Lecturas recomendadas

P. José Luis Lofrano, sdb: Siete Palabras 2023

"Nunca ha sido fácil colocarte de rodillas delante de la cruz donde Cristo hoy en día, realiza y lleva a término su sacrificio, en medio de los gritos y estertores de una realidad por sanar, por salvar y por santificar"

Siete Palabras 2023

Jose Luis Lofrano (@parrocomax) / Twitter

La piedad popular ha encontrado en este ejercicio un poco, el culmen de todo el trabajo espiritual que se ha realizado en la Cuaresma, y en estos días santos.

No por nada desde hace siglos se viene colmando este espacio con reflexiones, se siente que en este día tan particular de la Semana Mayor, no podía pasar por debajo de la mesa y con intensidad todo lo que Jesús dijo desde el púlpito de la cruz.

Nunca ha sido fácil colocarte de rodillas delante de la cruz donde Cristo hoy en día, realiza y lleva a término su sacrificio, en medio de los gritos y estertores de una realidad por sanar, por salvar y por santificar.

Y es el ejercicio espiritual de introducirse, en la sensación profunda que pretende comprender y escuchar la voz de Dios, en medio de la desafinada realidad que nos rodea. Son tantos los acordes estridentes que te distraen y que te hacen mirar para otro lado, casi como habrán hecho aquellos que presenciaron la realidad trágica que acontecía aquel día en el sitio de la Calavera.

Hace algunos días atrás un escritor de WhatsApp me hizo experimentar cómo cuadraba en mi vida de comentarista de este sermón, la pieza de rompecabezas de Cristo… que dando un gran grito, expiró. Tantas veces comentado como la última bocanada de aire, como que su corazón explota por el dolor de lo que ha sufrido y un largo etcétera que me hacía concluir que no entendía el motivo de morir gritando.

Pues bien me centró en la persona de Judas, el que lo traicionó…

Los apóstoles todos escaparon como ratas de un barco que se hunde, pero éste lo había vendido… Ya… si es totalmente verdad pero ¿quién era el personaje?

Jesús le había amado tanto que le confió la administración de su primera comunidad de discípulos, le había dado un trozo de pan mojado en la salsa de su plato, le llamó amigo cuando lo besó, le trató con cariño aún cuando sabía que lo entregaría… y todo esto no valió para que comprendiera que la misericordia de Dios, que estaba hecha hombre delante de sus ojos, estaba más interesada en salvarlo que condenarlo.

Por un momento, tú que me sigues en el razonamiento, voltea a ver a Pedro que lo niega, a Tomás que no cree si no ve, a los apóstoles que no le hacen caso a mujeres, a discípulos que lo encuentran en el camino… Realmente no queda títere con cabeza…

Regresando al gran grito, aquel que escribía, lo hacía coincidir con el momento en el que Judas se ahorca, se deja abandonar en la desesperación, en la depresión, de quien sabe que ha acompañado, procurado, perpetrado el crimen más horrendo de historia.

El grito del ahorcado y el del crucificado, juntos delante de Dios Padre que con su Hijo reconocen que todo está concluido y que la vida ha cerrado el más importante ciclo de su historia.

No les niego que las lágrimas corrieron por mi rostro deprimido, pero lo más hermoso fue constatar, que allí en el sitio donde Judas se decidía por su desesperación, estaba Jesús llorando amargamente del dolor y la impotencia, arrodillado, delante de la extraña capacidad que tiene el hombre, de ser libre y dar la espalda al Creador.

Con estos sentimientos me dispuse a escribir estas líneas en un año tan difícil de concluir (el año que va de una Pascua a la otra), en un milenio todavía mas terrible de entender, en un país que ha colmado cualquier capacidad de asombro y que todos los días brutalmente grita en la desesperación del no-entiendo.

I. «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» Lc. 23:34

Del Evangelio de Lucas

Llevaban además otros dos malhechores para ejecutarlos con él.

Llegados al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.

Jesús decía: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen.» Se repartieron sus vestidos, echando a suertes.

Estaba el pueblo mirando; los magistrados hacían muecas diciendo: «A otros salvó; que se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios, el Elegido.»

También los soldados se burlaban de él y, acercándose, le ofrecían vinagre y le decían: «Si tú eres el Rey de los judíos, ¡sálvate!»

Oigo tu voz y me desubico. Siento que mi alma se conmueve, porque no entiendo como uno, en tan grande sufrimiento, puede compactar todos sus sentidos y decir que nos ama, hasta el extremo de pedir a su Padre que nos perdone por el crimen tan atroz que estamos cometiendo en la persona de su Hijo amadísimo.

No puedo creer que lo que estás diciendo tenga sentido, porque el dolor de verte allí en la cruz lleno de escarnios, desprecios y burlas, me hace pensar en cómo mi vida puede ser tan cruel y como me he acostumbrado a caminar entre la gente sin sentido, en insensibilizarme para poder vivir.

No entiendo a la primera, pero si veo en tu vida con consecuencias, este capítulo que la cierra está perfectamente conducido por tu sensibilidad.

Nada está fuera de puesto.

Puede ser que los que te rodeaban, como yo, no comprendieran que estabas culminado tu obra y sellándola con sangre, necesitado de la única aprobación de tu Padre, porque nosotros habíamos jugado a ser tus verdugos.

No hay perplejidad más grande, que la que cada día se alimenta de las noticias en las que los hombres vamos caminando por senderos extraños, sin cruzarnos para no comprender.

Hoy por hoy, el que abre cualquiera de las redes se siente bombardeado, al punto de sentir que ha de apagar todo, pues se hace inaguantable. Lo que tendría que aumentar el índice de conexión entre los seres humanos, se ha vuelto el cuchillo para sus gargantas, un método que no implica y que irrita para que me oigas.

