Jesús Sánchez Adalid: «Las ideologías son un caldo de cultivo peligrosísimo»
El sacerdote y escritor presenta 'Una luz en la noche de Roma' (Harper Collins)
«El Papa pensó que todo lo que hacía referencia al pontificado de Pío XII tenía que salir a la luz para los investigadores, y aparecen cosas preciosas, como esta historia»
«La guerra está ahí y sigue ahí. Parece mentira que en el siglo XXI, con los avances diplomáticos, con las democracias occidentales y, sobre todo con lo que ya se había vivido, porque deberíamos aprender de los errores, estemos viviendo una guerra en el corazón de Europa»
«Sin la fraternidad no vamos a ningún sitio y está sustanciada en el amor; en el amor a los hermanos, en el amor al prójimo»
«El Papa, lo que está intentando, más que abrir la Iglesia, es abrir los corazones, abrir las almas para que podamos mirarnos entre nosotros de otra forma»
«Agradezco al papa Francisco su insistencia en la fraternidad (…). Somos hijos de Dios y hermanos entre nosotros, y esto se nos ha olvidado»
«El Papa m animó a que siguiera escribiendo y me dijo unas palabras que las tengo muy grabadas en mi corazón: «esto también es evangelizar»»
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‘Una luz en la noche de Roma’ (Harper Collins) es la última aventura novelística del sacerdote y escritor Jesús Sánchez Adalid, en la que, por primera vez, abandona el espacio estricto de la novela histórica para profundizar en una investigación, entre lo literario y lo periodístico, sobre la ‘pandemia’ inventada por los religiosos de San Juan de Dios que gestionaban el hospital de la isla Tiberina, en Roma, que sirvió para salvar del Holocausto a cientos de judíos durante la II Guerra Mundial.
Durante la conversación, que fluye con facilidad, hablamos con Sánchez Adalid de literatura y de religión, de pastoral y servicio. Del Papa Francisco y sus enemigos, de la Iglesia y su futuro. Pero fundamentalmente de hombres y mujeres buenos que, pese a todo, existen. También, en las grandes tragedias: «Igual que la guerra es una perversión, una maldad terrible y no gana nadie, siempre hay personas buenas dispuestas a entregarse y a salvar a la humanidad».
-Hoy nos acompaña un buen amigo de esta casa, sacerdote, escritor, no sé por qué orden, Jesús Sánchez Adalid muy buenos días.
-Buenos días.
-¿Se puede deslindar una y otra cosa, una y otra vocación?
-Se intenta compaginar como se puede. Dios ayuda, aunque, a veces, no creas que es fácil. Pero, sacerdote primero. La mayor parte de mi vida, mi jornada ordinaria, es la de cura de mi parroquia. Cuando llega el momento de presentar un libro, tengo que hacer otros menesteres, pero vuelvo siempre a la parroquia, a tiempo.
-A ti te ha salvado tener una parroquia de referencia. Porque no es fácil ser un sacerdote que además tiene un éxito potente, en este caso en la literatura. Por la cuestión de los egos y de las formas de verse distintas, tener un sitio donde bajarse a la realidad, como es una parroquia, tiene que ser importantísimo.
-Treina y dos años de pastoral interrumpida. No he dejado nunca la parroquia, ni siquiera cuando fui a estudiar Derecho Canónico a Salamanca, donde estuve adscrito a una parroquia rural en Doñinos de Salamanca.
La mayoría de mi vida se ha desenvuelto como cura de pueblo. Me encanta cuando el cardenal Omella dice «si yo soy un cura de pueblo». Yo también tengo muy asumida esa identidad, aunque ahora estoy en Mérida en una parroquia de barrio.
Es verdad que la parroquia me ha ayudado mucho, porque el éxito tiene un poquito de enajenación; te saca de tu realidad, el ego se agranda y te puede llevar a territorios peligrosos…
Pero, bueno, he ido cumpliendo los años, me he plantado ya en los 60 y que ya estoy un poco vacunado frente a todas esas tentaciones.
-Y nos presentas tu última novela, ‘Una luz en la noche de Roma’ con HarperCollins, tu editorial de referencia, y en la que cambias un poco de registro, ¿no? Ya no estamos hablando de una novela histórica, en el sentido de irnos a 800 años atrás, como puede ser la anterior novela, ‘Los años de la luz’. Ahora tocas un aspecto distinto. ¿Dónde surge esta idea de ‘Una luz en la noche de Roma’?
