Opinión

La retórica del terror

¿Hay alguna esperanza de ver el fin del terrorismo? 

 

Noel Álvarez:

En estos tiempos de mucha violencia en el mundo, he encontrado un libro que me parece sumamente interesante para los tiempos que corren: La retórica del terror, del humanista español Luis Veres Cortés. La obra analiza cómo el manejo del lenguaje, el uso de la retórica, la persuasión y la incorporación de términos concretos y eufemismos pueden influir sobre el pensamiento.

 

El libro habla de terrorismo, pero, sobre todo, del tratamiento mediático que este tipo de información recibe en los medios de comunicación, explica Veres que el lenguaje es una máscara que tergiversa la realidad en lugar de representarla, convirtiéndose en un instrumento de agitación y de propaganda, pero también de cohesión social y socialización. El escritor investiga sobre los posibles límites de la información y los peligros de la desinformación. Sobre la moral y la ética cuando se le da voz a un terrorista.

 

Al designar un objeto con un término en vez de con otro, el hablante está determinando la realidad comúnmente percibida. No es extraño que, en el ámbito público, el significado de las palabras, como apuntaba Lewis Carroll, dependa de quién manda. El lenguaje mismo no está exento de ideología ni libre de manipulación. Veres afirma que las noticias sobre atentados terroristas incrementan la audiencia de los medios y estos, a su vez, sirven de plataforma propagandística, involuntaria.

 

En esta simbiosis que denuncia Veres, los terroristas ofrecen espectáculo a los medios y éstos, en contraposición, ofrecen a aquellos una plataforma pública para sus reivindicaciones. El escritor formula la razón-sinrazón de usar un lenguaje aséptico, neutral y objetivo cuando se describe y se informa de una banda de asesinos. “El miedo y el terror son la verdadera significación del terrorismo. El miedo está presente en todos los hombres, porque solo los humanos son conscientes de que pueden morir. El animal no anticipa su muerte, el hombre sí. El miedo es una emoción, un choque contra la proximidad de la muerte, un exceso de cobardía precedido de sorpresa y conmoción que amenaza nuestra supervivencia”, apunta Veres.

 

La escritora estadounidense Jessica Stern señala que, hay dos características esenciales que distinguen al terrorismo de otras formas de violencia:  “En primer lugar, el terrorismo va dirigido contra los no combatientes. […] Y en segundo lugar, quienes cometen los atentados utilizan la violencia para causar un fuerte impacto en la población e infundirle miedo, y no tanto para provocar daños físicos. Esta creación deliberada de un clima de terror es lo que diferencia un acto terrorista de un asesinato o un ataque violento de otro tipo”.

 

El objetivo de los actos terroristas es intimidar a un gobierno o una cultura para que transijan con sus exigencias. La historia señala que también hay terroristas en funciones de gobierno que intimidan a los grupos opositores para permanecer en el poder. En algunos casos, se causa una masacre por puro gusto, o como un castigo o un acto de venganza. En tiempos antiguos, la noticia de un ataque viajaría lentamente y solo por descripciones orales o escritas. La capacidad de causar daños catastróficos de manera repentina, combinada con la rápida difusión de las noticias, especialmente en imágenes gráficas y vídeos, ha hecho posible el terrorismo tal como lo conocemos hoy en día.

 

La historia de Europa dio un viraje decisivo el 28 de junio de 1914, fecha en la que un joven, al que algunos consideraron un héroe, asesinó de un tiro al heredero al trono de Austria, archiduque Francisco Fernando. Este acto terrorista desencadenó la I Guerra Mundial, que se cobró veinte millones de vidas. Le siguió la II Guerra Mundial, caracterizada por los campos de concentración, la matanza de civiles en ataques aéreos y las represalias contra gente inocente.

 

¿Hay alguna esperanza de ver el fin del terrorismo?  Si bien es cierto que la búsqueda de la paz por el camino del diálogo y la negociación responde al reconocimiento de ésta como esencial para la consecución de un estado de convivencia sano, se requiere visualizar el conflicto como potenciador de cambios, sin que ello implique generar violencia. Al respecto, existen infinidad de posturas, son diversos los debates y análisis en ámbitos políticos y académicos que se han realizado en torno a la situación. Sin embargo, en su mayoría, estas disertaciones han coincidido en tratar los actos violentos desde un punto de vista natural.-

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