El Corpus Christi, una de las solemnidades más importantes del calendario litúrgico
Una tradición de carácter religioso, popular y festivo
«Un sencillo texto para agradecer al Señor que ha querido quedarse con nosotros, de manera única e incomparable, en el gran sacramento de la Eucaristía»
«La adoración al Santísimo lleva a una gran intimidad con Jesucristo y es una oportunidad para renovar la fe, la esperanza y el amor»
La solemnidad del Corpus Christi recuerda la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, y es una de las fiestas principales del año litúrgico. Se celebra el primer jueves después de la solemnidad de la Santísima Trinidad. Pero, en muchas diócesis, por razones pastorales, se ha trasladado al domingo siguiente. En el recuerdo ha quedado el dicho: «Tres jueves hay en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión».
La fiesta del Corpus Christi posee un carácter religioso, popular y festivo. Primero tiene lugar la celebración de la santa Misa y a continuación la procesión con la Sagrada Hostia expuesta en una custodia. También suelen acompañar la procesión autoridades civiles y religiosas, y vistosas representaciones con disfraces de personajes religiosos y profanos.
Las calles del recorrido suelen estar engalanadas con adornos en los balcones y alfombras de flores que muestran dibujos relacionados con la Eucaristía.
Durante la procesión, los fieles, que acompañan al Santísimo, cantan y rezan en su honor. Cuando la Sagrada Hostia vuelve a la iglesia, el obispo o el sacerdote imparte la bendición y termina la celebración.
Un poco de historia
El origen de esta fiesta se remonta al siglo XIII, a Lieja (Bélgica). En esta ciudad, santa Juliana de Cornillon (1192-1258), superiora del Monasterio de Mont Cornillon, tuvo una visión que se repitió varias veces. En ella aparecía la luna llena con una mancha oscura. El Señor le hizo comprender que la luna simbolizaba la vida de la Iglesia, y la mancha oscura la necesidad de una nueva fiesta para que los creyentes pudieran adorar a Cristo presente en la Eucaristía y aumentar su fe.
El obispo de Lieja, Roberto de Thourotte, acogió la propuesta de Juliana y el año 1246 instituyó en su diócesis la solemnidad del Corpus Christi. Más tarde, otros obispos también la establecieron en los territorios de su jurisdicción.
En 1263, el sacerdote Pedro de Praga, de la región de Bohemia, dudaba del misterio de la transubstanciación del Cuerpo y la Sangre de Cristo en la Eucaristía. Entonces realizó una peregrinación a Roma para pedir sobre la tumba de san Pedro la gracia de una fe firme. Cuando regresaba a su tierra, se detuvo en la iglesia de santa Cristina de Bolsena para celebrar la santa Misa. Pero la duda sobre la presencia de Cristo en la Eucaristía le asaltó de nuevo; entonces, al partir la Hostia consagrada,unas gotas de sangre brotaron de ella y empaparon el corporal.
La noticia de este milagro llegó rápidamente al papa Urbano IV, que se encontraba en Orvieto, ciudad cercana a Bolsena. Entonces, el Santo Padre hizo traer el corporal y, después de comprobar los hechos, mediante la bula «Transiturus de hoc mundo», en 1264, instituyó la solemnidad del Corpus Christi. Pero, para indicar su vinculación con el Jueves Santo, día de la institución de la Eucaristía, eligió para su celebración un jueves, el primero después de la octava de Pentecostés.
El mismo Papa encargó a santo Tomás de Aquino la preparación del Oficio divino y de la Misa de esta solemnidad. Con singular maestría compuso el Pange lingua, el Panis angelicus, el Adoro te devote, etc. En ellos se habla de la presencia de Jesús en la Eucaristía y de su entrega por amor para reconciliarnos con el Padre y darnos la salvación.
En 1290, el papa Nicolás IV, a petición del clero y del pueblo, colocó la primera piedra de la nueva catedral de Orvieto para guardar en ella el corporal del milagro de Bolsena.
En 1311, el papa Clemente V, en el concilio de Vienne, reguló el cortejo procesional en el interior del templo. En 1447, el papa Nicolás V, en la fiesta del Corpus Christi, hizo por primera vez la procesión con el Santísimo Sacramento por las calles de Roma.
La presencia de Cristo en la Eucaristía
La Iglesia enseña que «Jesucristo está presente en la Eucaristía de modo único e incomparable. Está presente, en efecto, de modo verdadero, real y sustancial: con su Cuerpo y con su Sangre, con su Alma y su Divinidad. Cristo, todo entero, Dios y hombre, está presente en ella de manera sacramental, es decir, bajo las especies eucarísticas del pan y del vino» (CCEC 282). Pero esta presencia «no se conoce por los sentidos, sino sólo por la fe, la cual se apoya en la autoridad de Dios» (Sto. Tomás de Aquino, S. Th. 3,75,1).
El culto eucarístico
El catecismo enseña que «al sacramento de la Eucaristía se le debe rendir culto de latría, es decir de adoración reservada a Dios, tanto durante la celebración eucarística, como fuera de ella. La Iglesia, en efecto, conserva con la máxima diligencia las Hostias consagradas… las presenta a la solemne adoración de los fieles, las lleva en procesión e invita a la visita frecuente y a la adoración del Santísimo Sacramento, reservado en el Sagrario» (CCEC 286). La adoración al Santísimo lleva a una gran intimidad con Jesucristo y es una oportunidad para renovar la fe, la esperanza y el amor.
San Juan Pablo II decía: «La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad de culto eucarístico. Jesús nos espera en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las faltas graves y los delitos del mundo».
La celebración del Corpus Christi
En los países de tradición católica, la solemnidad del Corpus Christi es una de las más importantes del calendario litúrgico. Su finalidad es proclamar y aumentar la fe de los creyentes en la presencia real de Jesucristo en el Santísimo Sacramento.
Además de su sentido religioso, la fiesta del Corpus Christi también ha integrado en su celebración interesantes tradiciones y manifestaciones culturales de los países y regiones donde se celebra.
Pange lingua
Que la lengua humana cante este misterio:
la preciosa sangre y el precioso cuerpo.
Quien nació de Virgen, Rey del universo,
por salvar al mundo, dio su sangre en precio.
Se entregó a nosotros, se nos dio naciendo
de una casta Virgen; y acabado el tiempo,
tras haber sembrado la palabra al pueblo,
coronó su obra con prodigio excelso.
Fue en la última cena, ágape fraterno,
tras comer la Pascua según mandamiento,
con sus propias manos repartió su cuerpo,
lo entregó a los Doce para su alimento.
La Palabra es carne y hace carne y cuerpo
con palabra suya, lo que fue pan nuestro.
Hace sangre el vino y, aunque no entendemos,
basta fe, si existe corazón sincero.
Adorad postrados este sacramento.
Cesa el viejo rito; se establece el nuevo.
Dudan los sentidos y el entendimiento:
que la fe lo supla con asentimiento.
Himnos de alabanza, bendición y obsequio;
por igual la gloria y el poder y el reino al eterno Padre, con el Hijo eterno,
y el divino Espíritu que procede de ellos. Amén.
Liturgia de las horas
Corpus Christi
Solemnidad
Cantemos al Amor de los amores,
cantemos al Señor.
Dios está aquí; venid adoradores,
adoremos a Cristo Redentor.
| P. César Ruiz, misionero comboniano/RD