Cardenal Rosa Chávez en El Salvador: «El Pastor debe estar donde está el sufrimiento»
Homilía del cardenal salvadoreño en la catedral metropolitana de San Salvador, el 24 de marzo de 2023, cuadragésimo tercer aniversario del martirio de San Oscar Romero
“EL PASTOR DEBE ESTAR DONDE ESTÁ EL SUFRIMIENTO”
Homilía del cardenal Gregorio Rosa Chávez en la catedral metropolitana de San Salvador, el 24 de marzo de 2023, cuadragésimo tercer aniversario del martirio de San Oscar Romero.
Lecturas: Sabiduría 2, 1.12-22
Juan 7, 1-2.10.25-30
- Recorramos con Cristo la Calle de la Amargura
Esta madrugada hice el viacrucis con mucha devoción pensando en tantos hermanos y hermanas que viven un viacrucis interminable en un país que parece ser lo que no es.
Estamos en un momento especial porque el Papa Francisco cumplió diez años de haber sido elegido sucesor de Pedro. Además, tenemos un nuevo Nuncio, Monseñor Luigi Roberto Tona.
Al Papa le preguntaron qué regalo quería con ocasión de este aniversario y respondió: “La paz”. Le preguntaron también por su rutina diaria y contó que se acuesta a las diez de la noche y se levanta a las cuatro de la mañana. Otra pregunta fue por qué el jueves santo celebra la misa en una cárcel. Dijo que lo hace desde que era arzobispo de Buenos Aires. Pocos días después de elección vino la semana santa y el nuevo Papa visitó una cárcel para jóvenes delincuentes, chicos y chicas, cerca de Roma. Allí lavó los pies a doce jóvenes, hombres y mujeres, y los besó; algunos de ellos no eran cristianos. Era una forma de decir que toda persona tiene derecho a una oportunidad.
Me imagino qué pasaría si el próximo jueves santo el Papa Francisco llega de sorpresa a San Salvador y pide permiso al gobierno para lavar los pies a doce privados de libertad recluidos en Mariona o en el penal de Tecoluca. Sería muy interesante, ¿verdad? Se vale soñar.
Estamos en el centro de San Salvador, en la vicaría Divino Salvador, la cual está formada por siete parroquias: Sagrado Corazón, Perpetuo Socorro, La Merced, El Rosario, El Calvario, San Francisco y Catedral. El martes recién pasado nos reunimos los siete párrocos y tratamos, entre otros temas, la ruta del viacrucis de esta tarde y el desalojo de los vendedores de la zona de la iglesia El Calvario. Nos dijeron los padres de El Calvario: el desalojo no es algo que hemos pedido nosotros; es cosa de la alcaldía. Juntos decidimos que haríamos el viacrucis en la ruta tradicional, llamada “la calle de la Amargura”. Esa calle va desde la iglesia San Esteban, que se quemó, hasta el Calvario.
En la Calle de la Amargura, uno de los últimos párrocos de La Merced, en colaboración con Concultura, logró colocar las estaciones del viacrucis en forma muy digna. Actualmente casi todas están en mal estado.
La “Calle de la Amargura” nace frente a la iglesia San Esteban, muy cerca del cuartel central de la Policía Nacional Civil; de allí salen órdenes muchas veces injustas, que traen dolor a numerosas familias, ejecutadas a veces con gran brutalidad. En ese cuartel hay calabozos. Yo bajé a uno de ellos durante la guerra para visitar a una presa política como un acto humanitario. La Calle de la Amargura concluye en en la iglesia El Calvario, símbolo del Cristo muerto y resucitado que vence al pecado y a la muerte, al odio y a la injusticia. El viacrucis de esta tarde terminará con el anuncio de la resurrección del Señor. Es importante tener claro que Cristo ya no sufre, pues está glorioso en el cielo, a la derecha del Padre. El que sufre es el Cristo vivo que somos todos nosotros. Hay un libro que explica bellamente esta idea. Se titula “Pasión de Cristo, pasión del pueblo”. El Papa Francisco lo resume con una frase que nos conmueve: “En los pobres y en los que sufren tocamos la carne de Cristo”.
Este año el calvario es símbolo de las cosas que queremos vencer porque hacen sufrir al pueblo; me refiero a la ley que este día cumple un año de estar en vigor; una ley que nos impide ser libres. También queremos vencer la indiferencia que nos hace sentirnos tranquilos cuando el mundo está incendiado.
- “El pastor debe estar donde está el sufrimiento”
Como estamos en régimen de excepción, esta fiesta tiene que ser también excepcional. Muchas personas, con todo derecho, nos hacen dos preguntas a los pastores:
La primera es qué diría Monseñor Romero acerca de la situación actual.
