Opinión

El efecto Robin Hood

Paulina Gamus:

Yo no corrompí a nadie, ellos ya eran corruptos” 

Marcelo Odebrecht al ser liberado tras dos años y medio en prisión.

El escándalo por los multimillonarios sobornos que la empresa brasilera Odebrecht repartió casi urbi et orbi, provocaron destituciones, encarcelamientos, fugas, extradiciones y hasta suicidios. Según el Departamento de Justicia de Estados Unidos, Venezuela es el país que más dinero recibió en sobornos por parte de Odebrecht; entre 2006 y 2015. Once obras públicas fueron contratadas por esta constructora y están paralizadas.

El Departamento de Justicia sostiene que el gobierno de Venezuela recibió al menos 98 millones de dólares en sobornos. Los 98 millones estarán depositados por sus anónimos beneficiarios en paraísos fiscales o en los bancos que se han prestado para blanquear operaciones delictivas. Los delincuentes son como se llama a los ladrones en Italia, Il soliti ignoti (los desconocidos de siempre).

Al hablar del destino o destinos del producto del saqueo a que ha sido sometida Venezuela durante los 24 años de gobiernos de Hugo Chávez y de Nicolás Maduro, me viene a la memoria una presentación que le hizo al Comité Ejecutivo de Acción Democrática (CEN) a principios de 1998, una empresa norteamericana de consultoría sobre cómo mejorar el ejercicio democrático. La consultora había sido contratada por el gobierno de Rafael Caldera II. No recuerdo mucho de lo que dijeron los demás expositores pero se me quedó grabado lo dicho por el más joven del grupo: «los corruptos colombianos invierten en Colombia, los corruptos venezolanos sacan el dinero fuera del país».

El diario El País, de España del 14 de este mes de julio, ha publicado la siguiente noticia: «Corrupto en Colombia, héroe en su pueblo: “El Ñoño Elías es un ladrón, sí, pero robó para nosotros», dice convencida una mesera de un restaurante en Sahagún, Córdoba, ante la pregunta de por qué el domingo ella y cientos de personas más recibieron con devoción a uno de los principales responsables del escándalo de Odebrecht en Colombia. Las imágenes de la multitudinaria caravana de bienvenida del Ñoño en su tierra natal se hicieron virales y generaron el rechazo y la indignación de opinadores y políticos en Bogotá. «¿Cómo es posible que cientos de personas salgan a recibir como a un héroe a un hombre que fue condenado (6 años) por concierto para delinquir, lavado de activos, cohecho propio y tráfico de influencias», se preguntaba Juan Pablo Calvás este lunes en una columna en El País.”

«La respuesta comienza el Día de la Madre de 2007, cuando Bernardo Miguel Elías, hoy con 47 años, reunió en la antigua sede del Club Campestre de Sahagún a miles de mujeres pobres. Les regaló lavadoras, neveras, televisores, planchas, ollas a presión y muchos otros electrodomésticos. El evento se repitió todos los Días de la Madre durante los años en los que Ñoño fue congresista del Partido de la U, liderado por el expresidente Juan Manuel Santos. Primero llegó como representante a la Cámara entre 2006 y 2010, y después fue uno de los senadores más votados de Colombia por dos periodos, 2010 – 2014 y 2014 hasta el 10 de agosto de 2017, cuando la Corte Suprema de Justicia ordenó su captura por recibir sobornos multimillonarios de Odebrecht. «

Además, el Ñoño regalaba balones de fútbol y útiles escolares en el día del Niño, bonos en el día del Maestro y diversos regalos en navidad. Patrocinaba ferias, eventos deportivos y conciertos. Regalaba dinero para comprar medicamentos y para materiales de construcción.

Los habitantes de Sahagún ignoraban que la plata que les regalaba en las navidades venía de las coimas de Odebrecht. Sin embargo, ahora que todo el país lo sabe, a los seguidores del Ñoño parece no importarles mucho que su líder sea un corrupto. A quienes critican por ignorancia a sus adoradores un maestro del pueblo les responde: «No es ignorancia, es hambre. El primer paso para reclamar dignidad es tener el estómago lleno».

Imaginemos por un momento al «Tuerto» Andrade (conste que no me burlo de su discapacidad) utilizando los cientos de millones que le quedaron después de los confiscados por EEUU, para crear una fundación que sufrague trasplantes de córneas en el país cuyo régimen le permitió hacerse billonario. Pensemos a Rafael Ramírez creando una empresa sin fines de lucro para evitar los derrames petroleros que ocurren a cada momento en el Lago de Maracaibo y los permanentes incendios en las semidestruidas refinerías consecuencias de la destrucción de Pdvsa. O a Haiman El Troudi, patrocinando una Fundación que ayude a reparar algunos de los desastres que su ruinosa gestión le ocasionó al Metro de Caracas, por ejemplo una campaña de comportamiento cívico como aquella que desarrollo Renny Ottolina antes de la inauguración del subterráneo.

*Lea también: Mercenarios, por Paulina Gamus

Los Bolichicos de Derwick: Leopoldo Alejando Betancourt López, Francisco Convit Guruceaga, Domingo Guzmán López y Orlando Alvarado, que viven como reyes entre España y Nueva York, podrían ser recibidos en hombros si regresan a Venezuela, con solo crear una Fundación que reponga lavadoras, secadoras, neveras, televisores, computadoras y todos los electrodomésticos dañados por los incesantes apagones y bajones del servicio eléctrico.

Claro que los antes nombrados no son los únicos ladrones que dejaron al que era su país en la inopia. La lista es larga y lo robado alcanzaría para la reconstrucción total de Venezuela. Pero por algo se empezaría si algunos de ellos quisieran reencarnar el espíritu de Robin Hood «El Príncipe de los Ladrones».

Paulina Gamus es abogada, parlamentaria de la democracia. 

Twitter: @Paugamus

TalCual 

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