El Mundo

Cáritas América Latina y el Caribe aboga por acciones que reduzcan la pobreza

La propuesta desde Cáritas en América Latina y el Caribe es establecer marcos normativos nacionales que aborden integralmente las desigualdades

 

La región enfrenta desafíos significativos al ser la más desigual del planeta y vulnerable a la pobreza

 

La Comisión para América Latina y el Caribe (CEPAL) asegura que en 2022 había cerca de 201 millones de personas viviendo en condiciones de pobreza, de los cuales 82 millones vivían en lo que se conoce como pobreza extrema

 

Erradicar la pobreza, promoviendo acciones que la reduzcan en todas sus dimensiones, fue el llamado que hizo Nicolás Meyer coordinador de Cáritas en América Latina y el Caribe, durante la mesa redonda del Foro político de alto nivel sobre el desarrollo sostenible que se realizó en la cumbre sobre los ODS 2023 en la sede de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York.

¿Cómo vincular la fe, la esperanza y la acción para lograr un mundo mejor? fue la pregunta que abrió la reflexión del psicólogo argentino en la que invitó a dar una respuesta integral y coordinada para garantizar el derecho a los recursos económicos, los servicios básicos, la propiedad y el control de la tierra, lo que implica promover el acceso y el uso sostenible de los recursos naturales, fomentando la resiliencia frente a la vulnerabilidad climática, los desastres económicos y otras expresiones de crisis.

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Cifras y realidades

Para ello, la propuesta desde Cáritas en América Latina y el Caribe es establecer marcos normativos nacionales que aborden integralmente las desigualdades. “Creemos que, así como la sociedad civil está organizada, las organizaciones basadas en fe tenemos mucho por decir desde nuestra experiencia vital, promoviendo juntas el desarrollo humano integral,” afirmó.

Reconociendo que la región enfrenta desafíos significativos al ser la más desigual del planeta y vulnerable a la pobreza, Meyer recordó que de acuerdo con las estadísticas de la Comisión para América Latina y el Caribe (CEPAL), en 2022 había cerca de 201 millones de personas viviendo en condiciones de pobreza, esto equivale al 32,1% de la población total de la región. Dentro de esa gran cifra hay 82 millones de personas que vivían en lo que se conoce como pobreza extrema, es decir el 13.1% lo que asegura es el resultado del «modelo de desarrollo actual y de la cultura del descarte en la vida de las personas,» como sostiene el Papa Francisco.

Un hecho que el directivo advierte se hace mucho más grave por la fragilidad de ciertos grupos poblacionales entre los que aparecen los niños, adolescentes, mujeres, adultos mayores, grupos étnicos y raciales, además de los afectados por la brecha constante entre el campo y la ciudad.

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Acciones integrales

«Si bien nuestro compromiso de acoger a los más desfavorecidos es innegable, reconocemos que esta tarea no es suficiente,» indicó consciente de que las organizaciones basadas en la fe trabajan de manera incansable por los más empobrecidos del continente. Sin embargo, «la complejidad de la situación exige una acción integral que aborde las múltiples causas de la pobreza y garantice que nadie quede rezagado».

De hecho, Nicolás Meyer recordó que el Papa Francisco en su mensaje del presente año «nos desafía cuando señala que en este momento histórico la atención a los pobres está en peligro y las voces de quienes viven en la pobreza cada vez son más silenciadas». De ahí que las organizaciones estén dedicadas a acoger, proteger, promover e integrar a la población en procesos que se dan desde y con las comunidades locales.

Una búsqueda que precisó va más allá de brindar asistencia. Se trata de fomentar la solidaridad y la subsidiariedad, comprometiéndose a influir en políticas que generen un beneficio común. «No somos espectadores pasivos, más bien buscamos que las personas vulnerables, sean parte activa en los procesos de cambio, asumiendo una corresponsabilidad para construir un futuro digno,» comentó.

 

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Denunciar para transformar

Así el coordinador de Cáritas en el continente ratificó su confianza respecto al papel de la fe en el proceso de búsqueda del cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenible.

«Aspiramos a contribuir al diseño y la realización de un plan para un mundo mejor a través de nuestras acciones de anuncio y denuncia, buscamos combatir la pobreza, la desigualdad, la degradación ambiental, promoviendo la prosperidad, la paz y la justicia para transformar nuestro mundo,» precisó.

De manera específica explicó que la acción de Cáritas está enfocada en el objetivo de desarrollo sostenible N.1 que busca «poner fin a la pobreza en todas sus formas,» para ello aseguró que actúan a través de capacidades territoriales y de incidencia brindando ayuda a quienes más sufren, utilizando  herramientas que van desde las transferencias monetarias, el apoyo alimentario, hasta la promoción de la producción y comercialización para crear empleos, facilitando el acceso al crédito y promoviendo la gestión sostenible de los recursos».

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Organizar la esperanza

Nicolás Meyer afirma que para Cáritas América Latina y el Caribe es sumamente importante participar en esta alianza interreligiosa no solo porque cumple el deseo y la vocación del Papa francisco y la iglesia de trabajar en comunión con todas las religiones para buscar la paz, la fraternidad y el bien común; sino porque en este caso “nos alineamos en una agenda muy importante que tiene que ver con los objetivos de desarrollo sostenible en los cuales vemos que los gobiernos y actores está muy atrasados y que hay un consenso que solo se está cumpliendo al 15% aproximadamente. Por lo tanto, las organizaciones basadas en fe, tenemos para aportar no solo las comunidades organizadas que trabajan todos los días desde el desarrollo y la vivencia de la fe en lo local, sino también para organizar la esperanza de toda la sociedad”.

Refiriéndose a las expectativas que surgen a partir del diálogo interreligioso respecto al trabajo mancomunado para alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible indicó que “la cercanía con los que sufren, los más empobrecidos nos une fuertemente y nos permite encontrarnos en comunión de espíritu, de vocación. Creo que el aspecto social de la caridad evangelizadora es algo que tenemos en común todas las religiones y que nos permite crecer cada uno con su propia identidad”.

Pese a las cifras que delatan crudas realidades para el continente confía en el trabajo de las organizaciones basadas en la fe. “Juntos podemos ser un faro de esperanza, es posible organizarnos y tomar las decisiones políticas necesarias para acelerar la implementación, el cambio que requieren las situaciones de violencia, desigualdad e injusticia que vive nuestro mundo hoy en día,” concluyó.

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