Cultura Católica

¿Qué es la masonería? ¿Un católico puede ser masón? ¿Qué es el Gran Arquitecto? ¿Se adora a Lucifer?

Todo lo que debes saber de una sociedad condenada por la Iglesia

Desde el siglo XVIII hasta hoy la masonería y la Iglesia Católica han sido enemigos acérrimos. Pocos años después del surgimiento de las primeras logias, el Magisterio pontificio ya alertó de estas sociedades que querían socavar la civilización creada por el cristianismo en todos los órdenes: religioso, moral y político. Desde entonces todos los papas han mantenido estas enseñanzas que muestran por qué un católico no puede ser masón.

Todo lo que debes saber sobre la masonería

¿Qué es la masonería?

¿Qué dice la Iglesia sobre la masonería?

¿Qué aspectos hacen incompatible la masonería y el cristianismo?

-¿Por qué un católico no puede ser masón? Argumentos contra la doble militancia.

-¿En la masonería se da culto a Lucifer?

¿Es el “Gran Arquitecto” Dios para los masones?

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¿Qué es la masonería?

“Asociación universalmente extendida, originariamente secreta, cuyos miembros forman una hermandad iniciática y jerarquizada, organizada en logias, de ideología racionalista y carácter filantrópico”. Así define la Real Academia Española de la Lengua la masonería, aunque tras esa definición sobre estas sociedades secretas nacidas en el siglo XVIII y muy activas todavía en el siglo XXI hay mucho más que decir.

Maurice Caillet, exmasón que se convirtió al catolicismo, relata en Yo fui masón (Libros Libres) que en la masonería hay distintas obediencias en las que están organizadas las logias. Se organiza en distintos grados en los que los miembros van siendo iniciados, desconociendo lo que hay por encima de ellos. Caillet recuerda que “la masonería parte de una formación esotérica, secreta y sólo impartida a los iniciados en función de su grado, cuya finalidad es revelar progresivamente los misterios que esconderían los dirigentes de la religión esotérica”.

Más allá de los grados iniciales, Caillet desvela “una segunda estructura iniciática, mucho menos conocida, sino ignorada por los profanos, es decir, los no iniciados, y curiosamente, ¡hasta por algunos iniciados! Se trata de los talleres de perfeccionamiento, compartimentados en cuatro niveles estancos que van del 4º al 33º grado, según ciertos ritos. No hay comunicación entre los talleres superiores y los inferiores. El paso de un nivel a otro se hace por cooptación, y la gestión de esta pirámide corresponde a un colegio de grandes iniciados, desconocidos para los masones de base y aún más para la prensa, que preside un Gran Comendador elegido de por vida”.

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Para conocer la realidad más oculta de estas logias, Caillet rescata las palabras de uno de estos grandes comendadores, como fue Albert Pike, que dijo: “Lucifer, el Dios de la Luz y el Bien, lucha por la humanidad contra Adonai, Dios de la Oscuridad y del Mal”. Sin embargo, muchos masones poco iniciados ni siquiera son conscientes de esta realidad satánica que hay en los ritos masónicos.

En todas sus obediencias, la masonería “propone una filosofía humanista, preocupada ante todo del hombre y consagrada a la búsqueda de la verdad, aun afirmando que ésta es inaccesible. Rechaza todo dogma y sostiene el relativismo, que coloca a todas las religiones en un mismo plano, mientras que desde 1723, en las Constituciones de Anderson, ella se erige a sí misma en un plano superior, como ‘centro de unión’. De ahí se deduce un relativismo moral: ninguna norma moral tiene en sí misma un origen divino y, en consecuencia, definitivo, intangible”. El hombre se sitúa en el lugar de Dios, a pesar de hablar de un “gran arquitecto”, en realidad no se refiere al Dios de los cristianos.

Todos los rituales masónicos juegan, a ojos de los iniciados -explica Caillet- “con el señuelo del conocimiento de una pretendida tradición primordial prehistórica y de una luz que, en el mejor de los casos, consistiría en un mejor conocimiento de sí mismo por parte del iniciado, en esa especie de psicodrama que son las iniciaciones, pero que en ningún caso sería la luz de la transfiguración del Señor en el Monte Tabor…”.

