Mons Raúl Biord Castillo se despide de La Guaira
"El bien de Dios es perseguido por el mal y por los que venden su conciencia y su alma al pecado. A veces parece que vamos a naufragar, que no hay futuro posible, pero Dios está siempre con nosotros"
Homilía en la solemnidad de La Asunción
54 años del inicio de la de la diócesis
Despedida de La Guaira
Mons. Raúl Biord Castillo
Arzobispo electo de Caracas
Administrador diocesano de La Guaira
Celebramos la solemnidad de la asunción de la Virgen María a los cielos. La primera lectura está tomada del Apocalipsis, un libro escrito en tiempos de crisis y de desesperanza. Presenta un gran signo que apareció en el cielo: “una mujer vestida del sol y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; y está encinta, y grita con dolores de parto y con el tormento de dar a luz”. Es la Virgen María portadora de esperanza, porque es la madre del Hijo de Dios. Pero ni siquiera ella está libre de peligro, pues apareció otro signo: “un gran dragón con siete cabezas y diez cuernos. El dragón se puso en pie ante la mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo cuando lo diera a luz. Ella dio a luz un hijo varón, destinado a pastorear todas las naciones. El hijo fue llevado junto a Dios”. Es el anuncio del nacimiento de Jesús, hijo de Dios, que sufrió la muerte en cruz, pero Dios lo levantó en la resurrección y allí nos espera, junto a María, su madre, que fue asunta en cuerpo y alma al cielo.
Esta lectura nos habla de la historia de la salvación: el bien de Dios es perseguido por el mal y por los que venden su conciencia y su alma al pecado. A veces parece que vamos a naufragar, que no hay futuro posible, pero Dios está siempre con nosotros y con la ayuda maternal de María abre nuevos caminos, aunque parezcan imposibles, y nos asegura la salvación. “¡No nos dejemos robar la esperanza!”, como dice el Papa Francisco.
El evangelio nos presenta el cántico de María, que llamamos “magnificat”, es una proclama de la grandeza de Dios que mira a los sencillos, que hace grandes obras pues “su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación, dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos”.
Hoy estamos recordando llenos de agradecimiento los 54 años del inicio de nuestra diócesis de La Guaira. El Señor “ha estado grande con nosotros y estamos alegres”. Permítanme tomar las palabras de María para repetir: “proclama mi alma la grandeza del Señor”, pues durante estos años ha visitado nuestra diócesis y la ha colmado de bendiciones. Gracias por todos los obispos, sacerdotes, religiosas, diáconos y laicos que han sembrado el evangelio en esta tierra de gracia.
Esta misa la han organizado ustedes como despedida, y qué triste es despedirse. Llegué con mucha ilusión y 10 años más joven a La Guaira. Mi mayor alegría es que hemos caminado juntos, en sinodalidad. Me recibieron con una gran fiesta en el Polideportivo José María Vargas, nos hemos escuchado en las asambleas de pastoral, nos hemos conocido en las numerosas visitas a las parroquias, en las peregrinaciones y en las misiones. Los planes diocesanos de pastoral recogieron las indicaciones del Papa Francisco: Para vivir la alegría del evangelio y Predicar juntos el evangelio.
¿Qué me llevo grabado en el corazón?
Las bellas noches de Maiquetía
en mi memoria se grabarán.
será un consuelo a mis tristezas
que allá en Caracas NO se olvidarán.
La letra dice que se olvidarán, pero les aseguro que no se me olvidarán.
NO SE OLVIDARÁN Y EN MI MEMORIA SE GRABARÁN, en palabras de Pérez Bonalde:
- “Ese cielo, ese mar, esos cocales, ese monte que dora el sol de las regiones tropicales… y esas playas que al sol del mediodía brillan a la distancia: ¡la inefable alegría de las riberas de la patria mía!”
EN MI MEMORIA SE GRABARÁN para decirla con Billo Frómeta:
- “Las callecitas de La Guaira, que aún viven el recuerdo cuando por ellas paseaban un marino español, subidas y bajadas pobladas de balcones y estrechos callejones (como Salsipuedes), que me vieron pasar. (El campanario de la Ermita y) la torre del vigía que alumbran tenuemente un suelo de empedrados, y tejen dulcemente un sueño colonial”.
- “Las flores de mil colores de Galipán” y sus capillas de san Isidro y san José.
- El vigía y el fuerte de San Carlos, que desde tiempos coloniales y entre sus rocosas paredes, es testigo de tantas batallas por la libertad de Venezuela, expediciones y sueños de libertad.
TAMPOCO SE ME OLVIDARÁN Y EN MI MEMORIA SE GRABARÁN:
- Las peregrinaciones de la Virgen de Lourdes por el camino de los españoles, de la Virgen de Coromoto en Carayaca y Naiguatá, y de San Isidro en La Peñita.
- Los aguinaldos de las Voces Risueñas y el coro parroquial de Carayaca.
