Cuando los disparos provienen de la misma trinchera
Resulta insólito. Pero ha sucedido. Y resulta irresponsable que al hecho se le insista en atribuir un interesado tratamiento de poca cosa. Sobre todo cuando no es poca cosa, y que, en Venezuela, durante los pasados 23 años, el país ha sido convertido en un escenario en el que se ha registrado una lucha con terribles saldos de muertes, sufrimientos, destrucción y miseria. Pero, además, que, como consecuencia del hecho, el 25% de la población ha tenido que huir a otras latitudes.
Sí. Así ha sucedido, aun habiendo habido oposición, resistencia con acciones de luchas y protestas civiles de todo tipo. Sólo que, lamentablemente, dicho comportamiento ciudadano, ante el hecho de tener como adversario a un régimen sin escrúpulos ni limitaciones morales, y que, hábilmente, ha sabido contaminar, corromper y dividir a una parte importante del liderazgo democrático y de la denominada oposición, se ha desenvuelto de acuerdo a un proceso de innegable minusvalía. ¿Por qué?. Motivado a que el régimen, en respuesta a su innegable hábil estrategia con dicho fin, ha develado su complicidad con algunos de tales opositores para desprestigiarlos, pero también para acentuar la desconfianza y la decepción manifiesta en su contra por la mayoría de los venezolanos.
Desde luego, en lo que eso se ha traducido, es en que, actualmente, esos fraccionados y desprestigiados partidos de la llamada oposición, plantean la posibilidad de ir a unas elecciones primarias para elegir a un llamado candidato único como oponente, y, desde luego, en unas «supuestas» elecciones presidenciales contra el régimen. Ante el hecho, luce oportuna la frase de Albert Einstein, cuando predicaba que «NO PRETENDAMOS QUE LAS COSAS CAMBIEN, SI SIEMPRE HACEMOS LO MISMO». Y lo que está planteándose no podía ser diferente, cuando se pretende ir a unas elecciones con las mismas condiciones y acciones arbitrarias del pasado. ¿Y qué se puede esperar, además, cuando dichas elecciones habría que «celebrarlas con base en la rectoría del mismo organismo electoral (CNE) que se le conoce por haber sido cuestionado en otros momentos, como por el hecho de ser sumiso al régimen como rector de los procesos electorales anteriores»?.
Hay una verdad innegable e indiscutible. Y se trata de que hoy, el mayoritario pueblo, es decir, más del 80% de los ciudadanos, rechaza al régimen, exige un cambio. Sin embargo, ese mismo contingente ciudadano, lamentablemente, no cree en la mayoría de los candidatos de la oposición que pretende competir. Y se lo atribuyen a la posibilidad de que, como rectores del proceso, se lo permitan a los desprestigiados organismos oficiales (CNE). ¿Consecuencia?: se hará sentir una enorme abstención de participación en el citado evento.
Adicionalmente, hay otro hecho no menos importante entre los factores que estarán interviniendo en ese eventual proceso, y se trata de que no podrán votar los venezolanos que están residenciados en el exterior (¿4 millones?), además de unos 3 millones de venezolanos que no están inscritos internamente en el Registro Electoral. Desde luego, resulta imposible suponer que sucederá lo contrario, cuando lo que prevalecerá será dejar el campo abierto -además de todas las posibilidades adicionales- para que el régimen, siempre ayudado y asistido por la popularmente calificada «mano peluda» en distintos procesos electorales, se autocalifique «ganador» en la contienda. Pero, además, «sin derecho a pataleo ni a apelaciones», y con terribles consecuencias para el país. Y que, de paso, podría convertirse en un motivo para que se precipiten peores desentendimientos indeseables.
En más de 30 eventos electorales que se han celebrado durante los pasados tristes 23 años, la oposición democrática venezolana ha contado con el respaldo de la mayoría de los votantes a su favor. No obstante, el escrutinio siempre ha arrojado resultados que les han sido adversos, obviamente, con las mismas y ruinosas consecuencias de ser perdedores. En lo que eso se traduce, es en que el tema no equivale a tener mayoría únicamente. Porque, al final, es como quien controla.
Hay expectativas que no pueden dejarse a un lado ni subestimarse . Y se trata de que, afortunadamente, los avances tecnológicos digitales permiten actualmente la realización de procesos electorales eficientes y seguros, porque, son garantizados por compañías tecnológicas de gran prestigio a nivel mundial. Adicionalmente, son avalados por las Naciones Unidas, además de disponer de la ventaja internacional de solicitar, como de contar con la presencia de organismos y de países amigos garantes de un proceso transparente.
Resulta importante recordar que esta metodología digital, ya ha sido utilizada en muchos procesos electorales internacionales. Y que, de igual manera, existen compromisos de garantía de inviolabilidad, por existir acuerdos totalmente auditables, gran eficiencia, además de secreto del voto. Desde luego, ante garantías de este tipo, resulta positivo el hecho de que, adicionalmente, se genere el compromiso de que votarían todos los venezolanos con más de 18 años, dentro y fuera del país. De igual manera, se crearía automáticamente un actualizado y real registro electoral de votantes venezolanos en el mundo, además de ofrecer los resultados y la data completa al cerrar el ciclo de votación.
Adicionalmente, los electores podrían votar sin tener que movilizarse usando sus celulares o desde cualquier celular disponible. Tampoco habría necesidad de apelar al Plan Republica, ni a puntos rojos, tampoco a posibilidades de atropellos o de actos violentos. Y como punto muy importante, el costo económico del evento sería infinitamente inferior a cualquier alternativa manual, además de que no se necesitaría personal ni instalaciones, y el lapso autorizado para votar puede ser el que se determine en función de uno o de más días.
Sin duda alguna, los hechos ya conocidos con respecto a la materia hasta el momento, indican que es evidente que muy pronto todos los eventos electorales democráticos del mundo se harán con tecnología digital, eliminando toda posibilidad de corrupción. Por lo pronto, es absurdo oponerse a los avances tecnológicos, alegándose argumentos del pasado y a la presunción de que «siempre» serán objeto y sujeto de la posibilidades de factores de corrupción.-