Febrero
Alicia Álamo Bartolomé Febrerillo, corto y loco, helado en los países de cuatro estaciones; en el trópico, variante entre días de frío y de calor. Único mes del calendario que cambia de número de días cada cuatro años, pero siempre el más corto, no pasan de 29, mientras los otros permanecen inmutables en sus 30 o 31 días. ¿Quién decretó la locura de febrero? Durante este mes, los romanos celebraban ciertos ritos religiosos dedicados al dios Plutón. Del latín "Februare", este mes significa "limpiarse", ya que los rituales pretendían obtener la pureza. Pero, ¿de dónde sale lo del año bisiesto? Desde la antigüedad -hablemos de egipcios- se trató de arreglar el problema de que la Tierra no tarda 365 días en el dar la vuelta al Sol, sino esta cantidad, más 5 horas, 48 minutos y 46 segundos. Estas cinco horas y pico se redondean a 6, se acumulan y cada cuatro años se suman al calendario, de modo que forman un nuevo día (24 horas). Los egipcios ya tenían un año bisiesto de cada cuatro. Con la llegada de Julio César a Egipto, los romanos adoptaron la idea del año bisiesto y crearon un nuevo calendario que se llamó calendario juliano. Esta nueva fórmula tampoco era perfecta, y conllevaba que hubiera que quitar un día del calendario cada 128 años. Fue el papa Gregorio XIII quién afinó el calendario juliano: en el actual calendario gregoriano, cada cuatro años tenemos un día más, a excepción de los años múltiplos de 100. Pero, para acabar de cuadrar las cifras, sí que tienen un día más los años múltiplos de 400. Por lo tanto, el año 1900 (múltiplo de 100) no tuvo un día más, pero el año 2000 (múltiplo de 400) y el 2020, sí. Por lo que se ve, el papa Gregorio XIII, tampoco pudo resolver del todo el problema, pero lo alivió y es con lo que contamos hoy. Tal vez esta locura de días más y días menos, es lo que ha hecho de febrero un mes atarantado. Si los romanos lo empleaban en purificarse, los cristianos, aunque quizás más de labios para afuera, también. Porque en febrero empieza la Cuaresma, época de penitencia y preparación para la gran fiesta del cristianismo: la Pascua de Resurrección. Curioso que los días de penitencia estén precedidos por el desbarajuste del Carnaval. No tan curioso: la Iglesia se aprovecha de las fiestas paganas para justamente contrarrestarlas en sus excesos con un cierre cristiano. Recordemos el Halloween que, en su aparienza pagana, es una reverencia a la santidad: las fuerzas del infierno se rebelan, estremecen y hacen todos sus desmanes porque al día suguiente serán vencidas por Todos los Santos. Halloween es una contración de la frase en inglés All holly evening, víspera de Todos los Santos. El Carnaval, es un homenaje al desaforado dios Momo, que lo preside. Momo (en griego antiguo Μωμος Mômos, ‘burla’, ‘culpa’; en latín, momus) era, en la mitología greco-romana, el dios del sarcasmo, de la burla, que divertía a los dioses del Olimpo. Sin embargo, fue expulsado de éste a causa de una de sus bromas jocosas hacia Hefesto, Poseidón y Atenea. Generalmente se le representa con un vestido de Arlequín, escondido tras una máscara que levanta del rostro de los demás, o del suyo propio, acompañado de un palo tosco, mal labrado en forma de cetro, cuya terminación es la cabeza de un muñeco que simboliza la locura. Si este es el dios del Carnaval, las fiestas en homenaje suyo, deben llevar su sello. Por más que en muchos países -incluso el nuestro- se haya tratado hacer del Carnaval un fiesta sana, para niños y adultos, con desfile de carrozas y disfraces, el dios Momo mete su mano y en muchos casos se deborda. El juego con agua es una tradición desde la época colonial y, en la contemporánea, muchas veces se ha cambiado por líquidos inmundos. El famoso Carnaval de Río de Janeiro, con su imponente desfile de carrozas, a cual más bella, original y artística, termina siendo una verdadera orgía. Desafortunadamete, los seres humanos tendemos mucho al desenfreno. Mi madre me contaba que en su Yaritaguas natal, estado Yaracuy, en los albores del siglo XX, los años de su juventud, el Carnaval era muy celebrado con grandes bailes, pero que el Martes de Carnaval -el famoso Mardi Gras francés- a la medianoche, justo a las 12, cesaba todo, ¡empezaba la Cuaresma! ¡Qué bonito respeto a la fecha cristiana! Si para los romanos febrero era el mes de la purificación, para nostros también, porque aunque muy raramente el Miércoles de Ceniza puede caer en marzo, generalmente es en febrero y con éste comienza la Cuaresma. El Miércoles de Ceniza nos pone el sacerdote ésta en la frente en forma de cruz para recordar que “polvo eres y en polvo te convertirás”. Me gusta más esta frase que la introducida hace varios años de “arrepiéntete y cree en el Evangelio”, porque arrepentida y creyente soy, puesto que acudo a este rito. Lo que hace falta es que me recuerden el final. Recuerdo que los mortales tratamos de evadir. Ya estamos en Cuaresma en este año bisiesto 2024, tendremos 29 de febrero, un día más para ofrecerlo a Dios en
Alicia Álamo Bartolomé:
Febrerillo, corto y loco, helado en los países de cuatro estaciones; en el trópico, variante entre días de frío y de calor. Único mes del calendario que cambia de número de días cada cuatro años, pero siempre el más corto, no pasan de 29, mientras los otros permanecen inmutables en sus 30 o 31 días. ¿Quién decretó la locura de febrero?