La segunda, qué haría él ahora.
El decía: “El pastor debe estar donde está el sufrimiento”. Clarísimo, pero difícil.
Una semana antes de ser asesinado le entrevistó el periodista italiano Ricardo Benozzo, de la Agencia ANSA. Voy a compartir algunas de las preguntas y sus respectivas respuestas.
La primera pregunta es: ¿Tiene miedo que lo maten?
Responde Monseñor:
“Mi deber me obliga a ir con mi pueblo, y no sería justo dar un testimonio de miedo. Si la muerte viene, será el momento de morir como Dios ha querido. El domingo pasado pusieron en la iglesia (Sagrado Corazón) una valija con 72 cartuchos de dinamita, que fueron desactivados. El gobierno me ha ofrecido protección, pero no es lógico defender al pueblo estando uno seguro, ser un privilegiado cuando mi pueblo carece de protección”.
Es un texto coherente con palabras de Monseñor que todos conocemos.
En su respuesta pidió solidaridad con el pueblo salvadoreño:
“Tenemos necesidad de una solidaridad espiritual, fraterna. Que no nos dejen solos, que piensen que aquí los hombres sufren y que también hay necesidad de solidaridad material, a través de las organizaciones católicas”.
En esta misa hay amigos y amigas de distintas partes del mundo o que se unen a través de los medios de comunicación. Son solidarias con nosotros. Les agradecemos su cercanía y su generosidad.
El entrevistador le pregunta cuál es su relación con las organizaciones de izquierda.
“Son las relaciones existentes entre un pastor y su pueblo, que tiene derecho a organizarse para defender sus propias reinvindicaciones. Mi deber consiste en denunciar los abusos de las organizaciones populares, pues su violencia a veces no es necesaria”.
Hoy con esta ley no podemos protestar, no podemos gritar en las calles. Y las mamás de los que están presos o que han sido desalojados, tienen que guardar silencio. Ese es el régimen de excepción.
El periodista le dice a Monseñor que la historia pasada de El Salvador no induce al optimismo
Nuestro pastor no está de acuerdo:
“No hay que ser fatalistas. Es necesario salir de los esquemas injustos, creer en la capacidad de encontrar lo nuevo. Los momentos históricos son siempre nuevos”.
La última pregunta es sobre la misión de la Iglesia en este momento?
Esto vale también para nosotros, los pastores, en la actual situación.
”La Iglesia ha sido enviada por Dios al servicio del pueblo. Su función es religiosa, no política. Indica al pueblo lo que es el bien y lo que no lo es, sin identificarse con ningún sector, manteniendo su autonomía”.
Esto es Romero, luz de nuestro pueblo.
- La palabra de Dios no está encadenada
Hay un libro de Armando Márquez titulado “La palabra no está encadenada”. En él encontramos los comentarios de Monseñor Romero a muchos textos de la biblia.
Monseñor Romero usaba el método que nos recomienda el Papa Francisco: un oído en la palabra de Dios y el otro oído en el pueblo. Escuchar con el corazón.
¿Qué nos dice hoy la palabra de Dios? Esta fue su reflexión sobre el pasaje del Libro de la Sabidudía que hemos escuchado hoy:
“La primera lectura nos presenta a los impíos con una visión terrenal: ‘atormentemos al justo, burlémonos de él, veamos si le vale todo eso que anda diciendo: que es Hijo de Dios. Su conducta nos reprocha, nos estorba; matémoslo, quitémoslo’. ¡Qué lenguaje el de la biblia, que podía decirse de muchos criminales hoy!
¿Por qué se mata? Se mata porque estorba. Para mí que son mártires en el sentido popular, son verdaderos hombres que han ido a los límites peligrosos… donde se puede señalar a alguien y se termina matándolo como mataron a Cristo”.
Dice el Papa Francisco que se mata también con la lengua, que es “la piedra más dura que existe”. Hoy la lengua “mata” sobre todo en las redes sociales. Al que habla algo que no nos gusta, se le destruye.
El evangelio de hoy nos presenta a Jesús en el templo de Jerusalén durante la fiesta de las tiendas. Ha llegado discretamente, de incógnito. Pero la gente lo rodea y él habla con toda libertad. El ambiente está tenso. Sus enemigos están tramando su muerte.
Jesús habla libremente: ”Yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz!. Yo sí lo conozco, porque procedo de él y él me ha enviado”. Los dirigentes del pueblo trataron de capturarlo , “pero nadie le pudo echar mano porque todavía no había legado su hora.
Una pregunta que flota en el ambiente es si Monseñor Romero sabía que lo iban a matar el 24 de marzo de 1980. Muchos pensamos que sí.
