¡Optar por la vida!
Este Mes de la Mujer, Mes pro Vida al mismo tiempo, ve aumentar la bien financiada campaña para sacar de en medio millones de niñas (y niños), vidas -independientemente de su sexo- a quienes en nombre de una mal entendida libertad se despoja de la libertad de vivir
Bernardo Moncada Cárdenas:
«La amenaza más grande que sufre la paz hoy es el aborto, porque el aborto es hacer la guerra al niño, al niño inocente que muere a manos de su propia madre. Si aceptamos que una madre pueda matar a su propio hijo, ¿cómo podremos decir a otros que no se maten? .» Madre Teresa de Calcuta
En la Semana pro-Vida
Marzo ha sido proclamado Mes de la Mujer, o -según acordó el gobierno norteamericano- “Mes de la Historia de la Mujer” para reconocer y honrar los logros extraordinarios de las mujeres en la sociedad contemporánea en Estados Unidos y en todo el mundo. El pasado 8 de marzo celebramos el Día de la Mujer, y toda esta merecida fiesta de gratitud coincide ahora con el mes pro-Vida, recordando que una mujer lo es desde que su vida comienza desde el momento de la concepción en el seno de otra mujer. Este es otro de los datos en que hombre y mujer, niño o niña, son iguales.
Pero este Mes de la Mujer, Mes pro Vida al mismo tiempo, ve aumentar la bien financiada campaña para sacar de en medio millones de niñas (y niños), vidas -independientemente de su sexo- a quienes en nombre de una mal entendida libertad se despoja de la libertad de vivir.
El problema no es solamente la abusiva campaña pro-aborto. Es cierto que aproximadamente cien mil niñas y niños al año son víctimas, en cada país europeo, de esta forma de ejecución prenatal. En adición, se promueve una pérfida interpretación de la eutanasia (del griego “buena muerte”), que realmente consiste en homicidio o suicidio por orden y con ayuda del Estado. Todo viene justificado por un concepto denominado “calidad de vida”, que ha suplantado la dignidad y la santidad de la vida misma.
Escribió el aclamado Papa San Juan Pablo II, en su categórico clamor de la Humana Vitae, “La llamada ‘calidad de vida’ se interpreta principal o exclusivamente como eficiencia económica, consumismo desordenado, belleza y goce de la vida física, olvidando las dimensiones más profundas —relacionales, espirituales y religiosas— de la existencia. Está claro que por la brecha que ha abierto en la sociedad actual la consecución de una buena ‘calidad de vida’ ha entrado la ‘cultura de la muerte’ ”. Perspicaz visionario, Juan Pablo acuñó una expresión que caracteriza el proyecto político-financiero que avanza a toda marcha en organizaciones internacionales (supuestamente) fundadas para defender derechos y proteger -específicamente- la vida.
A esta clarividente denuncia, Francisco, el pontífice latinoamericano, añade su señalamiento a la “Cultura del descarte”: La vida es un derecho, no la muerte, que debe ser acogida, no suministrada, ha dicho. Y sobre los niños ha aportado datos que, a veces, oponiéndonos al aborto, pasamos por alto. El aborto, clandestino, o permitido y estimulado legalmente, es “sólo una monstruosa punta del iceberg”. Denuncia el Papa: hay «ochenta y cinco millones de niños, olvidados por todos: los niños soldado, los menores prostituidos, los niños malnutridos, los niños secuestrados y frecuentemente víctimas del monstruoso comercio de órganos humanos, o también transformados en esclavos, los niños víctimas de la guerra, los niños refugiados y los niños abortados.»
La mitad de los millones de emigrantes que huyen de condiciones infrahumanas, arrostrando toda clase de riesgos, son niños. Las tragedias de Vargas y Aragua fueron aprovechadas para apoderarse de miles de inocentes, separándoles de sus padres y destinándoles quién sabe a qué facetas del “bienestar” de adultos.
E un planeta donde las banderas de protección al menor ondean clamorosamente, el exterminio de los niños continúa, con los ropajes de una serie de argumentos “humanitarios”, y con la complicidad de quien hace el sordo, abiertamente apoyándolo y legalizándolo.
No hay que dejarse llevar por consignas y razonamientos prefabricados que popularizan las nuevas matanzas de Santos Inocentes. No podemos ser cómplices; independientemente de nuestra fe o falta de ella, debemos adoptar una posición firme contra «La amenaza más grande que sufre la paz hoy» y otras formas de la cultura de la muerte. ¡Optar por la vida! antes de que terminemos por extinguir la humanidad. .