- La catedral de La Guaira y las iglesias más antiguas, a saber: la Ermita del Carmen, la Candelaria en Tarmas y santa Ana en El Cojo.
- Las nuevas iglesias parroquiales de Nra. Sra. del Carmen en La Soublette, primera parroquia de Catia la Mar creada por mi tío abuelo, arzobispo que fue de Caracas, y el Santuario José Gregorio Hernández en la parroquia Mons. Romero, creada por otro arzobispo de Caracas, y donde hoy celebramos esta solemne misa, y la de Nra. Sra. de la Candelaria en Caraballeda, todavía en construcción, gracias a los padres de Don Orione.
- Las capillas que he tenido el honor de bendecir: Nra. Sra. de Fátima en Tirima, San José en El Paulino y San Juan María Vianney en Media Legua, San Rafael en Aguacatal, Nra. Sra. del Carmen en el puerto de La Zorra, la Medalla Milagrosa en Camurí, y la capilla de la Virgen de Loreto en el barrio aeropuerto (parroquia de La Aviación), cuya construcción está muy adelantada.
EN MI MEMORIA SE GRABARÁN
- Los tambores de La Soublette y de Caraballeda.
- Los diablos danzantes de Tarmas y Naiguatá.
- Las empanadas de cazón de La Sabana, con sus velorios festivos de san José.
- El pozo del cura y casi el pozo del obispo en las dos puertas de Guayabal y Chuspa.
- Santa Rosa en Caruao y Todasana, con sus sabrosos helados.
- Las cachapas con queso y las frescas verduras de El Junquito y la amabilidad de su gente.
- Las bellas playas de Los Roques y la procesión de la Virgen del Valle.
- San Miguel y la alegría de la gente de Vista al Mar, Chichiriviche, Puerto Cruz y Costa Maya.
- María Auxiliadora y don Bosco en Las Tunitas, la capilla de la Inmaculada de Mamo (la más antigua de Catia La Mar), La Pipotera y la procesión del Nazareno desde El Piache y Marapa a la sede parroquial.
- Las comunidades de base de La Soublette, Zamora y Mirabal, con gran ímpetu misionero.
- Las celebraciones multitudinarias de la zona pastoral de Catia La Mar en la Plaza Bolívar (otrora Plaza Mayor), delante del estadio Cesar Nieves, en la plaza y calles de La Páez, y en las calles de Guaracarumbo.
- La parroquia de Playa Grande que ahora se extiende desde Puerto Viejo, Playa Verde, y Mare donde la memoria del diácono Rafael Carpio nos exige construir una iglesia ahí donde estaba la vieja capilla y ahora se levanta un desarrollo habitacional.
EN MI MEMORIA SE GRABARÁN
- El polideportivo José María Vargas, donde hace 10 años me recibió la diócesis, con un protagonismo de las parroquias de Pariata y Montesano, donde está vivo el impulso misionero del P. Jorge Bissoni y de tantos sacerdotes que han dado y dan hoy su vida.
- La parroquia San Bartolomé de Macuto donde viví casi por un año al lado de la pensión Guánchez, cuando apenas era un niño, sus playas donde aprendí a nadar y el bello paseo (hoy un tanto abandonado), con sus famosos carnavales y su ir y venir de tanta gente desde la Plaza de las Palomas hasta las 15 letras.
- Tanaguarena, iglesia donde iba a misa, de pequeño, cuando todavía no era parroquia, y los dominicos desarrollaban una bella labor pastoral, continuada con los sacerdotes y religiosas.
- El seminario San Pedro Apóstol donde he vivido 10 años, compartiendo con los formadores la tarea de acompañar a nuestros futuros sacerdotes.
- Punta de Mulatos, una comunidad pequeña, pero con fuerte identidad, que va desde El Tanque por el camino que baja de Galipán hasta el famoso mercado, incluyendo a Guanape y al cerro de los comunistas, donde se celebra la misa y se profesa la fe.
- La gente de Los Corales, Corapal, Corapalito y Valle del Pino, que ha mostrado gran fortaleza al reconstruir sus viviendas y la iglesia parroquial, luego de la fatídica tragedia de Vargas, de la cual recordaremos los 25 años en diciembre. Ojalá sea ocasión propicia para una educación ecológica de la gente en el cuidado de la naturaleza, y lección para un mejor desarrollo urbano respetando las condiciones geográficas, y el mantenimiento continuo de diques, cursos de los ríos, en la prevención de riesgos.
EN MI MEMORIA SE GRABARÁN:
- La dedicación de las hermanitas de los pobres en el Hospital San José, sobre todo en tiempos de pandemia, cuando prodigaron sus cuidados a tantos enfermos aún a costa de sus vidas, pues las tres religiosas estuvieron a punto de muerte, pero prefirieron que las vacunas se suministraran primero a los médicos y trabajadores (pues ellos tienen esposas e hijos) que a las mismas hermanas.
- Los 8 bancos de medicamentos en varias parroquias de la diócesis, el fortalecimiento de la Fundación San Pedro Apóstol y la renovación de los dispensarios parroquiales de La Paéz, Pariata y próximamente La Aviación y Caraballeda.
