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La ofensiva es total

EDITORIAL Encuentro Humanista

En ENCUENTRO HUMANISTA desde el primer número, dedicado a la agresión putiniana a Ucrania, hemos alertado y acompañado las tesis y análisis que alertan contra un peligro de guerra sin límites éticos o morales y sin fronteras geográficas, que se libra contra la persona humana, contra Occidente, donde surgieron las instituciones de la libertad bajo un paraguas moral que surge de la confluencia de Jerusalén y de Atenas, de tradiciones que humanizaron la vida, y que se expresan en esa palabra hoy tan perjudicada, tan abusada e incomprendida: democracia. Decíamos en ese primer número de Encuentro Humanista que,

«Las democracias deben tener siempre presentes el cómo y el porqué de sus orígenes. Y no olvidar que los principios que les dieron origen derivan tanto de Atenas como de Jerusalén, de la polis y del monte Sinaí, de la razón y de la fe trascendente».

Ese extraordinario pensador que fuera George Steiner, en una pequeña joya titulada «Una Idea de Europa», destaca que el viejo continente evoca la idea de negociación, de diálogo, de lugar de encuentro, con el mérito de que ha sido posible después de muchos siglos de guerras fratricidas. Europa asimismo implica la democracia, los derechos humanos, el Estado de Derecho, su cultura e historia imponentes. Ser europeo no es sólo ser un consumidor; esa es una visión reduccionista y, a la larga, empobrecedora del hombre, de todos los hombres. Es asumir una idea compartida de civilización, una identidad cultural común que incluye, y se refleja, también pero no exclusivamente, en un modelo económico y social, que en buena medida en Europa ha ido mucho más allá del capitalismo a secas, gracias a esa extraordinaria obra que ha sido la Economía Social de Mercado, de origen alemán y demócrata-cristiano. Recordar estas raíces comunes, dándoles una consideración prioritaria para todos los demócratas del planeta, mostrarlas a las nuevas generaciones, a los ciudadanos del futuro, es una tarea esencial, ineludible hoy en un mundo bajo ataque.

A los ciudadanos latinoamericanos, y a los del resto del mundo, nos interesa una Europa -sus valores, sus principios, su legado de fortaleza moral- más vigentes que nunca. Hay un nuevo eje del mal vigente y agresivo como nunca: Rusia, China, Irán, Corea del Norte y sus regímenes satélites.

«¿Merece la pena -se pregunta también Steiner al final de su opúsculo- luchar para que la idea de Europa no se hunda y vaya a parar al gran museo de los sueños pasados que es la historia?». Por supuesto que sí.

La monstruosa agresión a los ciudadanos de Israel es el más reciente ejemplo.

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Más que nunca hay que defender las instituciones de la democracia y de la libertad, la idea de ciudadanía, porque de ellas derivan valores humanos provenientes de la Doctrina Social de la Iglesia. como la tolerancia, la solidaridad, la fraternidad, la subsidiariedad.

La sociedad que quieren imponer los enemigos de Occidente se basa en la mentira, en el odio, en la destrucción del rival, sin distingos de raza, sexo, edad o religión. Hoy, luego del salvaje ataque a Israel, ante los ojos asombrados del mundo, han surgido simientes nuevas de odio antisemita, que creíamos olvidadas. Pensábamos, ingenuamente, que estaban en el baúl de los desechos históricos. Nos equivocamos. Y ello es así porque a la confluencia de fuerzas antioccidentales se ha unido una izquierda mundial irresponsable y ciega. No podemos dejar de mencionar, como ejemplo fiero y torvo la actitud del presidente de Colombia, Gustavo Petro, cada vez más autoritario, quien ha encabezado los ataques de la izquierda contra la única democracia del Medio Oriente, el Estado de Israel.

Por ese método se busca destruir la idea de civilización, vale decir las nociones de tolerancia y de coexistencia, de la existencia del Otro no como enemigo o rival, sino compañero de una ruta de progreso moral y no sólo material, porque lo segundo no sirve de alimento al ser sin lo primero, sin servirle al alma, sin enriquecerla.

Uno de los líderes izquierdistas que encabezan esta ofensiva que no se expresa solamente con cañones sino con un verbo oportunista, ciego y despiadado, es el caudillo chino Xi JinPing, quien reclama un mundo «abierto», que para él no es otra cosa que un mundo sin Occidente, es decir sin sus valores. Para el comunista chino las palabras democracia, o derechos humanos sencillamente no existen.

El análisis de los ataques de todo tipo de las fuerzas antisemitas contra Israel no debe perder de vista el hecho de que su primer objetivo estratégico es servir a los intereses de Hamás y sus amigos, como Irán. La paz en el Medio Oriente, objetivo siempre difícil, debe intentarse aislando a los asesinos, apuntando a una necesaria y real coexistencia futura entre los ciudadanos israelitas y palestinos -libres estos últimos del yugo al que los tienen sometidos grupos terroristas como Hamás o Hezbollah-, evitando alimentar el discurso antisemita y sus mensajes de odio, sobre todo ante la alarma que justificadamente está causando el ver cómo en diversas sociedades democráticas, y en especial entre muchos jóvenes, está calando la engañosa propaganda de izquierda donde defendiendo una supuesta paz, se sirve a los intereses totalitario y terroristas.

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La guerra contra la democracia también es librada con votos; existen diversos ejemplos de falsificadores de la esperanza. Tenemos años sufriéndolos. El más reciente es el caso argentino, donde luego de la primera vuelta celebrada el domingo 20 de octubre, el pueblo argentino está sometido a un dilema catastrófico: escoger entre quien representa esa plaga que es el peronismo, Sergio Massa, y quien quiere destruir la democracia, Javier Milei; ambos se se han convertido en némesis de cualquier solución realmente ética y moral, y por ende democrática, a los sempiternos males de ese país.

Sin embargo, ha habido recientemente elecciones cuyos resultados han sido satisfactorios, como son los casos de Polonia («de regreso a Occidente», como señaló una analista), al parecer libre del yugo de un régimen de extrema derecha antioccidental y populista, y la clara derrota del Grupo de Puebla y de la izquierda latinoamericana -en casi todos sus matices- protagonizada por Daniel Noboa en Ecuador.

Al momento en que se publica este número se están realizando elecciones regionales en Colombia, ante las cuales debemos estar alertas porque, como ya decíamos arriba, la deriva antidemocrática del Gobierno Petro es peligrosa para su país y para toda la región.

Finalmente, no podemos dejar de mencionar con inmensa alegría la Elección Primaria venezolana, una fiesta democrática y ciudadana, donde el mensaje no pudo ser más claro: Venezuela no se rinde, la luz de la esperanza democrática se ha vuelto a encender. Venezuela tiene un nuevo liderazgo, encabezado por María Corina Machado, con un apoyo popular sencillamente abrumador.-

EDICIÓN 19 – ENERO 2024

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