Entrevistas

Isaac Herzog: Corremos el riesgo de la paz

El Presidente israelí Isaac Herzog en conversación con L'Osservatore Romano treinta años después de los Acuerdos de Oslo.

«Me siento verdaderamente honrado por esta entrevista con «L’Osservatore Romano». Tanto por el prestigio y la larga historia de su periódico, como porque mi historia política siempre ha estado entrelazada con los temas del diálogo religioso. Y también la de mi familia, cuyas relaciones con la Santa Sede se remontan a varias décadas».  Isaac Herzog, 62 años, abogado, antiguo líder de la oposición en la Knesset y presidente de la Agencia Judía, es desde el 2 de junio de 2021 presidente del Estado de Israel. Inicia con esta nota de agradecimiento la entrevista que nos concede en una calurosa tarde de principios de verano en la residencia presidencial de Jerusalén.

Recientemente en Italia, se ha recordado la relación de su abuelo el Rav Jefe Yitzhak HaLevi Herzog con Pío XII        

Mi abuelo, de hecho, tuvo una relación verdaderamente única con la Santa Sede. Y en años muy anteriores a Nostra aetate. Nació en Polonia, creció en París (Francia), donde su padre había llegado a ser Gran Rabino y donde se doctoró en la Sorbona. Posteriormente fue nombrado rabino en Belfast, donde conoció y frecuentó los círculos cristianos, y más tarde, en 1919, se convirtió en rabino jefe de la recién formada República de Irlanda. En este cargo entabló una relación muy estrecha de respeto mutuo y colaboración con el arzobispo de Derry Joseph MacRory; una relación que también continuó con las autoridades eclesiásticas de Tierra Santa cuando en 1936 mi abuelo fue nombrado rabino jefe de Israel. Cuando empezaron a filtrarse noticias sobre la grave persecución de los judíos en Alemania, las transmitió inmediatamente a sus instituciones católicas corresponsales para poner en marcha iniciativas conjuntas de rescate y protección. Y fue precisamente durante los años de la terrible tragedia del pueblo judío cuando inició sus primeras relaciones con el Papa Pío XII.  En 1944, se reunió con el arzobispo Roncalli -entonces nuncio en Turquía- en Estambul para responsabilizarse conjuntamente del destino de los judíos húngaros. Consiguieron salvar a algunos miles, aunque fue poco comparado con los cuatrocientos mil judíos húngaros asesinados por los nazis. Todo el mundo conoce la historia de Roncalli, que logró detener un tren con deportados judíos.

Pero más allá de esa historia, hubo miles de judíos que huían de los países del Este, y en tránsito hacia Turquía, que pudieron salvarse llegando a Tierra Santa gracias a documentos firmados por Roncalli.

Mi abuelo sentía auténtica devoción por el Arzobispo Roncalli, y luego por el Papa Juan XXIII, por la gran solidaridad activa que expresó hacia el pueblo judío en el momento más trágico de su historia. Luego, al final de la guerra, mi abuelo viajó varias veces por Europa, para recuperar para su pueblo y su fe a esos miles de niños judíos, que habían sido protegidos y cuidados por manos católicas caritativas durante la Shoá, y que habían perdido a todas sus familias. Fue sobre este tema que en febrero de 1946 mi abuelo se reunió con el Papa Pío XII en Roma.

¿Había muchos niños?     

