogomaz en la comida cotidiana con personas sin techo en la parroquia.
Considera que «obviamente, alguien me denunció, alguien se quejó de mí. Cada día dábamos de comer a unas 30 personas sin hogar. Alguien habló de mí, durante los interrogatorios oí frases que dejaban claro que alguien pasaba información sobre mí. No quiero ni averiguar quien: que Dios se encargue».
El peor caso: los dos curas de Berdiansk aún secuestrados
El 16 de noviembre fue un punto de inflexión. Soldados de la Rosgvardiya (una especie de guardia pretoriana creada por Putin que responde directamente ante él) detuvieron en la ciudad costera de Berdiansk a los padres Ivan Levytsky y Bohdan Heleta. Después hicieron circular la idea de que guardaban armas y explosivos, algo que la diócesis grecocatólica de Donetsk negó rotundamente y califica de mentiras y propaganda.
Los padres Levytsky y Heleta, los dos sacerdotes grecocatólicos de Berdiansk detenidos e incomunicados por los rusos desde noviembre.
El clero católico de Donetsk hoy opera desde fuera de su territorio, atendiendo a desplazados en regiones cercanas. Levytsky y Heleta siguen desaparecidos, aunque presos intercambiados en 2023 aseguran haberles visto.
Después, el 25 de noviembre, los rusos detuvieron al compañero de Bogomaz, el párroco grecocatólico de Santa Ana en Melitopol, Petro Krynitsky. La diócesis (exarcado) de Donetsk explicaba cómo fue: «Lo pusieron en un coche, le colocaron una bolsa en la cabeza, lo llevaron a Vasilivka y lo tiraron allí». Después, estando cerca de la zona ucraniana, le ordenaron cruzar al otro lado.
Y al empezar diciembre le tocó el turno a Bogomaz. Dice que la policía rusa le dio un ultimátum: o se hacía ortodoxo ruso y se incorporaba al Patriarcado de Moscú, o lo echarían. Y lo echaron.
No fue a escondidas. Sucedió ante muchos testigos, en la iglesia, justo al acabar la misa. «Unos soldados rusos entraron en la parroquia y, tras despreciar a los católicos, la oración y el hecho de estar juntos, capturaron y se llevaron al padre Oleksandr Bogomaz», avisó a TV2000 y a la prensa internacional el nuevo obispo auxiliar de Donetsk, Maksym Ryabukha. Se lo llevaron ante los fieles petrificados, para mostrar el poder de las armas y la fuerza.
Con los desplazados de Zaporiyia
Ahora el padre Bogomaz vive en Zaporiyia, ciudad controlada por los ucranianos. Allí, en el monasterio grecocatólico de las Hermanas de San Basilio, residen algunos exiliados de Melitópol, a los que él atiende pastoralmente.
Él vive en un piso de un bloque de apartamentos soviético al lado derecho del Dniéper. A cien metros hay otro bloque que quedó devastado por misiles rusos, donde murieron 16 civiles: reza por ellos al pasar.
Bogomaz duerme en una litera. Arriba duerme un seminarista, en otra cama un joven estudiante y en otra habitación una chica. Son sus compañeros de Melitópol.
«Todos vivían en la rectoría conmigo en Melitopol. Podrían haberse quedado cuando los hombres del servicio secreto me arrastraron hasta el puesto fronterizo y me advirtieron que la Iglesia Católica había sido proscrita. Prefirieron seguirme», explica a Avvenire.
Por el piso pasa bastante gente: evacuados, soldados, familias… «Soy sacerdote y la casa siempre debe estar abierta aunque sea en un piso de apartamentos», dice. La luz se va y se viene. «Una estufa de gas es esencial para sobrevivir», sonríe mientras cocina borscht, la típica sopa roja de remolacha.
Rosario clandestino de 13 parroquianos en Melitópol
En Melitópol no hay ya sacerdotes, pero los católicos que quedan allí intentan organizarse para rezar. «Hay quienes todavía tienen el coraje de reunirse en nuestras parroquias: hace unos días eran trece para un Rosario clandestino», detalla Bogomaz.
«Todos los días, a través de Telegram, les envío una video-meditación sobre la Palabra. Pero de vez en cuando disminuye el número de suscriptores del canal. Los ocupantes se apoderan de los teléfonos y los revisan. Entonces aterrorizan a todos. Y si encuentran vínculos con la Ucrania libre, puedes terminar en una cámara de tortura», advierte.
Su ciudad, popular por sus cerezas, melocotones y miel, tenía unos 150.000 habitantes antes de la guerra. En enero de 2023 las autoridades rusas anunciaron que se recuperaban los nombres comunistas de calles y plazas de Melitópol (como explicó ReL).
La actual Plaza de la Catedral pasa a llamarse de nuevo Plaza de la Revolución, como durante la Unión Soviética. La Avenida Ucraniana volvía a llamarse Avenida Soviética. Una calle dedicada político e historiador ucraniano Mikhail Grushevsky (procomunista, pero purgado por Stalin) volvía a dedicarse a Carlos Marx. La calle Lokomotivnaya volvía a llamarse calle Dmitry Ulyanov, que era el hermano pequeño de Lenin. Y la calle de San Yaroslav el Sabio volvía a estar dedicada a la revolucionaria comunista Rosa Luxemburgo.
Allí es donde el sacerdote quiere volver para sanar y evangelizar.
«La otra mañana estaba rezando frente a la ventana», explica al diario italiano. «Noto que viene un cohete y escucho la explosión. Las ventanas tiemblan. Y yo, estúpido, me quedo quieto en vez de ir a refugiarme tal vez bajo el alféizar de la ventana o en el pasillo». Y añade, suspirando: «Estoy deseando volver a mi amada Melitópol».
Según el Servicio Estatal de Ucrania para Asuntos Étnicos y Libertad de Conciencia, al menos 307 lugares religiosos de Ucrania (incluyendo 5 judíos y 5 musulmanes) han quedado en ruinas durante los once primeros meses de ataques rusos. Los centros católicos en ruinas serían 5 edificios católicos latinos y 4 grecocatólicos. Otro informe, el del IRF, contabiliza 23 ataques contra centros católicos. La discrepancia puede a que el IRF cuenta también los casos de saqueo, pillaje y daños considerables sin llegar al nivel de reducir a ruinas.
Para ayudar a las víctimas de la guerra en Ucrania, Cáritas Española ha abierto esta web y la cuenta Caixabank ES31 2100 5731 7502 0026 6218 .