El Papa

En su mensaje de Pascua, Francisco pidió la libertad de los presos políticos y prisioneros de guerra

Libertad religiosa y desarme, entre las súplicas pascuales. Texto completo del mensaje

Francisco repasa los principales conflictos del mundo en su bendición “Urbi et Orbi”: pedidos de paz y ayuda para Tierra Santa, reclamos de cese el fuego en Ucrania y un llamado a que los políticos eviten “la lógica del miedo”

 

En su mensaje, Francisco volvió a mostrar que la convalecencia prescrita por los médicos para sanar su neumonía no lo tiene alejado de la coyuntura mundial

 

Durante su mensaje, el Papa no se volvió de “la martirizada Ucrania”

 

En términos generales, el mensaje del Papa agregó que la paz no es posible “allí donde no hay libertad religiosa o libertad de pensamiento y de palabra, ni respeto de las opiniones ajenas”

 

«Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz Pascua!» Con estas palabras, el Papa saludó a los miles de fieles que lo esperaban en la Plaza de San Pedro. Tras la lectura del mensaje por parte del ceremoniero pontificio, Francisco bendijo urbi et orbi con un hilo frágil de voz: Benedicat vos.

El papa Francisco volvió hoy a dar muestras de su visión global de los conflictos que sacuden al planeta y, en un completo mensaje pascual, reclamó que el año jubilar sea una oportunidad para la liberación de presos políticos y prisioneros de guerra de todo el mundo al tiempo que insistió una vez más con los pedidos de paz y cese del fuego en algunos de los epicentros de la denominada tercera guerra mundial de a partes, como Tierra Santa y Ucrania, junto a otras guerras de menor impacto mediático pero de igual presencia en sus oraciones: Myanmar, República Democrática del Congo, Yemen, Líbano y Sudán. Además, en un contexto de alzamiento de cada vez más muros y de los presupuestos defensivos en Occidente, el Santo Padre llamó a la clase dirigente a evitar la “lógica del miedo” ya no caer en el “rearme”.

“Quisiera que volviéramos a esperar en que la paz es posible. Que desde el Santo Sepulcro —Iglesia de la Resurrección—, donde este año la Pascua será celebrada el mismo día por los católicos y los ortodoxos, se irradie la luz de la paz sobre toda Tierra Santa y sobre el mundo entero”, sentenció Francisco en el texto leído este domingo por monseñor Ravelli, ceremoniero del Papa, al finalizar la Misa del Día de resurrección que presidió el cardenal Angelo Comastri. 

Papa en el urbi et orbi

Papa en el urbi et orbi

«Me siento cercano al sufrimiento de los cristianos en Palestina y en Israel, así como a todo el pueblo israelí ya todo el pueblo palestino. Es preocupante el creciente clima de antisemitismo que se está difundiendo por todo el mundo», siguió el Papa en su texto.

«Al mismo tiempo, mi pensamiento se dirige a la población y, de modo particular, a la comunidad cristiana de Gaza, donde el terrible conflicto sigue llevando muerte y destrucción, y provocando una dramática e indigna crisis humanitaria. Apelo a las partes beligerantes: que cese el fuego, que se liberen los rehenes y se preste ayuda a la gente, que tiene hambre y que aspira a un futuro de paz», añadió luego sobre uno de los conflictos con mayor actualidad y número de víctimas del mundo.

En su mensaje, Francisco volvió a mostrar que la convalecencia prescrita por los médicos para sanar su neumonía no lo tiene alejado de la coyuntura mundial y convocó a rezar “por las comunidades cristianas del Líbano y de Siria”.

“Este último país está enfrentando un momento delicado de su historia”, explicó, y agregó que los dos países “ansían la estabilidad y la participación en el destino de sus respectivas naciones”. 

“Exhorto a toda la Iglesia a acompañar con atención y con la oración a los cristianos del amado Oriente Medio”, enfatizó luego en esa dirección.