Durante este mes, los romanos celebraban ciertos ritos religiosos dedicados al dios Plutón. Del latín «Februare», este mes significa «limpiarse», ya que los rituales pretendían obtener la pureza. Pero, ¿de dónde sale lo del año bisiesto?
Desde la antigüedad -hablemos de egipcios- se trató de arreglar el problema de que la Tierra no tarda 365 días en el dar la vuelta al Sol, sino esta cantidad, más 5 horas, 48 minutos y 46 segundos. Estas cinco horas y pico se redondean a 6, se acumulan y cada cuatro años se suman al calendario, de modo que forman un nuevo día (24 horas).
Los egipcios ya tenían un año bisiesto de cada cuatro. Con la llegada de Julio César a Egipto, los romanos adoptaron la idea del año bisiesto y crearon un nuevo calendario que se llamó calendario juliano. Esta nueva fórmula tampoco era perfecta, y conllevaba que hubiera que quitar un día del calendario cada 128 años.
Fue el papa Gregorio XIII quién afinó el calendario juliano: en el actual calendario gregoriano, cada cuatro años tenemos un día más, a excepción de los años múltiplos de 100. Pero, para acabar de cuadrar las cifras, sí que tienen un día más los años múltiplos de 400. Por lo tanto, el año 1900 (múltiplo de 100) no tuvo un día más, pero el año 2000 (múltiplo de 400) y el 2020, sí. Por lo que se ve, el papa Gregorio XIII, tampoco pudo resolver del todo el problema, pero lo alivió y es con lo que contamos hoy.
Tal vez esta locura de días más y días menos, es lo que ha hecho de febrero un mes atarantado. Si los romanos lo empleaban en purificarse, los cristianos, aunque quizás más de labios para afuera, también. Porque en febrero empieza la Cuaresma, época de penitencia y preparación para la gran fiesta del cristianismo: la Pascua de Resurrección.
Curioso que los días de penitencia estén precedidos por el desbarajuste del Carnaval. No tan curioso: la Iglesia se aprovecha de las fiestas paganas para justamente contrarrestarlas en sus excesos con un cierre cristiano. Recordemos el Halloween que, en su apariencia pagana, es una reverencia a la santidad: las fuerzas del infierno se rebelan, estremecen y hacen todos sus desmanes porque al día siguiente serán vencidas por Todos los Santos. Halloween es una contracción de la frase en inglés All holly evening, víspera de Todos los Santos.
El Carnaval, es un homenaje al desaforado dios Momo, que lo preside. Momo (en griego antiguo Μωμος Mômos, ‘burla’, ‘culpa’; en latín, momus) era, en la mitología greco-romana, el dios del sarcasmo, de la burla, que divertía a los dioses del Olimpo. Sin embargo, fue expulsado de éste a causa de una de sus bromas jocosas hacia Hefesto, Poseidón y Atenea. Generalmente se le representa con un vestido de Arlequín, escondido tras una máscara que levanta del rostro de los demás, o del suyo propio, acompañado de un palo tosco, mal labrado en forma de cetro, cuya terminación es la cabeza de un muñeco que simboliza la locura.
Si este es el dios del Carnaval, las fiestas en homenaje suyo, deben llevar su sello. Por más que en muchos países -incluso el nuestro- se haya tratado hacer del Carnaval un fiesta sana, para niños y adultos, con desfile de carrozas y disfraces, el dios Momo mete su mano y en muchos casos se desborda. El juego con agua es una tradición desde la época colonial y, en la contemporánea, muchas veces se ha cambiado por líquidos inmundos. El famoso Carnaval de Río de Janeiro, con su imponente desfile de carrozas, a cual más bella, original y artística, termina siendo una verdadera orgía. Desafortunadamente, los seres humanos tendemos mucho al desenfreno.
Mi madre me contaba que en su Yaritagua natal, estado Yaracuy, en los albores del siglo XX, los años de su juventud, el Carnaval era muy celebrado con grandes bailes, pero que el Martes de Carnaval -el famoso Mardi Gras francés- a la medianoche, justo a las 12, cesaba todo, ¡empezaba la Cuaresma! ¡Qué bonito respeto a la fecha cristiana!
Si para los romanos febrero era el mes de la purificación, para nosotros también, porque aunque muy raramente el Miércoles de Ceniza puede caer en marzo, generalmente es en febrero y con éste comienza la Cuaresma. El Miércoles de Ceniza nos pone el sacerdote ésta en la frente en forma de cruz para recordar que “polvo eres y en polvo te convertirás”. Me gusta más esta frase que la introducida hace varios años de “arrepiéntete y cree en el Evangelio”, porque arrepentida y creyente soy, puesto que acudo a este rito. Lo que hace falta es que me recuerden el final. Recuerdo que los mortales tratamos de evadir.
Ya estamos en Cuaresma en este año bisiesto 2024, tendremos 29 de febrero, un día más para ofrecerlo a Dios en penintencia y amor.-
(Información complermentaria tomada de Wikipedia)