-La idea surge cuando me escribe el director del hospital de la isla Tiberina de Roma, Ángel López Martín, que es hermano de San Juan de Dios, y me habla de la existencia de unos documentos que se habían hecho públicos después de la desclasificación de los archivos vaticanos. Una genialidad, por otra parte, del papa Francisco, porque cuando una cosa permanece secreta, da la sensación de que se está ocultando algo y alimenta todas las sospechas.
El Papa pensó que todo lo que hacía referencia al pontificado de Pío XII tenía que salir a la luz para los investigadores, y aparecen cosas preciosas, como esta historia.
-Pero ¿qué pasa en la isla Tiberina?
-En la isla Tiberina, los médicos y los frailes se inventaron una pandemia para poder salvar un buen número de familias, niños y ancianos judíos, después de la redada del 16 de octubre de 1943.
Las tropas de Hitler toman Roma después de la caída de Mussolini y hacen lo que en el resto de las ciudades de Europa. Lo primero, acordonar el gueto y llevarse a todos los judíos para deportarlos a Auschwitz.
Roma es la única ciudad donde se salva la mayor parte de la comunidad hebrea debido, sobre todo, a la actuación de los católicos; conventos, colegios, congregaciones, seminarios, casas particulares y el propio Vaticano, donde se ocultaron 4.480 judíos que, por supuesto, salvaron la vida.
‘Una luz en la noche de Roma’ es un granito de arena en la gran montaña de la acción de los católicos en aquellos momentos oscuros y terribles.
‘Una luz en la noche de Roma’ es un granito de arena en la gran montaña de la acción de los católicos en aquellos momentos oscuros y terribles.
-Entiendo que cuando te llega esa información empiezas a bucear y a investigar. Y a escuchar la palabra pandemia porque, además, toda esta novela se va fraguando en un momento en el que también nosotros estábamos inmersos en otra pandemia. Los paralelismos resultan evidentementes.
-Y nosotros habíamos vivido un toque de queda, habíamos tenido que estar encerrados en casa, habíamos tenido miedo; todo esto. Y es que esta historia no es solamente la historia de lo que sucede en el hospital, sino que, como bien dices, tuve que investigar porque necesitaba tener los testimonios de personajes reales. De personas que lo hubieran vivido.
No me parecía legítimo el inventarme yo todo, sino que necesitaba que me lo contaran. Y ahí es donde me encuentro con estos jóvenes, esta pareja que son Gina y Betto, que tenían unas edades de 19 y 20 años.
-Que además vivieron un amor también prohibido, porque estamos hablando de un amor de personas que pertenecen a distintas religiones en un momento en el que ser judío no era ser humano.
-Efectivamente, una de las pocas parejas mixtas. Ella, además, de una familia nobiliaria, y él un revolucionario que pertenecía a un grupo clandestino que después estaría en la resistencia.
Ellos ya no viven, claro, han pasado 80 años. Me lo contaron sus descendientes, pero fue más difícil llegar a ellos de lo que yo pensaba.
-¿Por qué?
-Yo conseguí los nombres a través del Yad Vashem, que es el gran archivo de la shoah, del Holocausto. Y después, la Fundación de Steven Spielberg me confirmaba también los testimonios. Pero los familiares no querían hablar. Cuento en el prólogo el pequeño calvario que viví intentando una y otra vez convencerlos, y viendo que no me podía hacer con la historia.
-¿Y por qué no querían hablar? Porque es una historia de dolor, pero también de esperanza y de vida.
-Yo tampoco lo entendía, y les decía una y otra vez que era necesario que lo contaran. Que el libro iba a llegar a muchas personas.
Pero acabé entendiéndolo. Me dijeron que ellos no eran protagonistas de esta historia. Que ellos habían vivido y habían crecido en un país panamericano, se consideraban nacionales de ese país, y esta era la historia de sus abuelos. Y me decían, si mis abuelos vivieran, les convenceríamos para que la contaran, pero no nos creemos legitimados para contarla nosotros. Si usted la cuenta, por favor, no dé nuestros nombres porque van a venir a hacernos preguntas, nos van a molestar. Esto suscita mucho interés y nosotros no queremos asumir ningún tipo de protagonismo.
