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El Patriarca latino de Jerusalén: «La alianza entre trono y altar nunca ha hecho bien, ni al trono ni al altar»

Del 20 al 23 de abril, Chipre acogió el simposio «Arraigados en la esperanza», con motivo del 10º aniversario de la «Ecclesia in Oriente Medio». Mons. Gugerotti destacó la «gran vitalidad» de las Iglesias de la región. El Patriarca latino de Jerusalén. Mons. Pizzaballa, recordó su vocación en un contexto de violencia, guerras y divisiones e, ignorando siglos de civilización cristiana y los muchos reyes que alcanzaron la santidad, atacó «la alianza entre el trono y el altar»

Un evento que no debe permanecer aislado, sino convertirse en «un estilo» marcado por el respeto, la aceptación, la tranquilidad y el amor recíproco, como verdaderos hermanos y hermanas, porque «esto es la Iglesia». Con esta admonición, mons. Claudio Gugerotti, prefecto del Dicasterio para las Iglesias Orientales, se dirigió ayer a los participantes en la última jornada del simposio que se celebró en Chipre. Un evento de cuatro días al que asistieron más de 250 delegados y que se centró en la exhortación apostólica postsinodal de 2012 de Benedicto XVI, un documento que el Patriarca latino de Jerusalén definió como «un testamento» confiado a las Iglesias de la región. Un texto releído y comparado con los acontecimientos que marcaron la última década en la región, para trazar las futuras líneas de acción y salvaguardar la presencia cristiana.

El simposio de las Iglesias de Medio Oriente, titulado «Arraigados en la esperanza», es fruto de una iniciativa de la ROACO (Riunione delle Opere di Aiuto alle Chiese Orientali), con el apoyo del dicasterio de las Iglesias Orientales. El evento marca el décimo aniversario de la Exhortación Apostólica postsinodal «Ecclesia in Medio Oriente», firmada el 14 de septiembre de 2012 por el pontífice alemán recientemente fallecido durante su viaje apostólico al Líbano, su último al extranjero como Papa reinante. En las jornadas de encuentro y debate, que tuvieron lugar del 20 al 23 de abril en Nicosia, capital de Chipre, participaron los patriarcas católicos de la región, junto a nuncios, obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, laicos, embajadores y representantes diplomáticos.

Iglesias con vitalidad

En sus conclusiones, mons. Gugerotti destacó la «gran vitalidad» de las Iglesias y su aspiración a ser «santas, testigos, libres, activas y vibrantes». Los cristianos, prosiguió, han pagado caro los acontecimientos de la última década, pero no deben lamentarse porque «sus antepasados recorrieron el camino de la cruz cantando himnos de alabanza». A continuación, el prelado ensalzó el papel de los jóvenes, que no son «un museo», sino «una fuente de agua pura». En este sentido, subrayó la importancia de preservar «nuestros corazones jóvenes, porque los ojos jóvenes son capaces de mirar los milagros de fidelidad, del coraje y de las decisiones valientes de nuestro tiempo».

Entre los distintos discursos, destacó el del Patriarca Pizzaballa, que también pronunció el de clausura del simposio antes de la misa final que celebró el Patriarca maronita. El primado latino subrayó que los cristianos no pueden permanecer en Medio Oriente por «derecho», porque esto los convertiría en «parte frágil de un conflicto y de una guerra». Por el contrario, deben afirmar su presencia en un territorio «desgarrado por todas las formas de violencia y de conflicto», respondiendo a una «vocación» y sobre la base de una «elección».

Por ello, el Patriarca de Jerusalén invitó a desplazar la atención y la reflexión de la situación de las Iglesias y las comunidades, «que a veces puede ser preocupante», a la «vocación que tienen nuestras Iglesias en este difícil contexto». Para ello, es necesario dejar de lado «la preocupación por ocupar terrenos o estructuras físicas e institucionales, para centrarnos más en dinámicas de vida bellas y buenas».

El Patriarca Pizzaballa recordó a continuación los «muchos sufrimientos» ligados también a la crisis económica, que pueden ser al mismo tiempo una «gran oportunidad» para ser una Iglesia pobre entre los pobres, libre de la idolatría del dinero, del asistencialismo, del paternalismo y del clericalismo. Corregir las formas de corrupción, ser creíbles son algunas de las tareas de la Iglesia hoy, alejándose de las lógicas mundanas de poder en las que «caen mucho más fácilmente las autoridades religiosas que pertenecen a confesiones distintas de la nuestra.

Crítica a la Cristiandad

Sabemos bien cómo la política envuelve la vida ordinaria en todos sus aspectos en Medio Oriente», advirtió. El prelado destacó algunos de los aspectos más positivos, como la firma del Documento sobre la Hermandad en Abu Dhabi en 2019, las visitas apostólicas del Papa Francisco a la región, desde Irak a Bahréin, y la apuesta del pontífice por el diálogo ecuménico e interreligioso.

Por último, el Patriarca Pizzaballa desconfía de aliarse o instrumentalizarse con el poder político:

«Será cada vez más difícil preservar como Iglesias un papel profético en nuestras comunidades y en la sociedad en general, mientras las poblaciones, cristianas o no, nos vean aliados a los poderosos del momento, políticos y económicos. Para ser profetas-concluyó hay que estar libres de cualquier condicionamiento. La alianza entre trono y altar nunca ha hecho bien, ni al trono ni al altar».

Doctrina católica

Aparte de que la presencia de los católicos de rito latino en Jerusalén solo pudo ser posible por la actuación de los reinos cristianos durante las Cruzadas, la doctrina tradicional católica ha señalado durante siglos la necesidad de que se produzca una distinción entre Iglesia y poder político pero no una separación, que ha sido claramente condenada.

La encíclica Quas Primas de Pío XI recuerda la triple potestad de Cristo, que también abarca el ámbito de lo temporal. Y previamente, el papa León XIII dedicó toda una encíclica, Inmortale Dei, a la cuestión de la constitución cristiana de los estados, en la que cita la encíclica Mirari Vos de Gregorio XVI:

Con relación a la separación entre la Iglesia y el Estado, decía así el citado Pontífice: «No podríamos augurar resultados felices para la Iglesia y para el Estado de los deseos de quienes pretenden con empeño que la Iglesia se separe del Estado, rompiendo la concordia mutua del imperio y del sacerdocio. Todos saben muy bien que esta concordia, que siempre ha sido tan beneficiosa para los intereses religiosos y civiles, es muy temida por los fautores de una libertad desvergonzada»

(Asia News/InfoCatólica)

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