Testimonios

El monje misionero francés que Vietnam quiere ver convertido en santo

Monje, pero también misionero, francés y vietnamita: el padre Benoît Thuân (1880-1933) pronto podría ser reconocido venerable por la Iglesia católica

Un notario sella con cera roja los gruesos expedientes que pasan al postulador, quien ahora tendrá que defender el caso en el Vaticano para que se le reconozca la “heroicidad de las virtudes” a este monje misionero, primer paso en el camino hacia la santidad.

En la sala del Palacio de Letrán, muy funcional, hay muchos monjes vestidos con una túnica blanca y un escapulario negro sujeto por un sencillo cinturón de cuero. Las mujeres llevan el mismo hábito, con el simple añadido de un velo negro sobre la cabeza. Son cistercienses, y muchos de ellos son vietnamitas.

“Hoy, casi la mitad de los cistercienses proceden de Vietnam”, confiesa el Abad General de la Orden, Mauro-Giuseppe Lepori. Este hecho debe mucho a la personalidad del momento, el Padre Benoît Thuân (1880-1933), que, como su nombre no indica, era originario de Pas-de-Calais.

Una vocación progresista

Nacido en Boulogne-sur-Mer en 1880, Henri Denis ingresa a los doce años en el seminario menor de la ciudad portuaria y, en 1900, en el seminario mayor de Arras. Pero este hijo de la Costa de Ópalo soñaba con hacerse a la mar para ser misionero, y abandonó su tierra natal en 1901 para ir al seminario de Misiones Extranjeras de París.

Tras un breve periodo de formación, fue ordenado sacerdote en 1903 y enviado en misión a Hué, en lo que entonces se llamaba Cochinchina -Vietnam-. Allí, el vicario apostólico, para ayudarle a integrarse en su parroquia, le dio un nuevo nombre: Benoît Thuân, que en vietnamita significa “obediente”.

El padre Thuân, muy comprometido con su labor pastoral y que hablaba perfectamente tanto vietnamita como chino, prosperó en esta nueva tierra, pero le faltaba una dimensión contemplativa, por lo que decidió fundar una comunidad monástica, la primera masculina del país. Roma aceptó y, en 1917, fundó el monasterio de Nuestra Señora de Annam, en Phuoc Son, con un solo hermano.

Desde el principio, quiso que su monasterio se adscribiera a la familia cisterciense e inició los trámites para ingresar. Fueron años duros, marcados por el hambre y la hostilidad de algunos lugareños, pero poco a poco se fue ganando la simpatía y el respeto de la población.

Bajo la protección de Santa Teresa

Recibió un apoyo inesperado para su misión cuando, en 1924, escribió a la hermana de Santa Teresa del Niño Jesús, poco después de la beatificación de la pequeña santa de Lisieux en 1923 (fue canonizada en 1925). En su respuesta, la madre Agnès de Jésus anuncia que su hermana beata, casi enviada a Vietnam, será la “protectora de la comunidad”.

“El padre Thuân era muy conocido en su época”, confía Dom Jean XXIII Nguyễn Văn Sơn, actual padre abad de la abadía fundada por el francés. Murió en 1933, antes incluso de que su monasterio se uniera oficialmente a los cistercienses en 1935, pero sigue siendo reconocido como el fundador de la congregación local.

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El abad Dom Jean XXIII con un amigo dominico vietnamita.

Hoy, los católicos vietnamitas saben poco del padre Thuân, debido al gran silencio y la persecución que se impusieron tras la llegada de los comunistas. Su camino hacia la santidad podría cambiar las cosas: “Para los fieles católicos de Vietnam, se trata de una gran alegría”, asegura el Padre Abad Dom Jean XXIII.

Los frutos del monje-misionero

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Pero “el padre Thuân dio sus frutos”, prosigue el Abad, que recuerda los testimonios de antiguos monjes de su comunidad que le habían conocido. La Congregación de la Sagrada Familia, rama vietnamita de la orden fundada por el francés, cuenta ahora con doce monasterios en Vietnam, incluidas tres comunidades femeninas, y más de mil 300 miembros.

“El padre Thuân es muy actual y me inspira personalmente”, explica el abad general Mauro-Giuseppe Lipori. “A la vida monástica a menudo le falta un poco de la dimensión misionera, y a la vida misionera a veces le falta la dimensión contemplativa de la vida monástica”, explica el monje suizo, que considera que este tipo de figuras santas ofrecen un “equilibrio” y pueden representar un modelo para el futuro de su orden.-

Camille Dalmas – publicado el 14/05/24-Aleteia.org

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