Lecturas recomendadas

Rebelión y perdón

 

Nelson Martínez Rust:

 

En nuestro tiempo, ¿tiene algún fundamento hablar de “Pecado”? No solo eso, sino que, ¿es oportuno tal discurso en una sociedad secularizada, autosuficiente y centrada en el hedonismo? Evidentemente que estas interrogantes no pueden ser abordadas con la simple repetición de los conceptos de otros tiempos. Habrá que buscar nuevas expresiones y, sobre todo, profundizar en el ¿por qué? y en el ¿para qué?, tanto de la realidad de la Encarnación como de la celebración del Misterio Pascual. En efecto, estas dos realidades litúrgicas, al mismo tiempo que nos muestran el profundo amor de Dios por el hombre también señalan la gravedad del “pecado”.

Si Dios ha llamado a la humanidad a un fin determinado, es comprensible también que haya establecido un orden moral que la conduzca a la realización de ese objetivo. Por consiguiente, la no-observancia de ese orden conlleva a la no-obtención del fin propuesto (GS 13).

Si nos atenemos a la visión anterior del “pecado”, obtenemos la siguiente característica: Es la inobservancia del orden moral y, como tal, el rechazo a la voluntad de Dios. Si lo vemos desde esta perspectiva tenemos que el “pecado” viene a ser la no-observancia de una ley y “la aversión al bien inmutable y la conversión a los bienes caducos” (San Agustín).

Ahora bien, ¿cómo lo presenta las Sagradas Escrituras? a.- El Antiguo Testamento muestra el “pecado” como una inadmisible arrogancia del hombre (Gen 3,1-24; Num. 14,9; Dt 28,15), como una falta contra la voluntad de Dios (Gen 13,13; 20,6; 39,9; Ex 10,16; 32,33), como un desprecio al Creador (2 Sam 12,10; Is 1,4; 43,24; Mal 1,6), como odio a Dios (Ex 20,5; Dt 5,9) y, finalmente, como una abominación a su persona (Lev 16,16; 18,26; Jue 20; Sal 50[52],6). Israel consideraba el “pecado” como una grave infidelidad para con el Dios de la Alianza (Is 24,5; 48,8; Jer 3,20; 9,1; 11,10; Os 3,1) que por consiguiente rompe la comunión con Él. Al “pecado” se le concebía como el rechazo o la confrontación con el Dios que había liberado al pueblo del dominio de Egipto y que lo había constituido en pueblo libre y soberano. Había que ser agradecido e Israel, en determinados momentos, no lo fue. Esa es la gravedad del “pecado” b.- El Nuevo Testamento añade un elemento nuevo a la visión del Antiguo Testamento: el amor. El “pecadoes el rechazo consciente al amor de Dios, que ha amado tanto al hombre que ha entregado a su Hijo único a la muerte en cruz: “Porque la paga del pecado es la muerte, pero la dádiva de Dios es la vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Rm 6,23). San Agustín al hablar del “pecado” enseña: “El alma pecadora es el alma mala, mala en la medida en que se rebaja del ser supremo al ser inferior y se hace así ella misma inferior, y cuanto más inferior más próxima a la nada” (Agustín; Conf.; IV,12,19). Así pues, el pecado, en cuanto tal, se revela en las Sagradas Escrituras no como el quebrantamiento de una ley o mandato previamente establecido sino como la demostración de una gran autosuficiente por parte de la criatura que demuestra una grave falta de amor hacia el Ser Supremo que ha demostrado con anterioridad su amor por la humanidad y que como consecuencia perjudica la relación humana.

A.-    REFLEXION SOBRE EL DATO BIBLICO

1.-    El pecado como opción libre

Al señalar que el pecado es una opción libre queremos señalar que el hombre se hace pecador a consecuencia de una decisión consciente y libre propia. Es la doctrina tradicional, que, para que pueda hablarse de pecado, se requiere no sólo que lo que se elige sea malo – la materia -, sino que también se le reconozca como tal – advertencia – y que haya adhesión a ello por una decisión propia – consenso -. Por tanto, la causalidad del pecado debe buscársela en el mismo hombre, en su libertad, ya que si se dio una acción mala es porque él la ha querido y la ha puesto en práctica.