Sí. Había unos doce mil niños.  Al final de aquel encuentro, el Papa Pacelli ordenó a los monasterios, conventos, escuelas y familias de acogida que los liberaran. Quisiera subrayar, como confirmación de la determinación de Pío XII, que en aquella época aún no existía el Estado de Israel, por lo que la liberación se llevó a cabo en manos de la Agencia Judía, que había creado una comisión especial. Verá, hace unos minutos, antes de que usted llegara, he recibido a una familia de supervivientes de Eslovaquia. Una señora que ahora tiene 88 años, y vino a verme con sus bisnietos. Tengo un programa semanal de encuentros con supervivientes de la Shoah, y sus familias, que luego se hacen públicos a través de Instagram. Esta semana ya me he reunido con dos de ellos, de 95 y 97 años. Mi tío Jacob, que recorrió toda Europa con mi abuelo para rescatar judíos y llevarlos a Israel, fue también una pieza clave en el diálogo judeo-cristiano. Tío Jacob fue, tras el nacimiento del Estado de Israel, el primer responsable del departamento de relaciones con otras religiones; y realizó el primer acuerdo entre Israel y la Santa Sede. Cuando murió en 1972, siendo Director General de la oficina de la Primera Ministra Golda Meir, recibimos condolencias y oraciones especiales del Vaticano. Lamento mucho que mi abuelo no llegara a tiempo para ver la publicación de Nostra Aetate, que supuso un gran paso en las relaciones judeo-cristianas, y que le habría hecho muy feliz.  Y, aparte de mi familia, en lo que a mí personalmente se refiere, mi militancia política siempre ha estado bajo la bandera del diálogo interreligioso, y en particular del encuentro con las comunidades cristianas. Aún guardo un vivo recuerdo de cuando, en el año 2000, como Secretario del Gabinete, me encargué de organizar la recepción de la extraordinaria visita del Papa Juan Pablo II a Tierra Santa.  Fue una experiencia maravillosa.  Y luego el mismo Papa me recibió en el Vaticano. Lo mismo se repitió en 2009, cuando nos visitó el Papa Benedicto XVI; y también entonces, como Ministro, me encargué de organizar la recepción. Y ahora es realmente un gran deseo para mí poder conocer al Papa Francisco. Hablé con él una vez por teléfono, pero espero conocerlo pronto en persona.

Parece que ha pasado mucho tiempo desde la visita de San Pablo VI, el primer Papa después de San Pedro que regresó a la tierra de Jesús.

Sí, porque de hecho la visita del Papa Montini tuvo lugar en un marco geopolítico completamente distinto; el Pontífice visitó los lugares sagrados para los cristianos, que empezando por el Santo Sepulcro se encontraban entonces bajo la jurisdicción del Reino de Jordania, y la Santa Sede no reconocía aún en aquella época al Estado de Israel. Por ello, Pablo VI se reunió con el Presidente Sheraz en la «neutralidad» de Megido, reafirmando el carácter esencialmente espiritual y de peregrinación de su visita. Pero, volviendo a nosotros, hoy, en mi calidad de Presidente del Estado de Israel, dedico especial atención y cuidado a la libertad de expresión y al bienestar de las comunidades cristianas aquí presentes, y mantengo relaciones constantes e intensas con los patriarcas de todas las confesiones cristianas presentes en Jerusalén. Y su crecimiento está muy cerca de mi corazón.

Una pequeña minoría, al fin y al cabo, que no supera los 200.000, pero con un pesado legado que preservar y una presencia viva

Sin duda.  Pero una minoría que es sal de esta tierra. Mire, me gustaría decir a sus lectores que las escuelas dirigidas por el Patriarcado y la Custodia de Tierra Santa constituyen el mejor sistema educativo de Israel en la actualidad: muy apreciado y de gran calidad. La vida de los cristianos en los territorios gestionados por la Autoridad Nacional Palestina (ANP), y en Gaza, también está muy cerca de mi corazón. En Israel, los cristianos siempre gozarán de nuestra protección y, a diferencia de otros países de la zona, no tienen nada que temer.

Sin embargo, últimamente se ha producido un preocupante aumento de la intimidación y de los insultos y daños al clero cristiano y a las iglesias del país.

Se trata de fenómenos marginales a manos de fanáticos extremistas que condenamos enérgicamente. Estamos en contacto con sus instituciones eclesiásticas para prevenir y reprimir estas iniciativas criminales. Evitamos hacer un escándalo de estas acciones, porque eso es exactamente lo que quieren estos fanáticos.

