Javier Duplá sj.:
Es una pregunta que siempre nos hacemos y que contrasta fuertemente con nuestro convencimiento de que Dios nos ha hecho a su imagen y semejanza. No nos hizo ángeles, sino que nos dio también la libertad de usar mal nuestra semejanza divina. ¿Tanta importancia tiene la libertad? La tiene y al usarla para el bien nos hacemos más semejantes a Dios. El bien es luz y la maldad es oscuridad; ¿por qué permite Dios la oscuridad en su creación?
La familia es un maravilloso regalo de Dios. El problema surge cuando tantos niños y niñas crecen en ambientes donde no tienen libertad para elegir, porque todos los que les rodean les incitan al mal: mentir, robar, matar, prostituirse, drogarse, etc. En esos casos o siguen la corriente o los eliminan. Todos tenemos inclinaciones al bien, pero también al mal, tipificadas en los siete pecados capitales: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza. Son tendencias pasionales muy arraigadas en la psique humana. Por eso es tan importante el buen ejemplo en la familia, ejemplo de no ceder al mal, de combatirlo, de ayudarse a no caer en él. Los que hemos tenido el regalo de una familia así, bendecimos a Dios que nos lo concedió.
Lo que nos llega por las redes y los demás medios de comunicación social es con frecuencia noticias sobre guerras, atentados, asesinatos y todo género de maldades. Eso nos lleva al engaño de que el mal predomina en el mundo. Y no es verdad. Son mucho más numerosas las personas que luchan contra el mal y hacen que predomine el bien. Las ONG de todo tipo son ejemplo de lucha por el bien: algunas “resaltan la importancia de abordar determinados problemas sociales, ambientales o humanitarios; otras impulsan transformaciones sociales; otras divulgan y empoderan a la sociedad civil sobre sus derechos, así como defienden que sean cumplidos.” (Wikipedia) Hay además muchos hombres y mujeres buenos que dedican su vida a cuidar a los enfermos, y no lo hacen por dinero, sino por amor. San Camino de Lelis es un ejemplo, cuya fiesta se celebra el 14 de julio. La Orden Hospitalaria de san Juan de Dios y las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl son otros ejemplos conocidos.
Obrar el bien es hacerse co-creadores junto a Dios. Él no ha querido hacerlo todo definitivamente terminado, sino que nos invita a que seamos su mano, su pie, su rostro, su talento, su corazón para tantos y tantos que no le conocen ni le quieren, para millones de personas que sufren. “En última instancia, aunque la maldad persista como un enigma, es nuestra respuesta ante ella lo que define nuestra verdadera humanidad. Mediante el conocimiento, la compasión y la dirección de nuestra energía hacia la acción positiva, podemos aliviar el sufrimiento, fomentar la comprensión y construir un mundo más empático y acogedor para todos”. (Pynchas Brener, Café con Fe, 2024).-