El ateísmo grosero caducó, hoy pensadores agnósticos miran la fe con respeto: ¿cómo aprovecharlo?
El «nuevo ateísmo» grosero está pasado de moda, y la nueva tendencia entre los agnósticos es mirar a la Biblia y la cultura cristiana como una fuente de ética y pensamiento razonable ante los retos de nuestra época.
Hay un cambio de mirada, indica el periodista y analista Justin Brierley en su libro The Surprising Rebirth of Belief in God, que acaba de publicarse en inglés.
A los cristianos, les lanza una pregunta: ¿están preparados para acoger y responder las nuevas preguntas de una nueva generación, distinta a la de hace 20 años? No preguntan mucho si Dios existe. Preguntan más bien cómo vivir una vida virtuosa y equilibrada, cómo ser justos con los demás, cómo encontrar su lugar e identidad. Y el cristianismo tiene buenas respuestas.
Justin Brierley consta en un libro el aumento de simpatía hacia la Biblia y el cristianismo por parte de pensadores agnósticos inquietos.
El «nuevo ateísmo», grosero, pasó de moda
Hacia el año 2005, eran populares y vendidos los libros del «nuevo ateísmo», de autores extremadamente críticos con la religión en general, incluyendo el cristianismo, como Sam Harris, Daniel C. Dennett, Richard Dawkins, Victor J. Stenger y Christopher Hitchens y algunos más. Aunque ninguno de ellos era historiador, y casi ninguno científico (apenas Dawkins), se hizo popular en ciertos círculos repetir que la religión era mala, causa de guerras, abusos e injusticias y atraso científico. Con lenguaje grosero y despectivo, se popularizó en Internet hablar de la Biblia como «supersticiones de pastores de cabras de la Edad de Bronce».
Aún quedan ateos groseros, sobre todo en Internet, citando a estos autores y sus frases (busque las palabras clave «Biblia» y «bronce»). Pero casi todos esos interneteros groseros con la religión tienen 45 años o más.
El «nuevo ateísmo» pasó de moda. Algunos de sus autores murieron, como el periodista Christopher Hitchens. Su hermano Peter Hitchens, otro periodista, se convirtió al cristianismo anglicano conservador contemplando un cuadro gótico sobre el Juicio Final. Escribe mucho a favor de la fe.
Otros autores del «nuevo ateísmo» se han encontrado atrapados en las «guerras woke». Algunos por decir cosas sensatas, como que una mujer trans no es una mujer, y la cosmética o las leyes no cambiarán la realidad. Un caso ilustrativo es el de Peter Boghossian, represaliado por su cruzada contra el academicismo postmoderno hueco.
Otros por expresiones o gestos que a muchos les sonaron racistas o machistas. Quien se acostumbró a ser grosero en temas religiosos le cuesta no ser grosero en otros temas.
Una mujer consultada por Rod Dreher en su libro Vivir sin mentiras explicaba que cuando vivía en un país comunista no sabía nunca «qué cosa perfectamente normal podía ser prohibida y castigada al día siguiente». Eso pasa hoy con los linchamientos woke en Occidente. Oleadas de bolcheviques devoran a mencheviques, nuevas generaciones consideran que sus precedentes han sido tibios con la guillotina.
Los agnósticos que aman la Biblia y el cristianismo
Si en 2005 los veinteañeros leían a Dawkins buscando el sentido de la vida, desde 2018 son millones los que lo han buscado en los vídeos, podcasts y libros del canadiense Jordan Peterson, un psicólogo que se declara agnóstico pero que propone la Biblia y la tradición occidental como fuente sapiencial para llevar una vida plena y virtuosa.
«Llevó a miles de jóvenes a leer el libro de Génesis; la misma multitud que habría acudido a Hitchens o Dawkins una década antes. La gran diferencia es que Peterson no desdeñaba la religión como ponzoñosa, mostraba que la Biblia y el cristianismo han sido fuente de significado y sabiduría para generaciones», señala Justin Brierley en entrevistas analizando el cambio.
Otro autor clave de este «cambio de marea» es el historiador británico Tom Holland. Después de una vida impresionado y fascinado por Roma y los grandes imperios antiguos, empezó a investigar la Edad Media y luego la construcción del Occidente actual. Y constató que Roma era como los dinosaurios: fuerte, enorme, impresionante, y muy, muy cruel. «Me equivoqué con el cristianismo«, dijo, sobre su juventud. Es el cristianismo el que ha creado una sociedad humana y compasiva en Occidente.
Holland es un agnóstico que suele decir que necesitaría un empujón sobrenatural para hacerse cristiano (ver un milagro, o algo similar). Pero, especialmente con su libro Dominion, de 2019, convence a muchos de que sin cristianismo el mundo sería, como en la Antigüedad, un mero campo de batalla para la ley del más fuerte. Sin Jesús, no habría surgido nadie parecido a Él, ni nada parecido al cristianismo, establece Holland rotundo.
