Testimonios

La impactante historia de conversión de un obispo venezolano

Monseñor Carlos Márquez, recién designado obispo auxiliar de Caracas ha experimentado, literalmente en su propia carne, la misericordia de Dios tras un accidente mortal. "Ni en mis más locos sueños pensé jamás que sería obispo"

Macky Arenas/Aleteia:

Sobrevivió a un horrendo accidente del cual nadie sabe cómo está vivo.  Menos él mismo. Fue el 26 de diciembre de 1991 y, a partir de allí, lo que siguió fueron manifestaciones de Dios en su vida, algunas perceptibles, otras más sutiles. Pero todas decisivas para que su vida diera un giro que jamás imaginó.

«Que sea Él –Dios- el protagonista de este relato, no yo», fue lo único que pidió antes de conversar.

«Alguien tiene que echar el anzuelo»

Hurgando en la aparición de su vocación, explica: «Alguien tiene que echar el anzuelo. Si no hay quien haga la invitación puede diluirse. Hay que cerrar la venta», dice acudiendo al símil de buen experto financiero.

Nos reímos de buena gana con el ejemplo.

«Es que hice muchos cursos de ventas – agrega – tú puedes ser un excelente vendedor; pero si no sabes cerrar la venta, sencillamente no vendes. Y el P. Palau era excelente cerrando la venta. Otra vez el  ¿tienes miedo?». Esta vez respondió, tajante, que no.

A veces recela de quienes dicen que tuvieron una visión donde Dios les pedía que fueran sacerdotes. Piensa que es más un asunto de poco a poco. Y hay momentos de duda, claro. Los experimentó también. «En todas partes hay líos. Somos seres humanos. En la Iglesia también los hay y yo estuve un tanto escandalizado en una época. No obstante persistí. Soy de los que, cuando toman una decisión, no se echan atrás. Me tomo mi tiempo pero al hacerlo es definitiva».

En aquél momento de duda, iba resuelto a renunciar a una instancia de la Iglesia en la que participaba. Pero un hombre lo detiene en la calle y llorando le dice: «Cuando yo estaba enfermo, usted me visitaba en el hospital y yo rezo todos los días por usted. Siga adelante», y lo abrazó. Como decimos en el béisbol, fue un flaicito del Cielo. Los mensajes de Dios a través de la gente común.  Y no renunció.

Monseñor Carlos Márquez - YouTube

El click

«Te podría contar tantas cosas –dice- pero sería interminable». Sólo retrocede un poco en el tiempo de este relato para revelar lo que terminó haciendo el click en su conversión: un retiro en la famosa abadía benedictina de Guigue, en el centro del país. Decide confesarse y aparece el P. Otto – con un impronunciable apellido alemán –, luego llegó a ser abad, ya fallecido, quien lo dirigió espiritualmente muchos años.

«Fue la típica confesión de un recién llegado a la fe, muy dura. Uno casi se cae a latigazos. El P. Otto no habló, con toda paciencia me dejó hablar. Al final señaló mi problema: yo tenía que dejarme amar por Dios. La penitencia que me asignó fue Isaías, 43-4, tú eres precioso para mí y yo te amo. Pasé tres días llorando en esa abadía. Creí profundamente que, a pesar de estar desfigurado y quemado, yo era precioso para Dios».

Insiste en que saberse amado por Dios sin restricción es una experiencia liberadora.

La transfiguración

El primer niño que bautizó como diácono se llamaba Isaías. «Ese día supe que estaba donde Dios quería que estuviera».

Otra sorpresa: lo ordenan diácono un sábado 06 de agosto Solemnidad de La Transfiguración del Señor. La transfiguración es lo contrario de la desfiguración.  «Me desfiguró la candela y el Señor me ha ido transfigurando».

Lleva 24 años de diácono, 19 de sacerdote. Llega a obispo a los sesenta años. Su vocación fue tardía, como dicen, pero él ataja: «Nunca es tardía, en todo caso, vocación adulta. Nunca es tarde para Dios».

Y da el paso por el cardenal Ignacio Velazco, antiguo arzobispo de Caracas. «Él hizo una campaña admirable pues yo estaba feliz como diácono, no quería más nada. Donde no había sacerdote, yo iba, pero sin pensar en meterme en compromisos más allá. No obstante, el cardenal Velazco me instaba a dar el paso y yo me hacía el desentendido. Simplemente me lo decía y esperaba».

El bombardeo

Como era diácono, no podía administrar algunos sacramentos y, donde quiera que iba, la gente le caía encima para que actuara como un presbítero, con sus necesidades y sus urgencias. «Era como un bombardeo. Muy fuerte. De nuevo, Dios manifestándose a través de la gente para que yo fuera más allá».

Era Semana Santa. «Esto que te voy a contar, me cuesta. Aparece una señora con un niñito que sufría de espina bífida y me dice que quiere  rezarle al Nazareno. Inmediatamente me ofrecí a cargarlo para acercarlo a la imagen. Como pudo, el niño se acercó al Nazareno y le dijo Concédeme una gracia. Más nada, no dijo más nada».

(En este punto paramos pues la emoción no lo dejaba hablar). Continúa: “Al escuchar al niño fue como si un corrientazo me recorriera. Me puse a llorar. Devolví el niño a su madre. Me volví al Señor y le dije: ¿Sabes qué? Yo no peleo más contigo. Si quieres que yo sea cura, lo seré”.

Todos somos elegidos

«Me tocó predicar el Domingo de Resurrección en la misa de 6:00. Yo tenía un nudo en la garganta pues sabía que Cristo resucitado se hace presente en el enfermo, en el pobre, en el que nadie quiere, esperando para abrazarte. Así que en mi prédica les conté mi experiencia con el niño; dije que me encontré con Jesús resucitado en ese niño. Yo no sabía que el muchachito estaba allí presente».

La madre, al final y entre lágrimas, le dijo  que el niño estaba muy agradecido porque habló de él. En realidad, estaba hablando de Cristo. «No lo vi nunca más ni supe más nada de él. Pero a la semana siguiente fui a hablar con el cardenal Velazco, decidido a ordenarme. Y es que la experiencia mística verdadera es encontrarse con Dios cuando estamos con el necesitado y el desvalido. Allí está Cristo y nos beneficiamos nosotros de todo ello. Todos somos elegidos por Dios. Nadie es elegido para la violencia y el terror. Todos somos elegidos para amar».

Una confidencia

Cuando, hace muy poco, recibí el báculo del Cardenal Baltazar Porras, le comenté: «Eminencia, se lo voy a decir en inglés: Not even in my wildest dreams, I thougt of being a bishop» (ni en mis más locos sueños pensé jamás que sería obispo).

«Te hago esta confidencia, con el perdón del cardenal, porque mi máxima aspiración después del accidente era ir a misa los domingos. Y hoy, mi aspiración como obispo es servir. Es la gracia que pido a Dios. La fuerza de la voluntad es la más débil de todas las fuerzas. Es la fuerza de la gracia de Dios la que lo puede todo. Es la fuerza del Amor. ¡Esa sí puede!».–

Macky Arenas – publicado el 09/05/22-Aleteia.org

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