Gehard Cartay:
Los venezolanos, hartos de 25 años de mal gobierno, saqueo, corrupción y empobrecimiento generalizado, ya han tomado la decisión soberana y democrática de producir un cambio verdadero y echar del poder a la cúpula podrida que lo ejerce desde hace un cuarto de siglo.
Tan sencillo como eso. Se necesita estar ciego y sordo para no darse cuenta de que las mayorías han tomado las calles y perdido el miedo, detrás del poderoso liderazgo popular y corajudo de María Corina Machado y de la candidatura presidencial de un hombre capaz y honesto como Edmundo González Urrutia. Ambos conforman, sin duda, una formidable llave que nos abrirá a todos las puertas de un futuro promisorio de cambio en paz, progreso y bienestar.
Ese irreversible anhelo de las grandes mayorías venezolanos no tendrá obstáculos que lo contengan y, si acaso algún intento por hacerlo se presenta, no hay dudas de que entonces se convertirá en una avalancha aún más poderosa que se llevará por delante cualquier iniciativa que desconozca esa irrefrenable decisión popular. Y no es un simple juego de palabras, sino una realidad comprobable por cualquiera.
El régimen, mejor que nadie, sabe que está perdido y que no podrá evitar su segura derrota en las elecciones del 28 de julio porque la fuerza y la valentía del 80 por ciento de los electores está decidido a votar por la candidatura de Edmundo González Urrutia. Algunos especulan que la desesperación de la cúpula corrupta del madurismo los llevará a darle “un palo a la lámpara”, apelando a mecanismos fraudulentos o acciones golpistas y terroristas de su parte. Puede ser que lo intenten, pero les saldría mucho más costoso en todo sentido porque abrirían una “Caja de Pandora” que se los puede llevar por delante.
Una tentación como esa, que puede estar rondando en la cabeza de los más extremistas del régimen, supondría consecuencias funestas para ellos y, desde luego, nada convenientes para los demás. Sería un salto suicida al vacío, ni más ni menos. Y afirmo lo anterior porque creo que, aunque lo quisieran hacer, no están dadas las condiciones objetivas para una aventura como esa. Ya los venezolanos han tomado plena conciencia de su protagonismo y ellos, los del régimen, hace rato que perdieron el apoyo popular que alguna vez tuvieron y cuentan con una muy reducida capacidad de maniobra al efecto.
De manera que quienes especulan sobre el particular -porque son tarifados o son los eternos “aguafiestas” que nunca faltan- simplemente pretenden sembrar temor entre algunos y darle vigencia otra vez al manido argumento de que el régimen está en capacidad de hacer lo que le dé la gana, lo cual es falso. Ya esos tiempos pasaron, y hoy tenemos un pueblo que, curtido de esta pésima experiencia desde hace 25 años, no está dispuesto a continuar sufriendo la terrible tragedia que nos acogota.
Ya se los han dicho y repetido Edmundo y María Corina: lo mejor para los jerarcas del régimen es que acepten su derrota electoral y faciliten una transición pacífica, con las garantías que ellos nunca le concedieron a la oposición en este cuarto de siglo desde 1999, sin que se obvien, por supuesto, las exigencias de la justicia que puedan plantearse. Ojalá que no se pongan a inventar y pretendan desconocer la decisión inmensamente mayoritaria de cambio que hoy existe en el país.
Por si acaso, también hay que advertir que la gente está dispuesta a defender su voto a cabalidad, derrotando al terrorismo oficialista y las voces agoreras que quieren crear desánimo y temor. No lo van a lograr de ninguna manera, y en este sentido hay que poner de relieve la presencia valiente y decidida de la gente en las calles, convocada por el liderazgo inspirador María Corina y dispuesta a votar por una candidatura que inspira confianza y respeto como la de Edmundo González.
Las leyes de la alternancia que demuestra la historia se cumplen ineluctablemente, aquí y en cualquier parte. Nadie, por muy poderoso que sea, está en capacidad de impedirlo y Venezuela no es la excepción, por supuesto. Al presente régimen le ha llegado su fecha de caducación y será muy difícil que no se cumpla la misma. Los hechos así lo están revelando cada día y de manera sumamente clara.
Como se lo expresó muy gráficamente a María Corina un cartel elaborado por las humildes manos de un andino en una de sus multitudinarias concentraciones en su reciente gira por Mérida: “de que se van… ¡se van!”. Y “la voz del pueblo es la voz de Dios”, asegura un antiquísimo refrán.-