Este Gran Arquitecto sería una especie de “Dios abstracto” pero como una especie de “creador-maestro relojero” y al que como mucho se le pide que “no intervenga en los asuntos de los hombres”.

En definitiva, Caillet insiste en que “la masonería es un resurgimiento de la gnosis, herejía ya condenada por San Ireneo en el siglo II. La gnosis trata siempre de pervertir la verdad de la fe cristiana mediante la introducción de filosofías y de símbolos cristianos”.

¿Qué dice la Iglesia sobre la masonería?

En noviembre de 2023, la Santa Sede, a través del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, se ha manifestado nuevamente contra la masonería, siendo ya más de 600 las menciones contra estas sociedades secretas, las manifestadas por la Iglesia en los últimos siglos. En el escrito enviado a un obispo filipino preocupado por la continua afiliación de fieles católicos a la masonería se recordaba el amplio Magisterio al respecto: «La pertenencia activa de un fiel a la masonería está prohibida, debido a la incompatibilidad entre la doctrina católica y la masonería».

Masones en un acto masónico.

«Quienes formal y conscientemente sean miembros de logias masónicas y hayan abrazado los principios masónicos, quedan comprendidos en las disposiciones presentes en la citada Declaración. Estas medidas se aplican también a cualquier eclesiástico registrado en la masonería», explicaba el prefecto, el cardenal Víctor Manuel Fernández, que se refería a la nota firmada en 1983 por el entonces prefecto, el cardenal Ratzinger.

En aquella declaración de 1983, Ratzinger respondía a las dudas generadas porque en el nuevo Código de Derecho no se mencionaba expresamente la condena a la masonería, como si aparecía en el anterior de 1917, donde aparecía: «Personas que entran en asociaciones de la secta masónica o cualquier otra del mismo tipo que conspire contra la Iglesia y la autoridad civil legítima, contraen excomunión simplemente reservada a la Sede Apostólica”.

Esto decía el que después fuera Benedicto XVI: “No ha cambiado el juicio negativo de la Iglesia respecto de las asociaciones masónicas, porque sus principios siempre han sido considerados inconciliables con la doctrina de la Iglesia; en consecuencia, la afiliación a las mismas sigue prohibida por la Iglesia. Los fieles que pertenezcan a asociaciones masónicas se hallan en estado de pecado grave y no pueden acercarse a la santa comunión”.

Ya desde los inicios de la masonería, la Iglesia se ha manifestado en contra de estas sociedades secretas y de cariz anticristiano, siendo numerosos los escritos de Papas alertando al respecto. Pocas cuestiones han sido tan tratadas por el Magisterio pontificio y condenadas por los Santos Padres en los últimos siglos como la masonería.

El 28 de abril de 1738, pocos años después de la fundación de la masonería y cuando en Francia no tenía más de 400 miembros, de manera profética el papa Clemente XII publicaba la bula In eminenti, en la cual condenaba la masonería y prohibía la doble militancia, lo que sería confirmado posteriormente por todos los Papas hasta el día de hoy.

“Ordenamos muy estrictamente y en virtud de santa obediencia, a todos los fieles de cualquier estado, grado, condición, orden, dignidad o preeminencia, ya sean clericales o laicos, seculares o regulares, incluso aquellos que tienen derecho a una mención específica e individual, que nadie, bajo ningún pretexto o por ningún motivo, se atreverá o presumirá de ingresar, propagar o apoyar estas sociedades antes mencionadas de Liberi Muratori o Francs Massons, o como sea que se llamen, o recibirlas en sus casas o viviendas o para ocultarlos, inscribirse entre ellos, unirse a ellos, estar presente con ellos, darles poder o permiso para que se reúnan en otro lugar, ayudarlos en cualquier forma, darles de cualquier manera consejo, estímulo o apoyo, ya sea abiertamente o en secreto, directa o indirectamente, por sí o por medio de otros”, explicaba el Papa.

Posteriormente, hubo otros documentos pontificios que condenaban directamente la masonería:

Ecclesiam a Jesu Christo, del papa Pío VII (1821).

