Entrevistas

A 50 años de su muerte: Jean Daniélou, uno de los teólogos más importantes del Concilio Vaticano II

Entrevista al P. Marcelo Bravo Pereira, teólogo, filósofo y experto en la teología de Jean Daniélou

La Iglesia peregrina en el mundo gracias a la acción del Espíritu Santo y a la respuesta fiel y humilde de tantos millares de cristianos que, en el silencio de sus existencias, se dejan transformar por la gracia. En esta historia, sin embargo, hay algunos nombres que dejan huella a causa de su protagonismo en los diversos ámbitos de la Iglesia.

El año próximo conmemoraremos los cincuenta años de la muerte del cardenal Jean Daniélou (1905-1974) uno de los teólogos más influyentes durante el Concilio Vaticano II.

Hijo de un ministro de la Tercera República, de extracción anticlerical, y de Madeleine Daniélou, una de las mayores pedagogas católicas francesas del siglo XX, Jean, desde muy joven, entró en contacto con los círculos intelectuales y culturales franceses. Fue compañero de Jean Paul Sartre en la Sorbona, estableció una estrecha amistad con Emanuel Mounier, conoció a Jacques y Raïsa Maritain, fue amigo de filósofos, escritores y artistas. A los 24 años entró en la Compañía de Jesús en donde estudió la teología junto a von Balthasar, bajo la protección del Padre Henri de Lubac. Sentirá el influjo de Pierre Teilhard de Chardin, con quien compartirá momentos en París. Escribió numerosos libros cuyo influjo alcanzó al Vaticano II. Fue uno de los impulsores de la así llamada Nouvelle Théologie. En 1965 fue creado cardenal por el Papa Pablo VI. Murió en París, en circunstancias todavía no claras, el 20 de mayo de 1974.

Para conocer más sobre este grande teólogo, hemos invitado al P. Marcelo Bravo Pereira, Profesor de Teología dogmática y del pluralismo religioso en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum y un experto en la teología de Daniélou. Ofrecemos la primera parte de la entrevista.

Pregunta: P. Marcelo, ¿nos podría comentar cómo nació su interés por este teólogo?

Respuesta: Mi interés por Daniélou se remonta a la elaboración y defensa de mi tesis doctoral. Estaba buscando un argumento relacionado con la teología de las religiones y Daniélou aparecía como uno de los iniciadores de la reflexión cristiana sobre las religiones. De hecho, en el documento de la Comisión Teológica Internacional Cristianismo y religiones de 1996, se habla de dos tendencias en el seno de la teología católica, la tendance Daniélou, o teoría del cumplimiento, y la tendance Rahner, llamada también teoría de la presencia de Cristo en las religiones. Así fue que decidí profundizar en Daniélou, porque me parecía que su propuesta respetaba mejor la centralidad de Cristo y de la Iglesia, sin por ello, despreciar las religiones o cerrar las puertas de la salvación a los no cristianos.

Al presente estoy preparando una bibliografía completa de todas las obras de Daniélou y un libro sobre su método teológico. En preparación al aniversario he comenzado un blog y un grupo de investigación (www.cardinaldanielou.com) para ofrecer textos y artículos del grande teólogo.

¿En qué contexto teológico se coloca Daniélou? ¿Cuál es su tradición teológica?

Respuesta: Daniélou tiene una forma de hacer teología que no se encierra en una escuela o en una tradición particular. De hecho, Daniélou, junto con de Lubac, von Balthasar, Congar, Chenu y otros, fueron etiquetados de teólogos peligrosos, representantes de una nouvelle théologie, que parecía poner en discusión a la teología escolástica como única forma de ejercer el oficio de teólogo.