Y no solo ellos me dijeron esto. A otras personas, a las que también intenté también llegar, les pasó lo mismo y, al final, me hicieron firmar un documento notarial porque no se fiaban. Creían que si ponía los nombres en la novela, iba a empezar para ellos un itinerario de televisiones, periodistas, entrevistas, etc.
-La isla Tiberina, para los que conocen Roma, no es uno de los lugares más más visitados. Sin embargo, es un sitio desde donde se contempla la ciudad desde sus orígenes, por el río. Se otea el Vaticano y tienes el Trastévere y la ruinas romadas muy cerca. ¿Por qué se se llega a utilizar ese sitio? ¿Simplemente, porque hay un hospital? ¿Es un lugar fácil para acoger a aquellos que están huyendo del horror del nazismo?
-No hubo nada premeditado. Fue la propia realidad la que les obligó a tomar una decisión. El barrio judío está enfrente de la isla Tiberina y desde las terrazas del hospital se ve prácticamente entero. Y sobre todo, el Tempio Maggiore, que es la Gran Sinagoga. Este edificio magnífico, blanco, que está enfrente. Y el Pórtico de Octavia, que es lugar donde se habían detenido los camiones en los que empezaron a subir a los judíos para iniciar la deportación. Los frailes lo ven, intentan saber qué está pasando y desde otros lugares les cuentan lo mismo. Que los nazis se están llevando a la comunidad hebrea.
Salen las dos ambulancias del hospital, una era más nueva y otra bastante vieja que no funcionaba, y funcionó, curiosamente. Empezaron a subir primero, a niños. Y después, esta práctica se convirtió en una especie de éxodo desde el barrio judío hacia el hospital, a través del Ponte Fabricio.
Los nazis no detenían a nadie que estuviera en la calle; no podían hacerlo puesto que estaban asociados al Gobierno italiano. Pero sí entraban en las casas y detenían. En la calle no, porque podían detener a ciudadanos italianos, y por eso todos los que estaban fuera de las viviendas se salvaron.
¿Y por qué sucedió esto? Pues me lo explicó el único superviviente que, aunque no lo vivió directamente, se lo habían contado. Es un hermano de San Juan de Dios que tiene ahora una edad cercana a los 100 años. Me contó que los nazis no detenían a nadie que estuviera en la calle; no podían hacerlo puesto que estaban asociados al Gobierno italiano. Pero sí entraban en las casas y detenían. En la calle no, porque podían detener a ciudadanos italianos, y por eso todos los que estaban fuera de las viviendas se salvaron.
Y ahora viene la segunda parte. Temen que la Gestapo entre en el hospital para hacer una inspección. Y es cuando se inventan la pandemia: el síndrome de k.
-¿Qué es el síndrome de k?
-Es una enfermedad ficticia que inventan el doctor Borromeo, el doctor Sacerdoti que, por cierto, era judío, y un fraile polaco llamado Mauricio Vialec que ya había tenido conocimiento en su país de las redadas y del Holocausto.
Me parece una genialidad providencial, una inspiración; inventan la pandemia y le dicen a los guardias, sobre todo a los guardias de la Policía fluvial de la isla, que hay una enfermedad infecciosa muy grave, desconocida, y que están muy preocupados.
La historia del Hospital de la isla Tiberina está asociado a las pandemias a lo largo de la historia. Porque tradicionalmente era el lugar donde se enviaba los enfermos que tenían enfermedades infecciosas.
-Los morideros. Los sitios que no tenían contacto directo con la realidad y de los que no se salía.
-Exactamente. Y cerraban los puentes para que no se pudiera entrar. Por eso no resultaba tan raro, porque había pasado muchas veces en la historia. Y varias veces en el siglo XIX, que estaba muy cercano.
Se cierra la isla y se ponen unos carteles: «Afectada por el síndrome de K», y que está en investigación.
Llegaron a ir los los médicos de la Gestapo a investigar, pero se había aleccionado a los falsos enfermo de lo que debían hacer; tener los ojos muy abiertos, estar como enajenado…, y parece ser que lo hicieron muy bien y esto caló. Y si no caló del todo, tampoco las tropas alemanas estaban en condiciones de arriesgarse a tener una enfermedad en su seno, ya que tenían en Hungría y en Polonia dos pandemias muy fuertes de tuberculosis diezmando a las tropas. Entonces, tuvieron miedo de cometer una imprudencia que hubiera supuesto, además, un severo castigo por parte de las autoridades militares.