Ravelli, lector del mensaje urbi et orbi

Ravelli, lector del mensaje urbi et orbi

 “Dirijo también un recuerdo especial al pueblo de Yemen, que está viviendo una de las peores crisis humanitarias “prolongadas” del mundo a causa de la guerra, e invita a todos a buscar soluciones por medio de un diálogo constructivo”, siguió Francisco. 

Durante su mensaje, el Papa no se volvió de “la martirizada Ucrania”, para la que pidió que el espíritu de Pascua “anime a todos los actores implicados a proseguir los esfuerzos dirigidos a alcanzar una paz justa y duradera”.

Además, pidió pensar en el Cáucaso Meridional y deseó “que se llegue pronto a la firma ya la actuación de un Acuerdo de paz definitivo entre Armenia y Azerbaiyán, que conduzca a la tan deseada reconciliación en la región”.

Los Balcanes occidentales, para los que pidieron “evitar que se agudicen las tensiones y las crisis” también fueron parte de los pedidos de paz del Papa, que incluyeron además a Myanmar, así como la República Democrática del Congo, en Sudán y Sudán del Sur.

En el continente africano, la mirada pascual de Jorge Bergoglio se posó además para pedir sostén “a cuantos sufren a causa de las tensiones en el Sahel, en el Cuerno de África y en la Región de los Grandes Lagos, como también a los cristianos que en muchos lugares no pueden profesar libremente su fe”.

Papa, en el urbi et orbi

Papa, en el urbi et orbi

En términos generales, el mensaje del Papa agregó que la paz no es posible “allí donde no hay libertad religiosa o libertad de pensamiento y de palabra, ni respeto de las opiniones ajenas”, al tiempo que demostró que tampoco puede darse cuenta “sin un verdadero desarme”.

«La exigencia que cada pueblo tiene de proveer a su propia defensa no puede transformarse en una carrera general al rearme. La luz de la Pascua nos invita a derribar las barreras que crean división y están cargadas de consecuencias políticas y económicas. Nos invita a hacernos cargo los unos de los otros, a acrecentar la solidaridad recíproca, a esforzarnos por favorecer el desarrollo integral de cada persona humana», argumentó sobre ese punto. 

Con un mundo virando a los reclamos del aumento del gasto militar en varios países de occidente, a la vez que algunas naciones evidencian un endurecimiento de sus políticas migratorias, Francisco convocó “a cuantos tienen responsabilidades políticas a no ceder a la lógica del miedo que aísla, sino a usar los recursos disponibles para ayudar a los necesitados, combatir el hambre y promover iniciativas que impulsen el desarrollo”.

“Estas son las “armas” de la paz: las que construyen el futuro, en lugar de sembrar muerte”, propuso.

«Que nunca se debilita el principio de la humanidad como eje de nuestro actuar cotidiano. Ante la crueldad de los conflictos que afecta a civiles desarmados, atacando escuelas, hospitales y operadores humanitarios, no podemos permitirnos olvidar que lo que está en la mira no es un mero objetivo, sino personas con un alma y una dignidad», agregó en ese marco. 

Papa, en el urbi et orbi

Papa, en el urbi et orbi

Por último, retomando y profundizando los pedidos ya vertidos en ocasión de la Bula de Convocatoria del Jubileo de la Esperanza, pidió con énfasis “que en este Año jubilar, la Pascua sea también ocasión propicia para liberar a los prisioneros de guerra ya los presos políticos”.

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Pascua

Pascua

Texto íntegro del mensaje papal 

Cristo ha resucitado, ¡aleluya!  

Hermanos y hermanas, ¡feliz Pascua! 

Hoy en la Iglesia resuena finalmente el aleluya, se transmite de boca en boca, de corazón a  corazón, y su canto hace llorar de alegría al pueblo de Dios en todo el mundo.  Desde el sepulcro vacío de Jerusalén llega hasta nosotros el sorprendente anuncio: Jesús, el  Crucificado, «no está aquí, ha resucitado» (Lc 24,6). No está en la tumba, ¡es el viviente! El amor venció al odio. La luz venció a las tinieblas. La verdad venció a la mentira. El  perdón venció a la venganza. El mal no ha desaparecido de nuestra historia, permanecerá hasta el  final, pero ya no tiene dominio, ya no tiene poder sobre quien acoge la gracia de este día.