En 1946, publicó un artículo que cayó como una bomba en los círculos más tradicionales, Las orientaciones presentes del pensamiento religioso, en el que ofrecía cinco áreas para una renovación eficaz de la teología: primero, el primado del dato revelado, considerando a Dios, no como un objeto de estudio, sino como el sujeto por antonomasia; segundo, el retorno a las fuentes – Daniélou, junto con de Lubac, iniciarán la colección de textos patrísticos conocida como Sources Chrétiens –, retorno a la Biblia, a la Liturgia, a los Padres de la Iglesia; tercero, la apertura a las corrientes filosóficas, en particular al existencialismo; cuarto, la apertura a la ciencia, gracias al influjo del P. Teilhard de Chardin; y en quinto lugar, el contacto con la vida, es decir, que la teología no puede ser abstracta, sino que tiene que partir de las realidades concretas y debe responder a los problemas del hombre de hoy. Si nos damos cuenta, podemos encontrar estas cinco áreas en las enseñanzas del Papa Francisco. No por casualidad ambos son jesuitas.

Entonces Daniélou rechaza el tomismo…

Respuesta: ¡Absolutamente no! Es necesario, sin embargo, hacer dos observaciones importantes. La primera es que hay que reconocer un desarrollo histórico en el pensamiento de santo Tomás. M.D. Chenu, otro grande teólogo de la época, esta vez dominico de la escuela francesa de Le Saulchoir, mostró la necesidad de estudiar a santo Tomás desde una perspectiva histórica. Santo Tomás no estaba encerrado en esquemas rígidos y su teología respondía a las necesidades de la época. Con el pasar de los siglos, las nuevas circunstancias nos exigen nuevas respuestas. El tomismo es un punto de partida, no es un punto de llegada…

La segunda observación es que no existe «el tomismo» a secas: existe el tomismo de santo Tomás, el de los teólogos tridentinos, el tomismo de Bañez y de Molina, de Suárez, de Maritain y de Garrigou-Lagrange, de Cornelio Fabro y de Lonergan. Todos tienen características propias porque vivieron en periodos y lugares diversos, con problemas diversos. Como se ve la escolástica es un fenómeno bastante vario y diversificado.

Daniélou reconocía constantemente la grandeza de Santo Tomás de Aquino, pero sentía un rechazo hacia el tomismo de su época. Sus referencias al «Aquinate» son frecuentes. Sin embargo, no se deja circunscribir a una única forma de pensamiento. En esto sigue al mismo santo Tomás. De hecho, Daniélou afirma que la importancia del Doctor Angélico para la Iglesia se debe a tres características de su teología, que se constituyen como el fundamento para todo el pensamiento cristiano. La primera característica es la confianza en las capacidades del hombre de conocer la verdad.

La revelación se nos presenta como verdad, ahora bien, si el hombre está sumido en el relativismo, no podrá reconocer el mensaje evangélico como verdad. La recaída en el fideísmo o en el escepticismo es segura. La doctrina de santo Tomás reconoce que nuestra mente puede elevarse por encima del relativismo. Ciertamente no puede conocer toda la verdad o de manera absoluta o ahistórica, pero eso no significa negar la posibilidad… El pecado original hirió nuestra naturaleza, pero no la destruyó completamente.

La segunda característica es la consideración de la revelación como criterio último para verificar mis «hipótesis teológicas». Cualquier cosa que un teólogo diga debe estar en sintonía con la revelación. Ésta, como afirmaba, Ratzinger, se nos ha trasmitido «modo piscatorio», de modo que pueda ser comprendida por un pescador… Esta revelación es más que un número determinado de «afirmaciones sobre Dios». La revelación parte de un evento, la resurrección de Cristo y acción en la Iglesia. El Cristo del Evangelio, dentro de la Iglesia, es el punto de partida de cualquier teología. Todo lo que contradiga este fundamento deberá ser descartado o reconsiderado.