Justin Brierley menciona a otro autor superventas, el divulgador histórico Yuval Noah Harari: activista homosexual, ateo declarado, israelí… Harari escribe: «Tenemos la idea de igualdad por el cristianismo, que dice que cada persona tiene un alma creada divinamente, y que todas las almas son iguales ante Dios. Si no creemos en los mitos cristianos sobre Dios, la Creación y las almas, ¿qué significa que todos somos iguales? La evolución se basa en la diferencia, no en la igualdad».
¿Cuánto aguantarán los derechos humanos sin cristianismo?
Brierley señala que incluso la Declaración de Derechos Humanos, aunque es un texto no religioso, bebe de la tradición cristiana de Occidente, hablando de la «dignidad inherente y los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana». «Documentos así nunca han surgido de otras tradiciones religiosas, culturas paganas ni regímenes ateos modernos«, apunta Brierley. ¿Cuánto aguantarán estas ideas «inherentes» e «inalienables» sin cristianismo?
En este contexto, incluso ateos críticos con el cristianismo, empiezan a hacer críticas más matizadas y afinadas, y no con brocha gorda. Y también, piensa Brierley, los cristianos han recuperado bastante el arte de la apologética y la argumentación razonada, sea histórica, científica o desde el sentido común, a menudo moral. El nuevo ateísmo grosero sirvió para que despertaran así varios autores y divulgadores cristianos, y sus argumentos.
También se ha revitalizado la Biblia como texto sapiencial. «Leo a psicólogos seculares como Jonathan Haidt y John Vervaeke recogiendo el valor de la sabiduría de la Escritura en una época culturalmente superficial. Creo que estamos viendo al péndulo volver a tomar la BIblia en serio en nuestra cultura moderna».
Más Biblia, más ciencia, más sentido…
Brierley tiene un podcast y un programa de entrevistas titulado Unbeliable, en el que habla con muchas personas de temas de pensamiento, cultura y análisis de la sociedad actual. Y muchos le dicen, en persona, que tienen una «nueva apreciación de la Biblia por lo que esos autores seculares escriben y dicen».
A esto se suma el debate científico: cada vez más se plantean temas sobre el sorprendente ajuste fino del universo y la improbabilidad del mero azar para que haya materia organizada, vida compleja e incluso inteligencia en el universo. El testimonio de científicos como el genetista Francis Collins o la ingeniera informática del MIT Rosalind Picard sobre la propuesta cristiana, más razonable que cualquier otra alternativa, hacen pensar a muchos.
Es verdad que en la nueva ola de espiritualidad mucha gente se detiene en la espiritualidad vaporosa del «new age», a veces en variantes neopaganas, pero cuando el cristianismo muestra su aplicabilidad en la vida, suele ganar mentes y corazones. Brierley pone el ejemplo del activista medioambiental y antiguo neopagana Paul Kingsnorth, hoy cristiano ortodoxo.
Paul Kingsnorth al bautizarse en 2021; desde un ecologismo radical, encontró agujeros en al increencia, exploró la oferta neopagana y se hizo cristiano.
Tres cosas que los cristianos han de sostener
La mera prosperidad material, comprueban muchos, no está generando una sociedad feliz y equilibrada. Se ve a muchas personas que vuelcan sus sentimientos religiosos -que nunca han sido bien canalizados- en el nacionalismo, las teorías de la conspiración, el transhumanismo, las ideologías…
Hay gente adulta e inteligente que se convierte al cristianismo. Algunos, aplicando el pensamiento racional y filosófico. Otros han tenido sueños, se han sentido tocados por la Palabra de Dios, han tenido experiencias místicas. Otros no se hacen cristianos, pero quieren vivir según la exigente moral cristiana, que genera familias fuertes y sociedades virtuosas.
Hay personas que no pueden dar el paso, por ahora, a creer que Cristo resucitó de entre los muertos, que Él es Señor y Salvador, que puede dar a cada uno vida eterna y plenitud con Dios tras la muerte terrenal.
Pero ven que Occidente está siendo golpeado por un materialismo e individualismo exagerado, y que la tecnología satura mentes y sentidos, haciéndonos más tontos, más solos y más heridos. Y el cristianismo, que predica comunidad, austeridad, vida concreta, amor a la verdad y tiempo para Dios parece proteger contra eso.
Pero las personas que miran al cristianismo con interés, dicen a Brierley que las iglesias, para resultar atractivas en esta época, necesitan tener claras 3 cosas:
– deben aceptar y fomentar tanto lo racional como lo imaginativo; ambas cosas suman;
– el cristianismo ha de seguir siendo «raro», es decir, exigente en lo moral, extraño en lo sobrenatural; si trata de mimetizarse con las modas mundanas (parecer una ONG, esconder sus signos, liturgias, doctrinas sobrenaturales, etc…), dejará de ser una alternativa atractiva;
– debe crear comunidades tan fuertes que puedan resistir la cultura de la cancelación; en un mundo de masas maleables o individuos débiles y solos, debe ofrecer comunidad con amistad y cercanía; en un mundo de pensamiento único y teledirigido, puede ofrecer espacios de debate sano.
Brierley concluye en una entrevista: «Las buenas noticias son que en realidad hay buenas evidencias de que la historia cristiana [sobre Dios, Jesús y la salvación] es verdad. De hecho, la única razón por la que nos funcionó bien en el pasado es que es verdad».
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