Hermanas y hermanos, especialmente ustedes que están sufriendo el dolor y la angustia, sus  gritos silenciosos han sido escuchados, sus lágrimas han sido recogidas, ¡ni una sola se ha perdido!  En la pasión y muerte de Jesús, Dios ha cargado sobre sí todo el mal del mundo y con su infinita misericordia lo ha vencido; ha eliminado el orgullo diabólico que envenena el corazón del hombre y  siembra por doquier violencia y corrupción. ¡El Cordero de Dios ha vencido! Por eso hoy  exclamamos: «¡Cristo, mi esperanza, ha resucitado!» (Secuencia pascual).  

Sí, la resurrección de Jesús es el fundamento de la esperanza; a partir de este  acontecimiento, esperar ya no es una ilusión. No; gracias a Cristo crucificado y resucitado, la  esperanza no defrauda. ¡Spes non confundit (cf. Rm 5,5)! Y no es una esperanza evasiva, sino  comprometida; no es alienante, sino que nos responsabiliza.  

Los que esperan en Dios ponen sus frágiles manos en su mano grande y fuerte, se dejan  levantar y comienzan a caminar; junto con Jesús resucitado se convierten en peregrinos de  esperanza, testigos de la victoria del Amor, de la potencia desarmada de la Vida. 

¡Cristo ha resucitado! En este anuncio está contenido todo el sentido de nuestra existencia,  que no está hecha para la muerte sino para la vida. ¡La Pascua es la fiesta de la vida! ¡Dios nos ha  creado para la vida y quiere que la humanidad resucite! A sus ojos toda vida es preciosa, tanto la del  niño en el vientre de su madre, como la del anciano o la del enfermo, considerados en un número  creciente de países como personas a descartar.  

Pascua

Pascua

Cuánta voluntad de muerte vemos cada día en los numerosos conflictos que afectan a  diferentes partes del mundo. Cuánta violencia percibimos a menudo también en las familias, contra  las mujeres o los niños. Cuánto desprecio se tiene a veces hacia los más débiles, los marginados y  los migrantes. 

En este día, quisiera que volviéramos a esperar y a confiar en los demás —incluso en quien  no nos es cercano o proviene de tierras lejanas, con costumbres, estilos de vida, ideas y hábitos  diferentes de los que a nosotros nos resultan más familiares—; pues todos somos hijos de Dios. 

Quisiera que volviéramos a esperar en que la paz es posible. Que desde el Santo Sepulcro — Iglesia de la Resurrección—, donde este año la Pascua será celebrada el mismo día por los católicos  y los ortodoxos, se irradie la luz de la paz sobre toda Tierra Santa y sobre el mundo entero. Me  siento cercano al sufrimiento de los cristianos en Palestina y en Israel, así como a todo el pueblo  israelí y a todo el pueblo palestino. Es preocupante el creciente clima de antisemitismo que se está  difundiendo por todo el mundo. Al mismo tiempo, mi pensamiento se dirige a la población y, de  modo particular, a la comunidad cristiana de Gaza, donde el terrible conflicto sigue llevando muerte  y destrucción, y provocando una dramática e indigna crisis humanitaria. Apelo a las partes  beligerantes: que cese el fuego, que se liberen los rehenes y se preste ayuda a la gente, que tiene  hambre y que aspira a un futuro de paz.  

Recemos por las comunidades cristianas del Líbano y de Siria —este último país está  afrontando un momento delicado de su historia—, que ansían la estabilidad y la participación en el  destino de sus respectivas naciones. Exhorto a toda la Iglesia a acompañar con atención y con la  oración a los cristianos del amado Oriente Medio. 

Dirijo también un recuerdo especial al pueblo de Yemen, que está viviendo una de las peores  crisis humanitarias “prolongadas” del mundo a causa de la guerra, e invito a todos a buscar  soluciones por medio de un diálogo constructivo.  