Presidente Herzog, han pasado casi 10 años desde que el Papa Francisco recibió en Roma a su predecesor Shimon Peres y al presidente palestino Mahmud Abbas, y juntos plantaron un olivo, símbolo de la paz, en los Jardines Vaticanos, rezando como comunes hijos de Abraham. Con los años, sin embargo, ese «árbol» no ha crecido como debería. Lo riega la oración constante del Papa Francisco por la paz. ¿Cómo podemos hacer que ese árbol vuelva a crecer?

Me considero un gran admirador del Papa Francisco, y comparto su preocupación y su compromiso por la paz. En nuestra tierra y en todo el mundo. Realmente espero tener la oportunidad de conocerle pronto y hablar con él sobre cómo podemos unir nuestros esfuerzos por la paz. Desgraciadamente, debo hacer constar que el proceso de paz con los palestinos está actualmente en punto muerto. Por varias razones objetivas. El primer obstáculo, quiero decirlo con toda franqueza y dolor, es la sucesión de actos de terrorismo contra nuestro pueblo, contra civiles indefensos. Sobre todo, nos preocupan los actos individuales de terrorismo. Nuestros conciudadanos están siendo atacados y apuñalados mientras están con sus hijos en el parque, o de camino a casa el viernes por la noche después de la oración del Shabat. Esto está provocando un sentimiento creciente de ira y frustración. El terrorismo es inaceptable, porque está fuera incluso de las duras reglas de un conflicto.

El segundo gran problema es, en mi opinión, la división que reina en el campo palestino entre Gaza y Cisjordania, es decir, entre la ANP y Hamás.  No podemos olvidar que el objetivo final declarado de Hamás y la Yihad Islámica, apoyados por Teherán, es la destrucción del Estado de Israel. ¿Cómo se puede dialogar con quienes quieren destruirte? En mayo de 2021, yo mismo tuve que bajar a un refugio para protegerme de los cohetes que caían sobre nuestras cabezas desde Gaza. Por desgracia, en los últimos tiempos también hemos asistido a un aumento del terror desde Cisjordania.

Un tercer elemento que frena los esfuerzos de paz es la perplejidad de la parte israelí ante lo que pueda ocurrir en el futuro con los actuales dirigentes palestinos, cómo puede desarrollarse la transición hacia un nuevo grupo dirigente, ya que no se han celebrado elecciones desde hace muchos años. Creo que, para salir de este punto muerto, la única perspectiva real de paz debe surgir desde abajo; no puede ser sólo el resultado de la mediación política. Los dirigentes deben volver a hablar entre ellos. Pero, sobre todo, es necesario que las iniciativas de diálogo y confrontación surjan de las bases de ambos bandos, que cada uno comprenda el dolor, el sufrimiento, del otro. El proceso de paz debe implicar a los dos pueblos, no sólo a los políticos. Los dos pueblos no deben odiarse.

Así que, para responder a su pregunta, estoy muy dispuesto a venir a Roma al Papa Francisco con mi regadera (lo dice con una sonrisa, ed) para revigorizar el olivo. Como le he dicho extensamente antes, la mía es la historia, y también el presente, de un hombre de diálogo. Dejemos de lado, por un momento, la política, y también la hostilidad amenazadora que nos llega de algunos sectores como Irán, e invirtamos todos nuestros esfuerzos en un diálogo abierto entre judíos, musulmanes y cristianos de la región; entre los pueblos: éste es el verdadero proceso en el que hay que trabajar. Y será un proceso extraordinario, si sabemos participar en él con el espíritu de los hombres de buena voluntad.  Veo ya muchas iniciativas que se están lanzando en este sentido tanto en Israel como en Palestina.  En el plano político, ciertamente los Acuerdos de Abraham han sido un gran impulso en esta dirección.

Precisamente, volviendo a la política. Esta conversación nuestra -como la ya publicada con el presidente palestino- está concebida en relación con el 30 aniversario de los Acuerdos de Oslo. Me gustaría preguntarle con toda franqueza: ¿cree que el «dos pueblos en dos Estados» sigue siendo viable? La zona «C» ha cambiado mucho en estos 30 años. ¿Cómo puede hacerse realidad un Estado palestino si no hay contigüidad territorial en esa zona?

