Balduino I de Bélgica, la apasionante e íntima historia de un rey diferente a quien el Papa Francisco quiere beatificar
Su historia de amor con Fabiola de Mora y Aragón dio la vuelta al mundo
Durante su viaje apostólico a Luxemburgo y Bélgica, el Papa Francisco dio una homilía en el Estadio Balduino, de Bruselas, y realizó en ella el siguiente anuncio: “A mi regreso a Roma iniciaré el proceso de beatificación del Rey Balduino, para que con su ejemplo de hombre de fe ilumine a los gobernadores”. Con esta noticia, Su Santidad tocaba el corazón de los belgas, fieles aún, treinta y un años después de su muerte, al recuerdo de Balduino I, el Soberano que ejerció la objeción de conciencia, y renunció al trono por treinta y seis horas, en abril de 1990, para evitar firmar una ley, la del aborto, que iba en contra de sus profundas convicciones religiosas.
En la misma homilía, el Sumo Pontífice pidió a los obispos belgas “que se comprometan por llevar adelante esta causa”, porque el camino a seguir es largo y con un sinfín de vericuetos. Si finalmente se cumplen todos los pasos, Balduino I se convertirá en el primer Rey beato de la época moderna, siguiendo la estela de otros soberanos históricos como Fernando III de Castilla –canonizado el 7 de febrero de 1671 por Clemente X–, Boris I de Bulgaria –considerado santo tanto en la iglesia católica como en la ortodoxa– o Margarita de Escocia, quien subió a los altares de la mano del Papa Inocencia IV, en 1251. Cada una de las hagiografías de estos reyes están llenas de pruebas de una fe inquebrantable en la Iglesia.
Además, en esta visita apostólica, el Papa Francisco expresó su deseo de acudir al Panteón Real de la Iglesia de Laeken, una visita que no estaba programaba en un principio, pero que se incorporó al itinerario. Durante el recorrido por la cripta, le acompañaron los Reyes Felipe y Matilde, así como el Rey Emérito, Alberto II. Una vez allí, según informó el Vaticano, el Santo Padre “se detuvo ante la tumba del Rey Balduino en una oración silenciosa” y recomendó volver la mirada al Rey Balduino “en estos momentos en que se elaboran leyes asesinas”.
El proceso, paso a paso
Conocido por algunos como el Rey Triste –la muerte de su madre, la Reina Astrid, en un accidente cuando tenía cinco años le marcó profundamente–, pero también como el Rey de la Ternura, el relato de su muerte temprana, a los sesenta y dos años, explica, en buena parte, su manera de vivir. Su sobrina nieta, Ana María Chico de Guzmán, relató en el programa Lazos de sangre cómo fue su muerte: “Subía a la azotea de la casa con muchísima frecuencia, porque le gustaba estar tranquilo en oración […] Con vistas al mar y también a Sierra Nevada. Aquí es donde subió ese 31 de julio del 93 a rezar y aquí falleció. Le dio un infarto”. Se refería Chico de Guzmán a Villa Astrida, la residencia de Balduino y Fabiola de Bélgica, de Motril (Granada), rodeada de una finca de 26.000 metros cuadrados y con vistas al mar.
La noticia del proceso de beatificación a Balduino I ha sumido en una profunda alegría a los católicos belgas, aunque algunos expertos en temas eclesiásticos han querido matizar que el proceso será largo y complicado. El portavoz de la Conferencia Episcopal, Geert De Kerpel, manifestó que “el anuncio del Papa fue una completa sorpresa para nosotros”. Y el teólogo Emmanuel Van Lierde, biógrafo además del Papa, se ha sumado a este clima de sorpresa: “Normalmente, son las bases quienes piden beatificar o canonizar a alguien. No suele ser el máximo poder eclesiástico quien inicia el proceso”.
Una vez realizada la declaración por parte del Papa Francisco, el camino hacia la santidad debe superar las siguientes instancias: una investigación diocesana para recopilar documentos que acrediten la vida virtuosa del candidato o su muerte por defender la fe católica; después, la presentación de un milagro realizado, o llevado a cabo por su intercesión. Toda la documentación recabada se envía a la Congregación para las Causas de los Santos, del Vaticano, donde se analiza detenidamente; solo si la Congregación aprueba el caso, el Sumo Pontífice emite el decreto de beatificación; el último paso sería la celebración de una Ceremonia de Beatificación, en la que el Papa declara oficialmente beato al candidato.