-Se juntan dos conceptos, una pandemia y una guerra, que también estamos viviendo en la en la actualidad. ¿Qué podemos aprender de esta novela sobre el poder de la amistad y de la solidaridad, incluso en grandes catástrofes? El papa Francisco lleva muchos años alertando de que estamos viviendo una tercera guerra mundial a pedacitos, y creo que la realidad le está dando la razón.
-Decía San Agustín que la guerra pertenece al mundo. Cualquier mal. Esto es reconocible perfectamente en la vida cotidiana; la guerra está ahí y sigue ahí. Parece mentira que en el siglo XXI, con los avances diplomáticos, con las democracias occidentales y, sobre todo con lo que ya se había vivido, porque deberíamos aprender de los errores, estemos viviendo una guerra en el corazón de Europa.
Pero sí, he aprendido, al escribir esta novela, que en los momentos más oscuros y más terribles, resplandece lo mejor del alma humana. Igual que la guerra es una perversión, una maldad terrible y no gana nadie, siempre hay personas buenas dispuestas a entregarse y a salvar a la humanidad. Decía Primo Levi, que sufrió los campos de concentración, que un ser humano que salva a otro ser humano, ya salvado al mundo.
Igual que la guerra es una perversión, una maldad terrible y no gana nadie, siempre hay personas buenas dispuestas a entregarse y a salvar a la humanidad
-Salvar a los otros para salvarte a ti mismo y para salvar a todo el género humano. ¿Qué has aprendido, más allá del ejemplo humano, al cambiar de registro? Porque a ti te conocemos como un autor de novela histórica de la Edad Media. El registro cambia porque estamos hablando de una época mucho más cercana, con ejemplos y paralelismos mucho más evidentes. El lenguaje también es más cercano… ¿que cambia? ¿Es más difícil, más fácil?
-El lector habitual que está acostumbrado a encontrarme en la Edad Media del siglo XVII, quizá va a vivir algo de lo que he vivido yo; el traslado a una época más cercana que se siente más real porque la conocemos a través de imágenes y de testimonios personales. De hecho, yo me estoy resistiendo a llamar a esta novela histórica, aunque son unos hechos que ya tienen catalogación de históricos. Porque, al haber tenido contacto con las personas que lo vivieron, y tengo testimonios muy directos y muchas imágenes, considero que pertenecen a nuestro mundo.
Nosotros somos todavía gentes del siglo XX. Quizá los milenial ya sean del siglo XXI. Pero nosotros venimos del siglo XX y nuestra forma de ser, nuestra identidad y nuestros pensamientos pertenecen al siglo XX también. Entonces, el drama del siglo XX formará siempre parte de nuestra vida.
-Somos herederos de ese drama, tanto en lo en lo político como en lo eclesiástico. El Concilio Vaticano II no se puede entender sin la catástrofe de las dos guerras. Y el papa Francisco, que sé que tiene tu novela y que está leyéndola, también es un hijo de ese pasado.
-Y además, se le nota. Una de las cosas que le agradezco al papa Francisco es la insistencia en la fraternidad. Porque aquello de la libertad, la igualdad y la fraternidad ha supuesto luchas permanentes. Luchas buscando la igualdad y buscando la libertad. Eso forma parte de los elementos identitarios del siglo XX.
Pero, dónde está la fraternidad el Papa nos lo ha recordado, porque la fraternidad es un elemento sustancial a la doctrina cristiana. Cristo predicó, fundamentalmente, que somos hijos de Dios y que somos hermanos entre nosotros, y esto se nos ha olvidado.
-Que la igualdad y la libertad nos vienen del hecho de ser miembros de la misma familia humana, que es lo que dice también Francisco en Laudato si’.
-Efectivamente, la fraternidad es la génesis de todos los demás valores. Sin la fraternidad no vamos a ningún sitio y está sustanciada en el amor; en el amor a los hermanos, en el amor al prójimo.
-Sin embargo, y sin meterte en líos, este papa de la fraternidad parece que no es el más querido del mundo. Especialmente, dentro de la propia Iglesia. Probablemente sea el papa que más ataques ha recibido en los últimos tiempos.