Jesús asume el micrófono de la historia, para decirte a ti y a mí, que no hay manera mas salvaje de vivir, que conmoverse por lo profundo, leer entre las líneas que nos desubican, y sobre todo comprender la importancia y la suma responsabilidad, que significa vivir hoy, entre los sobrevivientes de un mundo en crisis y que a pedazos insiste en no me pasa nada, cuando lo que desea es verse ciego y sordo para no comprender responsabilidades.

Hoy te escucho y siento que también nos hemos colocado entre los irracionales. La realidad que nos rodea parece estar caminando en la dirección contraria… y no queremos oírte para que no nos impliques.

Perdónalos no es una palabra para hilvanar un discurso que distraiga, sino que comprometa.

En un mundo lleno de rencores, donde se ha alimentado hasta el paroxismo lo que vivimos de desprecio, donde cada día más se nos zambulle en un pozo de rechazos, en años de años en los que no solamente no deja de pasar lo de siempre, que no parece levantar cabeza nuestra nación y sus habitantes, donde por años nos hemos desperdigado, para no sentir que lo que sucede es nuestro. En una nación donde cada día un escandalo se cubre con otro mayor. Donde en la incredulidad de lo que acontece ante nuestra mirada, se ha pasado de aquí eso nunca sucederá a un  que más está pasando

¡Qué dolor tan grande saber que la historia no perdona, aunque tu lo hagas desde el trono y patíbulo de la cruz!

Los récords de estos primeros años de un milenio, nos hacen sentirlos como inconsecuentes, que se ha embadurnado de locuras, de situaciones límites.

¿Será que tenemos tanto tiempo? a veces parecería que estamos en el final de un siglo y solo llevamos menos de un cuarto de él…

Perdónanos Señor, porque muchas veces vegetamos, esperando que Tú te desclaves de la cruz, tomes el azote de tu ira y comiences a dar a diestra y siniestra, golpes con sentido.

Ayúdanos a comprenderte, a tener tus sentimientos, a comprender tus razones de perdón y y sobre todo a despertar de la modorra en la que nos han sumergido, haciéndonos creer que la culpa siempre está fuera y no dentro de la mezquindad de los que conducen con un corazón avaro, deseoso de cosas mal habidas y de tontas retribuciones, que no hablan más que de bellaquería y socarrona estupidez.

Hoy frente a tu Calvario físico, en tantos desahuciados de un sistema criminal de retaliación, quiero pedirte Señor de la Historia, que consumas nuestra ridícula manera de solventar, con un yérguete que la vida se te está escapando, y tú no haces nada para salvarla.

Cristo del perdón hacia los que te clavaron y en la cruz: Ayúdanos a desclavar nuestras voluntades y llenos de la misericordia y la justicia que tu predicaste podamos colocar nuestra realidad, en la dirección de tu proyecto de salvación de los seres humanos más desechados.

II. «En verdad te digo: hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso» Lc 23, 43

 

Del evangelio de Lucas

Había encima de él una inscripción: «Este es el Rey de los judíos.»

Uno de los malhechores colgados le insultaba: « ¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!»

Pero el otro le respondió diciendo: « ¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena?

Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho.»

Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino.»

Jesús le dijo: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso.»

Hacer el ejercicio de las Siete Palabras de Jesús en la cruz es un verdadero reto de vivir las consecuencias.

Escuchar que, un malhechor es capaz de comprender, lo que no entienden los que lo han llevado a concluir su vida criminal, es captar que Dios se rodea siempre de personas, que por el contacto experimentan que han de seguirlo con consecuencia.

El hombre cuya historia de vida debió ser muy cruel, comprende que está tocando con mano y respirando el aire que exhala un santo y justo, a su lado crucificado y lleno de castigos, que como dirá a su vecino criminal, inmerecidos.

¿Cuantos años a tu lado, cuantos momentos impresionantemente viendo y palpando cómo Dios salva y reúne a quienes necesita que les ayudes a sentirlo en su corazón? No hay nada más fuerte en las historias que te rodean, que el saber que vienen pegadas al Dios que te conduce y que está en cada paso que das. No hay forma de saberlo de cierto sino de sentir que es así.

En las lágrimas de aquella muchacha abusada reiteradamente por su exnovio que la condiciona con contarlo todo…, en el sollozo, con una mueca-sonrisa, de aquel muchacho que había sido abandonado de bebé, en brazos de su abuela y que lo recoge de nuevo diez años después para llevarlo a un país extranjero y al poco rato abandonarlo, de nuevo, en una plaza de ese país y que tiene que regresarse a vivir en las calles. O la de aquel muchacho de escasos quince cumplidos años a quien la vida le ha jugado pasadas muy extremas, al punto de desearse la muerte, cuando no ha ni siquiera vivido, o aquél que si se suicida, después de haber asesinado a su hijo de tres años…

¡Qué mundo equivocado, donde la autoridad dice que perseguirá a los corruptos  y  hace entender con el mismo lujo de detalles, las purgas de Stalin, el gran terror, en la década treinta del siglo pasado, cuando se realizó una campaña de represión  en la Unión Soviética que fue crucial para consolidar en el poder a líder de turno. No pasaría a la historia como uno que buscaba limpiar el rostro de su revolución comunista, sino como uno con insaciable sed de poder, que no podía permitir que los mismos de su ralea, se envalentonaran al punto de quitarle brillo a sus desmanes.