Finalmente, en el esfuerzo por profundizar en la verdad revelada, el teólogo deberá hacer uso de todas sus capacidades intelectuales, escuchando a quien pueda ayudarle a esclarecer más y más el mensaje de Cristo. Santo Tomás parte del evangelio, pero luego se sirve de Platón, san Agustín, Dionisio Areopagita, del neoplatónico Proclo, de Aristóteles, de los filósofos musulmanes y judíos… Toda verdad proviene de Dios, y puede servir para hacer teología… Claro que es necesario un discernimiento, pero éste será a la luz del segundo principio que he enumerado. Una «teoría» no será falsa o verdadera porque contradice o afirma lo que dijo santo Tomás, sino en la medida en que respete las fuentes de la revelación.

Daniélou dedicó su vida a presentar el pensamiento de los padres de la Iglesia, especialmente de los padres griegos ¿Cuál sería la novedad de los Padres?

Respuesta: Daniélou no sólo se limitó a estudiar a los Padres – casi como si se tratara de arqueología –, sino que, a partir de los Padres, intentó ofrecer soluciones a los problemas reales de la Iglesia y de la sociedad. Escribió una trilogía tremendamente importante: «La teología del judeo-cristianismo», «Mensaje evangélico y cultura helenística» y «Los orígenes del cristianismo latino», este último publicación póstuma. El cardenal estaba convencido de que el conocimiento de la teología de los primeros siglos era fundamental para comprender el significado del cristianismo en el presente, precisamente en un período de cambio de paradigma cultural. Hoy se habla tanto de postmodernismo. El cristianismo, como lo hemos conocido en el siglo XX, es moderno, es el cristianismo cultural que surge de la sociedad burguesa y urbana, a diferencia del cristianismo medieval, que era principalmente agrario. Todavía nos estamos preguntando cómo debería ser el cristianismo postmoderno de la segunda mitad del siglo XXI. Aquí los Padres de la Iglesia nos podrían iluminar mucho.

Los Padres de la Iglesia tuvieron la importante misión de traducir el mensaje evangélico, que provenía de una cultura semítico-judaica, a un nuevo contexto cultural, griego y académico. También ellos fueron, a su modo, postmodernos para su época. El proceso no fue para nada fácil. Las herejías cristológicas demuestran cuánto difícil fue traducir la revelación, transmitida por judeocristianos poco helenizados, a la cultura griega y después a la romana. Dos eran las alternativas que se presentaban a la Iglesia de entonces: el anacronismo tradicionalista o el relativismo progresista. Como se ve, no hemos cambiado mucho. Los Padres de la Iglesia, sobre todo los griegos, supieron mantenerse fieles a la tradición, pero encontrando nuevos modos de expresar el misterio y nuevas formas de vivir la fe, ya no judías, sino griegas.

Además de lo que he dicho, existe un tema de la reflexión de los Padres y que era muy actual en tiempos de Daniélou. Me refiero a la categoría de «historia». Los existencialistas, y en particular Heidegger, nos presentaron al Dasein, al hombre arrojado a la existencia, temporal, contingente… Esta noción era más bien desconocida a la escolástica después de santo Tomás, que dependía todavía del aristotelismo y de la noción teológica de ciencia. Daniélou y los demás teólogos de su tiempo, sobre todo los de la Nouvelle théologie, rescataron la noción de historia de los Padres y la confrontaron con el existencialismo. Ante el Dasein, perdido en una historia absurda, los Padres presentaron a Jesucristo, Señor de la historia, que, a través de sus acciones maravillosas, lleva la Iglesia hacia su cumplimiento final. La teología escruta los signos de los tiempos de esta historia de salvación.

Daniélou ve tres elementos que los Padres consideran de la historia de la salvación. La primera es la sinergia: Dio guía la historia teniendo en cuenta la respuesta del hombre. En virtud de esta sinergia, el hombre no es un muñeco en manos de un Destino ciego, pero tampoco es el único artífice del propio destino, como sería la visión secular y progresista (la del self made man).

La segunda característica es la condescendencia. En esta historia, Dios toma en cuenta nuestra fragilidad, se abaja a nuestra situación y nos lleva por un camino progresivo de revelación; es decir, no se revela de un golpe, sino poco a poco, siguiendo una progresión ordenada. Los Padres llamaban a esta progresión akolouthia. En la Biblia vemos que Dios lleva a cabo su plan incluso a través del pecado del pueblo. Habría muchos ejemplos, pero basta lo que he dicho.

