Opinión

¿Qué será eso que llaman “la política”?

Esta historia se repite: El que iba a salvar a los pobres no lo hizo, sino que profundizó las reglas de juego, en vez de revertirlas

José Antonio Gil Yepes:

Aunque en Venezuela siempre han privado los criterios políticos sobre otros criterios, como el económico, con graves consecuencias, en este momento está más vigente y saliente “la política” interpretada como una forma distorsionada de hacer política.

Esa distorsión puede llegar a extremos. Por ejemplo, cuando  le revocaron el mandato a Carlos Andrés Pérez II sus propios compañeros del binomio de poder AD y COPEI. Lo sacaron porque estaba cambiando las reglas de juego de un sistema ya agotado, pasando del presidencialismo a menos presidencialismo, del estatismo a la privatización, del centralismo a la descentralización, del partidismo a la toma de decisiones pluralistas, del populismo repartidor a una política social basada en el empleo, la diversificación de la economía y de las exportaciones, y pasando del rentismo petrolero, basado en altos precios y bajo volumen, a una política petrolera basada en alto volumen y precios moderados y estables.

Lo removieron del cargo para mantener el concentrado poder en quienes manejaban la política, “los cogollos” de la “partidocracia”; no para aumentar el bienestar de todos.

En esos 40 años, las decisiones económicas se tomaban filtradas por sus consecuencias en el reparto de las cuotas de poder entre esos dos partidos y los demás sectores. Por ejemplo, la sobrevaluación de la moneda, supuestamente atractiva, no era otra cosa que un freno a las exportaciones privadas, al turismo hacia Venezuela y una herramienta populista del “ta’barato” importado, pero dejando sin trabajo a los venezolanos.

Esa política, tan “lógica” para concentrar el poder,  sacrificó no sólo a las empresas, sino mucho más aún a los pobres que no encontraron trabajos formales ni bien pagados y se tenían que conformar con el empleo informal y los subsidios. Hasta que se cansaron. Rafael Caldera II le entregó la banda presidencial a Hugo Chávez con 11% de desempleo y de 37% de empleo informal. Entonces, a la pregunta “¿Por qué Chávez?”, hay que responder “¿Por qué no?” Aunque ninguno de esos pobres podían estar al tanto de que el remedio sería peor que la enfermedad.

Esta historia se repite: El que iba a salvar a los pobres no lo hizo, sino que profundizó las mismas seis reglas de juego, en vez de revertirlas: Más presidencialismo, estatismo, centralismo, autocracia (por encima del partidismo), más populismo y dádivas, y más rentismo. De allí una mayor concentración del poder, pobreza y corrupción.

Por su parte,  los opositores no han podido lograr un cambio de gobierno  porque se han enfocado más en buscar el poder, uno por uno, que en responder a las necesidades de la población y sectores organizados. Para eso se necesita reunificar los partidos y plantear soluciones. María Corina Machado es una persona, no una organización. Logró alinear millones de voluntades individuales y conseguir los votos porque su popularidad la liberó, en buena medida, de las manos e imagen de  los partidos, pero no se puede esperar que también los unifique; no en el año que lleva su estrellato.

Aristóteles, uno de los grandes pensadores definió que existían dos formas de orientar la política: La legítima, orientada a implantar regímenes basados en la ley y leyes orientadas a producir el bien común, y la ilegítima, basada en regímenes orientados a gobernar con el fin de beneficiar a un sector a costa de los demás.

Para Aristóteles,  la buena política no es mejor ni peor porque concentre o no el poder, sino por la equidad en el reparto de los costos y beneficios que logren las decisiones del gobernante. Una monarquía absoluta puede legitimarse si toma decisiones de gobierno buscando el bien común; lo mismo sucede con la aristocracia o con un gobierno constitucional. Pero este mismo gobierno constitucional, por mucho que parezca más representativo que una monarquía o aristocracia, puede ser perverso si utiliza su ropaje constitucional para gobernar en beneficio propio y  sacrificando el bienestar de otros sectores; sea porque gobierna para sí mismo, para el rico, para una iglesia, para el trabajador o para el mendigo, y no para todos.

En Venezuela estamos frente a un cuadro que Aristóteles llamaría “democracia” (en vez de Gobierno Constitucional) porque los gobernantes han gobernado para concentrar el poder y para “el pueblo”, a costa de otros sectores, como los ricos y los pobres. “El pueblo” no existe. Lincoln se equivocó. Si la alternativa a la “democracia” es el “gobierno constitucional”, no deberíamos estar en una coyuntura en la que se plantee negociar los resultados electorales porque negociar se justifica cuando las reglas del juego no están claras o no se conoce el valor de lo transado. Pero, en nuestro caso, las reglas-leyes están muy claras y el valor de cada voto es un voto porque el sistema es inviolable. En este caso, los únicos que tienen la potestad de negociar son los ciudadanos que votaron. Pero eso es imposible. Allí es donde se mete “la política” mal entendida como juegos de poder y no de derechos, leyes y equidad. Estas situaciones se repiten constantemente en casi todos los países autodenominados democráticos y, por eso, las democracias son cada vez más calificadas como pseudo democracias y sus respectivos pueblos desdeñan ese tipo de política.-

@joseagilyepes

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