No entiendo como estando en el mismo suplicio, con la inteligencia premeditada en la dirección de perpetuarse en el poder, en la ceguera que conlleva de ver un único horizonte, puedas gritar por los micrófonos de esta historia nefasta, lo que hoy a ojos vistas es hipocresía. El ladrón no está arrepentido, y viendo que las barbas cogen fuego, no intenta limpiar su rostro de la penalidades de crímenes de lesa humanidad, que están adheridas a él, sino asume el látigo de la injusticia para gritar fuera la corrupción, cuando está embadurnado de ella.

El ladrón de aquella historia de cruz, reconoce su límites y sobre todo al ser tan particularmente extraño a ese dolor que sufre frente a el, y que le conduce al arrepentimiento y a la eternidad…

Santo buen ladrón, conmueve las bases de esta república, robada hasta los tuétanos y ayúdanos a asumir este momento estertóreo, como el momento de decir, nos equivocamos, no supimos asumir la responsabilidad de elegir y construir, pero ahora después de estos casi treinta años de cárcel, ayúdanos a salir de la oscuridad y el error y reconstruir una patria con sueños de futuro y realidades de éxito ciudadano.

III. « ¡Mujer, he ahí a tu Hijo! ¡He ahí a tu madre!» Jn 19, 26-27

Del Evangelio de Juan

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena.

Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»

Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.

En nuestra cultura venezolana, la madre se encuentra en el centro de todos nuestros afectos y nos experimentamos amados por ellas, pues nos colocan en el lugar más importante de sus vidas, son capaces de echar pa’lante así hayan sido abandonadas y cuando hablan de nosotros lo hacen con lágrimas de orgullo y con una sensación de plenitud que cambia completamente su discurso.

Nuestras madres son mujeres con piel dura y con una manera suave y comprometida de amar. Por ello, esta estación siempre nos arranca lágrimas porque la Madre de Dios, se convierte en nuestra propia madre… con todos sus dolores, con todas nuestras tragedias y sobre todo con todo su infinito amor.

Nuestra Madre nos recibió a los asesinos de su Divino Hijo, como se recoge a alguien de la calle con ilusión y viendo, donde nadie ve, las posibilidades de futuro, que en nosotros estaban ocultas, por nuestras manos llenas de sangre de ese que está en la Cruz.

Madrecita santa, que nos amas tanto y que nos consientes acercándonos a tu Hijo, ayúdanos a comprender lo importante que hemos sido para ti, desde aquel momento trágico de tu vida. Hoy necesitamos que nos sostengas desde lo más íntimo, porque la historia se ha revuelto de nuevo y reiteradamente, contra tus hijos, y nos ha pasado factura por la indolencia y por la falta de compromiso con nuestra propia realidad.

Nos hemos convertido de nuevo en cómplices de destrucción, de saqueo de la Madre Tierra y de todo lo que nuestra madre Venezuela pudiera traer en su morral. No hay espacio sereno, en nuestra vida, sólo lágrimas llenan nuestros rostros, que nos hacen experimentar lo que pudiste haber sentido tú aquel día de incoherencias.

Cuando una madre te dice, que hay días en los que llega la noche y siente un dolor de cabeza inmenso y luego de reflexionar se da cuenta, que no ha comido nada en todo el día, que lo que tenía en su plato lo había dividido para que sus muchachos comieran y ella se había llenado de agua, para no sentir hambre… cuando con lágrimas amargas te dice que estaré al pie del cañón hasta que Dios lo disponga, sin trabajo, sin alegrías y realizaciones…

Hoy Madrecita dolorosa, me pasan por delante sus rostros y se pegan a tus vestiduras negras para reclamar lo que debieron recibir y experimentar.

Hoy ellas se arrodillan junto al colchón en el suelo, para poner pañitos fríos sobre la frente en llamas de su niño, al que no tienen una pastilla para ayudarlo en esa fiebre.

Y allí te veo, como aquella Virgen de la Soledad, que seguramente encontraron cientos de peregrinos en los Templos de esta ciudad, arrodillada por el dolor y la desgracia.

Madrecita que ves todo esto junto a tu Hijo y al Padre Dios, que no dejas de interceder por cada una de ellas… mi corazón se desvencija delante de tanta situación límite.

¿Qué podría hacerse? ¿cómo lograr unir, el orgullo de esas luchadoras, con realidades de reconciliación, perdón y esperanza?

Cuando en una misma experiencia de dolor y oración, se juntan la hermana impotente y avergonzada del victimario que asesinó, la madre de aquel hijo asesinado y la hermana del que mataron, con el corazón desvencijado, y deciden perdonarse, empezar a vivir con serenidad y sin retaliaciones, llegar a soñar de nuevo en la dirección de Dios… empiezo a creer que nada es imposible, para el Dios que mientras borbotaba sangre por su boca, y por mil poros heridos, supo consignarte, desde aquella historia de la miseria humana, para que se abrieran nuevas, que pudieran hacer comprender, ese lío tan infinito que es el corazón del hombre.

¡Qué nos logremos unir, Madre, para salvar lo que tenemos entre manos!

¡Qué volvamos a levantar nuestras cabezas, no para ver crucificados, sino jóvenes llenos de ilusión, que no solamente con su trabajo y destrezas acumulados en nuestras universidades, levanten los países donde se han desperdigado, llevando consigo todo lo mejor que acá aprendieron, sino muchachos que renazcan de las cenizas, con ganas de invertir en sus sueños en esta patria y lograr que más nunca seamos los venezolanos, titulares de desidia y desgracia sino de alegrías y logros!

IV. «Dios mío, Dios, mío, ¿por qué me has abandonado?» Mc 15,34

Del Evangelio de Marcos

Llegada la hora sexta, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona.

A la hora nona gritó Jesús con fuerte voz: «Eloí, Eloí, ¿lema sabactaní?», – que quiere decir –

« ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?»

Al oír esto algunos de los presentes decían: «Mira, llama a Elías.»