Finalmente, el eschatos. La historia tiene un fin. Este fin coincide con Cristo mismo, Señor de la historia.

A 50 años de su muerte: Jean Daniélou y las circunstancias de su muerte

A propósito del 50 aniversario de la muerte del célebre teólogo y cardenal Jean Daniélou, ZENIT publicó ya una primera parte de la entrevista con uno de sus especialistas, el sacerdote chileno de la congregación de los legionarios de Cristo, Marcelo Bravo. En esta segunda y última parte el también profesor de teología en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum se aborda la vida personal del cardenal, las circunstancias de su muerte y una lectura de esos hechos por parte del entrevistado.

***

Pregunta: Sobre la vida. Permítame una pregunta tal vez no fácil de responder. Sabemos que el cardenal Daniélou murió en condiciones un tanto ambiguas. Después de cincuenta años, ¿qué es lo que podemos saber de su muerte?

Respuesta: Después de cincuenta años seguimos teniendo unas pocas certezas y muchos interrogantes. Sabemos con certeza que el cardenal Daniélou fue encontrado muerto en un departamento de París, habitación de una escort – como la llamaríamos ahora – conocida como Mimi Santoni. Con certeza tenemos que descartar también que el cardenal haya ido a su casa para tener relaciones con ella. Se logró establecer con bastante precisión la cronología de los hechos y no hay posibilidad para aceptar explicaciones maliciosas. El cardenal entró en casa y ante la puerta se desplomó, cayendo de rodillas y luego azotando la cabeza en el piso. De acuerdo con el testimonio de Mimi, Daniélou fue a entregarle dinero para pagar el abogado de su marido que acababa de ser encarcelado.

La primera noticia que se difundió fue que había muerto por la calle, mientras estaba con amigos. Sin embargo, pocos días después, Le Canard enchaîné, un periódico satírico, reveló las reales circunstancias de su deceso. ¡El escándalo estaba servido en bandeja de plata!

Precisamente, en vistas del 50º aniversario de su muerte, tomé un vuelo hacia París, para investigar el caso en los archivos de los jesuitas y encontrarme con sus discípulos. Cuanto más material recopilaba, más me daba cuenta de la dificultad de llegar de establecer los motivos que lo llevaron al apartamento de Rue Dulong. Por un lado, la conducta pública del cardenal era irreprochable. Sus discípulos, algunos de los cuales pude contactar personalmente, me aseguraron la sencillez, gentileza y disponibilidad del cardenal. No tenía filtros, no tenía segundas intenciones. Vivía dedicado a los demás… Además, su capacidad de trabajo era excepcional, ¡estaba literalmente en todas partes! Su ritmo era frenético, de una conferencia a otra, de una celebración litúrgica a otra. Es difícil reconocer que haya tenido tiempo para una doble vida.

Por otro lado, sabemos que el cardenal, sobre todo en los últimos años de su vida, dedicó parte de su tiempo al apostolado con lo que hoy llamaríamos «periferias existenciales». Los pocos que conocieron esta faceta del cardenal salieron en su defensa, reconociendo que se trataba de un verdadero apostolado. Después de su muerte varias prostitutas pudieron dar testimonio de haber encontrado el cardenal. Hablaba con ellas, les preguntaba sobre su vida, sobre los motivos que les indujeron a la prostitución, incluso celebró un bautismo. Ninguna de ellas afirmó haber tenido relaciones con él. Mimi Santoni afirmó lo mismo, aunque reconoció que entre ambos se había creado una relación muy estrecha, hecha de admiración y afecto profundo. Fiel a esta admiración y al recuerdo del cardenal, Mimi ha rechazado hasta hoy hacer declaraciones públicas. Algunos medios le prometieron grandes cantidades de dinero a cambio de una entrevista, prometieron incluso hacer una película. Ella sólo se ha encontrado con la sobrina nieta de Daniélou, quien escribió un libro en el 1996. Recientemente volvió a escribir una novela en donde se extiende más y hace algunas confesiones más escabrosas; sin embargo, hay contradicciones con su versión del 1996 y tratándose de una novela, no es posible establecer la objetividad de los hechos.