- Los comedores parroquiales “Alimentando la Esperanza”, “san José” y José Gregorio Hernández, que con la ayuda de muchos bienhechores y de más de 600 voluntarios han alimentado los sueños de miles de niños y adolescentes para que saciaran el hambre y continuaran sus estudios, y siguieran soñando en un futuro promisor.
- La comida distribuida a los pobres, especialmente, durante la pandemia con un bello nombre: de “Compartiendo el pan”, y todos los esfuerzos de caridad de cada una de las 27 parroquias.
- El fortalecimiento de Caritas diocesana y la fundación de 28 caritas parroquiales, que son la ternura de la iglesia hacia nuestros hermanos más vulnerables.
PERO, SOBRE TODO, EN MI MEMORIA SE GRABARÁN
- Los rostros, nombres e historias personales de los sacerdotes, diáconos, religiosas y de tantos laicos con los que he aprendido a ser mejor cristiano, pastor y obispo.
- Los 10 sacerdotes y 9 diáconos permanentes ordenados para la diócesis, las religiosas y seminaristas.
- Las 8 asambleas diocesanas de pastoral, los dos planes pastorales construidos sinodalmente, los programas de la escuela de teología para laicos, las 21 escuelas de ministerios conferidos a laicos como catequistas, celebradores de la palabra, ministros de la comunión, servidores de la familia, líderes juveniles, apóstoles de la educación, servidores de la caridad.
- La construcción del sistema diocesano para la promoción de la cultura del buen trato y la prevención de todo tipo de abusos en la iglesia y en la sociedad.
- La entrega y compromiso de las escuelas de la AVEC, de sus directivos y maestros, de los trabajadores, de manera especial de las escuelas parroquiales y diocesanas.
- La nueva curia diocesana, que más que un oficio meramente administrativo, se ha convertido en un centro de servicios pastorales.
- La radio diocesana Coral 107.7, repotenciada ahora como una emisora de carácter diocesano para compartir planes pastorales.
- Los campamentos misioneros de jóvenes y de monaguillos, los muchos encuentros y paseos por la montaña o a la playa.
- Las bendiciones del mar Caribe los domingos de Pascua en Catia La Mar.
NO, NADA DE ESO SE ME OLVIDARÁ
Y EN MI MEMORIA SE GRABARÁ.
Les pido perdón por todas mis fallas, por los errores cometidos, porque a lo mejor me faltó más impulso misionero y celo pastoral. A nadie he querido ofender, atropellar, ni dejar desatendido. Sí les aseguro que los he querido y los quiero mucho. Mi mayor alegría es que hemos construido un camino pastoral. Estoy seguro de que el futuro será mejor si todos nos comprometemos en el desarrollo de nuestro plan pastoral y asumimos el reto de Predicar JUNTOS el Evangelio.
DESPEDIDA
¡Qué triste son las despedidas! Lo hemos vivido como país con los millones de migrantes, lo sufrimos cuando se nos muere un ser querido, y hoy lloramos: ustedes y yo. El Papa Francisco me ha destinado a una nueva misión: Caracas, la ciudad que me vio nacer. Hoy, al dejar La Guaira, regresan a mi mente las bellas palabras de Pérez Bonalde:
Les aseguro que:
No hay peña ni ensenada que en mi mente
no venga a despertar una memoria,
ni hay ola que en la arena humedecida
no escriba con espuma alguna historia
de los alegres tiempos de mi vida.
Pronto tendré que decir:
Tras ese monte azul (de La Guaira)
cuya alta cumbre lanza reto de orgullo
al zafir de los cielos,
está el pueblo gentil donde, al arrullo
del maternal amor, rasgué los velos
que me ocultaban la primera lumbre.
Ya ocultándose va tras un recodo
que hace el camino, el mar, hasta que todo
al fin desaparece.
«¡Caracas, allí está!»,
vedla tendida a las faldas del Ávila empinado,
Odalisca rendida a los pies del Sultán enamorado.
¡Valor, firmeza, corazón no brotes
todo tu llanto ahora, no lo agotes,
que mucho, mucho que sufrir aún falta.
Hasta reclinar para siempre la cabeza
sobre los lauros del deber cumplido;
cual la reclina, por la muerte herido,
tras el combate rudo,
risueño, el gladiador sobre su escudo!
Pues el único deber que impone el cristianismo
está en el hecho mismo
de haberlo practicado.
A dónde voy:
¡A la corriente de la vida,
a luchar con las ondas brazo a brazo
hasta caer en su mortal regazo
con el alma en paz y con la frente erguida!
Permítanme concluir con las palabras de Jesús en su despedida:
“Padre, ha llegado la hora. He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra… Por ellos ruego; para que tengan en sí mismos una alegría colmada. Te pido que los guardes del mal. Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad, que ellos también sean santificados en la verdad”.
Los quiero mucho y ¡que Dios me los bendiga!.-