Entonces uno fue corriendo a empapar una esponja en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía de beber, diciendo: «Déjenlo, vamos a ver si viene Elías a descolgarle

Una escena de dolor, un grito desesperado, que siente que su Padre lo ha abandonado, en la soledad poblada de burlas, en la soledad de la muerte y de aquél que está colgado materialmente de dos clavos.

A veces siento en mi alma la soledad y la angustia, cuando no tengo una palabra ni siquiera que ofrecer para enterrarme en el dolor del otro y siento que me falta el aliento, que me conmueve de dolor la sensación de abandono que vive aquél que se acercó y que siente que esta dejado atrás.

Al que cae y le toca levantarse solo, dejándose a las pocas fuerzas que tiene para hacerlo.

Nada hay de más parecido a una tumba, pues en ella se entra absolutamente solo.

Cada experiencia de éstas que Dios me permite vivir, he captado  que las palabras que salen de los labios del que está sufriendo no se entienden, como no entendían los contemporáneos de Jesús y confundieron con un grito a Elías… Nosotros no comprendemos arameo o hebreo, pero es que no comprendemos los gritos estertóreos, que balbucean los que se sienten destrozados por el abandono.

¿Cómo puedes entender el corazón de aquella mujer, que recibe la noticia de la muerte de su hijo, al otro lado del mundo y que no podrá ni siquiera tenerlo por un momento en su regazo?

A veces las historias parecen guiones de películas y quizás serían obras de arte logradas, para experimentar nuestro momento comprometido. No hay porque esperar que tu lengua sepa interpretar, lo que tu corazón dice palpitando, o tu cerebro insistiendo en buscar la palabra conveniente. El dolor es absolutamente  único, ninguno se parece a otro y creer que con una enciclopedia de frases célebres, se consolará el que, en carne viva, se siente dejado atrás, olvidado por las circunstancias, zambullidos en historias indebidas de cosas que jamás debieron suceder.

¿Cómo explicarle a quien tiene que vivir en una situación inhumana y que seguirá rodeado de dolores y tragedias sin nombre, que la vida es otra cosa, que la alegría existe y que saciarse de ella, es lo que  ha de ser la vida humana? y hacer entender que el dolor sazona, pero no debe sustituir su historia, y que el dolor infligido a aquél, que no tiene ni siquiera huesos firmes para sostenerlo, es todavía más duro?

Y me siento para gritarle al mundo cruel que los arrastra, y les invita a acostumbrarse a lo indebido, que su historia podría estar escrita en otra dirección. Es como cuando bajando de la montaña donde estuviste en un retiro de cuatro días con tus compañeros, donde sentiste que aquello de la burbuja cálida, de estar dentro de lo que Dios quiere para ti, se transforma a medida que el autobús te regresa a la realidad, en la sensación de quien se ha quitado un uña encarnada, que le hacía padecer y le parece que ya no tendrá más nunca dolor semejante, clavado por un pequeñísimo espacio. Regresar a rodearse de las personas que tantas veces lo mantienen abandonado y que le recuerdan que el oasis, la cúpula de Dios tiene que sobrevivir, que vivir para siempre dentro de ti.

La soledad de la Cruz se me hace hermosa cuando veo a Dios Padre y al Espíritu Santo, allí enclavados sosteniendo el cuerpo humano de Jesús… el calor de esa mano que acaricia tu alma y te dice con palabras, que no tengas miedo, que jamás se fueron, que ellos también sangran, lloran y gritan, porque el mundo que crearon para la felicidad, ha querido cambiar sus momentos, por una soledad que los retrae en el escape, y en el vivir como si verdaderamente estuviéramos dentro de un cuento de terror.

¿Llora el niño cuando nace porque lo sacaron de su zona de confort? o… ¿gime más bien porque ha comprendido que va a sembrarse en un espacio que lo llevará, en el mejor de los casos, a rodearse de otros solitarios como él para poder sobrevivir creyendo que no está abandonado?

Cristo que las ha probado todas, en ese momento de su vida se quedó abandonado de seguidores, de personas que le debían hasta el alma y de aquellos que se titulaban sus íntimos, los que querían estar a su derecha e izquierda… y nos convenció que solamente se estará en profunda comunión con Quien nunca te abandonará, ni dejará solo, porque fue tu Creador, Aquel que te soñó antes que tus padres y que conoce de ti lo bueno y lo malo. El que te ama, y te ama aunque estés clavado en la cruz del olvido.

V. « ¡Tengo sed!» Jn 19, 26

Del Evangelio de Juan

Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice: «Tengo sed».

Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca.

Hay gritos de libertad que están cargados de un dolor profundo, que a veces está lleno de retaliación y de una sed de venganza. Si le quitamos esta sed, parecería que no funciona más el grito, y se convierte en un sollozo, casi un murmullo, que me hace entender, que le hemos echado un balde de agua fría a una situación que es intrínsecamente mala. Y no me refiero a la sed de venganza, sino a lo que provocó el grito.

Son gritos naturales que apagan la misma vida del que los lanza, y le hace entender que las lágrimas que corren por su rostro, son amargas y saladas, y están llenas de sinsabores.

Tener sed de justicia es tener sed de equilibrio.