En fin, sólo Dios sabe lo que realmente pasó ese día…

Y usted, ¿qué piensa?

Respuesta: Que un sacerdote pueda dejarse arrastrar por un amor humano, me parece totalmente comprensible, por lo que no descarto la hipótesis de una defaillance, como dicen los franceses. Esto me da bastante libertad en mi investigación. Soy sacerdote, vivo entre sacerdotes, escucho secretos de sacerdotes y siento lo que sienten los sacerdotes… A veces, la gente tiene expectativas muy altas sobre sus ministros. Sobre todo de los buenos curas. La bondad y el celo apostólico de un sacerdote, su total dedicación al ministerio, no lo hacen inmune a la belleza del amor humano. ¡Y esto vale sobre todo si se trata de un sacerdote «de buen corazón»!

No olvidemos que no hay nada que complemente mejor a un hombre que una mujer, y viceversa. Toda la teología del cuerpo de Juan Pablo II lo atestigua. La atracción hacia la mujer es algo natural y bueno en el hombre y quien ha hecho votos religiosos, como nosotros, seguimos teniendo esta tendencia en el corazón. Nuestra elección no es entre lo bueno y lo malo, sino entre lo que es «muy bueno» (cf. Génesis) y lo que es perfecto. Más aún, dudaría del equilibrio psicológico de un sacerdote que no se sienta jamás atraído por la mujer. Un viejo y santo sacerdote nos confesó una vez que se había enamorado varias veces en su vida. El diario de Thomas Merton es tremendamente ilustrativo, porque también él quedó prendado de su joven enfermera. La cuestión es cómo tiene que responder el sacerdote ante esta situación.

Mi hipótesis provisoria es que al final de su vida – no sabemos a partir de cuándo – Daniélou, queriéndolo o sin querer, intentó vivir lo que en aquel entonces se llamó «tercera vía», como un medio entre la continencia perfecta y el matrimonio. Esta «tercera vía» fue cuestionada por la Iglesia y el mismo P. Arrupe, general de los jesuitas, lo prohibió a sus religiosos. Algunos jesuitas célebres entraron por ahí, Rahner y Teilhard de Chardin, por ejemplo.

Hoy no se nos hace tan extraño que exista una amistad entre sacerdote y la mujer. Es sano porque es lo normal en la vida de cualquier ser humano, pero antes del concilio había un estilo formativo que fácilmente caía en la represión más que en la oblación: a la mujer no había que ni mirarla a los ojos. En virtud de esa «tercera vía», Daniélou pudo haber dejado entrar a esta mujer en la intimidad de su corazón, con la que habría establecido una complicidad afectiva desconocida hasta entonces. ¿Hasta dónde llegó este afecto? Pienso que podemos creerle a Mimi Santoni en lo que dice.

En fin, no sé si Daniélou fue más o menos fiel a sus votos. Ciertamente fue imprudente – ésta era una característica de su vida – y «traspasó límites» como se dice hoy en día. Y Dios lo llamó precisamente en ese momento. Su muerte, la mayor indigencia del hombre, puso un signo de interrogación sobre toda su vida, su apostolado, su dedicación a las almas y su producción teológica. Esto no puede ser. Daniélou no puede ser recordado por este momento puntual y último, sino por todo el bien que hizo a las almas y a la Iglesia.  También por esto creo que el cardenal Daniélou merece que a cincuenta años de su muerte se pueda ofrecer a la Iglesia su patrimonio teológico y eclesial. Más allá de cómo murió, nos interesa cómo vivió y que legado nos dejó.-

(ZENIT Noticias / Roma, 18.04.2023)

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