La migración vista como una gran oportunidad para el desarrollo
América Latina es la región que actualmente registra los mayores flujos migratorios en el mundo. Entender y atender estos movimientos traerá beneficios para los países de acogida y para quienes dejan sus países en busca de nuevos horizontes
Eduardo Luis Hernández-El País:
Más de 41 millones de latinoamericanos viven fuera de su país de origen, convirtiendo a la región en la que más número de migrantes tiene en el mundo. Sin embargo, no todos ellos son iguales. Una buena parte, son migrantes económicos que se desplazan motivados por oportunidades laborales en otros países. Otros, como los 7,2 millones de venezolanos que se encuentran fuera de su país, muchos otros haitianos y algunos centroamericanos, huyen de crisis económicas, políticas, sociales y climáticas. Comprender estos movimientos traerá beneficios necesarios para los migrantes, pero también para las comunidades que los acogen.
Por las razones por las cuales están saliendo de su territorio y sus condiciones de vulnerabilidad, los migrantes venezolanos son la única población en Latinoamérica que está siendo considerada con un estatus de necesidad de protección internacional por la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur). “La crisis económica en Venezuela no tiene precedente en América Latina y es la más grande que se ha dado en la región y en el mundo en los últimos 50 años, alcanzando incluso unos indicadores más altos de inflación y de contracción del producto interno bruto que países en guerra. Esto implica una amenaza directa a la vida, a la seguridad y a las libertades. Es por esto que ellos reciben este estatus”, explica Paula Rossiasco, especialista senior en desarrollo social del Banco Mundial.
Esta movilización masiva de los últimos años ha obligado a los países de acogida a tomar medidas extraordinarias para recibir a personas que carecen de documentación oficial. “Lo que han hecho países como Colombia es generar instrumentos migratorios que sirven de puente, generando unas condiciones de regularización mucho más flexibles que el sistema migratorio ordinario: no se les pide pasaporte vigente, ni pago de una visa, más bien se reducen o simplifican esos requerimientos para que puedan acceder a un estatus migratorio regular que les permita permanecer y trabajar en el país”, explica Rossiasco.
Este es el Estatuto Temporal de Protección, que da derecho a permanencia, a servicios y acceso al mercado laboral con las mismas condiciones que los colombianos por un periodo de 10 años.
Entender la problemática
A pesar de estos esfuerzos, el estigma que tiene la población sobre los migrantes que llegan a sus países también debe cambiar. “La migración es un cambio que experimentamos en nuestro día a día. Como siempre pasa con los cambios, no gustan y generan preguntas, que son preguntas válidas y legítimas que la población debe poder hacer. Lo que pasa es que cuando un Estado no genera respuestas claras ni una dirección política clara o no gestiona el proceso migratorio, se crea confusión y empiezan a generarse mitos”, explica Rossiasco, refiriéndose al estigma de la población que empieza a recibir migrantes en sus ciudades.
“En realidad lo que pasa con estos procesos migratorios, sobre todo con los que está experimentando América Latina, es que generan nuevos consumidores, que amplían la población económicamente activa, que rejuvenece la población. Por ejemplo, en Chile, el proceso de envejecimiento estaba muy acelerado y al llegar la población migrante se rejuveneció, extendiendo los años de bono demográfico”, explica Rossiasco. “Tenemos en realidad una evidencia que nos demuestra que muchos de esos mitos no se materializan y que además estamos perdiendo oportunidades de crecimiento en un momento en que lo necesitamos”.
El fenómeno migratorio masivo que ha tenido Venezuela ha puesto en alerta a los países de acogida porque no estaban preparados para un éxodo tan masivo. La especialista senior en desarrollo social del Banco Mundial explica que la organización ha venido trabajando en la respuesta a estas movilizaciones con cuatro instrumentos principales: análisis de la migración en cada país de acogida, asistencia técnica para implementar políticas adecuadas de integración, financiamiento de más de 4 mil millones de dólares para proyectos migratorios en la región y, por último, su poder de convocatoria con la banca multilateral, actores humanitarios y gobiernos para generar una conversación, entender la migración y proponer soluciones.
Regulación contra la violencia de género
América Latina y el Caribe tiene grandes retos en cuanto a brecha de género. Con la migración, estas desigualdades se han intensificado. Según cifras de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), las mujeres representan 58,9% de las personas migrantes en los países del Caribe. El Banco Mundial asegura que algunas mujeres muestran mejores niveles de estudio que los hombres. Sin embargo, la convalidación de estudios se ve frustrada por la ausencia de opciones de regulación, la falta de recursos y los procesos y documentos requeridos que pueden tornarse extensos y complejos.
Además, el reto se hace mayor debido a la violencia de género. “Las mujeres venezolanas en Latinoamérica han sido sobre sexualizadas y han sido víctimas desproporcionadamente de casos de explotación sexual, trata de personas y también de acoso. Eso ha limitado su capacidad de inserción laboral. Cuando hicimos el trabajo analítico en Perú, muchas mujeres dijeron que prefieren trabajar en la calle, porque si trabajan en un restaurante es más fácil ser víctima de acoso. En el espacio público las acosan menos y esto es un subóptimo, porque seguramente en un trabajo formal esa persona podría generar más ingresos y con esto más consumo y contribuir con el pago de impuestos”, explica Rossiasco.
Para la especialista, la regularización es fundamental para proteger a las migrantes. “Si bien es cierto no es un fin en sí mismo, es una vía clave para asegurar, por un lado el empleo formal, pero por otro lado el acceso a servicios de protección necesarios para mujeres víctimas de acoso o violencia de género. En Colombia registramos un aumento en las denuncias de violencia de género a partir de la regularización, porque antes de eso las mujeres sienten miedo de ser expulsadas del país, de ser victimizadas y solamente cuando tienen una regularización se atreven a buscar apoyo y protección”, explica.
Enfrentar la nueva realidad
Los movimientos migratorios continuarán en la región y es necesario estar abiertos a los cambios que esto supone. Las políticas y promoción a favor de mejorar las condiciones de vida de los migrantes son fundamentales. Es el caso del primer financiamiento de políticas de desarrollos que ha impulsado el Banco Mundial en Colombia con migrantes venezolanos, con un préstamo aprobado de 526 millones de dólares para apoyar estrategias de integración social y económica para esta población.
Pero las acciones deben ir más allá. La percepción que se tiene de los migrantes deberá cambiar para aceptar una introducción óptima a la población de acogida.
“Al final del día somos seres humanos que nos estamos enfrentando una situación que es desconocida, que genera preguntas, que genera impactos y nos parece legítimo que estas conversaciones se den a ese nivel, porque si no se dan, por más política pública que se haga, por más iniciativas de integración que se den, no cambiará la percepción”, asegura Rossiasco.
Para la especialista, una interacción positiva entre un migrante y un local ayudará a cambiar la idea que tiene uno de otro. “Si estas personas empiezan a ser parte de nuestra sociedad, estamos invirtiendo no en el migrante, estamos invirtiendo en una nueva sociedad que va a revertir en estabilidad y en desarrollo en el largo plazo”, concluye Rossiasco.
Una certeza es que, a pesar de las complejidades, el fenómeno migratorio trae oportunidades de desarrollo para los países; es ahí en donde deben enfocarse los esfuerzos y, aunque sí supone un desafío para la región, un análisis sólido y colectivo ayudará a generar nuevas preguntas y respuestas que se traduzcan en moldear una sociedad abierta al cambio.-
EL País/México
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