Mujeres
Alicia Álamo Bartolomé:
El 8 de este mes -hoy- se celebra el Día Internacional de la Mujer y ahora también se dice que marzo es el mes de la mujer. Yo me preguntó cuándo es el Día Internacional del Hombre y el mes correspondiente. Porque lo que es igual no es trampa. Además, mucho le conviene al comercio que inventen días de tal y cual, porque aumentan las posibilidades de compras de regalitos.
Yo no estoy de acuerdo con estas celebraciones. Para mí, el darle a la mujer un día, sólo por ser tal, me parece una discriminación machista, como todas las asociaciones de mujeres por mujeres. Nunca he pertenecido a alguna. Pertenezco a asociaciones gremiales, por profesión y ya está. Siempre me chocó lo de los partidos políticos y sus alas, brazos o qué sé yo, femeninos. Como que se discutiera el porcentaje de mujeres para participar en sus actividades políticas. Me parece una afrenta. Se gana un puesto en la vida civil laboral o política por méritos como persona, no por sexo. En esta época, cuando hemos tenido en el mundo mujeres en los más altos cargos como presidentas de Estado, primeros ministros y cabezas de empresas y corporaciones, seguir con estas ñoñerías me parece ridículo.
No creo en el feminismo. Eso pasó a la historia. Mucho le agradezco a las mujeres que se embarcaron en esas luchas en siglos pasados porque lograron lo que buscaban con sacrificio, dolor y perseverancia, sin dejar de ser mujeres. Perseguidas y humilladas, siempre levantaron la cabeza y continuaron su lucha. Hoy las feministas le rinden tributo al machismo al querer imitar al varón en sus desmanes sexuales y creer que sólo las actividades masculinas valen la pena. Me inclino con reverencia ante una madre que amamanta a su hijo y mantiene su hogar con decoro. Rechazo con repugnancia a la loca que se desnuda en la calle y pone letreros soeces en los templos. Aquella construye un país, esta lo desbarata.
Hombre y mujer tienen diferencias físicas, psíquicas y espirituales. Gracias a Dios, porque si fuésemos iguales este mundo sería bien aburrido. ¡Vive la différence! Como dijo un diputado en la asamblea francesa cuando otro, abogando por tesis feminista, acotó que, después de todo, entre hombre y mujer sólo había una pequeña diferencia. No tan pequeña esa diferencia o más bien diferencias. En lo físico, además de la diversidad en la forma y atributos corporales, está lo de la fuerza. Dios dotó a Adán de una fuerza física extraordinaria para acometer trabajos pesados, mientras le dio a Eva una espiritual para enfrentar situaciones y conflictos donde el varón se atortoja. El hombre resuelve los problemas fuera de casa, la mujer los de adentro. Hombre y mujer se complementan en sus diferencias, no entran en competencia.
Como vimos, en los últimos siglos, la mujer ha adquirido los derechos civiles que se le habían negado a través de la historia por una concepción equivocada de la sociedad. El hombre imperaba. Esto vino quizás de un acuerdo necesario en la humanidad primitiva. Él saldría buscar el sustento, haría el trabajo duro y ella se quedaría en el hogar -que debió ser una caverna- al cuidado de los hijos. Con el tiempo, lo económico privó sobre lo doméstico y el varón se llenó de ínfulas y dominación. Hasta que la hembra fue despertando del largo letargo de su sometimiento. Hoy lo femenino tiene su rango, su sitio y su función, a la par que lo masculino, sin confundirse ni enfrentarse. Así lo veo.
A veces me hacen entrevistas -estoy en moda por mi longevidad- y me preguntan sobre mi opinión sobre literatura femenina o si hay una mejor disposición en la mujer para la arquitectura o cosas semejantes, donde se inquiere sobre diferencias entre hombre y mujer para desempeñar una actividad, profesión u oficio. Siempre contesto lo mismo: creo en la formación y capacitación de un individuo, no importa su sexo, para ejercer un trabajo. Tan es así que, carreras consideradas antes como eminentemente femeninas, las ejercen hoy exitosamente caballeros, tales, la cocina y la costura. Sólo que los chefs y los modistas no tuvieron que luchar como las primeras feministas para llegar a sus logros.
Creo que las mujeres debemos “explotar” más ciertas cualidades -o defectos-, ya que las tenemos, como la que perdió a Eva, pero la convirtió en la primera científica: la curiosidad. En lugar de andar averiguando la vida ajena y convertirla en chisme, encaucemos esa debilidad humana hacia la investigación y la ciencia. Leamos libros y miremos a través de un microscopio o telescopio para escudriñar la inmensidad de la creación. Antes las viejas chismosas curioseaban a través de una celosía, hoy miremos el universo valiéndonos de la tecnología.-