Trabajos especiales

Esclavos de la libertad: premio a una singular revelación

 

Gerardo Vivas Pineda/Papel Literario:

 

Corsarios ingleses capturan en 1734, frente a la costa venezolana de Coro, a Juan Miranda, mulato quinceañero de padre blanco y madre negra, originario de Cartagena de Indias y vasallo libre del rey de España. Cerca de Curazao, su forzado destino provisional, los guardacostas de la Compañía Guipuzcoana de Caracas comienzan a reprimir el contrabando extranjero que a poco más de 60 millas tiene su base principal de operaciones ilegales. Producto de añeja animadversión histórica, las represalias entre españoles y neerlandeses constituyen práctica común y corriente, odio secular donde también participa el capitán británico que, bajo engaño, compra al muchacho indefenso y lo secuestra a Nueva York. El color de su piel lo convierte en mercancía y pone precio a su cabeza: 35 libras. Similar infortunio acontece a Manuel de Cumaná, indígena apellidado con el topónimo de su procedencia, apresado en mares de la Venezuela oriental y sometido a similar rapto en la capital neoyorkina. Los negros, mulatos, morenos en general e indígenas secuestrados, aun siendo legalmente libres, conforman un atractivo botín que multiplica su cotización al ser colocados en el mercado portuario como esclavos. Es inútil para los cautivos apelar al derecho de gentes ante la ambición esclavista de los amos, pero una figura providencial irrumpe en la corte neoyorkina: el fiscal recién llegado de Inglaterra fundamenta su actuación en el espíritu de la ley y sensibiliza su proceder frente a la codicia de los colonos. Por intermedio de grillos, cadenas y escapes se desarrolla un forcejeo entre dueños y siervos ante el vicealmirantazgo, el gobernador y el Attorney General, escenificando la milenaria tirantez que enfrenta el color de las pieles. La Universidad del Rosario en Bogotá ha publicado el conmovedor relato, cuyo título da un aldabonazo historiográfico: 26 años de esclavitud: Juan Miranda y otros negros españoles en la Nueva York colonial, de la historiadora venezolana Beatriz Carolina Peña Núñez, profesora en el Queens College de Nueva York. La rigurosa investigación expone las desdichas del cautivo encadenado luchando durante un cuarto de siglo por recuperar la libertad con que nació y le fue arrebatada. Incluso documenta su rigor investigativo con papeles medio quemados en incendios archivísticos, justificación adicional del Willi Paul Adams Award otorgado el 31 de marzo del presente año en Los Ángeles al mejor libro de historia estadounidense publicado en idioma distinto al inglés, concedido cada dos años por la Organization of American Historians OAH.

La admiración por la obra galardonada en el siempre polémico ámbito histórico de la esclavitud nos obliga a recordar, entre muchas otras aportaciones relevantes, el monumental texto Los negros esclavos, de Fernando Ortiz, donde el sabio cubano identifica decenas de procedencias africanas; o la situación esclavista sui generis en la casuística jurídica de la gobernación de Caracas estudiada por Marianela Ponce; o los cinco siglos de esclavismo expuestos crudamente por James Pope-Hennessy en su Sins of the Fathers. Hiere la vista y el corazón esa descripción pormenorizada del infrahumano hacinamiento entre cubiertas y el constante desecho por la borda de los negros fallecidos durante las travesías, en medio de tiburones cebados por el bocado de cuerpos malolientes que les arrojan al pasar. Comparativamente, lo extraordinario de los casos bajo examen por Peña Núñez proviene del “apoyo total y desinteresado del fiscal general de la provincia y porque su lucha se estiró a extremos inusitados”, con el atractivo de revelar las particularidades de los no muy bien conocidos Spanish Negroes en la costa Este estadounidense. Allí era práctica habitual el secuestro de súbditos libres cuyo color de piel los condenaba. Una de las fuentes utilizadas por la autora es el libro Twelve Years a Slave, escrito y publicado en 1853 por el moreno Solomon Northup, historia inspiradora de la película ganadora del Óscar en 2014. Northup emite una dolorosa declaración sobre el plagio acostumbrado, para calificar a la víctima y al secuestrador: «una mera propiedad viva, no mejor, excepto en valor, que su mula o perro». La ruda opinión se sustenta en una experiencia estrictamente personal, y por tanto auténtica.

El libro brinda una fascinante lectura en seis capítulos: origen neogranadino del joven, su captura y traslado forzado a Nueva York; el sometimiento y tortura del cuerpo para quebrar el espíritu; el ambiente bélico y las complicaciones resultantes por el llamado “Complot de los negros” en la ciudad norteamericana; las protestas constantes de negros, mulatos e indígenas sometidos y su cobertura noticiosa; los apresamientos de balandras, goletas y bergantines donde se ejecutan las capturas; y el pulso diario entre amos y esclavos. Doce apéndices transcriben y traducen los documentos en inglés, en los cuales la rúbrica del perseguido analfabeto no es más que una cruz temblorosa y breve. El lector vive, además, la indeseable circunstancia esclavista gracias a 81 figuras ilustrativas esparcidas por el volumen, entre las cuales el original impreso de la atemorizante ley For Regulating Negroes and Slaves in the Night Time para castigarlos a latigazos si son sorprendidos a oscuras provoca angustias y reparte advertencias. En relación con las páginas del libro donde se muestra la quema pública de esclavos nos atrevemos a ahorrar palabras para recortar amarguras subsiguientes. El descarrío racista pervive y ahora recibe una necesaria, infrecuente e inexcusable explicación de su trayectoria pasada. Un solo lapsus quita perfección absoluta a la obra: la figura 50 con el cuadro de 1759 a color y a página completa por Charles Brooking, titulado A Naval Snow que la autora traduce como Una goleta naval, en realidad es un paquebote o bergantín de velas cuadras, no una goleta de velas triangulares y trapezoidales. Es un detalle apenas perceptible. Su corrección alumbrará todavía más la página ilustrada más notable de una historia deslumbrante. Peña Núñez ha rescatado de la esclavitud la libertad de aquellos hombres perseguidos, como la Judit bíblica centenaria que no tuvo reparos en liberar su esclava antes de cerrar su ciclo vital. Quien lea las 450 páginas de la obra añadirá certezas a su respiración y entendimiento a las incertidumbres de su recorrido patrio.-

Papel Literario

Imagen referencial: El Historiador

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