¿Qué se puede bendecir?
Rafael María de Balbín:
En el desempeño de su labor santificadora la Iglesia administra principalmente los siete Sacramentos, que confieren la gracia por sí mismos a la persona rectamente preparada.
Además están los llamados sacramentales, que confieren la gracia no por sí mismos, sino por la intercesión de la Iglesia. “Los sacramentales son signos sagrados instituidos por la Iglesia, por medio de los cuales se santifican algunas circunstancias de la vida. Comprenden siempre una oración acompañada de la señal de la cruz o de otros signos. Entre los sacramentales, ocupan un lugar importante las bendiciones, que son una alabanza a Dios y una oración para obtener sus dones, la consagración de personas y la dedicación de cosas al culto de Dios” (Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, n. 351).
Evidentemente las bendiciones recaen sobre las personas o las cosas buenas. La Iglesia bendice al pecador y rechaza el pecado. Una manifestación de esto es el exorcismo. “Tiene lugar un exorcismo, cuando la Iglesia pide con su autoridad, en nombre de Jesús, que una persona o un objeto sea protegido contra el influjo del Maligno y sustraído a su dominio. Se practica de modo ordinario en el rito del Bautismo. El exorcismo solemne, llamado gran exorcismo, puede ser efectuado solamente por un presbítero autorizado por el obispo” (Idem, n. 352).
Además de la vida sacramental de la Iglesia existen muchas y variadas formas de piedad popular, que se han venido desarrollado a través de los siglos. “El sentido religioso del pueblo cristiano ha encontrado en todo tiempo su expresión en formas variadas de piedad, que acompañan la vida sacramental de la Iglesia, como son la veneración de las reliquias, las visitas a santuarios, las peregrinaciones, las procesiones, el «Vía crucis», el Rosario. La Iglesia, a la luz de la fe, ilumina y favorece las formas auténticas de piedad popular” (Idem, n. 353).
La oración de la Iglesia acompaña a sus hijos hasta el final de su vida terrena. “El cristiano que muere en Cristo alcanza, al final de su existencia terrena, el cumplimiento de la nueva vida iniciada con el Bautismo, reforzada con la Confirmación y alimentada en la Eucaristía, anticipo del banquete celestial. El sentido de la muerte del cristiano se manifiesta a la luz de la Muerte y Resurrección de Cristo, nuestra única esperanza; el cristiano que muere en Cristo Jesús va «a vivir con el Señor» (2 Co 5, 8)” (Idem, n. 354).
Las exequias son expresión de la esperanza cristiana y de la solicitud por su eterna salvación. “Las exequias, aunque se celebren según diferentes ritos, respondiendo a las situaciones y a las tradiciones de cada región, expresan el carácter pascual de la muerte cristiana, en la esperanza de la resurrección, y el sentido de la comunión con el difunto, particularmente mediante la oración por la purificación de su alma” (Idem, n. 355).
La celebración de las exequias comprende momentos significativos. “De ordinario, las exequias comprenden cuatro momentos principales: la acogida de los restos mortales del difunto por parte de la comunidad, con palabras de consuelo y esperanza para sus familiares; la liturgia de la Palabra; el sacrificio eucarístico; y «el adiós», con el que se encomienda el alma del difunto a Dios, fuente de vida eterna, mientras su cuerpo es sepultado en la esperanza de la Resurrección” (Idem, n. 356).-
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