Lecturas recomendadas

«Sigo sin entender ese odio irracional que algunos miembros de la Iglesia (los devotísimos) profesan al Papa Francisco»

¿Dónde queda el respeto y la obediencia que todos los fieles católicos hemos de prestar al actual Sucesor de Pedro?

«Hasta Benedicto XV hablaban del Papa como el Dulce Cristo en la tierra, pero desde marzo de 2013 en adelante no han sido capaces de digerir ni el estilo ni la personalidad del amado Papa Francisco»

 

«Pero desde marzo de 2013 en adelante no han sido capaces de digerir ni el estilo ni la personalidad del amado Papa Francisco»

 

Sigo sin entender ese odio irracional que algunos miembros de la Iglesia profesan al Papa Francisco, sobre todo teniendo en cuenta que quienes más se meten con él y contra su pensamiento acerca del mundo, de la Iglesia, del estado social de la humanidad, de las migraciones, de la reforma de la liturgia (tal y como deseó el Vaticano II), de la colegialidad episcopal, de la misión del Obispo de Roma como Pastor de la Iglesia Universal, de la evangelización que es necesario llevar a cabo en las presentes circunstancias, de la sinodalidad, del papel que las mujeres cristianas están llamadas a realizar en la Iglesia, etc, son personas devotísimas, muy cristianas, muy católicas, de Misa diaria, de rosario y confesión frecuente.

Hasta Benedicto XV hablaban del Papa como el Dulce Cristo en la tierra, pero desde marzo de 2013 en adelante no han sido capaces de digerir ni el estilo ni la personalidad del amado Papa Francisco.

El Papa Francisco instó a “la paz de todos los países en guerra” y pidió  rezar por la “martirizada Palestina” | TN

 

En ocasiones por el contenido de lo que expresa y en ocasiones por su carácter y su modo de gobernar al conjunto del Pueblo de Dios, que es la Iglesia.

Algunos (no sé si muchos) no toleran que el Papa se exprese con un lenguaje familiar que todo el mundo puede entender sin dificultad.

Quizá es que saben mucho de teología y les gustaría darle clases al Sumo Pontífice: diga ésto y omita aquéllo.

¿Dónde queda el respeto y la obediencia amorosa que todos los fieles católicos hemos de prestar al actual Sucesor de Pedro?

¿No es importante para creyentes y no creyentes reflexionar juntos sobre la primera encíclica del Papa Francisco ‘Lumen Fidei’, aparecida el 29 de junio de 2013?

¿No es necesario compartir el contenido de la segunda encíclica de Francisco ‘Laudato si’ (de 24 de mayo de 2015) sobre la crisis medioambiental y la necesidad de cuidar la Creación?

¿No merece la pena que gastemos tiempo y energías en meternos a fondo, todos juntos, en la tercera de las encíclicas del Pontífice ‘Fratelli tutti’ (de 3 de octubre de 2020) acerca de la urgencia de orar y trabajar  por la fraternidad y la amistad social en un mundo dividido, enfrentado y fragmentado por las guerras y los desastres naturales? A mí me parece que sí.

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Hoy mismo se nos ha anunciado la próxima aparición de la que será la cuarta encíclica del Papa Francisco:  «Dilexit nos» sobre el amor humano y divino del Corazón de Jesucristo.

Francisco siempre ha mostrado una profunda conexión con el Sagrado Corazón de Jesús, relacionándolo con la misión de los sacerdotes y de los obispos.

En el año 2016, la clausura del Jubileo de los Sacerdotes tuvo lugar el día de la fiesta del Sagrado Corazón, y en la homilía de la Misa el Papa pidió a todos los sacerdotes que dirigieran sus corazones, como el del Buen Pastor, hacia la oveja descarriada, hacia aquellas que están más alejadas, trasladando el epicentro del corazón fuera de uno mismo.

Asimismo, en el contexto del Jubileo, el Papa recomendó a obispos y sacerdotes releer y volver a meditar la  «Haurietis aquas»  (del Papa Pío XII), porque «el Corazón de Cristo es el centro de la misericordia. Esto es propio de la misericordia: que se ensucia las manos, toca, se implica, quiere implicarse con el otro, se compromete con la persona, con sus heridas»

Me parece que, a lo largo de estos más de once años de pontificado del Papa Francisco, el balance es más que positivo, básicamente porque con sus gestos, sus palabras y sus actitudes, el Papa nos está ayudando a concretar cómo vivir nuestra fe, nuestra caridad y nuestra esperanza cristiana en medio de un mundo que ha olvidado a Dios, a Jesucristo y su Evangelio.

De lo que estoy seguro es que Dios no se ha olvidado de ninguno de nosotros, pues en sus palmas nos lleva tatuados a todas y todos.

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