-Ya lo profetizó el propio Jesucristo: «el mundo os odiará por mi causa». La causa de Jesús siempre genera resistencia, rechazo y odio.
-Y a veces te odian desde dentro, en propia institución. Los miembros de la propia institución.
-Todo es fruto de la inercia de una forma de hacer las cosas, del miedo, del temor. Eso siempre siempre ha formado parte de la iglesia. Parece que si se dan pasos, va a ser el acabose, y es otra cosa.
Yo creo que el Papa, lo que está intentando, más que abrir la Iglesia, es abrir los corazones, abrir las almas para que podamos mirarnos entre nosotros de otra forma. Porque Francisco no ha cambiado nada sustancial de la doctrina. Absolutamente nada. Y da la sensación de que lo ha cambiado todo. Escuchas a algunos y parece que esto ha sido…
-Sodoma y Gomorra.
-Y no lo es, sin duda.
-Lo que sí ha abierto el Papa son los archivos de esa época, que también nos sirven para ver cuál fue realmente la actuación no solo de Pío XII, sino la de la Iglesia en estos años del nazismo. Tú, que has tenido la oportunidad de bucear en algunos de ellos, ¿qué conclusiones sacas de ese papel?
-Las ideologías son un caldo de cultivo peligrosísimo porque suplantan todo. Suplantan los credos, la espiritualidad. Esto creó una especie de monumento impresionante al mal en estado puro, que era el dominio de la conciencia de los seres humanos y, por lo tanto, evitar a toda costa la libertad.
Todo el mundo lo sufrió. Y lo sufrió la Iglesia y la cúpula de la Iglesia. No era nada fácil vivir en un mundo que estaba asediado en todas partes por gentes con las conciencias absolutamente corroídas por las ideologías, muy violentas, donde la vida humana no valía nada. Donde parecía que el valor más alto era la guerra. Y todos asociados unos con otros.
La supervivencia, a veces tiene más fuerza que nada, y el miedo es muy poderoso
La supervivencia, a veces tiene más fuerza que nada, y el miedo es muy poderoso. Todo esto se conjuga para que dé la sensación de que la Iglesia hizo poco. Pero la iglesia estaba trabajando, como siempre, en silencio. Y una prueba de ese trabajo es el testimonio de estas personas que se jugaron la vida, porque los nazis no se cansaban con nadie, como solemos decir. Y a las pruebas nos remitimos: en la masacre de las fosas Ardeatinas de la ciudad de Roma, asesinaron a centenares de personas dentro de unas cuevas, por nada. Simplemente, por ser por ser sospechosos.
A todo esto tuvo que enfrentarse Pío XII. Podía haber lanzado una proclama, una condena más directa hacia esa ideología, pero es que lo habían hecho las Naciones Unidas, el resto de las naciones, y no se había conseguido nada.
-En este tipo de situaciones de fracaso como humanidad, las sombras son muy grandes. Pero también, como dice el título, resplandecen luces en mitad de la noche. Y esos fueron los hermanos de San Juan de Dios que llevaban el hospital de la isla Tiberina. ¿Qué recuerdo tenemos hacia ellos? Esta novela es una suerte de homenaje al papel que estos hermanos hicieron, y siguen haciendo en todo el mundo, con los más desfavorecidos.
-Hay un español que está, un poco, al frente de todo, es muy protagonista, fray Leonardo Ilundain, un navarro, que murió después en España. A mí, lo que me sorprende es que estas vidas hayan quedado en el anonimato. Que sean absolutamente desconocidas con la obra tan grande que hicieron, con la cantidad de personas que salvaron y con el bien que hicieron, arriesgando las propias vidas. Esto también es un homenaje para ellos; a quienes entregan su vida por amor y son capaces de afrontar las cosas más oscuras y más horribles.
-Jesús Sánchez Adalid, ‘Una luz en la noche de Roma’, editado por HarperCollins. Muchísimas gracias y muchísima suerte. Te leemos y te lee hasta el Papa. ¿Qué te dijo cuando le llevaste el libro?
-Me animó a que siguiera escribiendo y me dijo unas palabras que las tengo muy grabadas en mi corazón: «esto también es evangelizar».
-Deberíamos hacerlo más, que hay pocos autores que se confiesen cristianos y que lo vivan en la parroquia y en la literatura. Muchísimas gracias Jesús.
-Un placer.-