El que la sufre normalmente ha sido uno pisoteado, abusado por los que lo detienen y le quitan $150 porque uno de sus papeles no está en regla. Y se te revuelca el alma y experimentas abandono y el grito se te transforma en una borrachera, una vorágine que te inunda y te ves complicado entre gritar o decir me tocó hoy a mí. Y lo que has visto tantas veces en el WhatsApp, empieza como una serie de mil capítulos, donde el agente al recibir tus últimos centavos, te pregunta con socarrona ingenuidad, ¿no estás grabando?, mira que es por ayudarles, la grúa, la multa, la charla, el decomiso del auto y un larguísimo etcétera. Y cuando te despides de esa pesadilla, te dices estúpido, te sientes abusado y permitido, y con los ojos nublados y el corazón a millón, te juras que no volverás a salir, que ahora para sacar una cédula se necesita la partida de nacimiento, de la que no tienes ni una amarillenta fotocopia… En fin que se te clava en el alma un no-se-qué que no se consuela, un mal ejemplo aplaudido, una sensación de ser uno más del sistema ovacionado de atropellados y desgraciados…

Y esto no es sino un alfiler de un país, donde se ha destruido materialmente todo, se ha condenado a industrias florecientes a arrodillarse para pedir manda fuego del cielo, Señor, sabiendo que la única opción abierta, es despedirse de lo que fuera otrora tus sueños y el de tantos.

Por ello, no puede ser que los que estaban alrededor de tu cruz, se burlen para decir que tu sed es una payasada, cuando Tú estás claro que con ella, viniste a salvar a este mundo cobarde y canalla.

Tú, el creador de la serenidad, del amor entre hermanos, de la esperanza sembrada en una tierra llena de posibilidades, tienes que ver que tu sed es saturada del deprecio y de la deslealtad.

No puede ser que cada pequeño peldaño, que parecería construirse para exponer esta loca realidad al verdadero y profundo escarnio, es un pedestal donde se quieren subir, los que ahora gargarean, ser paladines de la justicia.

Cuando pudimos ver como en Nicaragua vejaban a un obispo, condenándolo 26 años de cárcel, perseguían a los nazarenos por vestir así para cumplir con sus promesas, como prohibían las procesiones porque son manifestaciones de fe incondicional, y el lunes al sacerdote panameño, párroco claretiano, de San José de Cusmapa, por supuestamente sacar la procesión, lo pusieran descalzo en la frontera de Honduras, después de robarle su computadora y celular… Estas situaciones le gritan al desequilibrado y granuja,  que sus crímenes están llenando el mundo de una sed imparable, de un ansia de que se fortalezcan en él, aquella clausula que hace de un pueblo noble, un pueblo que será recordado como el que supo gritar y que lo escuchara el mundo entero.

Cuando te percatas que tienes que usar una red privada virtual (VPN) para poder acceder a páginas como las que mantienen en otros países, nuestros rotativos diarios, porque a las noticias que hablan de abusos, muertes y desparecidos, les han colocado un sistema de control que no te permite abrirlas.

Cuando te encuentras que extrañamente toda la calma del día, está tachonada de elementos que se supone que han de poner orden, pero que te recuerdan que deben redondearse, porque llegan los días de asueto obligatorio no porque sea la Semana Mayor o porque todos deberíamos dedicarnos a vivir en fe, las experiencias del Crucificado y Resucitado, sino porque habrá que comprar mucho licor para poder dormir en paz, para acallar los abusos de los que fueron juez, parte y cómplice.

Por ello, Afligido y sediento de todos los tiempos, que miras desde el altar de tu entrega, lo que has invertido en la salvación de estas ovejas que los ávidos lobos insisten en  dispersarlas, ayúdanos a saciar Tu sed, con las obras que se siembran entre nuestros jóvenes. Que ellos puedan vernos como columnas, golpeadas, pero que se mantienen en pie, porque entienden en tu entrega, que la esperanza está sembrada y que la cosecha consignará a la cizaña al fuego y recogerá los frutos sazonados por tu necesidad de almas.

VI. « Todo está cumplido» Jn 19, 30

Del Evangelio de Juan

Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: «Todo está cumplido». E inclinando la cabeza entregó el espíritu.

Siempre, al llegar a este momento, me pregunto ¿qué significa que todo está cumplido? Llegar a término y quedarse tantas cosas por descubrir, realizar, y concretar, es el común de los seres humanos… ¿Quien puede cerrar sus días y decir lo he logrado todo, ahora solo me falta el premio eterno por el que he corrido todos estos años? Sólo Aquél que, verdaderamente colocó consigo todas nuestras ganancias y pérdidas, en el árbol del Calvario. Nunca mejor dicho, nunca mejor interpretado. Por ello y concentrado en el sentimiento que también surge a la pregunta Señor ¿y hasta cuando?, una frase como ésta, que habla de conclusión, hace sentir un vuelco en la esperanza. Venezuela no se ha arreglado, como tampoco la redención de Nuestro Señor Jesucristo ha tocado los últimos confines de la tierra. Y es quizás porque nos hemos acostumbrado a dejar en manos de otros las soluciones.

Nada más irreal que la pregunta: ¿Será verdad que estamos, por fin, tocando fondo y que ahora lo que nos espera en alzar nuestras cabezas, porque se acerca nuestra liberación? ¿Será que esto, es el fin de la corrupción más sarcástica, que hemos experimentado en todos los años que llevamos de historia? Porque el dolor y la tragedia se tocan con mano y la experimentamos en tantísimos hermanos nuestros que viven no solamente al día, sino la tragedia que se ha inyectado hasta lo profundo de sus vidas.

Y me vienen las últimas escenas de la nunca bien ponderada película, La vita è bella, donde, sabiendo que está condenado por fin a morir, el personaje principal del film, al hijo-niño que ha mantenido, todo ese tiempo,  escondido y engañado con la guerra como si fuera un juego, lo encierra en un lugar conminándolo a solo salir cuando vea llegar los carros de guerra… y así concluye la película, con su última donación y el sueño de su hijo salvado.

