Los monjes del licor Chartreuse limitan su producción para proteger el ambiente
La empresa que comercializa el licor más famoso del mundo, producido por los monjes cartujos, acaba de anunciar su nueva estrategia. «El crecimiento infinito ya no es posible», declaró recientemente el prior de la Gran Cartuja
«Chartreuse», el licor inventado en el siglo XVIII por los monjes de la Gran Cartuja, dedicado inicialmente a fines medicinales, se ha convertido hoy a nivel mundial en uno de los digestivos favoritos entre particulares, bares y restaurantes.
Con sus tonalidades verdes o doradas, según la variedad elegida, rara vez deja indiferente a quien la prueba. Compuesta por 130 plantas, la receta no ha cambiado (o al menos no significativamente) y ha conservado todo su misterio: sólo dos monjes custodian la receta secreta de este licor, que no está patentada, para evitar que alguien pueda robarla.
Pero lo que sí es público es la nueva decisión de «Chartreuse Diffusion», la empresa que comercializa el licor, de la que los monjes son accionistas mayoritarios.
El sucesor número 74 de san Bruno al frente de la Gran Cartuja, el sacerdote Dysmas de Lassus, prior de la Gran Cartuja, comunicó recientemente a los administradores de la distribuidora: «El crecimiento infinito ya no es posible».
Algunos podrían preguntarse si no son más que palabras para alinearse con el ecologismo de moda. Sin embargo, en el caso de los monjes cartujos, van acompañadas de decisiones difíciles. Han decidido limitar la producción, a pesar de la gran demanda.
Este monasterio, la Gran Cartuja, constituye la casa-madre y principal monasterio a nivel mundial de la Orden de los Cartujos. Fue fundado por san Bruno (c. 1030-1101) y seis compañeros en 1084, en el valle de Chartreuse (Cartuja), en terrenos ofrecidos por el obispo Hugo de Grenoble, en plenos Alpes franceses.
Un enfoque coherente
En una entrevista concedida al diario francés «Dauphiné Libéré», Emmanuel Delafon, director general de la empresa, ha ilustrado la voluntad de coherencia de los monjes.
Aunque «el licor ha arrasado en los últimos veinte años», explica, y ha tenido una presencia dominante en el mercado, la empresa quiere volver a sus orígenes, porque «es profundamente correcto», explica el director general. «Es una vuelta al futuro. O un giro al pasado, como prefieras».
En velero de Francia a Estados Unidos
Por ejemplo, en las exportaciones, que representan el 50% de las ventas del licor, el objetivo consiste en «transportar todas nuestras botellas al mercado de Nueva York en velero de aquí a 2024-2025. De este modo, podemos evitar la huella del carbono». Y el director general continúa: «Sí, existen soluciones, sí, cuestan más, pero sí, tenemos que pagar ese precio».
Otra razón del recorte de producción tiene que ver con el cambio climático. Encontrar las 130 plantas de alta montaña necesarias para la receta se está volviendo «complicado», debido a los cambios climáticos, como las olas de calor y las sequías, que son cada vez más frecuentes, explica Emmanuel Delafon. «Producir el doble de plantas sencillamente no funcionaría».
Nuevos proyectos
Los monjes de la Gran Cartuja también pretenden desarrollar nuevos proyectos centrados en la medicina herbal (la fitoterapia) con el fin de utilizar estas plantas para el tratamiento y la salud.
«Existe una necesidad real de un uso diferente de las plantas», constata Emmanuel Delafon. La ecología, la conservación de los recursos, la necesidad de más vínculos sociales…
¿Quizá los monasterios van mil años por delante de su tiempo?.-
Traducción de Matilde Latorre
Agnès Pinard Legry – publicado el 20/04/23/Aleteia.org