Como sabemos, la misa se ofrecía por la mamá de un periodista muy amigo suyo, director del Diario El Independiente. Ese día Monseñor no tuvo acólitos ni lectores. Permaneció en el centro del altar y él mismo hizo las lecturas. Pero cambió las lecturas porque tocaban la de la casta Susana y la de la mujer adultera; es obvio que no eran adecuadas para una misa de difuntos. La pregunta que nos viene a la mente es por qué escogió el capítulo 12 de San Juan, que habla del grano de trigo.
En las bodas de Caná, Jesús dice por primera vez, ante el pedido de su madre: “todavía no ha llegado mi hora”. Tres años después, cuando se entera de que unos griegos quieren conocerlo, exclama: “Padre, ha llegado la hora”. Y expone la bella imagen del grano de trigo que cae en tierra y muere. Monseñor Romero leyó ese pasaje y comentó: “si el grano de trigo no cae en tierra, queda solo. Si da fruto es porque muerte, se deja deshacer en la tierra y sólo deshaciéndose produce la cosecha”
Para Monseñor también había llegado la hora. Esto se cumplió en Jesucristo y también en Monseñor Romero. En este día en todo el mundo se celebra su fiesta. Su voz se ha vuelto cada día más poderosa. Y queda claro el motivo de su entrega total, que une a la hostia y al cáliz consagrados: estar dispuesto a inmolarse “para dar conceptos de justicia y de paz a nuestro pueblo”.
¡Qué tremendo desafío para nosotros!°
- “No tengo a nadie”
Monseñor Romero supo dar voz a los que no tienen voz y estuvo siempre donde había sufrimiento. ¿Qué pasa ahora? ¿Qué nos diría a nosotros los pastores?
Los que han sido expulsados de sus puestos de trabajo en el centro de San Salvador, las madres que tienen a sus hijos presos y tantas realidades de sufrimiento, nos cuestionan. ¿Pueden contar con nosotros? Permítanme comentar brevemente el evangelio que se proclamó el martes de la presente semana; nos habla del encuentro de Jesús con un paralítico que llevaba treinta y ocho años postrado en su camilla, junto a la piscina de Betesda.
A la pregunta de Nuestro Señor “¿Quieres quedar sano?” responde el enfermo con una frase que es toda una denuncia de la sociedad de su época que se había acostumbrado a verlo así, tirado y abandonado: “Señor, no tengo a nadie”. “No tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado”. ¡Cuántos salvadoreños que habían vivido sin esperanza vieron en Monseñor Romero alguien que les iba a llevar a tiempo a donde estaba su curación! Y así fue porque el nuevo arzobispo entró en sintonía con los pobres de El Salvador y les fue ayudando a tomar conciencia de su miseria no merecida. Por supuesto, no faltaron los que, como en tiempos de Jesús, se escandalizaron y pusieron el grito en el cielo, en los periódicos, en publicaciones anónimas e incluso ante las instancias supremas del Vaticano. A Jesús le reprochaban haber hecho el milagro en día sábado. De Monseñor Romero dijeron que su predicación no era pastoral sino política.
Muchos nos preguntan, con razón, qué habría dicho Monseñor Romero sobre el régimen de excepción y sobre la situación de los presos.
Ante esa pregunta, como pastor -y creo que muchos sacerdotes y agentes de pastoral están de acuerdo conmigo: siento tristeza, frustración, vergüenza, impotencia y sentido de culpa.
- Tristeza al ver cómo sufre tanta gente, sobre todo en el marco del régimen de excepción, cuando su grito de dolor es ahogado.
- Frustración al ver lo poco que se puede hacer para llevar alivio, sobre todo en este régimen de excepción.
- Vergüenza porque muchos hermanos y hermanas golpeados por esta situación política, sienten que les hemos fallado. No hemos cumplido el mandato de Monseñor Romero: “El pastor debe estar donde está el sufrimiento”.
- Impotencia porque nuestra voz, igual que la de tantos representantes de la sociedad civil y personas que realmente quieren el bien del país, es “una voz que clama en el desierto”. Nunca nos ha respondido el gobierno cuando hemos hecho una petición los obispos de El Salvador.
- Y sentido de culpa porque muchos de nosotros nos hemos acobardado, nos hemos acomodado, nos hemos quedado mudos, hemos caído en la indiferencia. Parecemos un pueblo anestesiado, acomodado en su pequeño mundo, gozando de una paz muy semejante a la paz de los cementerios.
- No todo está perdido
Pero no todo está perdido.
Esta semana la señora Procuradora para la defensa de los derechos humanos dijo que se había creado una Mesa interinstitucional que decide si procede o no la liberación de un preso, sin pasar por los juzgados. Informó que han decidido liberar aproximadamente a tres mil reclusos.