Una vida virtuosa junto a Fabiola
Balduino I, hombre tímido y retraído, tuvo pocos amigos en su vida. Entre ellos, el cardenal Leon Joseph Suenens, arzobispo de Malinas-Bruselas, uno de los artífices del Concilio Vaticano II, y quien fuera su confesor. Suenens escribió una biografía del Soberano, “Balduino, el secreto del Rey”, en la que describía la naturaleza sensible y profundamente religiosa del Monarca. La temprana abdicación de Leopoldo III, en 1951, obligó a Balduino a ascender al Trono, con apenas veintiún años, y a reinar, algo que estaba lejos de sus expectativas vitales.
Además de biógrafo y confesor, Suenens tuvo un papel fundamental en la historia de amor de Balduino y Fabiola, porque le recomendó a su amigo –quien llevaba diez años en el Trono soltero–, que buscara una esposa. La monja irlandesa Verónica O’Brien, de la Legión de María, ayudó en la tarea de encontrar la candidata idónea para él: Fabiola de Mora y Aragón, hija de los Marqueses de Casa Riera. Balduino y Fabiola parecían hechos el uno para el otro: él en su temprana juventud había perseguido la idea de ser sacerdote y Fabiola también había coqueteado con la idea de convertirse monja. Sin embargo, ambos, con una medida combinación de romanticismo y responsabilidad, emprendieron una vida juntos que solo pudo romper la muerte de Balduino.
Cuentan que su primer encuentro se celebró en Bruselas y que el segundo se dio en el santuario de Lourdes, en 1960. Y que tras aquel encuentro, Balduino escribió en una carta sus emocionadas impresiones sobre aquella española serena y cauta: “Es muy reflexiva y perspicaz, la amo cada vez más. Lo que más me gusta de ella es su humildad, su confianza en la Santísima Virgen y su transparencia. Gracias por habérmela traído. Soy incapaz de repetir las numerosas y buenas conversaciones que nos llevaban siempre al atardecer y terminábamos el día ante la Gruta rezando el rosario. Durante la celebración de la misa me siento verdaderamente impulsado a decir que la amo y desearía escribírselo en el misal. Era demasiado bello. Yo tenía ganas de llorar de alegría y de agradecimiento a nuestra madre del cielo, que había hecho un nuevo milagro”.
Después de esta declaración de amor, se comprometieron el 17 de septiembre de 1960 y se casaron tres meses después, el 15 de diciembre. En su edición 851, ¡HOLA! ofreció a sus lectores un número de 68 páginas con toda la información sobre una boda que despertó un aluvión de buenos deseos. La novia lució un espectacular diseño invernal de Balenciaga, muy en la línea de la personalidad recatada de Fabiola. Realizado en satén color marfil, el genial Balenciaga necesitó treinta metros de tela para darle al vestido el volumen deseado. Además, estaba ribeteado de visón blanco, un detalle de elegancia que a nadie pasó desapercibido.
Muchos describieron el enlace como un auténtico cuento de hadas. No es de extrañar, pues la novia –de treinta y dos años, una edad que, en los años sesenta del siglo pasado, parecía más propia de “solteronas” que de recién casadas– había mostrado cinco años antes su habilidad para crear historias fantásticas y había escrito para sus sobrinos un volumen llamado Los doce cuentos maravillosos, que después se retituló como Los cuentos de la Reina Fabiola.
Tanto Leopoldo como Fabiola tuvieron que superar el dolor por no haber podido tener hijos. En 2008, Fabiola de Bélgica confirmó en una entrevista televisada lo que se rumoreaba desde hacía décadas: “Perdí cinco niños, pero he aprendido a vivir con ello”. Por responsabilidad con la Corona belga, deseosa de la llegada de un heredero, se cuenta que Fabiola llegó a insinuar a su esposo que se anulara el matrimonio para asegurar la descendencia, pero Balduino no se lo pensó dos veces: su vida era junto a ella. El hecho de no haber podido tener hijos propios detonó que ambos se volcaran siempre en la infancia y se sumaran a un sinfín de causas humanitarias.
Cuando Balduino falleció, la Reina Fabiola sorprendió y conmovió por su decisión al acudir al funeral de su marido, con el que había estado treinta y tres años, vestida de blanco, como las reinas medievales, en señal de esperanza y fe en la resurrección. Desde hace décadas, a Balduino I de Bélgica se le recuerda como un ‘hombre de Dios’. Su esposa, que siguió el mismo camino de rectitud, se reunió con él el 5 de diciembre de 2014. Juntos descansan en el Panteón Real de la iglesia de Laeken donde, estos días, el Papa Francisco ha rezado frente a ellos.-