Para poder experimentar el, todo está, hay que haber luchado a brazo partido por conseguir que el ideal, y la meta a alcanzar, tenga sus bases en lo que has ido sembrando. Y eso no solamente no es fácil, sino más bien, cuesta arriba.

Por ello no pasa día en que no me diga, llegamos y vuelve a caer el sol y la noche.

Papá cuando le preguntaba ¿cuanto falta para llegar a casa? indefectiblemente me decía, si te duermes llegamos más rápido y yo lo hacía confiadamente; y de verdad, al abrir los ojos estábamos estacionando frente al edificio de mi infancia.

Y me acostumbre a la frase de Calderón de la Barca en la vida es sueño, que se convirtió en mi life-motive y de tantos de mi generación, donde aquello que no hay mal que dure cien años estaba condicionado por su muletilla terrible de interpretar, ni cuerpo que lo resista

El condenado a cadena perpetua se preguntará, todos los días, cuando llegará la muerte a liberarme… Y nosotros que hemos perdido la capacidad de asombrarnos, sentimos que cada nueva historia, nos parece sacada de una temporada de Netflix. ¿Cómo puede haber sucedido todo esto delante de nuestros ojos? Imposible que hayan cometido esos robos multimillonarios, con cifras que no podemos ni siquiera escribir… ¿Cómo fue que se blanquearon esos dineros mal habidos, y que hoy se muestra con videos tan escandalosamente desgraciados?

La maldad humana parece no tener límites, cuando se trata de colmar la insaciable codicia que impera entre nosotros. Por ello el destapar de estas alcantarillas, no debe ser interpretado como que basta eso, para poder lograr la condena de esos rufianes y testaferros. Son años que se coleccionan pruebas y condenas. Por el contrario, entramos en unos años bien particulares, donde no debemos dejarnos embaucar por propagandas jabonosas que nos hacen creer que haciendo lo mismo, vamos a poder sacar resultados nuevos.

Cristo no nos envió a guerrear y se quedó cómodamente sentado a la derecha de su Padre Dios. Desde el mismo momento de su encarnarse entre nosotros, hasta la última bocanada de aire que pronto exhalará, y sazonando todo con el aire de su Resurrección, no hubo palabra que no dijera, rostro que no ofreciera para resistir los embates, de cuantos congraciados con el de turno, abusaron al punto de clavarlo en ese cadalso.

Este es el momento de, al pie de la cruz, asumir la bandera que de allí surge. Es el momento de gracia, el momento de reconocer que la barca se hundirá si persistimos en ser más de lo mismo. Que estos años tan aciagos hayan llegado a conclusión y que podamos realmente experimentar que la justicia aunque tarde, llega. Qué la conversión del corazón que debe estarse obrando en cada venezolano, en estos días tan particulares, donde percibimos el dolor de nuestro Nazareno, como algo propio, porque los latigazos reiteradamente recibidos en cada circunstancia y en cada nuevo escándalo que de ser cotidiano sale a la luz pública nos está invitando a no pedir a Dios sin ofrecer la totalidad de nuestros esfuerzos. Dios hace lo suyo, nosotros hemos de hacer lo nuestro.

VII. « ¡Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu!» Lc 23, 46

Del Evangelio de Lucas

Desde el mediodía y hasta las tres de la tarde, toda la tierra quedó en oscuridad. El sol dejó de brillar, y el velo del templo se rasgó por la mitad. Jesús gritó con fuerza y dijo:

— ¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu! Y al decir esto, murió.

Cuando el capitán romano vio lo que había pasado, alabó a Dios, diciendo:

—De veras, este hombre era inocente.

Toda la multitud que estaba presente y que vio lo que había pasado, se fue de allí golpeándose el pecho.

En aquellas diversiones que son típicas de alumnos de posgrado, en mi caso de liturgia, cuando no existía internet ni buscadores, ese año (1983) me puse a investigar, cuando caía 14 de Nisán, es decir la pascua hebrea entre los años en los que gobernó Poncio Pilato y por lo tanto que podían corresponder a la muerte del Señor Jesús, y me encontré que fue un 7 de abril, como el día de hoy…

Apartando toda distracción típica de los ratones de biblioteca, que hermoso es saber que un día de luna llena (la así llamada luna rosa) de la primavera, Jesús le jugó una mala pasada a las mujeres que lo seguían, que tuvieron que dejar de cumplir con el embalsamamiento del cadáver del Maestro para la mañana del día que se llamaría luego domingo y que de esa manera fueran las primeras testigos de la Resurrección.

Regresando y para cerrar este año, un recorrido como usaba Monseñor Pellín de mi época de niño y que me enseñó que el Ejercicio de las siete palabras de Jesús en la cruz, tenía que aterrizarlas en la realidad que estaban viviendo los feligreses que lo escuchaban a través de la radio de aquellos días…, ayer cuando con la Conferencia de San Vicente de Paúl de Boleíta, fuimos a entregar al Hospital Oncológico Luis Razzetti, más de 70 cajas organizadas, de equipos de colostomía y otros, el médico marabino que recibía, me dijo sin saberlo, la frase que concluiría este ejercicio espiritual que hemos rezado juntos… el cáncer no colecciona votos.

No lo advirtió él, ni mis acompañantes, que mis ojos se llenaron de lágrimas, porque después de haber escuchado cifras insólitas del robo y la corrupción, el cáncer que estamos presenciando y viviendo, cantidades imposibles de escribir en los cuadernos cuadriculados de matemáticas de mi infancia, ver la compostura, el orden de un hospital de Cotiza, que en medio de la desidia que impera en todo lo que nos rodea, me hacía preguntarme si con algunos millones de esos que aunque lo deseen, no podrán derrochar ni los biznietos de esos bandoleros, no se podría dotar, como se lo merecen, ese hospital donde hasta el busto de bronce de nuestro ilustre médico contemporáneo de nuestro Beato José Gregorio Hernández, no impera sobre la columna que tiene su nombre a la entrada.