Pascua

Pascua

Que Cristo resucitado infunda el don pascual de la paz a la martirizada Ucrania y anime a  todos los actores implicados a proseguir los esfuerzos dirigidos a alcanzar una paz justa y duradera.  En este día de fiesta pensemos en el Cáucaso Meridional y recemos para que se llegue pronto a la  firma y a la actuación de un Acuerdo de paz definitivo entre Armenia y Azerbaiyán, que conduzca a  la tan deseada reconciliación en la región.  

Que la luz de la Pascua inspire propósitos de concordia en los Balcanes occidentales y  sostenga a los actores políticos en el esfuerzo por evitar que se agudicen las tensiones y las crisis,  como también a los aliados de la región en rechazar comportamientos peligrosos y  desestabilizantes.  

Que Cristo resucitado, nuestra esperanza, conceda paz y consuelo a los pueblos africanos  víctimas de agresiones y conflictos, sobre todo en la República Democrática del Congo, en Sudán y  Sudán del Sur, y sostenga a cuantos sufren a causa de las tensiones en el Sahel, en el Cuerno de África y en la Región de los Grandes Lagos, como también a los cristianos que en muchos lugares  no pueden profesar libremente su fe.  

Allí donde no hay libertad religiosa o libertad de pensamiento y de palabra, ni respeto de las  opiniones ajenas, la paz no es posible. 

La paz tampoco es posible sin un verdadero desarme. La exigencia que cada pueblo tiene de  proveer a su propia defensa no puede transformarse en una carrera general al rearme. La luz de la  Pascua nos invita a derribar las barreras que crean división y están cargadas de consecuencias  políticas y económicas. Nos invita a hacernos cargo los unos de los otros, a acrecentar la solidaridad  recíproca, a esforzarnos por favorecer el desarrollo integral de cada persona humana.  

Que en este tiempo no falte nuestra ayuda al pueblo birmano, atormentado desde hace años  por conflictos armados, que afronta con valentía y paciencia las consecuencias del devastador terremoto en Sagaing, que ha causado la muerte de miles de personas y es motivo de sufrimiento  para muchos sobrevivientes, entre los que se encuentran huérfanos y ancianos. Recemos por las  víctimas y por sus seres queridos, y agradezcamos de corazón a todos los generosos voluntarios que  están realizando actividades de socorro. El anuncio del alto el fuego por parte de los actores  implicados en ese país es un signo de esperanza para todo Myanmar.  

Manifestación en Madrid pro Palestina

Manifestación en Madrid pro Palestina

Hago un llamamiento a cuantos tienen responsabilidades políticas a no ceder a la lógica del  miedo que aísla, sino a usar los recursos disponibles para ayudar a los necesitados, combatir el  hambre y promover iniciativas que impulsen el desarrollo. Estas son las “armas” de la paz: las que  construyen el futuro, en lugar de sembrar muerte. 

Que nunca se debilite el principio de humanidad como eje de nuestro actuar cotidiano. Ante  la crueldad de los conflictos que afectan a civiles desarmados, atacando escuelas, hospitales y  operadores humanitarios, no podemos permitirnos olvidar que lo que está en la mira no es un mero  objetivo, sino personas con un alma y una dignidad.  

Y que en este Año jubilar, la Pascua sea también ocasión propicia para liberar a los  prisioneros de guerra y a los presos políticos. 

Queridos hermanos y hermanas: 

En la Pascua del Señor, la muerte y la vida se han enfrentado en un prodigioso duelo, pero el  Señor vive para siempre (cf. Secuencia pascual) y nos infunde la certeza de que también nosotros  estamos llamados a participar en la vida que no conoce el ocaso, donde ya no se oirán el estruendo  de las armas ni los ecos de la muerte. Encomendémonos a Él, porque sólo Él puede hacer nuevas  todas las cosas (cf. Ap 21,5). 

¡Feliz Pascua a todos! 

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