Iglesia Venezolana

Cardenal Porras en acto aniversario Estado de Israel

"El nacimiento del Estado de Israel ha sido considerado históricamente un verdadero milagro político"

PALABRAS DEL CARDENAL BALTAZAR PORRAS, ARZOBISPO DE CARACAS, EN

EL 75 ANIVERSARIO DEL ESTADO DE ISRAEL, EN ACTO CONVOCADO POR EL INSTITUTO

CULTURAL VENEZOLANO ISRAELÍ. Caracas, 18 de mayo de 2023.

 

Muy apreciados amigos y amigas:

Quiero comenzar agradeciendo la invitación a participar en este acto, muestra fehaciente de que la fraternidad es posible y real. El Papa Francisco nos señala que “los creyentes necesitamos encontrar espacios para conversar y para actuar juntos por el bien común y la promoción de los más pobres… los creyentes nos vemos desafiados a volver a nuestras fuentes para concentrarnos en lo esencial: la adoración a Dios y el amor al prójimo, de manera que algunos aspectos de nuestras doctrinas, fuera de su contexto, no terminen alimentando formas de desprecio, odio, xenofobia, negación del otro. La verdad es que la violencia no encuentra fundamento en las convicciones religiosas fundamentales sino en sus deformaciones” (Fratelli tutti, 282).

He venido con gusto, altamente honrado y agradecido por la invitación de Uds., a compartir el septuagésimo quinto aniversario de la creación del Estado de Israel, acontecimiento que dio al pueblo de Abraham y Moisés respuesta a sus más caros anhelos. Permítanme hacerlo no a la manera de una, para Uds. justa celebración, ni tampoco como “conmemoración” cargada de emoción histórica, sino como una sencilla, pero aleccionadora “re-memoración cordial”, tan cercana a la letra y al espíritu, si no interpreto mal, de vuestro “Zekher”, es decir, memoria que actualiza una promesa y renueva una esperanza.

En efecto, la historia del pueblo judío esta trenzada de dificultades y enmarcada entre la guerra y la paz. Sus mayores anhelos han sido siempre una tierra propia y una paz duradera. Así exclamó el salmista: “¡Paz a Israel”! ¡”Shalom le Israel”!

Un pueblo con cuatro milenios de historia, una tradición de profundas raíces, que se renueva día a día con nuevos tallos, flores y frutos, una religiosidad inalterable, y una cultura de libertad y progreso constante, fenómeno histórico, socio-religioso, y un testimonio de valor humano, que es, desde todo punto de vista, admirable.

El nacimiento del Estado de Israel ha sido considerado históricamente un verdadero milagro político. Había razones e intereses en pro y en contra. Pero se impuso como razón principal el criterio humanitario de que a todo pueblo o nación le asiste el derecho de tener un territorio propio, legítimamente reconocido por las demás naciones, para lograr la concreción geográfica e histórica de su identidad específica, y alcanzar su pleno y más amplio desarrollo en libertad, justicia y paz. Hasta 1948 Israel había sido, sin duda, el pueblo más excluido y perseguido de la tierra. Ya desde tiempos muy remotos, cuando apenas Israel había aparecido en el escenario de la historia, los grandes imperios de Egipto y Asiria lo convirtieron en su juguete y, como a una pelotica de ping-pong, una vez lo golpeaba la raqueta egipcia y otra la asiria.

En época más cercana a nosotros, entre los años 1914 y 1945, la llamada por el historiador Erik Hobsbawm “era de la catástrofe”1, el mundo fue testigo, por las dos “guerras mundiales, primero, de la crisis civilizatoria del optimismo progresista del imperio de la “razón ilustrada” y luego, de manera aún más trágica, de la “crisis de humanidad”, literalmente “impensable”, que representó, en particular, la Shoah, el Holocausto de millones de judíos, tan excepcional que periódicamente emergen intentos por desconocerlo y hasta negarlo.

Aquella Declaración de Independencia, leída con emoción serena por David Ben Gurion en Tel Aviv el 14 de mayo de 1948, no fue sólo un punto de llegada, sino también de partida, para un Israel cada vez más audaz, como el hecho de enfrentar a los cinco países que ese mismo día le declararon la guerra, pues como la historia no cesa de recordarlo, todo acto “fundacional” político-estatal se hace bajo el doble signo de la esperanza de plasmar la justicia, el derecho y la paz, pero también de tener que asumir el destino de la presencia inextinguible de la discordia, la violencia, el mal.