Quo graviora, del papa León XII (1826)

Mirari Vos, del papa Gregorio XVI (1832)

Multiplices inter, del papa Pío IX (1865)

Humanum genus, del papa León XIII (1884)

Vehementer nos, del papa Pío X (1906).

Sin embargo, otros muchos documentos papales también han hecho mención a la masonería como algo reprobable e incompatible con la Iglesia Católica: Providas romanorum, Benedicto XIV (1751); Traditi Humilitati, de Pío VIII (1829);  Qui pluribus (1846), Quibus quantisque malis (1849), Quanta cura (1864), Apostolicæ Sedis (1869) y Etsi multa (1873), todas ellas de Pío IX; Etsi Nos (1882) Officio sanctissimo (1887), Ab Apostolici (1890), Custodi di quella fede (1892), Inimica vis (1892), Praeclara Gratulationis Publicae (1894) y Vigesimo quinto anno (1902), de León XIII.

¿Qué aspectos hacen incompatible la masonería y el cristianismo?

León XIII fue el papa qué más directamente profundizó en los males de la masonería, lo que dejó muy patente en la encíclica Humanum Genus (1884), donde desgranaba la realidad de la masonería. Estos son los puntos centrales que resume Corazones.org:

-El fin de la Masonería es derrocar todo el orden religioso y político del mundo que ha producido la enseñanza cristiana y sustituirlo por un nuevo orden de acuerdo a sus ideas.

-Sus ideas proceden de un mero «naturalismo». La doctrina fundamental del naturalismo es que la naturaleza y la razón humana deben ser dueñas y guías de todo.

La Masonería reclama ser la religión «natural» del hombre. Por eso dice tener su origen en el comienzo de la historia.

El concepto masón de Dios es opuesto al de la Iglesia Católica. No aceptan de Dios sino un conocimiento puramente filosófico y natural. (Dios es entonces imagen del hombre. Por eso no tienen una clara distinción entre el espíritu inmortal del hombre y Dios).

Niegan que Dios haya enseñado algo.

No aceptan los dogmas de la religión ni la verdad que no puede ser entendida por la inteligencia humana.

-Poco les importa los deberes para con Dios. Los pervierten con opiniones erradas y vagas.

-La Masonería promulga un sincretismo que mezcla desde los misterios de la cábala del antiguo oriente hasta las manipulaciones tecnológicas del modernismo occidental.

-El emblema masónico del compás y el cuadrante son símbolos de un racionalismo que pretende identificarse con todo lo que es «natural».

Su calendario numera los «Años de Luz» (del primer día de la creación o «Años del Mundo».

-Enseña que la Iglesia Católica es una secta.

Su oposición a la Iglesia Católica antecede a la oposición de la Iglesia contra ella.

-¿Por qué un católico no puede ser masón? Argumentos contra la doble militancia.

Un católico no puede ser masón. No puede haber doble militancia. Desde la primera bula de Clemente XII en el siglo XVIII hasta las últimas declaraciones en el siglo XXI se ha insistido en la imposibilidad esta doble militancia, bajo pena de excomunión y de acceso a los sacramentos. “Sus principios (de la masonería) siempre han sido considerados irreconciliables con la doctrina de la Iglesia, y la inscripción en estas asociaciones permanece prohibida por la Iglesia”, dijo el prefecto Ratzinger, con la aprobación de San Juan Pablo II en 1983.

La concepción de Dios, del hombre y de la moral son diametralmente opuestas y enfrentadas entre ambas. Serge Abad-Gallardo, un exmiembro de la masonería convertido al catolicismo, explicaba en su libro Por qué dejé de ser masón (Libros Libres) esta sociedad secreta desde dentro y por qué tanto en la teoría como en la práctica es incompatible con los principios cristianos. En el libro habla de algunas de ellas.

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De este modo, explica que “el relativismo está en el fundamento mismo de la masonería”, pues “los masones niegan la posibilidad de un conocimiento objetivo de la verdad”. Según explica, “al masón se le pide ser un hombre libre, que no conozca sumisión alguna a dogma alguno”, lo que implica su rechazo total a la Iglesia Católica, donde existen grandes e importantes dogmas de fe.

