Venezuela

Venezuela es el único de los grandes países latinoamericanos con tasa negativa de producción de conocimiento

En un artículo del boletín de la Acfiman se estudia cuantitativamente el progreso y estado actual de las actividades de investigación en el país durante el período 1970-2022, usando como variable bibliométrica el número de artículos y obras publicadas

Las comparaciones son antipáticas pero necesarias cuando se trata de medir avances en áreas neurálgicas para una nación, como lo es el sector de ciencia, tecnología e innovación. Esto fue lo que se hizo en una publicación de la edición más reciente del Boletín de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales de Venezuela (Acfiman), donde se evidencia “la dramática realidad de la investigación y desarrollo y, en general, de la generación de conocimiento en el país”.

En el artículo Producción de conocimiento en Venezuela 1970-2022 se sostiene que “la empedernida y exclusiva caída desde 2009, que ya lleva 15 años, es sin duda lo más deslustrado en la historia del quehacer científico, tecnológico y humanístico de Venezuela”. Los autores de este estudio cuantitativo son el doctor Ismardo Bonalde, investigador titular y jefe del Laboratorio de Temperaturas bajas del Centro de Física del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) e Individuo de Número de la Acfiman; y Bárbara Montañes, licenciada en física de la Universidad Central de Venezuela (UCV) y Profesional Asociada a la Investigación (PAI) del IVIC.

Variable bibliométrica

Según los autores, desde 2009 Venezuela es el único país (de los 14 con mayor producción) con tasa negativa de generación de conocimiento en América Latina y el Caribe: pasó del quinto lugar en 2006 al decimoprimero en 2022. Para este análisis, se compara a Venezuela con Brasil, México, Argentina, Chile, Colombia, Perú, Ecuador, Cuba, Uruguay, Costa Rica, Panamá, Paraguay y Bolivia. Al utilizar como variable bibliométrica el número de artículos y obras publicadas (y analizar sólo a aquellos con más de quinientas publicaciones anuales en los años recientes), más de la mitad de los países independientes del subcontinente (33) y de los territorios caribeños dependientes (14) fueron excluidos.

En 2017, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) propuso más de doscientos indicadores para monitorear los avances en ciencia, tecnología, innovación e industria a nivel mundial. Bonalde y Montañes se decantaron por artículos y obras (artículos regulares, resúmenes arbitrados, artículos de revisión, notas y reportes técnicos, reportes de casos médicos, libros y capítulos de libros), por ser el indicador de la generación de conocimiento que se usa con mayor frecuencia. Para el estudio usaron la base de datos Science Citation Index (que en 1997 pasó a ser Web of Science, WoS), con una gran extensión en cuanto a cantidad de revistas clasificadas (más de 34 mil en todas sus colecciones) y tiempo (desde el año 1900).

Remando en dirección opuesta

“Siempre se pueden emplear otras maneras de evaluar, pero es importante y necesario que sean objetivas y cumplan con estándares internacionales para hacer comparaciones válidas”, aclara Bonalde. “Sería un error aislarnos y empezar a definir nuestros propios conceptos y valores, que nadie más va a utilizar”.

Según el académico, “cualquier variable numérica o bibliométrica puede ser cuestionada si el análisis es desfavorable. Pero pudiéramos evaluar, como una forma indirecta de medida, cómo la generación de conocimiento impacta directamente al sector productor de bienes y servicios y a las actividades culturales y humanísticas. En Venezuela, la producción de conocimiento es extremadamente baja según parámetros bibliométricos. También es muy pobre el desarrollo del sector productivo y de todo lo relacionado a la cultura y sociedad. Sin embargo, el desarrollo del conocimiento en el país ha estado bastante desvinculado del crecimiento industrial y comercial, por lo que no podemos usar tal asociación como medida”.

Más del 1% de la producción de conocimiento

De acuerdo con la investigación, las universidades venezolanas concentran el 75% de la producción nacional de conocimientos.

De las siete universidades y un instituto de investigación analizados (Universidad Central de Venezuela, UCV; Universidad de Los Andes, ULA; Universidad Simón Bolívar, USB; Universidad del Zulia, LUZ; Universidad de Carabobo, UC; Universidad de Oriente, UDO; Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, UCLA y el IVIC), la UCV, con 23,1% del total, supera a las demás. Le siguen la ULA (15,7%), el IVIC (14,2%) y la USB (13,4%), una de las más pequeñas del grupo.

“Aquí debemos leer con cuidado los resultados”, explica Bonalde. “La UCV y la ULA (así como también la UC, la UDO, la UCLA y LUZ) son mucho más grandes que el IVIC y de mayor tamaño que la USB”.

En el ámbito nacional se tomaron como referencia aquellas instituciones académicas que contribuyen con más del 1% de la producción total de conocimiento.

