Lecturas recomendadas

Cuando decides confesarte

A propósito del Jueves Santo. Evangelio: Juan 13, 1-15.

Padre Alberto Reyes Pías, sacerdote cubano:
Cuando Jesús intenta lavar los pies a Pedro y éste se resiste, Jesús no le dice: si no dejas que te lave los pies no tienes nada que ver conmigo; sino: si (YO) no te lavo los pies. Es Jesús el que insiste en lavar los pies. En otras palabras, es como si Jesús le dijera: no impidas que yo te lave los pies, no impidas que yo muestre la identidad de Dios, que es amor, que es servicio, porque si lo impides, no tienes nada que ver conmigo.
El Jueves Santo es la celebración de la Pascua, del “paso” del Señor, del Dios que viene una y otra vez a nuestras vidas trayendo siempre una experiencia de liberación. Por eso, este día trae consigo una súplica: deja a Dios pasar, déjalo cuestionar tus ídolos, tus altares, tus preferencias; déjalo sustituir tus seguridades; déjalo tocar tus miserias, esas a las que nos aferramos porque nos hacen más llevaderas nuestras esclavitudes». Deja a Dios pasar…
Y hay muchos modos de dejar a Dios pasar.
Cuando sirves, cuando ayudas, cuando cuidas al otro, y lo acompañas, lo proteges, lo miras, lo escuchas, lo consuelas, lo tratas bien estás dejando a Dios pasar por tu vida.
Cuando perdonas y cambias el puño en mano, y eliges abrir las puestas que cerraron la soberbia y la rabia, o el disgusto, la decepción o el dolor estás dejando a Dios pasar por tu vida.
Cuando buscas comprender, y prefieres la compasión al juicio, y tratas de entender que nadie hace daño de gratis, que la maldad nace muchas veces de heridas sufrientes, de inseguridades inconfesables o miedos escondidos estás dejando a Dios pasar por tu vida.
Cuando decides alegrar la vida de alguien, y sorprenderlo con un gozo que no espera, y prestarte a ser instrumento de Providencia y de mano que bendice en su necesidad doliente estás dejando a Dios pasar por tu vida.
Cuando te reconcilias: con tus errores que te condenan, con aquellos a los cuales alejaste sin motivo, con los familiares que no te gustan, con la Iglesia que un día abandonaste estás dejando a Dios pasar por tu vida.
Cuando decides confesarte, y reconocer que en tu vida hay mal, y pecado que daña y te daña; cuando te decides a hacer un camino hacia la eucaristía que Jesús creó para alimento de tu alma estás dejando a Dios pasar por tu vida.
Y cuando dejas pasar a Dios, tu vida se ilumina, con una luz que no se queda en ti, sino que empieza a tocar las oscuridades de otros, porque el paso de Dios libera siempre: te libera el alma, pero también las manos, los pies y la mirada.-

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