El que fuera Gran Maestre del Gran Oriente de Francia, Paul Gourdeau, justificaba el rechazo a toda ley natural hablando del “combate” entre masonería y cultura cristiana. “Lo que es importante que comprendamos hoy es que el combate que se libra actualmente condiciona el porvenir, más todavía, el devenir de la sociedad. Reposa sobre el equilibrio de dos culturas: la una fundada sobre el Evangelio y la otra sobre la tradición histórica de un humanismo republicano. Y estas dos culturas son fundamentalmente opuestas: o la Verdad es intangible y revelada por un Dios en el origen de todas las cosas, o se encuentra fundamentalmente en las construcciones del hombre”, afirmaba este líder masón reconociendo desde la propia masonería su “combate” contra el cristianismo.

Abad-Gallardo revelaba además que “el masón sostiene el primado de la autonomía de la razón por encima de toda verdad revelada”. Rechaza, por tanto, la propia idea de revelación, pues la masonería propugna que “cada uno juzga por sí mismo la verdad, esto es, tiene su propia norma”, quedando así a merced de las distintas ideologías.

Por otro lado, este exmasón señala que “sosteniendo el primado de la autonomía de la razón sobre toda verdad revelada, el hombre pretende perfeccionarse apoyándose sobre su poder autocreador. Según la ‘filosofía’ masónica, el hombre no tiene necesidad de salvación”, lo que contrasta frontalmente con el cristianismo.

En el plano de la ética, las diferencias -según Abad-Gallardo- son también notables. “Para el masón, las reglas morales son llamadas a evolucionar sin fin bajo la presión de la opinión pública y el progreso de la ciencia. La moral evoluciona de acuerdo con el consenso de las sociedades”, añade. De ahí que la masonería haya apoyado el divorcio, el mal llamado matrimonio homosexual, el aborto o la eutanasia, entre otras cuestiones.

En definitiva, el carácter secreto de la organización, el juramento que garantizaba ese carácter oculto de sus actividades y los complots perturbadores que la masonería llevaba a cabo en contra de la Iglesia y los legítimos poderes civiles, hacen incompatible esta doble militancia pues la Iglesia es luz, no puede ocultarse en lo secreto.

¿En la masonería se da culto a Lucifer?

El testimonio de muchos masones que han dejado las logias es claro. En la masonería, especialmente en los grados más altos, se da culto a Lucifer, aunque muchos miembros no sean en realidad consciente de ello.

Según afirma el exmasón Serge Abad-Gallardo, entre la masonería y el demonio «hay una relación pero no es tan directa. La mayoría de los masones ni se dan cuenta de la influencia del demonio en los rituales masónicos. Ellos piensan, con todo la intención posible que están trabajando por la ‘Felicidad de la Humanidad’ o por el ‘Progreso de la Humanidad'». Es decir, “no hay un culto al diablo abiertamente, pero se decora con palabras. Este exmasón cree que «puede que haya algunos, aunque pocos, que tengan clara esta relación con el demonio y que cumplen estos ritos sabiendo perfectamente lo que están haciendo. Pero, según mi experiencia, la mayoría de ellos no se dan ni cuenta», «no hay que olvidar que el demonio es el ‘padre de la mentira'».

El historiador Alberto Bárcena, en el libro Iglesia y masonería (San Román), afirma que en el ritual de iniciación en el grado 29 según el rito Antiguo y Aceptado «el Baphomet, dios andrógino, penetra en el templo (de la logia) llevado por el Vigilante Primero y por el Segundo, o sea, por las dos máximas autoridades después del Venerable Maestro. Es paseando en forma circular por la logia siguiendo las agujas del reloj. A su paso se rinde veneración (genuflexión de la pierna izquierda). Baphomet queda situado en el centro de la logia mirando hacia Oriente y hasta allí es conducido el candidato con los ojos vendados. Cuando está frente a él, se le quita la venda. De modo que en este momento de su recorrido iniciático el masón se encuentra cara a cara con esta representación del `Portador de la Luz´».

Prosigue explicando que el masón iniciado en el rito 29 debe «ahora escoger entre la cruz cristiana, ‘símbolo de muerte y destrucción’ y la de ‘la Luz y la Vida’, en forma de X, asociada a Baphomet, dios de la Luz». «La elección se manifiesta ‘pisando la cruz (cristiana) con el pie izquierdo y con el derecho en este orden’. (…) A continuación, el candidato recita la fórmula del juramento ‘con los brazos en forma de X sobre el pecho, el derecho sobre el izquierdo'», añade.