Como describe poéticamente el profeta Ezequiel en su visión del valle lleno de huesos secos y la invocación del espíritu (Ez 37) “pocos en el mundo occidental imaginaron,-dijo aquí en un discurso Daniel Slimak-, que apenas tres años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, aquel grupo de sobrevivientes, -esqueletos ambulantes y harapientos-, que empezaron a emerger de los campos de exterminio liberados en Europa, estarían celebrando el establecimiento de un estado judío en la milenaria y siempre añorada Tierra de Israel”2 .

Esta apreciación pone de relieve la enorme capacidad de resiliencia del pueblo israelí. En efecto, en el momento de la fundación del Estado había en territorio palestino unos setecientos mil judíos, pero por la pronta aliyyá, incluida la aliyyá bet 3, el número de habitantes creció rápidamente, de modo que en 1952 ya eran millón y medio, en 1961 dos millones, y en 1972, dos millones setecientos veintitrés mil seiscientos 4.

En aquellos años posteriores a la II Guerra Mundial, Venezuela tuvo la suerte de recibir nuevas oleadas de familias judías europeas y marroquíes, algunos de cuyos nietos y bisnietos posiblemente están aquí esta tarde, llenos de regocijo, con el “Mazel tov” (¡Felicidades, Bendiciones!) en sus bocas, como quien nace en libertad a la luz de una constelación de siete estrellas. Justamente porque la creación del Estado de Israel aconteció después de la experiencia de exilios, persecuciones y exclusión, consecuencia de largos y complejos antecedentes y de una lucha tenaz del pueblo judío por mantener su identidad cultural y religiosa, tras los avatares de siglos de Diáspora, de ambivalente “asimilación” y trágica “memoria passionis et mortis”, dos rasgos que definen, a mi juicio, a Israel como Estado y sociedad en el seno de su destino singular como pueblo y nación: su amor por la independencia, nacida en la noche de “Pesaj”, y el pluralismo étnico, religioso y político.

Para el que cree que la historia no se ha acabado y, aún más, en la meta-historia, los acontecimientos históricos, a pesar de las marchas contramarchas, no se repiten exactamente. De ahí que la vida actual de Israel siga siendo dura, no sólo porque falten las codornices del desierto, sino por la controversia ideológico-cultural interna, y el contexto bélico vecinal de profundas raíces históricas y sociales, y el de las grandes potencias que se disputan el control del mundo. Un escritor argentino, radicado actualmente en Eretz Israel, se refiere a la situación del país como “un mosaico de vivos intereses y un enjambre de ecos fantasmales (que) inquietan constantemente el organismo social. Esa ebullición es democrática pero involuntaria. La diversidad de orígenes culturales, referentes históricos, ideológicos, lingüísticos y étnicos configuran un ensamblaje líquido de identidades perplejas […] Perdura en esa condición flotante algo de la abigarrada historia judía en una burbuja propia, con su singular temporalidad mítica y una geografía simbólica. A esa férrea unidad dispersa habría que sumar las heterogéneas y cambiantes identidades del entorno, el ambiguo Medio Oriente que subyace a los Estados actuales… No es ajena a esta propiedad heterogénea una suerte de disposición inventiva, un talante de improvisación, que fertiliza el notorio empuje emprendedor… .Aparte de las vertiginosas empresas de alta tecnología que expresan esa multiplicidad inspiradora, debe registrarse el saludable efecto pluralista que tiene en la vida cívica”.

En ese contexto de pluralismo y civilidad, la relación con los países del entorno ha estado marcada, desde mediados de los años 70, por el conflicto, lamentable, teñido de recelos, intransigencias y “voluntad de poder” inocultables, pero acompañados siempre por una onda de solidaridad decidida, de perspicaz inteligencia e irrefrenable voluntad de concordia convertidas en negociación reiterada e irrenunciable. Gracias a ello, estos estados no se han destruido recíprocamente. ¡Ésta es una patente lección política!