En la Mesa participan el Ministerio de Justicia, la PNC, la fiscalía general de la república y la procuraduría para la defensa de los derechos humanos.
La PDDH ha recibido más de cuatro mil denuncias. Algunas de esas denuncias vienen de la oficina de derechos humanos del arzobispado.
En efecto, la oficina Tutela de Derechos Humanos del arzobispado de San Salvador no se ha quedado de brazos cruzados. Tenemos como criterio la defensa de los derechos humanos y la dignidad de la persona humana.
Como sabemos, el régimen de excepción suspende garantías constitucionales como el derecho a la libertad de asociación y reunión, el derecho a la privacidad de las comunicaciones y el debido proceso, entre otros.
¿Qué hemos hecho hasta ahora?
En 2021 la oficina atendió 272 casos, correspondientes a 301 personas detenidas (a veces dos por familia); 166 hombres y 64 mujeres. La mayoría son jóvenes entre 18 a 29 años. La juventud está tras las rejas.
En lo que va del presente año se han recibido 44 casos.
¿Qué hemos descubierto? Que se persigue sobre todo a jóvenes que viven en zonas de riesgo, de alta vulnerabilidad, sin contar con un motivo específico de detención. Es un estigma contra estas poblaciones. La mayoría son de zonas consideradas peligrosas por la presencia de pandillas. Los soldados y los policías piensan que si viven allí son pandilleros. Punto. Por tanto, los llevamos presos. En muchos casos les han detenido al regresar de sus trabajos o al estar en su vivienda.
También Tutela ha presentado 22 casos de “habeas corpus”. Ninguno ha tenido resultado positivo. Esto significa que a nadie se le está reconociendo el derecho a saber si su pariente está vivo, si está muerto o cómo está.
- El Salvador: un país maravilloso que recorre el Camino de la Amargura
Cuando fuimos a Washington a acompañar al primer obispo salvadoreño, Monseñor Evelio Menjívar Ayala, en el parqueo de la catedral, el encargado del estacionamiento nos habló con entusiasmo de qué bien está El Salvador y dijo que le gustaría visitar el país.
Muchos extranjeros vienen a El Salvador: la mayoría llega al país virtual, el que ha vendido la propaganda multimillonaria, con gran éxito, en el exterior.
Otros vienen al país real, en el que no sólo existen un moderno aeropuerto, excelentes carreteras, playas maravillosas, cero violencia y gente extraordinaria, sino en el que existe también el dolor y el sufrimiento.
Llegan también extranjeros que buscan la verdad desde la experiencia de los pobres. Por ejemplo, un grupo de estudiantes alemanes que nos visitan para pasar una semana entre nosotros. No sólo quieren disfrutar de las cosas lindas que ofrece El Salvador, sino que también están entrando en contacto con el dolor del pueblo que sufre. Todos son estudiantes de teología en Alemania. Están recorriendo el camino de la amargura de nuestro pueblo. Ese camino vamos a recorrer nosotros esta tarde en el viacrucis vicarial.
Tendremos muy presentes, esta tarde, en esa tradicional procesión la presencia a las mamás y familiares de los que están presos, de las familias que fueron desalojadas y afrontan un futuro incierto, a las familias que ya no soportan tanta pobreza y marginación…
Monseñor Romero, la víspera de su muerte, no pudo predicar en su catedral estaba ocupada por grupos de izquierda. Celebró en la basílica del Sagrado Corazón. Todos conocemos su llamado final a que cese la represión. En ese impactante mensaje hizo un llamado a la conciencia.
Yo me atrevo a inspirarme en sus palabras para dirigirme a quienes están en cargos de decisión y tienen un conflicto de conciencia o deberían tenerlo.
¿Cómo pueden dormir tranquilos viendo que la excepción se ha convertido en regla, es decir, en lo normal?
¿Cómo pueden aceptar como normal que la gente que sufre no se pueda expresar públicamente ni organizarse pacíficamente?
¿Cómo pueden ver como algo normal que todos los canales de diálogo estén cerrados?
El mundo nos observa. No somos una isla en el universo.
Muchos organismos internacionales y personas de alta calidad humana y ética están preocupados.
Desde los países democráticos no pueden sentirse indiferentes ante las condiciones en que viven muchos privados de libertad, tan semejantes a las que se vivieron en los campos de concentración.
Monseñor Romero, ayúdanos a quitar los velos de nuestros ojos y ayúdanos para que hagamos nuestro el proyecto de Dios por el que dio la vida Jesucristo y tú también, un día como hoy, hace cuarenta y tres años.
¡Que viva Monseñor Romero!