Opinión

El salario mínimo dejó el rancho ardiendo

Egildo Luján Nava.
En la época del Imperio Romano, la sal, elemento indispensable para la vida, era tan valiosa que los pagos a los funcionarios públicos se les honraba con paquetes de sal que se utilizaban como moneda de cambio.
Pero, además, la sal entregada recibió el nombre de «Salarium», y se convirtió en el punto de partida de las transacciones comerciales, que es cuando se  deriva la palabra «SALARIO».
Lo cierto es que cuando el tema se venezolaniza, pareciera que el hecho, desafortunadamente, adquiere una connotación distinta de tal extremo que el régimen nacional copia el concepto y descubre que,  al añadirle  agua a la sal, ésta pasa a disolverse sin que queden rastros de ella.
Lo cierto es que no obstante la escasez de agua , se ha logrado diluir el «Salario» a tal punto que hoy en Venezuela, en el caso del salario mínimo, el mismo ya está calificado como el peor o menor del mundo. Por lo que no sorprende que la siempre activa capacidad crítica popular se atreva a afirmar que, con ello, así se  pretende someter al pueblo con hambre, a cambio de la distribución de  una cada vez más exigua y empobrecida «CAJA CLAP».
Hoy, de acuerdo a lo anunciado por el Presidente de la República,  la expectante clase trabajadora del sector público, es decir, entre otros, los docentes, el sector salud y los millones de  ex trabajadores jubilados y pensionados, fueron informados, absurda e irracionalmente, a recibir -específicamente en el caso de los empleados- un salario y un bono (Cesta Ticket). En tanto que los jubilados, que por su avanzada edad siguen siendo los más necesitados de atención y medicamentos, injustamente, sólo reciben unos bonos QUE NO LES RESUELVEN ABSOLUTAMENTE NADA.
Ahora bien, lo cierto es que ninguno de ellos, ni jubilados ni empleados, llegarían a recibir con lo ofrecido en total, el equivalente a $2 diarios para darle sustento y cubrir las mínimas necesidades de su familia y, menos aún, para alimentarse ellos.
El Centro de Documentación y Análisis Para Los Trabajadores-CENDA, durante el mes de enero del 2023 estimó el costo de la Canasta Alimentaria Familiar en $ 486,87. Y eso, lo que implica es que, para cubrir ese monto, el trabajador o jubilado tendría que obtener un ingreso un poco mayor a $ 16 diarios, es decir, ocho veces mayor al cacareado salario y bonos ofrecidos, y no someterse a la gran realidad de que el efecto global se traduce en que con el hecho se condena a los trabajadores y jubilados a vivir en la miseria.
Durante el transcurso del mes de marzo de este año, se descubrió otro enorme robo, esta vez en Petróleos de Venezuela (PDVSA), por más de $ 21 MIL MILLONES. Como consecuencia, se procedió a la detención y arresto de un número grande de personas presuntamente implicadas en el hecho, y que, en su mayoría, eran funcionarios de la empresa petrolera del Estado, es decir, de la principal proveedora de recursos para el mismo.
¿Ante el robo de ese gigantesco monto, se puede justificar que no se alcance a pagar un salario justo y digno a los trabajadores?.
Haciéndose un recorrido por el territorio nacional, se  podrán encontrar y constatar que son muchísimas las obras públicas, hospitales, escuelas, carreteras, túneles, instalaciones eléctricas, etc. Es decir, que existe una lista sin fin de obras iniciadas que están abandonadas y que están deteriorándose o que están desmanteladas por robo. Además de que ya habrián sido pagadas con miles de millones de dólares.
Sin embargo, más allá del hecho, no son pocos los voceros los que  argumentan que no hay dinero para pagar salarios dignos, construir escuelas, dotar a  hospitales y mejorar los servicios públicos del país. ¿Y por qué?:  debido a la desidia, a fraudes, a robos de una ineficiente administración pública, como de algunos cómplices del sector privado, convertidos en la causa de un gran deterioro y  de una gran ruina del país.
Ahora bien, esta lamentable y ruinosa situación no se debe a ninguna sanción impuesta desde el exterior. Porque las mismas, cuando registraron dicha condición y fueron  impuestas, ya el país estaba en ruinas.
Las sanciones no han impedido las importaciones o la existencia de alimentos, como de medicinas, equipos, insumos agropecuarios, maquinarias, etc. Lo que sí es lamentable, es que el llamado pueblo no tiene con qué adquirirlos. Sólo bastaría con visitar a cientos de llamados  «bodegones», farmacias y automercados en todo el país donde hay de todo, o de una súpertienda en Caracas exclusivamente para millonarios,  «AVANTI», y apreciar la ofensiva oferta de bienes entre los que  un par de zapatos de goma para dama puede costar $ 1.300, aun cuando  solamente expenden productos de marcas famosas. ¿Y qué decir de las ofertas entre las que sobresalen las propuestas de  concesionarios de autos «FERRARI»y en los que  un automóvil cuesta $350 MIL?.
Ante esta grotesca realidad únicamente accesibles para una ínfima minoría, ¿ cómo se  puede justificar el hambre, la ruina y la escasez que está sufriendo más del 90% de los venezolanos.?.-

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