RELACIÓN CON LA IGLESIA CATÓLICA

Permítanme un excurso para, en el marco de la milenaria relación histórica teñida de tensiones, desencuentros e incomprensiones entre nuestras comunidades, pero con particular acento en un presente de recíproca amistad y un futuro de fecunda colaboración, referirme a lo que considero testimonios de bonhomía y fraternidad. El pluralismo constitucional religioso de Israel ha permitido la relación fundamentalmente respetuosa entre las diversas confesiones religiosas y los gobiernos de turno, y en particular, la apertura de relaciones diplomáticas con el Estado Vaticano desde 1994, lo que significó un mutuo reconocimiento. Con anterioridad a este paso diplomático, la actitud de ambos Estados era de distancia y cierto recelo. En ese ambiente, el Papa San Pablo VI visitó casi de incógnito Nazaret en 1964. Después del establecimiento de relaciones, los tres últimos Papas han visitado oficialmente a Israel. La más memorable de estas peregrinaciones sea quizás la de San Juan Pablo II en el año 2000. El Gabinete Ejecutivo casi en pleno lo recibió en el aeropuerto Ben Gurion de Tel Aviv. Un 60 por ciento de la población opinó favorablemente sobre la visita del “peregrino de la paz”. Tres niños, un judío, un musulmán y un cristiano, fueron quienes alzaron hasta sus labios una fuente para que pudiera besar, como era su costumbre, tierra israelí. Se subrayó, de esta forma, la importancia de que haya una convivencia pacífica entre las tres grandes religiones monoteístas en este rincón del mundo que es llamado ,”santo”, pero en el cual aún reinan el odio y la guerra 5.

Terminando su peregrinación, el Papa dijo: ”Ruego para que mi visita contribuya a aumentar el diálogo interreligioso que llevará a cristianos, hebreos y musulmanes a individualizar en sus respectivas creencias y en la hermandad universal que une a todos los miembros de la familia humana, la motivación y la perseverancia para obrar en favor de esa paz y de esa justicia que los pueblos de Tierra Santa aún no poseen, y que anhelan tan profundamente”;. Tomó entonces la palabra el presidente israelí y recordó que hace dos mil años ”el pueblo de Israel fue echado de su tierra”;, que durante siglos de exilio fue perseguido y exterminado, y “que con mis hermanos y contemporáneos hemos nacido en la época del retorno y de la refundación” de la patria judía.

El Papa Francisco, hombre de gestos muy significativos, marcó su viaje a Tierra Santa con estas dos acciones: invitó al líder palestino y al presidente israelí a que lo acompañaran “a una sincera oración a Dios por el regalo de la paz”. Ambos aceptaron la invitación y el encuentro con el Papa se realizó en Roma el 6 de junio del mismo año. El segundo día de su peregrinaje, el Papa visitó el “Kotel” y puso entre las piedras un pedacito de papel con su oración, fue al Monte Herzl y colocó una ofrenda floral en la tumba de Teodoro Herzl, participó en el Yad Vashem en un memorial por los seis millones de víctimas del Holocausto y en su discurso invocó “el derecho del Estado de Israel a existir y a prosperar en paz y seguridad dentro de los límites reconocidos internacionalmente”6.

El domingo pasado, 14 de mayo, en su alocución desde la ventana del Palacio Apostólico en la Plaza de San Pedro, expresó su preocupación por los últimos acontecimientos bélicos entre Gaza e Israel, con estas palabras: “Hemos asistido de nuevo, -dijo-, a choques armados entre israelíes y palestinos en los que han perdido la vida personas inocentes”. Al mismo tiempo manifestó su esperanza de que “la tregua alcanzada se convierta en estable” y que “las armas se detengan, porque con las armas no se obtendrá jamás la seguridad y la estabilidad”7.

La Santa Sede no cesa de trabajar por la paz global del Medio Oriente, más concretamente por el diálogo, el entendimiento y la reconciliación entre israelíes y palestinos. Extraoficialmente, en círculos vaticanos, se lanza la idea, e incluso se escribe 8, sobre la posibilidad de que ambos pueblos puedan vivir “en una paz justa y una igualdad reconciliada”, no en dos Estados sino en uno solo, una patria común. La idea no es descabellada, pues la historia atestigua que hubo una época, no tan lejana, en que “un millón de judíos no solo hablaban árabe, sino que eran parte importante de la civilización árabe” en el norte de África, desde Egipto hasta Marruecos, así como en Irak, Siria, Líbano y Yemen, con importantes comunidades árabo-judías en Casablanca, Túnez, Trípoli, El Cairo, Alejandría, Beirut, Damasco, Saná y Bagdad. La “simbiosis árabe judía” se fraguó en España y “produjo algunas de las mentes más grandes de la historia judía”, como el médico, filósofo y jurista andaluz del siglo XII, Moisés Maimónides 9.