Por un momento me sentí el Judas que quería vender el perfume de nardo, porque llevaba la bolsa del grupo de los discípulos y malversaba de ella como lo viven haciendo en tantos espacios de este globo terráqueo.

¡Qué terrible es reconocer, después de haberlo asesinado, que este hombre era inocente! Es duro sentir que solamente su Padre Dios estaría allí para recibir su Espíritu.

El sol se ocultó, la tierra tembló, el velo del Templo se rasgó, salieron los justos-muertos de sus tumbas y la gente que había asistido al espectáculo con morbosa y retorcida socarronería, regresaron a casa dándose golpes de pecho. Cualquier parecido con los que así se han colocado en estos días como paladines de la anticorrupción, es meramente casual.

Por ello, llegados a este final infeliz, para purificarlo y colocarlo en nuestro contexto, necesitamos abrir nuestro pecho, como le abriera a Él su costado el soldado insensible, para que los sacramentos que salieron a borbotones de Su Cuerpo fallecido, nos alimenten de vida eterna, y nos concedan la fortaleza que necesitamos para cubrir de coherencia, los años que nos quedan por vivir, de trabajo a brazo partido por el pisoteado, por aquellos que han tenido que sufrir lo indecible en la patria donde ha habido hierro, oro, diamantes, uranio, coltán, rodio… además de Petróleo y un desarrollo del arco minero despiadado y totalmente perverso.

Hoy a los pies de Jesús Crucificado, con el dolor que su muerte nos induce a vivir, levantemos nuestros brazos hacia el que los levantó para salvarnos y digámosle que su muerte, en tantos hermanos desechados por un sistema descuidado y criminal, no quedará impune… somos testigos presenciales de una continuada primavera de jóvenes que apuestan por una patria digna, que aunque las circunstancias adversas les llevaron a soñar lejos, y a realizar lo que acá no pudieron, dejaron detrás a tantos adolescentes y niños que han visto con sus propios ojos y sentido en el hambre de sus estómagos, que la nación que les vio nacer y los ha convertido en cenizas de ave fénix, los recobrará, para construirla limpia, congruente y llena de realizaciones y esperanzas.

Primera palabra

Del Evangelio de Lucas                                                                                          (Lc. 23, 34)

Cuando llegaron al sitio llamado La Calavera, crucificaron a Jesús y a los dos criminales, uno a su derecha y otro a su izquierda. Jesús dijo:

Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.

Y los soldados echaron suertes para repartirse entre sí la ropa de Jesús. La gente estaba allí mirando; y hasta las autoridades se burlaban de él, diciendo:

—Salvó a otros; que se salve a sí mismo ahora, si de veras es el Mesías de Dios y su escogido.

Los soldados también se burlaban de Jesús. Se acercaban y le daban a beber vino agrio, diciéndole:

— ¡Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo!

Y había un letrero sobre su cabeza, que decía: «Éste es el Rey de los judíos.»

 

Segunda palabra

Del Evangelio de Lucas                                                                                                                         (Lc. 23, 43)

Uno de los criminales que estaban colgados, lo insultaba:

— ¡Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y sálvanos también a nosotros!

Pero el otro reprendió a su compañero, diciéndole:

— ¿No tienes temor de Dios, tú que estás bajo el mismo castigo? Nosotros estamos sufriendo con toda razón, porque estamos pagando el justo castigo de lo que hemos hecho; pero este hombre no hizo nada malo.

Luego añadió:

—Jesús, acuérdate de mí cuando comiences a reinar.

Jesús le contestó:

Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.

 

Tercera palabra

Del Evangelio de Juan                                                                                         (Jn. 19. 26-27)

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena.

Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre:

Mujer, ahí tienes a tu hijo.

Luego le dijo al discípulo:

Ahí tienes a tu madre.

Desde entonces, ese discípulo la recibió en su casa.

 

Cuarta palabra

Del Evangelio de Marcos                                                                                      (Mt. 27,46)

Llegada la hora sexta, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona.

A la hora nona gritó Jesús con fuerte voz: «Eloí, Eloí, ¿lema sabactaní?», – que quiere decir:

¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?

Al oír esto algunos de los presentes decían: «Mira, llama a Elías.»

Entonces uno fue corriendo a empapar una esponja en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía de beber, diciendo: «Déjenlo, vamos a ver si viene Elías a descolgarle.»

 

Quinta palabra

Del Evangelio de Juan                                                                                              (Jn.19, 26)

Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice:

Tengo sed.

Había allí un jarro lleno de vino agrio. Empaparon una esponja en el vino, la ataron a una rama de hisopo y se la acercaron a la boca.

 

Sexta palabra

Del Evangelio de Juan                                                                                                                             (Jn.19, 30)

Jesús bebió el vino agrio, y dijo:

Todo está cumplido.

E inclinando la cabeza entregó el espíritu.

 

Séptima palabra

Del Evangelio de Lucas                                                                                         (Lc. 23, 46)

Desde el mediodía y hasta las tres de la tarde, toda la tierra quedó en oscuridad.

El sol dejó de brillar, y el velo del templo se rasgó por la mitad.

Jesús gritó con fuerza y dijo:

¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu! Y al decir esto, murió.

Cuando el capitán romano vio lo que había pasado, alabó a Dios, diciendo:

—De veras, este hombre era inocente.

Toda la multitud que estaba presente y que vio lo que había pasado, se fue de allí golpeándose el pecho.

 

De la poetiza Edith Elvira Colqui

¡Mira a Jesús crucificado mira sus llagas!

Mira su costado.