Bárcena subraya cómo lo luciferino ha estado presente en la masonería desde el principio. «Ya en la leyenda de Hirán Abif, el gran maestro y referente de su gnosis, este recibió el conocimiento directamente de Tubalcaín que le revela ser él -el propio Hirán- el `último descendiente de Caín, último príncipe de la sangre de la línea del Ángel de la Luz (Lucifer = Portador de la Luz)´; Hirán descendía del demonio. De modo que al final de la cadena, de todo ese proceso iniciático, el masón llegará a poseer la luz luciferina; de ahí procede ese conocimiento oculto y celosamente preservado y transmitido, según la masonería; desde Adán hasta el siglo XVIII, aquellos respetables clérigos ingleses lo rescataron para transmitirlo a las nuevas generaciones de la hermandad masónica».

Por su parte, el historiador Ricardo de la Cierva mostró en su libro Masonería, Satanismo y Exorcismo (Fénix) la clara conexión del satanismo con los masones de grado 33, el más elevado de esta sociedad secreta. De la Cierva señalaba que “no todos los masones son satánicos o diabólicos, pero todos los satánicos son masones”.

De la Cierva accedió a los testimonios de varios masones que fueron en su momento grado 33 y que por lo tanto tuvieron una información vivencial de primera mano. Uno de ellos, Jim Shaw, señalaba que “participó en una ceremonia masónica, llamada comunión negra, en el templo de rito escocés de Florida. Los participantes de la misma eran requeridos para referirse a Jesús como apóstol de la humanidad lo cual no está precisamente inspirado por la divinidad. Entonces, llegaron a burlarse de Jesús, practicando una extraña ceremonia negra”.

¿Es el “Gran Arquitecto” Dios para los masones?

El exmasón Serge Abad-Gallardo recuerda que «la masonería aleja de Cristo. Porque aunque se trata de Jesucristo en el grado 18 de los Altos Grados masónicos, éste no tiene nada que ver con el Jesucristo de la Iglesia Católica ya que se refiere a cualquier sabio o filósofo»; insiste. Además precisa que «hay masones que van todavía más lejos en esta blasfemia ya que quitan toda forma de divinidad a Cristo y dicen que él fue el primer masón, un hombre iniciado. Se apoyan en el hecho de que José y Jesús fueron carpinteros. Y que la palabra ‘carpintero’ es la etimología de ‘architecto’ y todos los masones, sobre todo en los Altos Grados son Gran Arquitecto».

En esta idea insiste en que «en la masonería creen en el ‘Gran arquitecto del Universo’, que quieren hacer pasar por el Dios del catolicismo, pero que no es así. A veces consiguen engañar a los católicos diciendo que ser masón y católico es compatible por esta referencia a Cristo».

De este modo, alerta el padre Juan García Inza, el “Gran Arquitecto del Universo” no se identifica con el Dios-persona de los cristianos, sino que se refiere a una inteligencia divina no necesariamente distinta del cosmos y de la humanidad, o sea, es “la colectividad de estos seres individuales, considerada en su conjunto”. La visión masónica del Gran Arquitecto del Universo es irreconciliable con el Dios-persona de la revelación cristiana.

Así, para la Masonería, Jesús no es Dios, sino más bien un personaje más de la larga historia de los iniciados que trazaron el camino que la humanidad debe seguir para alcanzar su progresiva emancipación y encontrar su dignidad. El masón Guido Francocci, en su libro La Masonería, en sus valores históricos e ideales, escribe: “Rama, Zaratustra, Krishna, Buda, Hermes, Orfeo, Pitágoras, Platón, Lao Tse, Confucio, Moisés, Jesús, Mahoma dieron su palabra al mundo tomándola de las enseñanzas iniciáticas de los más remotos misterios”. Para la doctrina masónica Cristo es considerado solo un gran iniciado, a la altura de Moisés o incluso a la altura de una figura mitológica como la de Orfeo.-

ReL

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