EN EL HOY DE VENEZUELA

Retomo la cita del pensador argentino con un testimonio personal del mismo autor y su reflexión más amplia sobre nuestra región latinoamericana. “Me sorprendió, -dice-, por ejemplo, la autonomía de los niños, la confortable seguridad que disfrutan en parques y plazas, la presencia notoria de la población de tercera y cuarta edad en la ajetreada vida urbana, también es palpable la ausencia del plus de poder que suele tener el uniforme, especialmente en América Latina, discreción tanto más notable por el desarrollo de un ejército que muchas veces llevó a pensar que el ejército tenía un país, y no al revés. Esa condición saludable es aquí previa al Estado y enfatiza la fortaleza de la sociedad civil. Los conflictos se tratan, la confrontación es visible, la solidaridad fluida, como una expresión directa de igualdad y diferencia. Estos rasgos indican una pluralidad profunda, esencial e involuntaria. A diferencia de América Latina, donde buena parte de la sociedad civil derivó del estado, aquí el estado emergió de la sociedad civil. Antes del Estado existió la universidad, los institutos de investigación, arte y cultura, las fuerzas de defensa, los organismos municipales, las tendencias políticas, los organismos de salud y educación, y las simientes institucionales de organismos más complejos. Esa condición original se trasluce en el vigor institucional, el poderío particular de las entidades que sostienen el pluralismo”10.

Permítanme abusar aún un poco más de su generosa paciencia para compartir algo que sin duda alguna está en todos nuestros corazones, mentes y anhelos: la honda preocupación angustiada por el presente y el futuro de nuestra comunidad nacional venezolana. El trasfondo implícito está en la “analogía”, remota, pero real, entre el “destino de Diáspora y sufrimiento” del pueblo judío, y la situación de nuestro pueblo desde hace ahora ya décadas, como “memoria passionis et mortis”, reales y simbólicas.

Esta realidad nos interpela a todos, y reclama, ética, cultural y religiosamente, un compromiso reconciliador, esperanzado, de que los “bienes mesiánicos” de paz y libertad, deben y pueden encontrar vigencia como Bien Común en un Estado de derecho y de justicia, respetuoso y promotor de la dignidad personal, la salvaguarda de sus derechos y la observancia de los deberes inherentes a una convivencia fraterna. Para ello creo sinceramente que el ejemplo de la historia del Estado de Israel como expresión tangible de la voluntad de unidad y desarrollo de su pueblo puede resultarnos aleccionador por varias razones.

Una primera, de índole más “política”, en el sentido de la estructuración de la vida social en convivencia, tiene que ver con el “plus” de legalidad y legitimidad que representa, frente a todo imperio de violencia fáctica y de “idolatría del poder”, la vigencia de una sociedad civil plural, democrática, responsable, protagónica de rescatar la función “sanadora” de la política como Bien Común, “testigo de la amistad social” (Papa Francisco) por el desarrollo de la conciencia, el respeto de la ley y el cultivo de la solidaridad ad intra y ad extra de las propias fronteras, en nuestro caso, como fraternidad latinoamericana y constructora de paz internacional.

Una segunda, de talante cultural, como parte esencial de la reparación vital ante el “daño antropológico” que se nos ha infligido por el efecto conjugado de la debacle económica, la desintegración institucional y la perversión de la corrupción administrativa, subyace en la organización social del Estado hebreo, una “memoria que no olvida”, valorando los “costos de la historia”, cultivando el “recuerdo” de las “cuentas no saldadas”, de las “injusticias pendientes”, de las “esperanzas incumplidas”, como “reserva de sentido, de libertad y de humanidad”. Léase, una “cultura de la insatisfacción ante el irrespeto”, y por la necesidad de “no dejar a nadie al borde del camino” en nombre y en aras del “molino del progreso”, de un “olvido banal de las diferencias y las exclusiones, y que impide equiparar a “vencedores y vencidos, victimarios y víctimas”, pero con la mira puesta en la superación de toda retaliación contraria a la fraternidad.

