Lecturas recomendadas

Cuidar el corazón

 

Valmore Muñoz Arteaga, profesor y escritor Maracaibo – Venezuela:

 

En el libro El corazón de Heidegger – El concepto de «estado de ánimo, Byung-Chul Han comenta que “la sentencia bíblica «Cuida tu corazón más que otra cosa, porque él es la fuente de la vida», que hoy sigue colgado en la puerta de la casa de Heidegger, tendrá que haber sido el lema de su pensar. El arte de la vida o el arte amatorio de Heidegger consistió en preocuparse con todo su afán por el ser o por el todo”.

Ahora bien, cuando hablamos de corazón a qué nos referimos exactamente. No nos referimos a lo que la Biología señala que es, sino más bien, a lo que simboliza. El corazón es un concepto fundamental en el discurso místico de todas las espiritualidades, ya que va a representar, por un lado: la mismidad del ser humano, el espacio más íntimo de su ser, por otro lado: también simboliza la Conciencia Suprema, el sujeto último de conocimiento, el Yo puro. En la Sagrada Escritura es un término muy frecuente designando el asiento de diversas actitudes y emociones y de la inteligencia. En cualquiera de los casos, nos referimos a un lugar dentro de todo ser humano en el cual, se podría decir, se debate la existencia.

En el corazón se puede dominar la excitación que nace del deseo y de la cólera, debido a que es justamente allí, según el Bhagavad Gita, que la felicidad tiene su deleite, tiene su luz, donde uno mismo se hace amigo de uno mismo, pero de la misma manera, puede uno mismo hacerse enemigo de uno mismo. del corazón emana la fuerza que permitirá entonces subyugar los sentidos para que la mente permanezca siempre igual en medio de aquellos que lo quieren, de los amigos, de los enemigos, de los neutrales, de los seres odiosos, de los allegados, de los buenos y de los malos.

El Sagrado Corán señala que en el corazón el ser humano alcanza  la posibilidad de borrar tanto el amor y apego al mundo y a su cosas, así como la eliminación de todo pesar mundanal que no lleva aparejado más que la preocupación y la tristeza por cosas fútiles. Por ello se manifiesta que es en el corazón donde la persona se hace verdaderamente consciente de su propia realidad, de su cuerpo físico como su esencia desconociendo la naturaleza simple y abstracta de su corazón espiritual.

La luminosa virtud que resalta la Gran Enseñanza de Confucio se construye, efectivamente, en el corazón. Allí es donde el hombre verdaderamente se renueva y alcanza la más alta excelencia. Sólo a través de un corazón recto se puede alcanzar el cultivo de sí mismo, una vez que se cultiva uno mismo, entonces se puede regular la propia casa, una vez regulada la propia casa se puede gobernar un reino, y una vez bien gobernado el reino se puede alcanzar la paz en el mundo.

Ahora bien, estos aspectos nos deberían conducir a la búsqueda del cuidado del corazón. La sensación de escasez o el deseo de poseer muchos bienes nos pueden conducir a un estado de insatisfacción y descontento con nuestra vida, con la gente y hasta con Dios. Vivimos en un mundo en el que hemos asumido que la felicidad se construye a partir del consumo, del tener. Efectivamente, se atraviesa una crisis económica profunda que nos expone muchas veces, y si a eso le aunamos esa inestabilidad propia de la improvisación, entonces parece que todo termina potenciándose hasta sentir asfixia y ese deseo de salir corriendo para que la realidad no nos alcance.

Recientemente me recordaban en una homilía la experiencia de San Pablo. El apóstol que tuvo una experiencia de vida bastante extrema aprendió a vivir cualquiera fuera su situación, dijo, “sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad”, (Filipenses 4:10-12) y agregaba que “todo lo podía en Cristo que le daba fortaleza” (Filipenses 4:13). La felicidad verdadera, la real, la que va más allá de las expectativas de este mundo, es una manifestación del estado de un corazón que es gobernado por Dios. Precisamente por ello es que debemos cuidar el corazón con oración, meditación, contemplación, buscar momentos de silencio, tratar de hallar el corazón imantado de lo bello que hay en las artes, pero también en esa realidad que nos espanta.

El rey Salomón, unos de los hombres más sabios que haya existido, dejó en sus proverbios, consejos que perfectamente pueden tomarse en cuenta para intentar vivir mejor y ser más feliz. En Proverbios 15:15 dice: “Todos los días del afligido son difíciles; mas el de corazón contento tiene un banquete continuo”, es decir que hay que vivir en alegría para disfrutar de todo lo que sí tenemos y de las personas que están a nuestro alrededor.

Cuidar el corazón es una necesidad para una existencia más plena. No se trata de un camino de evasión que sólo conduciría al hombre a incrementar el dolor y el sufrimiento. Tampoco significa rechazar lo que entendemos por malo, pues “si aceptamos todo lo bueno que Dios nos da, también debemos aceptar lo malo” (Job 2, 10). Significa alimentar la vida interior, hacer sólidas las murallas de nuestro castillo interior. Murallas que no son de aislamiento del otro y la realidad, sino de protección que no es otra cosa que ver las cosas en su justa dimensión, sin la desproporción a la que nos sujetan las emociones y falsas percepciones. –

Paz y Bien

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