Acoger a un Dios que nos sorprende porque viene a su manera
¿No estamos demasiado preocupados por otras cosas que no nos dejan ver quién llama a la puerta?
Nunca llegaremos a Dios si no nos hacemos cada día más humanos, nunca acogeremos al Dios que se hace Niño si no estamos dispuestos a acoger a tantos hombres y mujeres que son imagen de Dios y que vienen a nuestro encuentro de forma cotidiana
El Evangelio narra las actitudes de la condición humana, de una humanidad que no acepta la humanización de Dios. Sabemos que hoy tampoco habría sitio para ellos, inclusive en muchos de nosotros, en muchas de nuestras familias, en muchos de nuestros templos
La Navidad es una oportunidad para hacer memoria, para humanizarnos como camino para divinizarnos, para acercarnos a las necesidades y sufrimientos de los más pequeños, para estar más cerca del Dios que se hace humano en medio de los más pequeños
Mucha gente no se ha dado cuenta y sigue sin darse cuenta de que sigue viniendo, a su manera, no a mi manera o a tu manera
En un mundo cada vez más deshumano, inclusive entre aquellos que se dicen creyentes, es necesario contemplar y acoger al Dios que se hace humano, al Dios que se hace pequeño, que se hace pobre y nace entre los más pobres, que al final fueron los únicos que le hicieron un hueco en medio de ellos.
Asumir la humanidad de Dios
Navidad es tiempo para asumir la humanidad de Dios, de un Dios que nos da la posibilidad de tener actitudes divinas en la medida en que tenemos prácticas cada vez más humanas. Nunca llegaremos a Dios si no nos hacemos cada día más humanos, nunca acogeremos al Dios que se hace Niño si no estamos dispuestos a acoger a tantos hombres y mujeres que son imagen de Dios y que vienen a nuestro encuentro de forma cotidiana.
Acoger a un Dios que nos sigue sorprendiendo, y lo hace porque se manifiesta de modos muy diferentes a los que muchos de nosotros imaginamos y esperamos. Es difícil imaginar a un Dios que se hace gente, que quiere caminar con nosotros, que es capaz de pasar por uno de tantos, que no exige privilegios, que se pone el último de la fila, que se pone a servir.
Nosotros tampoco le acogimos
Uno se imagina a aquellos dos desconocidos llamando de puerta en puerta, y nosotros, que somos “cristianos convencidos” nos enfadamos e indignamos ante aquellos habitantes de Belén que no tienen lugar para Nuestro Señor Jesucristo. En verdad, deberíamos darnos cuenta que fuimos nosotros los que no acogimos a María y José. El Evangelio narra las actitudes de la condición humana, de una humanidad que no acepta la humanización de Dios. Sabemos que hoy tampoco habría sitio para ellos, inclusive en muchos de nosotros, en muchas de nuestras familias, en muchos de nuestros templos.
Es más fácil creer en un Dios divinizado, alejado de nuestra realidad, alguien que ayuda en momentos de necesidad pero que no compromete nuestras acciones. El Dios encarnado nos interpela, nos hace reflexionar sobre nuestras actitudes tantas veces inhumanas. Vino en Jesús y sigue viniendo en tantos que son su presencia, que se acercan a nosotros y nos hablan, nos interrogan sobre nuestro modo de vida desconectado, ajeno a las necesidades de los demás, especialmente al sufrimiento de los vulnerables, de los que la sociedad deja del lado de fuera.
Cosas que no nos dejan ver quién llama a la puerta
La Navidad es una oportunidad para hacer memoria, para humanizarnos como camino para divinizarnos, para acercarnos a las necesidades y sufrimientos de los más pequeños, para estar más cerca del Dios que se hace humano en medio de los más pequeños. Pero ¿tenemos tiempo para esto? ¿No estamos demasiado preocupados por otras cosas que no nos dejan ver quién llama a la puerta?
El desafío siempre será vivir con los ojos abiertos, agudizando los sentidos. Sólo así nos damos cuenta de quién viene hacia nosotros. Sólo así comprendemos que Dios viene, y lo hace de formas que nos sorprenden, que nos sacan de nuestros lugares de comodidad, de nuestras ideas preconcebidas sobre Él. La grandeza de Dios, lo que nos sorprende de él, es su capacidad de descender, de hacerse cada vez más pequeño.
Él sigue viniendo a su manera y nosotros seguimos intentando que venga a nuestra manera. Por eso mucha gente no se ha dado cuenta y sigue sin darse cuenta de que sigue viniendo, a su manera, no a mi manera o a tu manera. ¿Nos daremos cuenta algún día? Darnos cuenta nos alegrará la Navidad y la vida.-