Una tercera, de índole más específicamente religiosa, a tratar con “temor y temblor” paulino y kierkegaardiano, un exquisito respeto y la mirada atenta, desprejuiciada, ante las herencias, propias y ajenas, de “integrismos y fundamentalismos” de resabios teocráticos o laicistas, ínfulas tecnocráticas secularizadas o post-modernistas, relativismos pseudo-humanistas o neo-gnósticos. Como un testimonio con rasgos de “meditación” y diálogo, y que al hacerlo “en alta voz” no lo hago, ante todo, como quien “habla sobre…” en términos discursivos, en “tercera persona”, sino como quien “se comunica y comparte”, y al tiempo que “describe y reflexiona” para un auditorio, se lo dice a sí mismo, como persona y como comunidad creyente fraterna, a modo de común interpelación, vocación y misión. Evocando a San Agustín: “si para Uds. soy el “conferencista”, con Uds. soy el testigo…” de una comunidad que reconoce en la de Uds. a la de “hermanos mayores y primogénitos en la fe” ampliamente común. Es una opción y un desafío.

En la línea de lo mejor de la convicción sobre el don, lo gracioso, que implica responsabilidad, del destino histórico singular del pueblo de Israel como destinatario de la Revelación, de la Promesa y de la Esperanza escatológica, y se expresa en oración (cfr. Salmos), cabe encontrar pistas pertinentes para venir en auxilio del pueblo venezolano sumido en la desesperanza, agobiado por la nostalgia de los seres queridos ausentes y con la perspectiva de separaciones definitivas, pero, sobre todo, con la corrosión de ver ,como única alternativa, el “abandono de la propia tierra” o la total adaptación al “presente inmóvil, incambiable”, versión criolla de la tentación más temida por el pueblo judío: la asimilación. La realidad de la que hoy hacemos “memoria”, encarna y re-presenta la esperanza humana cumplida, signo eficaz, “sacramento”, de la ESPERANZA escatológica que es, misteriosa, pero realmente -es mi convicción de creyente- el motor trascendente de la existencia personal y colectiva del pueblo hebreo.

En nombre de las Arquidiócesis de Caracas comparto esta celebración de memoria y gratitud a los hombres y mujeres del pueblo judío, intelectuales, mártires, soldados y víctimas que durante más de un siglo se jugaron la vida apostando por la creación de un Estado libre, autónomo, democrático, orientado hacia el desarrollo integral de sus ciudadanos y hacia la búsqueda de soluciones a los conflictos internos y externos que obstaculizan el progreso y acortan la vida en paz. Como tengo la convicción de que Israel es un pueblo que sabe rezar, me gustaría, si Ustedes, lo permiten, poner fin a estas palabras con un augurio de paz tomado del salmo 125:

“Los que confían en el Señor son como el monte Sión, que es inconmovible, que permanece para siempre 2. Como los montes rodean a Jerusalén, así el Señor rodea a su pueblo desde ahora y para siempre 3, pues el cetro de la impiedad no descansará sobre la tierra de los justos, para que los justos no extiendan sus manos para hacer el mal 4. Haz bien, Señor, a los buenos y a los rectos de corazón 5, pero a los que se desvían por sus caminos torcidos, el Señor los llevará con los que hacen iniquidad. ¡La Paz sea sobre Israel!”.-

NOTAS

1.REYES MATE, M., Actualidad de la memoria de Auschwitz hoy, en 60

Aniversario de la liberación de Auschwitz en Venezuela. Una conmemoración

sin precedente, CAIV, Caracas, 2005, 51.

2.Ibidem, 38.

3.Término hebreo con que los judíos designan la “subida” a la Tierra de Israel,

incluso la ilegal.

4.MAIER.J.-SCHÄFER, P., Diccionario del Judaísmo, evd, Navarra, 1996,214.

5.Tomado del Diario argentino La Nación, https//wwwlanacion.com.ar; El

Mundo, 22-03.2000.

6.EMBAJADA DE ISRAEL EN PERU, Actividades del Papa Francisco en Israel,

26-05-2014.

7.AGENCIA EFE, Europa/Noticias, 14-05-2023.

8.Neuhaus, David M. sj, Los judíos de cultura árabe, en La Civiltà Cattolica, Noviembre

2022.

9.Ibidem.

  1. ERNESTO YURMAN, Israel, pluralismo y populismo, en https/mail.Google,

Revista Trópico Absoluto, 13-11-2021.Care

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