Debido a mi posición actual, representante de la unidad nacional israelí, no considero oportuno entrar en el fondo de un debate en curso que anima a nuestra comunidad política, incluso con posiciones diferentes. Pero ustedes conocen ciertamente mi historia política, mi acción de cohesión entre las comunidades que viven en esta tierra. Mantengo relaciones constantes de diálogo con el Presidente Abbas. Creo que los dos pueblos pueden vivir separados, en paz el uno con el otro, y que se puede encontrar una solución. A fin de cuentas, el problema que tengo se refiere al 4 ó 5 % de los territorios afectados. Creo que, más allá de estos aspectos, hay toda una serie de cuestiones fundamentales, que afectan a la vida de las personas, en las que ya podemos experimentar una cooperación fructífera. Le pondré un ejemplo: hace poco le pregunté al Presidente Abbas: «Usted y yo respiramos el mismo aire y bebemos la misma agua. Usted vive a 15 minutos en coche de mi casa. ¿Por qué no trabajamos juntos en las cuestiones decisivas del medio ambiente y el clima?». Su respuesta fue un poco vaga porque creo que por el momento no hay ningún beneficio en su zona que muestre alguna forma de colaboración con nosotros. Pero ya hay muchos planes en los que colaboramos, por ejemplo, en sanidad. Por las razones que he mencionado antes, veo difícil salir del estancamiento político en el que se encuentra actualmente el proceso de paz, pero creo que incluso si intensificáramos nuestra cooperación en estos planes que afectan a la vida de las personas podríamos pacificar los pueblos, y antes o después salir de esta situación.

Presidente Herzog, la verdadera paz requiere socios fuertes en los respectivos campos. Recientemente también hemos sido testigos en Israel de la extensión de la polarización que parece haberse convertido en el sello distintivo de nuestros tiempos.

Sí, esto es cierto. Este fenómeno, que es mundial, también afecta últimamente a Israel. Pero prefiero interpretarlo en términos positivos, como una mayor atención y participación en la política por parte de las diferentes comunidades que viven en nuestro país. Luego, en la vida cotidiana, que concierne a la educación, la sanidad, los servicios civiles, la interacción entre las comunidades, créanme, es muy fuerte. Mire, hace sólo unos días, mi asistente Dvora (presente en la entrevista, ed) organizó una reunión aquí, en la residencia presidencial, para entregar premios a los voluntarios del servicio civil. Para mi sorpresa, pude ver que la mayoría de los premios iban a parar a ciudadanos árabes israelíes. Me gustaría que algún día esto también pudiera ocurrir en la sociedad palestina. Las Iglesias cristianas de esta tierra pueden hacer mucho para fomentar este tipo de comprensión e integración mutuas.

Quizá también por la guerra de Ucrania, pero uno tiene la impresión de que el tema del conflicto palestino-israelí ha desaparecido del radar de las cancillerías internacionales.

Sin duda alguna. Y eso no es bueno. Pero creo que debemos ampliar el campo de observación a todo Oriente Medio. Tenemos que observar las difíciles situaciones de Siria y Líbano, y la creciente impetuosidad de Irán en la escena internacional. Y Gaza, Yemen e Irak. He seguido el histórico viaje del Papa Francisco a Irak, su hermoso recordatorio de las estrellas de la progenie de Abraham, esas estrellas que hoy somos todos nosotros. Ojalá pudiera visitar Irak. Temo que pueda acabar en la zona de influencia de Irán. Pero incluso mirando el contexto internacional intento ser positivo. Los Acuerdos de Abraham, en los que participan Marruecos, Sudán, Egipto, Jordania (que fue el primero en firmar la paz con Israel), los Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y, esperemos que pronto, Arabia Saudí, han creado una amplia coalición de países que, a pesar de sus diferencias, luchan por la pacificación permanente de toda la zona. Las relaciones económicas que se derivan de estos acuerdos, que afectan a la industria, las nuevas tecnologías, el transporte, el turismo, la sanidad, aumentan nuestro bienestar y el de ellos. Y repito: la paz se funda y se desarrolla en el bienestar de las personas. La paz se establece cuando la gente está convencida de que no sólo es justa, sino que también merece la pena.  Yo añadiría también que la pacificación de esta zona implica la pacificación del mundo entero. Estoy seguro de que la aplicación de los Acuerdos de Abraham repercutirá también en los palestinos. Ellos también se darán cuenta de la viabilidad y conveniencia de la paz.