Áreas de conocimiento predominantes

El hecho de que estas siete universidades y el IVIC acaparen la producción de conocimiento -en un universo de más de cien instituciones académicas en todo el territorio nacional- “implica que la inmensa mayoría de las organizaciones educativas universitarias en el país no tienen las condiciones ni los recursos adecuados o no están diseñadas para desarrollar actividades de creación de conocimiento. Esto debe revisarse”, sugieren los autores.

En el artículo publicado en el Boletín de la Acfiman, Bonalde y Montañes opinan que debe reforzarse la ingeniería, que obtuvo 23,9% del total de las publicaciones por áreas del conocimiento. Aunque creen que las ciencias naturales (69,2%) y la medicina (43%) están en la cima de la clasificación por razones justificadas, “una relación fuerte de los medios académicos y sus áreas de ingeniería con el sector productor de bienes y servicios es absolutamente necesaria para apoyar al sostenimiento de la economía”.

Históricamente, cada sector (ciencia e industria) se ocupó de crecer por su cuenta, “hasta 2008 la ciencia y hasta comienzos de este siglo el sector empresarial”, recuerda Bonalde. “El Gobierno nunca actuó como catalizador de esa relación, ni directa ni indirectamente. Por el contrario, el Estado se dedicó a financiar a las universidades e institutos y a subsidiar al sector empresarial. Con esos avales económicos no hubo necesidad de encuentros: la universidad no necesitaba recursos privados o empresariales y el sector productor no necesitaba ser competitivo”.

Caso Locti

Una buena política fue la promulgación de la Ley Orgánica de Ciencia, Tecnología e Innovación (Locti) en 2001, especialmente su reforma del 2005. No obstante, su impacto no fue evidente. “Funcionó en favor de la academia y el sector productor por poquísimos años. En 2010 el Estado cortó esa iniciativa y desde entonces ambos sectores, académico e industrial, transitan (aunque no necesariamente como consecuencia de ese rompimiento) por el sendero de la miseria y el desconcierto”, insiste el Individuo de Número de la Acfiman.

Incluso, durante los años de mayor disponibilidad directa de recursos Locti (2007-2009), la producción de conocimientos se desplomó. Justo en 2007, Colombia desplazó a Venezuela del quinto lugar en la clasificación regional y subió su índice de producción hasta alcanzar a Argentina y Chile en pocos años. “Aquí vemos un ejemplo de la relevancia de tener a disposición indicadores de comportamiento, como lo es el estudio presentado por nosotros”, dice Bonalde.

“Tengo la certeza de que la Locti fue una iniciativa de avanzada en comparación con otras implementadas en la región latinoamericana. Creo que no se le dio el tiempo suficiente a la Locti de 2005 (o una versión mejorada para los intereses de la ciencia y la industria) para ver el efecto seguramente muy positivo que hubiese tenido. Ahora la empresa nacional está en recesión y presionada fiscalmente”.

La diáspora venezolana

Los autores también evaluaron la contribución de la diáspora venezolana a la producción total de conocimiento. Para ello consideraron todos los artículos con autores cuyas afiliaciones refieren a una institución venezolana y a otra extrajera, sin un autor cuya afiliación fuese solamente a instituciones venezolanas o que indicase a una instancia venezolana como dirección permanente.

Los resultados indican que la participación de los venezolanos radicados permanentemente en el exterior sin colaboraciones en Venezuela es cercana al 20% hoy en día. El rápido aumento (casi 2,5 veces) del aporte de la diáspora en 2016 coincide con la salida de un gran número de ciudadanos con formación de posgrado a países como España, Ecuador y Estados Unidos.

Para Bonalde, la contribución de la diáspora debe ser individualizada y conocida “para no incluirla como parte de nuestro desarrollo (aunque pobre) local. Las instancias gubernamentales y tomadoras de decisiones deben tener claro el estado y la condición local de nuestras áreas científicas, sociales y humanísticas para decidir correctamente el rumbo de las mismas”.

Una oportunidad

El panorama es calamitoso: deterioro político, económico y social del Estado, caída sostenida del producto interno bruto, malas políticas de financiamiento, daño a las estructuras generadoras de conocimiento, inadecuadas formas para mantener en el país al talento profesional y quiebre de la calidad de vida de esa reserva humana.

¿Se vislumbra una luz al final del túnel? Bonalde confía en que sí. “Ahora mismo, como nunca antes, los académicos y empresarios están conscientes de la necesidad de un acercamiento, en el peor momento histórico para ambos sectores, y tienen la mayor disposición para hacerlo una vez se recuperen las condiciones apropiadas”.-

22 Dic, 2023 /Correo del Caroní

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