«Ora y resiste»: Católicos de Nicaragua, frente a una de las persecuciones más duras jamás cometidas por un gobierno latinoamericano
Un quinquenio nefasto para la Iglesia y el pueblo creyente
«La Iglesia de Nicaragua está dando un testimonio extraordinario de fe encarnado en la realidad de un pueblo aquejado bajo un yugo totalitario»
«Los motivos de este ataque sistemático contra la fe son sencillos. La Iglesia se posicionó del lado de aquellos que reclamaban el retorno a la democracia después de tres lustros de un gobierno que no admite ningún tipo de disenso»
«Desde el inicio de la grave crisis sociopolítica, en abril de 2018, los católicos nicaragüenses han tenido que enfrentar 667 ataques perpetrados por el Estado y civiles afines al régimen de Daniel Ortega, y unos 151 sacerdotes y 76 religiosas han sido expulsados del país»
«Frente a la que podría ser una de las persecuciones más duras jamás cometidas por un gobierno latinoamericano en contra de la fe católica, los católicos de Nicaragua oran y resisten en silencio, a certeza que un día resucitarán a una vida nueva en la libertad de los hijos e hijas de Dios»
Según el diccionario, la palabra “mártir” viene del griego que significa “testigo”. Si hay algo que puedo afirmar con rotundidad, a día de hoy, es que la Iglesia de Nicaragua está dando un testimonio extraordinario de feencarnado en la realidad de un pueblo aquejado bajo un yugo totalitario, que se reclama falsamente como “cristiano” mientras irrespeta todas las libertades de sus ciudadanos.
Desde el inicio de la grave crisis sociopolítica que aqueja al país centroamericano, en abril de 2018, los católicos nicaragüenses han tenido que enfrentar 667 ataques perpetrados por el Estado y personas civiles afines al régimen de Daniel Ortega, según el informe Nicaragua, ¿Una Iglesia perseguida? elaborado por la activista y abogada Martha Patricia Molina.
En el mismo quinquenio (2018-2023), unos 151 sacerdotes y 76 religiosas han sido expulsados del país por el régimen nicaragüense, constata un reporte elaborado por el colectivo de derechos humanos “Nicaragua nunca +”. A la luz de estos datos, estamos frente a la que podría ser una de las persecuciones más duras jamás cometidas por un gobierno latinoamericano en contra de la fe católica.
«Estamos frente a la que podría ser una de las persecuciones más duras jamás cometidas por un gobierno latinoamericano en contra de la fe católica»
Los motivos de este ataque sistemático contra la fe son sencillos. La Iglesia se posicionó del lado de aquellos que reclamaban el retorno a la democracia después de tres lustros de un gobierno que no admite ningún tipo de disenso, que ha cerrado todo canal institucional para lograr un cambio y que ha cometido crímenes de lesa humanidad en contra de sus ciudadanos, tal y como lo han certificado la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OACDH).
En Nicaragua, se hicieron realidad aquellas palabras del Papa Francisco cuando veía a la Iglesia como un hospital de campaña. Cuando civiles armados afines al régimen y policías atacaban a los manifestantespro-democracia, las puertas de las parroquias eran abiertas para que la población pudiera resguardarse de las balas y pudieran ser atendidas física y espiritualmente. Esto jamás lo ha perdonado el orteguismo.
Paralelo a esto, los obispos fungieron como mediadores y testigos en un diálogo nacional entre Ortega y la oposición. La Iglesia tuvo una gran altura de miras y propuso al país un adelanto electoral y una renovación de las personas al frente de diversas instituciones estatales para lograr encausar las demandas de la población por métodos civiles y constitucionales. No pidieron nada para sí mismos o para el Episcopado. En aquel proceso, trabajaron con la mejor disposición para demostrar que los nicaragüenses podíamos resolver nuestras controversias políticas sin violencia.
La respuesta de Ortega y de su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, ha sido el ataque verbal en contra de los obispos, sacerdotes y religiosos que ha soliviantado una retórica anti-clerical no vista antes en Nicaragua. Bajo esas palabras, el régimen de Managua justifica encarcelar curas, asediar templos, organizar festividades religiosas paralelas a las dirigidas por la Iglesia y hasta expulsar a religiosas que practican la caridad con los más pobres.
Lo que sucede hoy en Nicaragua podemos sintetizarlo con nombres y apellidos. Monseñor Rolando José Álvarez Lagos, obispo de Matagalpa, pasará su segunda Navidad en una celda del Centro Penitenciario “Jorge Navarro” por una condena injusta de 26 años en prisión por el delito de “traición a la patria”.
Monseñor Rolando, obispo ejemplar y ciudadano coherente, ha tenido la oportunidad de salir al exilio al menos en dos ocasiones y en ambas ha preferido asumir el riesgo de quedarse en la ergástula antes de abandonar a su feligresía. Sin duda, es un testigo de la fe en pleno siglo XXI.
El testimonio profético de la Iglesia de Nicaragua, encarnado hoy en la figura del judicializado y encarcelado obispo de Matagalpa; representa el amor, esperanza, dignidad y lucha pacífica de todo un país frente a una tiranía cruel, blasfema e inmoral.
Los católicos de Nicaragua, así como los primeros cristianos que eran perseguidos durante el imperio Romano, oran y resisten en silencio frente a un autoritarismo que desea aplastarlos. Y como aquellos primeros testigos de Jesús, saben que el martirio y la cruz son semillas de fe.
El pueblo nicaragüense y su Iglesia comprometida con la defensa de los derechos humanos se encuentran hoy crucificados por un poder temporal opresor, pero tienen la certeza que un día resucitarán a una vida nueva en la libertad de los hijos e hijas de Dios.
(*) Periodista nicaragüense de información socio-religiosa, actualmente exiliado en España desde mayo de 2019. Twitter: @israeldej94
| Israel González Espinoza/RD