¿Podría este escenario positivo que dibuja verse empañado por el reciente acuerdo entre Arabia Saudí e Irán?

No sería sincero si le dijera que este acuerdo no nos preocupa. Pero en el plano estratégico seguimos firmemente decididos a continuar nuestros pasos hacia Arabia Saudí. Ya existen frecuentes y buenas relaciones entre nuestros académicos, empresarios, científicos y periodistas con los saudíes.

En los últimos meses, la situación económica de Israel ha vuelto a ser objeto de escrutinio por parte de los analistas y los mercados.

Nuestra economía sigue siendo sólida y en crecimiento. El año pasado, nuestro PIB creció un 6,5%. Sin embargo, hay dos elementos a los que debemos prestar atención. En primer lugar, los efectos sobre nuestra capacidad de producción de la crisis mundial en el suministro de materiales para las nuevas tecnologías.  Sin embargo, éstas siguen siendo uno de los principales activos de nuestro sistema económico: cada día recibimos nuevas propuestas de inversión en alta tecnología, especialmente para la IA. Pero el otro elemento es interno y tiene que ver con cierto temor que la reciente polémica sobre la reforma judicial ha despertado entre los inversores. La inflación, que había subido durante el periodo Covid, ha vuelto a la normalidad gracias a las enérgicas intervenciones del Banco de Israel.

Hablando de economía, las señales que llegan de Gaza son cada vez más desesperadas. La pobreza y la falta de servicios esenciales proliferan.    

Por supuesto, mientras se gasten millones de dólares en comprar cohetes y hacer túneles… Cuando nos retiramos de Gaza, recuerdo que yo era miembro del gobierno, imaginábamos, al hacerlo, que estábamos creando las condiciones para el crecimiento de una entidad vecina, democrática y económicamente avanzada.  Tal vez fuéramos ingenuos, pero imaginábamos Gaza como un Hong Kong del Mediterráneo. Lamentablemente, lo que ocurrió después está a la vista de todos, debido a las acciones de Hamás y la Yihad Islámica desde 2006.  Los primeros en pagar el precio fueron los palestinos leales a la ANP, con cientos de asesinados.  Pero -y esto nos consuela- «no hay ninguna conexión entre los dos sistemas de gobierno».

¿Y Líbano?

Esta es otra situación que nos preocupa. No tanto por nosotros, sino por el pobre pueblo libanés, que no ha dejado de sufrir desde hace décadas. Las condiciones económicas y de vida son desastrosas. Sólo dos horas al día de electricidad en los hogares. También hay escasez de medicamentos. Y encima de todo esto la presencia ahora dominante de Hezbolá, otra emanación de Irán. Para protegernos de sus ataques, desde luego no tenemos intención de entrar en esas zonas, pero que sepan que podremos defendernos con mucha eficacia y dureza. Ya es hora de que incluso en esas zonas se empiece a pensar en que la paz es la única opción posible y conveniente.

Señor Presidente, la paz que perdura es la que se basa en el compromiso, en la que cada parte está dispuesta a renunciar a algo. ¿Qué está dispuesto a poner Israel sobre la mesa en una negociación con los palestinos?

Usted me pide una respuesta que en realidad es prerrogativa del gobierno y no mía. Sin embargo, puedo decirle que un buen acuerdo de paz se nutre no sólo de realismo, sino también de creatividad e inventiva.  Me gustaría hablar de esto con el Papa Francisco. Espero que pronto. Envíele los saludos de su «mayor admirador» en Israel.-

Roberto Cetera/ «L’Osservatore Romano»

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