Mira los sufrimientos que ha soportado.

Todo entero se ha entregado

su sangre, gota a gota ha derramado.

 

¡Oh Jesús crucificado!

En madero inmolado,

¿Por qué mudo te has quedado?

Mira el mundo te ha clavado

y tu soportas mudo, el castigo que te han dado.

 

¡Oh Jesús crucificado!

Cuántos dolores yo te he dado.

Cuántas veces te he afrentado,

con la vida que he llevado.

 

Nada de eso tú has mirado

y con amor supremo me has rodeado.

¡Todo, todo el mal te has olvidado!

 

¡Oh Jesús buen samaritano, dame agua de tu costado!

Dame vida, transfórmame en ser reedificado.

Libérame desde la cruz, crucificado.

 

De estas cadenas que me hacen esclavo,

de los placeres que este mundo me ha dado,

y que nunca, la felicidad me han brindado.

Pues, sólo en ti, mi alma se ha colmado.

En nueva vida se ha renovado.

 

Hoy te exalto mi cordero inmolado

que por mí, la vida has entregado.

 

 

Al Cristo de mi cabecera — de Amós de Escalante —

 

Tú velas en la Cruz, donde clavado

te deja y vergonzoso y dolorido,

más que el odio de un pueblo fementido,

la pesadumbre inmensa del pecado.

 

Tú velas en la Cruz, y descuidado

duerme a tus pies mi espíritu rendido

en brazos del silencio y del olvido,

de un sueño en otro sueño transportado.

 

No sabe si hallará cuando despierte

los dolores y halagos de la vida

o el juicio y resistencia de la muerte.

 

Si tú, Señor, le compadeces, cuida

de hacerle amar tu hora, la de verte,

si esperada quizás, siempre temida.

 

León Felipe

 

Hazme una cruz sencilla carpintero,

sin añadidos ni ornamentos,

que se vean desnudos los maderos,

desnudos y decididamente rectos.

Los brazos en abrazo hacia la tierra,

el mástil disparándose a los cielos.

Que no haya un solo adorno que distraiga

este gesto, este elemento humano

de los dos mandamientos.

Sencilla, sencilla, más sencilla,

hazme una cruz sencilla carpintero.

 

Lope de Vega

 

¿Quién es aquel Caballero

herido por tantas partes,

que está de expirar tan cerca,

y no le socorre nadie?

 

«Jesús Nazareno» dice

aquel rétulo notable.

¡Ay Dios, que tan dulce nombre

no promete muerte infame!

 

Después del nombre y la patria,

Rey dice más adelante,

pues si es rey, ¿cuándo de espinas

han usado coronarse?

 

Dos cetros tiene en las manos,

mas nunca he visto que claven

a los reyes en los cetros

los vasallos desleales.

 

Unos dicen que si es Rey,

de la cruz descienda y baje;

y otros, que salvando a muchos,

a sí no puede salvarse.

 

De luto se cubre el cielo,

y el sol de sangriento esmalte,

o padece Dios, o el mundo

se disuelve y se deshace.

 

Al pie de la cruz, María

está en dolor constante,

mirando al Sol que se pone

entre arreboles de sangre.

 

Con ella su amado primo

haciendo sus ojos mares,

Cristo los pone en los dos,

más tierno porque se parte.

 

¡Oh lo que sienten los tres!

Juan, como primo y amante,

como madre la de Dios,

y lo que Dios, Dios lo sabe.

 

Alma, mirad cómo Cristo,

para partirse a su Padre,

viendo que a su Madre deja,

le dice palabras tales:

 

Mujer, ves ahí a tu hijo

y a Juan: Ves ahí tu Madre.

Juan queda en lugar de Cristo,

¡ay Dios, qué favor tan grande!

 

Viendo, pues, Jesús que todo

ya comenzaba a acabarse,

Sed tengo, dijo, que tiene

sed de que el hombre se salve.

 

Corrió un hombre y puso luego

a sus labios celestiales

en una caña una esponja

llena de hiel y vinagre.

 

¿En la boca de Jesús

pones hiel?, hombre, ¿qué haces?

Mira que por ese cielo

de Dios las palabras salen.

 

Advierte que en ella puso

con sus pechos virginales

una ave su blanca leche

a cuya dulzura sabe.

 

Alma, sus labios divinos,

cuando vamos a rogarle,

¿cómo con vinagre y hiel

darán respuesta süave?

 

Llegad a la Virgen bella,

y decirle con el ángel:

«Ave, quitad su amargura,

pues que de gracia sois Ave».

 

Sepa al vientre el fruto santo,

y a la dulce palma el dátil;

si tiene el alma a la puerta

no tengan hiel los umbrales.

 

Y si dais leche a Bernardo,

porque de madre os alabe,

mejor Jesús la merece,

pues Madre de Dios os hace.

 

Dulcísimo Cristo mío,

aunque esos labios se bañen

en hiel de mis graves culpas,

Dios sois, como Dios habladme.

 

Habladme, dulce Jesús,

antes que la lengua os falte,

no os desciendan de la cruz

sin hablarme y perdonarme.

 

 

 

 

Muere la vida, y vivo yo sin vida,

ofendiendo la vida de mi muerte.

Sangre divina de las venas vierte,

y mi diamante su dureza olvida.

Está la majestad de Dios tendida

en una dura cruz, y yo de suerte

que soy de sus dolores el más fuerte,

y de su cuerpo la mayor herida.

¡Oh duro corazón de mármol frio!,

¿tiene tu Dios abierto el lado izquierdo,

y no te vuelves un copioso río?

Morir por él será divino acuerdo,

mas eres tú mi vida, Cristo mío,

y como no la tengo, no la pierdo.

 

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