2.-    El pecado es un acto contra Dios y contra el hombre

a.- Contra Dios.

Al buscar un bien particular no viable moralmente, el hombre lo busca aun a sabiendas de que no es compatible con el Supremo Bien – Dios – y, por consiguiente, no adecuado a su dignidad humana. El bien escogido es incapaz de satisfacer las rectas aspiraciones del hombre. Este es el fundamento de todo lo que sigue. El elemento principal del pecado no es la orientación desordenada a la creatura escogida, sino más bien el hecho de que el pecador quiere disponer totalmente de sí mismo frente a Dios sin tener en cuenta su propia dependencia de Él. En el fondo, el pecado bíblicamente hablando, es una rebelión contra Dios que trunca la relación con Él. Esta rebelión se concretiza y se manifiesta en los diversos pecados particulares que se cometen diariamente.

Al pecar, el hombre se revela contra Dios, que, sin embargo, lo ama y desde el comienzo ha establecido con él una relación personal de amistad y salvación. Esta relación personal alcanza su máxima relación en Jesucristo, en el cual Dios llega para encontrarse con el hombre y compartir con él su naturaleza.

b.- Contra el hombre

La soledad que experimenta el pecador en su vida personal repercute también en la vida social, económica y política donde sufre asechanzas de toda índole a toda forma de relación interhumana, incluyendo las más íntimas y profundas. La Revelación es explicita e iluminadora. El primer pecado va acompañado de la ruptura entre Adán y Eva. El hombre, después de haber alabado la creación de la mujer como compañera, pasa a acusarla de culpabilidad en la desobediencia que ambos han cometido (Gen 3,12). No hay preocupación por la solidaridad, por el Bien Común, por el otro, no se comparten las responsabilidades. Todo lo contrario, se tiende a justificarse a sí mismo, echando toda la culpa al otro. El exacerbado ego pasa a dominar al hombre.

B.-    PERDON

Cristo, el Hijo de Dios, se presenta como el gran reconciliador entre Dios-Padre y el pecador y entre ellos dos y el universo creado. Él libera a los hombres de la esclavitud del pecado y de la muerte eterna. Los Evangelios, muy a menudo, lo presentan como perdonando los pecados. Este poder se lo trasmite a la Iglesia. Él es el centro de la nueva Alianza.

C.-    EVAGELIZACION

En la historia encontramos que la Iglesia ha sufrido diversas crisis en el sacramento de la reconciliación. En el momento actual la Iglesia debe mostrarse al mundo como “columna y fundamento de la verdad” (1 Tim 3,15), “como maestra y guía segura”. Este principio nos mueve a:

1.-    CATEQUIZAR SOBRE LOS VALORES PROFUNDOS DE LA RECONCILIACION

Es necesario clarificar y revalorizar la realidad misma de pecado en cuanto ofensa a Dios partiendo de la Revelación divina y la Tradición de la Iglesia. La ofuscación del sentido de Dios en los tiempos modernos, el surgimiento del “sentido de culpa” del que hablan los psicólogos, que es muy distinto al “sentido de pecado” y la insuficiente formación catequética que se recibe en la infancia, exigen que se examine el significado del término “pecado” en la perspectiva cristiana. Los profetas hablan de “infidelidad y ruptura del vínculo del amor”.

2.-    PREPARACION CELEBRATIVA

La fe conduce a una conciencia de que el “pecado” significa y es “alejamiento de Dios-Padre. Por consiguiente, la celebración de la reconciliación debe presentarse y conducir al sentimiento de una verdadera fiesta del amor de Dios para con el pecador arrepentido (Cf.: Lc 15,11-31 y Dives in misericordia, 7).-

 

Valencia. Marzo 24; 2024

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